CIUDAD DEL VATICANO, martes, 7 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- La calidad de las homilías en la misa es en ocasiones tan preocupante que provoca el abandono de fieles de la Iglesia, se ha constatado en el Sínodo de los Obispos.
El tema fue puesto en el tapete de la discusión por la relación general antes de la discusión y está siendo mencionado con frecuencia por los primeros padres que toman la palabra.
El relator general, el cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Quebec, comenzaba el debate este lunes constatando que «a pesar de la renovación de que fue objeto la homilía en el Concilio, sentimos aún la insatisfacción de numerosos fieles con respecto al ministerio de la predicación».
«Esta insatisfacción explica en parte la salida de muchos católicos hacia otros grupos religiosos», denunció.
Monseñor Mark Benedict Coleridge, arzobispo de Camberra-Goulburn (Australia), en su intervención, propuso que se preparara un Directorio General Homilético, como existe un Directorio General de Catequesis.
Este directorio, dijo, debería tener en cuenta la historia de la predicación católica, adaptándolo a la realidad actual.
«Debería recoger la experiencia y sabiduría de la Iglesia universal, incluyendo a los nuevos movimientos y comunidades, sin asfixiar el talento de las iglesias locales o de los predicadores individuales».
Por su parte el cardenal Philippe Barbarin, Arzobispo de Lyón (Francia), constató que uno de los problemas de la predicación es que no se dice todo. «¡Hay que decir todo!».
El purpurado denunció prejuicios que llevan a no predicar ciertos pasajes de la Biblia, por ejemplo, cuando Jesús reprende a escribas y fariseos, mientras que podrían ser una enseñanza en sentido contrario de las Bienaventuranzas.
Monseñor Raymond Saint-Gelais, obispo de Nicolet (Canadá) explicó que «en las celebraciones litúrgicas, la homilía debe introducir a la asamblea en el misterio de la Palabra que Dios le dirige en su vida concreta. Favorece de este modo la relación entre Palabra de Dios y la cultura, entre la fe y la vida».
Monseñor Ricardo Blázquez Pérez, obispo de Bilbao (España), dedicó totalmente a la homilía su intervención, hablando de ella como «uno de los servicios más importantes que pueden prestar el obispo y el presbítero».
El prelado propuso que la homilía se prepare en la oración haciéndose al menos tres preguntas: «¿Qué dicen las lecturas que serán proclamadas en la celebración? ¿Qué me dicen a mí personalmente? ¿Qué debo yo, como pastor que presidiré la celebración, comunicar a los participantes en la Eucaristía, teniendo en cuenta las circunstancias en que se desarrolla la vida de la comunidad?».
Monseñor Gerald Frederick Kicanas, obispo de Tucson, vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, propuso que tras el año de san Pablo se proponga un año de la predicación en la asamblea eucarística.
Este año sería una oportunidad «para sacerdotes y diáconos junto a sus obispos para encontrase con los laicos y comprender mejor sus dificultades y como deberían predicar la Palabra de una manera relacionada con estas dificultades».
Este año debería hacer más explícito la conexión entre homilía y escritura y responder al hambre de rezar y reflexionar sobre la escritura.