CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 9 octubre 2008 (ZENIT.org).- El Sínodo no sólo reflexiona sobre cómo escuchar la Palabra de Dios; medita también sobre cómo Dios escucha.
A Dios que escucha, en particular a los más frágiles y pobres, dedicó su ponencia en la congregación general monseñor Luis Antonio G. Tagle, obispo de 51 años de Imus en Filipinas.
Su ponencia ha tenido un eco particular en la Sala del Sínodo, siendo citada por varios padres sinodales, y por el primer «delegado fraterno» que ha tomado este jueves la palabra, el reverendo Robert K. Welsh, secretario general de los Discípulos de Cristo, comunidad cristiana de los Estados Unidos.
«La escucha es una cosa seria –advirtió ante la asamblea, donde se encontraba el Papa Benedicto XVI–. La Iglesia debe formar oyentes de la Palabra. Pero la escucha no se transmite solamente con la enseñanza sino y, sobre todo, con un ambiente en el cual existe la escucha».
Monseñor Tagle propuso tres maneras de desarrollar la disposición a la escucha.
En primer lugar, dijo, «la fe es un don del Espíritu, y al mismo tiempo un ejercicio de libertad humana. Escuchar en la fe significa abrir el propio corazón a la Palabra de Dios, hacer de manera tal que nos penetre y nos transforme, y practicarla».
«Formación a la escucha significa formación a la fe integral. Los programas de formación deben ser concebidos como formación a la escucha de lo sagrado», propuso.
En segundo lugar, aclaró, «los acontecimientos de este mundo muestran los trágicos efectos de la falta de escucha: conflictos en la familias, distanciamiento entre generaciones y entre naciones, y violencia».
«Las personas son atrapadas en un mundo de monólogos, indiferencia, ruido, intolerancia y egocentrismo –constató–. La Iglesia puede favorecer un ambiente de diálogo, respeto, reciprocidad y auto trascendencia».
«Pero Dios no se limita a hablar», advirtió en tercer lugar. «Dios también escucha, sobre todo a los justos, a las viudas, a los huérfanos, a los que son perseguidos y a los pobres que no tienen voz».
«La iglesia debe aprender a escuchar del mismo modo como Dios escucha, y ofrecer la propia voz a quien no tiene voz», aseguró.