“El pueblo judío y la Iglesia tienen un rico patrimonio escriturístico común”

El cardenal Vanhoye presenta al Sínodo un documento de la Pontificia Comisión Bíblica

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 de octubre de 2008 (ZENIT.org) “El diálogo entre judíos y cristianos es posible porque poseen un rico patrimonio común que les une, lo que es deseable, para eliminar progresivamente prejuicios e incomprensiones”.

Así lo afirmó el cardenal Albert Vanhoye, durante la presentación ayer por la tarde a los participantes del Sínodo, durante la segunda Congregación general, de un extenso y prolijo documento elaborado por la Pontificia Comisión Bíblica en el año 2001 sobre esta cuestión.

El documento, con el título “El pueblo hebreo y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana”, fue propuesto por los propios miembros de la Comisión en 1996, siendo presidente de la misma el entonces cardenal Joseph Ratzinger.

Se trataba, explicó el cardenal Vanhoye, de profundizar en la cuestión del supuesto antijudaísmo de la Biblia cristiana, “aunque posteriormente el documento adquirió horizontes más amplios”.

El documento final publicado en 2001, que ayer se sometió a la consideración del Sínodo, consiste en un profundo estudio colegiado entre los distintos expertos, “realizado con rigor científico y en un espíritu de respeto y amor hacia el pueblo hebreo”.

Consta de tres capítulos: el primero sobre “las Sagradas Escrituras del pueblo hebreo, parte fundamental de la Biblia cristiana”; el segundo sobre “temas fundamentales de las Escrituras del pueblo hebreo y su acogida en la fe en Cristo”; y el tercero sobre “los hebreos en el Nuevo Testamento”.

Respecto a la primera parte, el documento afirma que el Antiguo Testamento “no es sencillamente un trozo entre otros de la Biblia cristiana”, sino que es “la base, la parte fundamental”, ya que el Nuevo testamento, “si no era conforme a las sagradas escrituras del pueblo hebreo, no habría podido presentarse como cumplimiento del plan de Dios”.

En el primer capítulo se desarrollan varias cuestiones como la autoridad de las escrituras hebreas y su conformidad con el Nuevo Testamento, pero sobre todo sobre la “dificil cuestión” del cumplimiento de las escrituras, que hasta ahora se había utilizado en ocasiones para acusar a los judíos de “injustificable y obstinada incredulidad” hacia el Evangelio.

El documento aborda esta cuestión explicando que la Revelación de Cristo, aunque cumple las Escrituras hebreas en su aspecto profético, también las supera en el plano institucional. “El cristiano que acude al Antiguo Testamento a la luz del Nuevo encuentra una plenitud de significado que antes no podía ser percibido”, explica.

Por tanto, aunque ambas lecturas de la Escritura no son asimilables, “en el campo de la exégesis, los cristianos pueden aprender mucho de los hebreos”, y a la inversa, “los exégetas cristianos esperan que los hebreos puedan beneficiarse de sus investigaciones”.

En el segundo apartado, el documento constata que el Nuevo Testamento “acepta plenamente todos los grandes temas de la teología del Israel, pero no se contenta con repetir lo ya escrito, sino que lo profundiza y supera en vistas a una progresión”.

“La persona y la obra de Cristo, así como la existencia de la Iglesia, se sitúan netamente en la prolongación de la historia de Israel”, añade el documento. A pesar de que “el paso de uno a otro Testamento comporta rupturas”, éstas “no suprimen la continuidad de lo que es esencial”.

Además, aclara el documento, la Iglesia “no sustituye a Israel en la Alianza”, como recuerda san Pablo, sino que la Iglesia es el “pueblo de la Nueva Alianza”, a la que se adhieren tanto los israelitas como los paganos que la han acogido al adherirse a la persona de Jesús.

 

“Bien lejos de querer sustituir a Israel, la Iglesia es solidaria con él”, añade el documento. En otro momento, recuerda que el Nuevo Testamento “nunca se llama a la Iglesia ‘nuevo Israel’”.

El antijudaísmo no existe en el Nuevo Testamento

La tercera parte es la más complicada, pues aborda la cuestión de cómo se presenta a los judíos en el Nuevo Testamento; parte de la Biblia cristiana, por otro lado, inaceptable para los hebreos.

Según el documento, el Nuevo Testamento muestra dos aspectos: por un lado, positivo, el hecho de que el Pueblo de Israel, en Jesús, “siga siendo el pueblo elegido por Dios para su diseño de salvación”. Por otro lado, negativo, muestra el rechazo de los judíos a creer en el Evangelio.

Sin embargo, advierte, “las recriminaciones del Nuevo Testamento contra los hebreos no son ni más frecuentes ni más virulentas que las que contienen la Ley y los Profetas. Por tanto, no deben de servir de base al antijudaísmo”.

“Un verdadero antijudaísmo, es decir, una postura de desprecio, hostilidad y persecución contra los hebreos en cuanto tales no existe en ningún texto del Nuevo Testamento y es incompatible con la enseñanza en él contenida”, añade.

El desacuerdo sobre el Nuevo Testamento en cuanto cumplimiento del diseño de Dios en Jesucristo, que para los hebreos es inaceptable, “no significa hostilidad recíproca. El ejemplo de Pablo demuestra que, al contrario, la única postura verdaderamente cristiana es la del respeto, la estima y el amor por el pueblo hebreo, cuya situación forma parte misteriosamente del plan, totalmente positivo, de Dios”, concluye.

[Por Inma Alvarez]

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ZENIT Staff

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