Intervenciones en el Sínodo, tarde del 7 de octubre

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la síntesis de las intervenciones pronunciadas en el Sínodo de los Obispos de la palabra este 7 de octubre por la tarde, cuarta congregación general.

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– S. Em. R. Mons. Maurice PIAT, C.S.Sp., Obispo de Port-Louis (ISLA MAURICIO)

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– S. Em. R. Mons. George PUNNAKOTTIL, Obispo de Kothamangalam de los Siro-Malabareses (INDIA)
– S. Em. R. Mons. Guillermo José GARLATTI, Arzobispo de Bahía Blanca (ARGENTINA)
– S. Em. R. Mons. Sylvester Carmel MAGRO, O.F.M., Obispo titular de Salde, Vicario Apostólico de Benghazi (LIBIA)
– S. Em. R. Mons. José Miguel GÓMEZ RODRÍGUEZ, Obispo de Líbano-Honda (COLOMBIA)
– S. Em. R. Mons. Orlando B. QUEVEDO, O.M.I., Arzobispo de Cotabato, Secretario General de la «Federation of Asian Bishops’ Conferences» (F.A.B.C.) (FILIPINAS)
– Revmo. P. Giorgio NALIN, R.C.I., Superior General de los Rogacionistas del Corazón de Jesús
– S. Em. R. Mons. Desiderius RWOMA, Obispo de Singida (TANZANIA)
– S. Em. R. Mons. Anicetus Bongsu Antonius SINAGA, O.F.M. Cap., Arzobispo Coadjutor de Medan (INDONESIA)
– S. Em. R. Mons. Salvatore FISICHELLA, Obispo titular de Voghenza, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida; Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Filippo SANTORO, Obispo de Petrópolis (BRASIL)

A continuación damos los resúmenes de las intervenciones:

S. Em. R. Mons. Maurice PIAT, C.S.Sp., Obispo de Port-Louis (ISLA MAURICIO)

La crisis de la transmisión de la fe en la sociedad de la «Cristiandad» se explica en gran parte por el hecho de que, en estas sociedades, la Iglesia, gozando de una cierta seguridad, tuvo la tendencia de considerar a la fe como algo que se daba por descontado, a privilegiar la enseñanza de la doctrina y a descuidar la Palabra de Dios en el proceso de transmisión.
El edificio doctrinal y moral, al no estar apoyado sobre la Roca de la Palabra, se convierte en una casa construida sobre la arena y mal puede resistir a los Tsunamis de la cultura numérica moderna.
Por esto la urgencia de reencontrar el lugar de la Palabra de Dios como fundamento de la vida y de la misión de la Iglesia.
La Palabra es fundamento cuando es escuchada como el evento de Dios que nos habla de sí mismo y se dirige a nosotros como a amigos para invitarnos a compartir su vida. Esta palabra no trata en absoluto de convencer a los espíritus curiosos, sino a suscitar la fe en el corazón de los humildes.
De este modo, proponer la fe no es, en primer lugar, transmitir un contenido impresionante, sino una invitación que siempre es una promesa, «vengan y verán». La misión es, por lo tanto, la de invitar a ponernos en camino como un humilde peregrino.

[00076-04.03] [IN042] [Texto original: francés]

S. Em. R. Mons. George PUNNAKOTTIL, Obispo de Kothamangalam de los Siro-Malabareses (INDIA)

El enfoque de las Iglesias orientales sigue, en mayor medida, la línea pastoral (se dedica poca atención en el Documento de trabajo a los Padres de las Iglesias Orientales, existen solamente ocho citaciones!)
La Iglesia en la tradición patrística pone en evidencia dos aspectos: 1) eclesial; 2) espiritual. La Biblia es la Palabra de Dios en la Iglesia. Las personas por sí mismas no pueden descubrir la inspiración o decidir sobre el canon. Ambos están garantizados por la Iglesia. La Palabra de Dios está conservada en la tradición. La Biblia, sin embargo, no tiene necesidad de ser sostenida por la tradición para afirmar su autoridad y su verdad. La Tradición está enraizada en la Sagrada Escritura y sostenida por la Sagrada Escritura. Una Tradición que sea contraria a la Biblia no se puede sostener. La Biblia es la fuente primaria de la doctrina y de la fe.
En segundo lugar, la Biblia tiene un significado histórico y espiritual. El significado espiritual no se contrapone al significado literal. Se funda en él. El significado espiritual es reconocido por el «entendimiento espiritual». Es visto por el «ojo interior de la fe». No basta sólo el razonamiento. Se requiere la contemplación espiritual de la Palabra de Dios. Los verdaderos teólogos son verdaderos santos.
La lectura presupone un estado de oración. La oración ilumina la mente a fin de que comprenda lo que se lee. La lectura de la Palabra debería conducir a la Palabra sustancial, que es Jesús.

[00077-04.02] [IN043] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Mons. Guillermo José GARLATTI, Arzobispo de Bahía Blanca (ARGENTINA)

Me parece excelente la división tripartita que sobre a Palabra de Dios presenta el «Instrumentum Laboris» (IL). Se trata de un enfoque de carácter eminentemente teo1ógico-pastoral y que responde a los grandes desafíos de la Iglesia de hoy que, vivificada por el Espíritu, está llamada a asumir el compromiso de manifestarse auténticamente como sacramento de Jesucristo.
Sin embargo, tengo la impresión de que falta unidad interna en el desarrollo de las tres partes, lo cual hace que las mismas, al igual que los temas tratados, aparezcan como yuxtapuestos o superpuestos y sin una clara relación de continuidad entre sí por carecer de un apoyo teológico unificador. Para superar esta cuestión considero que la «hermosa noción de historia de la salvación» (Cf. IL lO) podría convertirse en la categoría teológica y en el eje que sirva de factor unificador.
La expresión «historia de la salvación» aparece tres veces en el IL (n. lO, 25 Y 34), pero no se percibe que luego sea desarrollada y tenida suficientemente en cuenta. Se trata de un concepto bíblico y teo1ógico de una gran riqueza y variedad de sentido, porque pone de relieve muy fuertemente el modo de actuar de Dios (pedagogía divina) en las sucesivas intervenciones salvíficas: creación, elección y formación del pueblo de Dios, alianza, Cristo como centro y culmen de la revelación, Iglesia.
El concepto de «historia de la salvación», entendido como elemento transversal sobre el cual se apoya toda la acción salvífica de Dios, es sin duda la categoría más apropiada para explicar y comprender la pedagogía divina que se expresa «hablando», «actuando» y «dialogando», pero sin perder de vista que «la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación» (DV 2).

[00078-04.03] [IN044] [Texto original: español]

S. Em. R. Mons. Sylvester Carmel MAGRO, O.F.M., Obispo titular de Salde, Vicario Apostólico de Benghazi (LIBIA)

Muchos fieles no son conscientes del papel de la Iglesia en la formación del Canon de las Escrituras.
Son conscientes de la importancia que la Iglesia atribuye a la Palabra de Dios, pero no aprecian el papel del Magisterio a la hora de identificar el «canon» de los Libros Sagrados.
No comprenden que, en última instancia, fue la Iglesia que autenticó la Biblia.
En efecto, la Biblia presupone la Iglesia y depende de la Iglesia para su autenticación… La Iglesia precedió a las Escrituras.
Por lo tanto, es preciso dejar claro para el Pueblo de Dios que, en última instancia, era necesario que existiera «alguna autoridad» capaz de determinar qué libros debían ser considerados auténticos o inspirados por Dios y, por consiguiente, incluidos en la lista oficial o «canon» del Nuevo Testamento en particular, excluyendo todos los restantes como «apócrifos», es decir, privados de la inspiración divina.
«Fue la Autoridad de la Iglesia que efectivamente autenticó los libros que hoy consideramos como parte de nuestra Biblia. Este proceso de identificación
duró casi cinco siglos.
La Iglesia lo hizo tras largas investigaciones y tomó las decisiones al respecto en concilios locales y regionales, durante los cuales se estudió el tema en profundidad».
El «canon» cristiano completo, o la lista de las Escrituras del Nuevo Testamento, fue codificado por San Atanasio en el año 367, pero fue universalmente aceptado sólo con el Sínodo de Roma en el año 380 y los Concilios de Hipona y de Cartago (417).
«La Iglesia vino antes de las Escrituras; la Iglesia produjo las Escrituras con la ayuda divina y conservó su integridad ante los peligros de la persecución y la herejía; la Iglesia reunió las Escrituras en un libro, un libro que sostiene a todos los que se definen cristianos» (Scott Hahn).

[00079-04.03] [IN045] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Mons. José Miguel GÓMEZ RODRÍGUEZ, Obispo de Líbano-Honda (COLOMBIA)

La estructura ontológica del ser humano, de cada ser humano, de todo ser humano, es esencialmente dialógica. Esta constitución de la persona humana depende, en primer lugar, de su condición creatural. Dios nos creó para que entremos en diálogo con É1. En el fondo de nuestro ser descubrimos una dinámica dialogal que nos hace distintos de los demás seres de nuestra experiencia. Y, así, nuestra existencia personal es, ante todo, de oyentes. Al ser humano lo constituye como tal su capacidad para escuchar a Dios. Mas aún, la persona alcanza su identidad y su dignidad fundamentales en la escucha de la Palabra y en la capacidad prodigiosa de responder a ella con todo su ser, inteligencia y voluntad.
Es necesario que la Iglesia recuerde a la humanidad estas verdades para que encuentre las soluciones que todavía no encuentra. Y es urgente establecer los criterios más adecuados para la interpretación auténtica de la Palabra revelada. La interpretación de la Biblia escapa al capricho de los relativismos modemos y, por lo mismo, incomoda a muchos. La evangelización y la misión ad gentes son imprescindibles y requieren de todo el celo de los cristianos que saben que la escucha y atenta recepción de la Palabra es necesaria para la vida del mundo.<br>
[00082-04.03] [IN048] [Texto original: español]

S. Em. R. Mons. Orlando B. QUEVEDO, O.M.I., Arzobispo de Cotabato, Secretario General de la «Federation of Asian Bishops’ Conferences» (F.A.B.C.) (FILIPINAS)

Referencia: apartados nos.. 12 y 13 del Documento de trabajo. Dios ha pronunciado su Palabra especialmente para el bien de los pobres (por ejemplo en Am 2,6-7; 4, 1; 5, 10-1; 8, 4-7; Jr 34, 8-17; Is 11, 4). Él fue para ellos su refugio y su liberador. Jesús, Verbo Encarnado, nacido de María, era pobre, vivió con los pobres, estuvo entre ellos y entre los que eran considerados pecadores . Se convirtieron en sus discípulos y los llamó Bienaventurados. A ellos les proclamó el Reino de Dios. Ha dicho que debemos ser pobres de espíritu.
Increíblemente ricos gracias a un espléndido mosaico de antiguas culturas y religiones, nosotros en Asia somos, de todos modos, un continente de pobres, de desequilibrios económicos y políticos, de divisiones étnicas y de conflictos. Nuestro sentido profundo de trascendencia y de armonía está siendo erosionado a causa de una cultura globalizante secular y materialista ..

La Palabra de Dios en Asia, sin embargo, llama hacia el Padre, en el Espíritu Santo, a miles de pequeñas comunidades de pobres. Y los pobres, a su vez, escuchan la Palabra de Dios. Obrando de esta manera, están construyendo un «modo nuevo de ser Iglesia» – que en realidad es un modo antiguo – es decir el modo de la primera comunidad de Jerusalén (ver .Hch 2, 43-46 y 4, 32-35). Conducidas por sus Pastores ordenados y por guías laicos y colaboradores capacitados, las personas simples, cada semana se reúnen en las capillas y en los hogares para celebrar el servicio de la Palabra. Escuchan la Palabra de Dios, reflexionan sobre la Palabra, rezan la Palabra y disciernen juntos cómo aplicarla cotidianamente en sus vidas. Reciben a Jesús en la Eucaristía por medio de los ministros extraordinarios laicos de la Santa Comunión, adecuadamente formados. A través de ellos, la Palabra de Dios los refuerza en la fe y los exhorta a participar activamente en la vida de la Iglesia y de los cambios sociales. Constituyen comunidades eclesiales de base, transforman las familias, las parroquias y las diócesis en comunidades vivas, y dan testimonio de la Palabra de Dios en un ambiente multi-religioso, a menudo hostil. Son comunidades solidarias y fraternas, que en su pequeño ámbito, desafían con eficacia la cultura moderna del secularismo y del materialismo.
En cierta medida pueden aún hoy hacer resonar las palabras de Juan, el discípulo que Él amaba: «quod vidimus et audivimus annuntiamus et vobis, ut et vos communionem habeatis nobiscum. Communio autem nostra est cum Patre e cum Filio eius Jesu Christo» (1 Jn 1, 3).

[00061-04.05] [IN049] [Texto original: inglés]

Revmo. P. Giorgio NALIN, R.C.I., Superior General de los Rogacionistas del Corazón de Jesús

Consideremos la dimensión vocacional de la Palabra de Dios según una doble perspectiva: a) la Palabra de Dios es apelante en sí misma, en cuanto actúa de manera eficaz en el corazón de quienes la acogen; b) la Palabra de Dios contiene figuras, historias y reflexiones que relatan la llamada de Dios a los personajes bíblicos en vista de una misión: todas las llamadas tienen como modelo la única y definitiva vocación y misión del Hijo Jesucristo, en el cual se lleva a cumplimiento el designio salvífico del Padre.
Es preciso subrayar que la definición de «vocación» está relacionada con el devenir de la persona humana en cuanto tal, desde el momento de su nacimiento hasta la conclusión de su existencia. Por lo tanto, cada persona, por el hecho de que vive en el mundo, es amada por Dios y está llamada a realizarse según un designio de amor que da sentido a su existencia. Según la concepción bíblica, el hombre «no tiene la vocación» como si fuera un bien que se posee, sino que «debe madurar su propia vocación» en un descubrimiento gradual que tiene que realizar siguiendo el designio de Dios. De aquí la exigencia de volver a poner en el centro de atención el papel de la Palabra de Dios, que ilumina el camino vocacional de cada persona. El encuentro con la Palabra conlleva algunas consecuencias:
– Una primera consecuencia es de tipo antropológico: la Palabra confiada a la libertad del hombre define al ser humano como una «identidad responsorial».
– El acontecimiento de la Palabra pone en evidencia el valor teológico, en cuanto la Palabra de Dios comunicada mediante la Sagrada Escritura abre al hombre a la trascendencia de Dios, al ser mismo del misterio trinitario.
– La Palabra de Dios, y marcadamente la Sagrada Escritura, asumen un papel pedagógico, al educar a los fieles a escuchar la Palabra, a mirar su vida a la luz de su mensaje, a discernir la propuesta y a tomar posición frente a uno mismo y a la propia historia.
– La Palabra encuentra en el contexto de la oración litúrgica su forma más alta y profunda. Para recibir la Palabra es necesaria una actitud de acogida y silencio interior.
– La dimensión testimonial de la Palabra de Dios: exige ser declinada no sólo en el seno de la comunidad cristiana, sino también en la misión hacia el mundo y la evangelización de los pueblos.

[00059-04.03] [IN050] [Texto original: italiano]

S
. Em. R. Mons. Desiderius RWOMA, Obispo de Singida (TANZANIA)

La Palabra de Dios como himno a muchas voces.
A este respecto, merece la pena recordar las palabras de San Agustín, el gran obispo africano. En Johannes Tractatus 12, 5 San Agustín afirma: «Sonat Psalmus, vox est Spiritus. Sonat Evangelium, vox est Spiritus. Sonta Sermo divinus, vox est Spiritus»Es interesante notar que el gran santo afirma claramente que el Salmo, el Evangelio y la homilía (predicación) son todas voces del Espíritu. Sin embargo es sorprendente que, cuando menciona el sermón/la predicación/la homilía, los defina «Sermo divinus». Esto demuestra la importancia que San Agustín atribuye a la homilía y la predicación en general. Lo que dice San Agustín refleja la actitud de todos los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, por su predicación Juan de Antioquía fue llamado Crisóstomo, es decir, boca de oro. Se cuenta que incluso los paganos solían ir a escuchar las predicaciones de San Gregorio Nacianceno. Su predicación le valió el nombre de ho thoelogos, es decir, el teólogo que habla en nombre de Dios.
La actitud de los Padres de la Iglesia hacia la Palabra y la predicación representa un desafío para nosotros. Cuando hablamos de personas tibias respecto a los temas de nuestra fe y al fenómeno de las sectas religiosas, que se están difundiendo a una velocidad preocupante en muchos lugares del mundo, quizás las causas se puedan encontrar en la falta de una predicación buena y adecuada por parte de los ministros.
Para los fieles cristianos, lo hacían mediante una mistagogía permanente y para los catecúmenos, mediante una catequesis intensa. Su predicación era irresistible. Predicaban siempre para celebrar al Resucitado.
Con énfasis, el Concilio Vaticano II afirma que a través de la homilía «se presentan los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana…» (SC 52). El Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia es un momento propicio para reflexionar sobre ello y sobre la predicación de la Iglesia en general. Tenemos que recuperar la predicación mistagógica de los Padres de la Iglesia, que ayuda a la Iglesia a generar hijos e hijas y a alimentarlos guiándoles en los misterios de nuestra fe.

[00070-04.03] [IN053] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Mons. Anicetus Bongsu Antonius SINAGA, O.F.M. Cap., Arzobispo Coadjutor de Medan (INDONESIA)

Con razón, apreciamos el texto bíblico elegido para acompañarnos en nuestro esfuerzo durante este Sínodo universal de Obispos, que anuncia «Ciertamente, es viva la palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu»(Hb 4, 12). De hecho, una de las tareas fundamentales del Obispo es la de trabajar para «que los fieles sostengan y promuevan con ardor las obras de evangelización y apostolado (CD, n. 6).
Sin mencionar las verdaderas razones, nosotros los Obispos estamos frente a una especie de ofuscación de la Palabra de Dios, y a veces ésta se vuelve ineficaz. Forma parte de nuestra tarea pastoral buscar y, presumiblemente, proporcionar respuestas y modalidades para no perder la recuperación y actualización de la «agudeza y funcionalidad» de la Palabra de Dios. Se debería intentar hacer que «la palabra del Señor siga propagándose y adquiriendo gloria» (2 Tes 3,1). Esta tarea corresponde al apostolado bíblico.
Mientras deseamos que «todos … se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente» (Dei Verbum, 25), es también verdad que, a pesar de ser la nuestra una era privilegiada debido la disponibilidad de la Biblia en lenguas nacionales y vernáculas, a la vez, sobre todo la gente de nuestro tiempo, carece de una lectura y del conocimiento de las cuestiones referentes a la Sagrada Escritura. Es por lo tanto deseable que el Sínodo de los Obispos se comprometa seriamente en la búsqueda de caminos y métodos para superar esta incapacidad y esta preocupación del creyente.
En Indonesia se realizó un tentativo de creación de una Comisión Bíblica de la Conferencia Episcopal. Esto se realizo para proponer dicha tarea, ya trasmitida, de pastoral Bíblica a la Asociación Bíblica, pero sin estar bajo la autoridad de los obispos.
Al mismo tiempo, la Conferencia de los Obispos dispuso la creación de dos tipos de formación bíblica: formación impresa y formación en grupo. Con ocasión de la elaboración de materiales impresos y electrónicos (CD) sobre temas específicos – el tema bíblico actual es » La Sagrada Escritura para los niños» – fue organizado un equipo nacional de formación para el entrenamiento y la capacitación de tales grupos de formadores, a nivel diocesano. La modalidad de tal entrenamiento, que además formará a este equipo a nivel de las parroquias y de las capillas comunitarias, tiene, intencionalmente, un carácter de formación participativa activa. Todos los componentes participarán en la dramatización bíblica sagrada, memorizando numerosos versículos de la Escritura bajo forma de canto y de declamaciones. De tal manera, el material elaborado no está constituido solamente por textos bíblicos, sino también por material para la recitación y la representación sagrada, con CD, instrumentos musicales locales, incluida la Biblia para la lectura. A través de los programas de internet, es posible acceder a una serie de manuales electrónicos. Se está tratando de llevar adelante la Lectio divina, adaptando modos de participación, intercalados con una meditación musical interiorizada apropiada o también con el silencio. La celebración dominical, especialmente para los niños, se prepara como formación litúrgica activa, alternando la palabra de Dios y la Santa Misa.
Hay aún mucho por hacer. Sin embargo, en tales celebraciones siempre está presente un carácter de festejo jovial y activo, un matiz de alegre Pascua de nuestras función dominical para los niños. Si bien tratamos de favorecer la alegría, la comunicabilidad, la visualidad, la audibilidad la participación activa y motora de esta generación de la globalización, no descuidamos prestar atención a que nuestros niños no pierdan la función dominical. Y, de manera más amplia, hacen un trabajo misionero, invitando a los niños de otras confesiones que muestran interés y así llegan hasta a amar la búsqueda del texto bíblico en la Sagrada Escritura.

[00071-04.06] [IN054] [Texto original: inglés]

S. Em. R. Mons. Salvatore FISICHELLA, Obispo titular de Voghenza, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida; Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense (CIUDAD DEL VATICANO)

La Dei Verbum todavía no ha sido descubierta ni desarrollada en su gran intuición que ha constituido un auténtico progreso dogmático; los Padres conciliares, en efecto, habían recuperado el concepto bíblico de la unicidad de la fuente. Ello permitió comprender la Sagrada Escritura dentro de la vida de la Iglesia, que no vive sólo de ella, sino que tiene la responsabilidad de que se mantenga viva, íntegra y fecunda. Muchos fieles, cuando se les pregunta qué entienden con «Palabra de Dios» responden: la Biblia. La respuesta no es errónea, pero es incompleta o, al menos, manifiesta una percepción incompleta de la riqueza presente en la expresión y lleva como consecuencia a identificar el cristianismo como la «Religión del libro». Es necesario que nuestro lenguaje no caiga en la equívoca expresión «las tres religiones del libro». El cristianismo es religión de la
«palabra». Es importante que nos comprometamos a construir una cultura que vea la Sagrada Escritura como una palabra viva, dinámicamente abierta a la verdad de la revelación que ésta contiene. Si no presentamos esta enseñanza en su totalidad, con los distintos instrumentos que poseemos para la formación de nuestro pueblo, corremos el riesgo de humillar la Palabra de Dios, porque la reducimos exclusivamente a un texto escrito sin la fuerza provocadora de dar sentido a la vita. Como recuerda el apóstol: «La Palabra de Dios no está encadenada» (2 Tm 2,9).
Nos encontramos siempre ante la imposibilidad de agotar la Palabra de Dios; es como la zarza que arde y no se consume. Estamos llamados a ejercer un ministerio que permita acceder a esta Palabra de vida, de manera que cada persona en cada lugar de la tierra pueda entender su sentido profundo, y obtener así la salvación. En un periodo como el nuestro, en el que se sigue intentando marginar los textos sagrados como portadores de significado, ya que se les identifica con los mitos, privados de carácter histórico y destinados solamente a los ingenuos, es importante que se encuentren de nuevo las formas necesarias para volver a darles un valor histórico y un carácter de provocación para el sentido de la existencia. Estamos realmente ante una emergencia educativa que vuelva a poner en el centro de nuestra vida de fe el tema de la salvación. De nuevo la Dei Verbum nos recuerda que todo lo que se ha trasmitido y escrito es «anuncio de la salvación» (DV 7). Las diversas tendencias culturales que están presentes en el tejido actual no sólo han desnaturalizado el sentido de la salvación, sino que lo han marginado considerándolo inútil e ilusorio. Volver a presentar la Palabra de Dios en su totalidad comporta orientar su enseñanza para centrarla en el tema de nuestra salvación.

[00072-04.03] [IN055] [Texto original: italiano]

S. Em. R. Mons. Filippo SANTORO, Obispo de Petrópolis (BRASIL)

1. La Palabra de Dios es un hecho; es la persona de Jesucristo que los Apóstoles encontraron cuando caminaba por la orilla del mar de Galilea y que la Iglesia proclama como alguien que se puede encontrar hoy en día en las calles de nuestra vida.
Existe un desafío que nuestro anuncio debe superar; el desafío es, ante todo, antropológico. Es decir, lo será si este hecho se muestra capaz de superar el espacio y el tiempo como algo que no decae, que no se deteriora y que responde de manera única y singular a la expectativa del corazón del hombre. La experiencia muestra que las cosas brillan y que con el tiempo se consumen; como decía el antiguo poeta griego Mimnermo «como las hojas que hace germinar la estación de la primavera» y con él también Arnault, Leopardi y la literatura de todas las épocas. También el yo decae y aquello que nos había fascinado, con el tiempo pierde valor, se consume o deja de atraernos. La gran pregunta, que tampoco la cultura contemporánea puede negar, es si existe algo que satisfaga plenamente las exigencias del corazón y que perdure en el tiempo, para siempre.
2. La dinámica de la encarnación plantea otro desafío que es importante profundizar: el desafío del método. La Palabra hecha carne indica no solamente un contenido salvífico, sino también un método mediante el cual los apóstoles comienzan a entenderse a sí mismos. En el encuentro con Jesús, se despierta algo que en ellos estaba adormecido y comienzan a vislumbrar algo positivo para sus destinos. El método implicado por la encarnación, tema particularmente desarrollado por el P. Giussani, es el de seguir el acontecimiento en el cual el milagro se hace presente. En todos los encuentros bíblicos con Juan, Andrés, Pedro, Zaqueo, la Samaritana … al seguir a ese hombre se encontraban con otra cosa, con el destino, con el Padre. Este mismo método continúa después de la resurrección a través del encuentro con el cuerpo visible de Cristo, la Iglesia, que tiene a Pedro como Cabeza.
En la V Conferencia de Aparecida, los Obispos de América Latina, retomando el Discurso inaugural del Papa Benedicto, dijeron: «La naturaleza misma del cristianismo consiste, por tanto, en reconocer la presencia de Cristo y seguirlo. Ésta fue la maravillosa experiencia en aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de asombra frente a lo excepcional de quien les hablaba, frente a la manera de tratarlos, dando respuesta al hambre y a la sed de vida de sus corazones. El evangelista Juan nos ha relatado, con fuerza icástica, el impacto que la persona de Jesús produjo en los dos primeros discípulos, Juan y Andrés, que lo encontraron. Todo comienza con la pregunta «Qué buscáis?» (Jn 1, 38) que fue seguida por una invitación a vivir una experiencia «Venid y lo veréis» (Jn 1, 39). Esta narración permanecerá en la historia como una síntesis única del método cristiano» (244).
Por esta razón, en la actual discusión sobre los ministerios extraordinarios, nos permitimos observar que éstos solos, por sí mismos, no suscitan el encuentro, pero pueden terminar aumentando la burocratización de la Iglesia. Lo que suscita el encuentro es solamente la acción del Espíritu que, como dice la Lumen Gentium 12, está en el origen de los dones jerárquicos y de los dones carismáticos. Por medio de los carismas, el Espíritu muestra el rostro de Cristo atractivo aún para el hombre de hoy y suscita la secuela de la Palabra hecha carne.

[00085-04.03] [IN057] [Texto original: italiano]

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ZENIT Staff

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