CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 9 octubre 2008 (ZENIT.org).- La fascinación que sienten algunas personas por apariciones o milagros acaba llevándoles a abandonar la misma Iglesia para caer en manos de grupos sectáreos, ha constatado un obispo mexicano ante el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra.
Monseñor Eduardo Porfirio Patiño Leal, obispo de Córdoba (México), tomó la palabra en la congregación general de la tarde de este miércoles para analizar ante la asamblea sinodal la justa relación entre «Revelación pública y constitutiva del Credo cristiano y las revelaciones privadas».
Las «revelaciones privadas» son las corrientemente llamadas «apariciones» o revelaciones extraordinarias, de Jesús, María, etc.
Según explica el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 67, a lo largo de los siglos se han dado este tipo de revelaciones, «algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia».
«Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de ‘mejorar’ o ‘completar’ la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia», explica el Catecismo.
Monseñor Patiño Leal aclaró que la Iglesia «ha reconocido ‘revelaciones privadas’, que por la conjunción de signos de credibilidad, son susceptibles de un asentimiento de fe humana».
«Éstas han sido providenciales en la historia de la fe de muchos y han representado una gracia actual que los ha invitado a una conversión y a acudir con más decisión a la fuente de la verdad y de la gracia que Dios ha manifestado en su ‘única Revelación pública’, en la Tradición de la Iglesia».
Como ejemplos, el obispo mexicano citó los frutos que ha dejado la devoción al Sagrado Corazón de Jesús o la piedad de los grandes santuarios marianos.
El prelado consideró que es necesario tener en cuenta los criterios de discernimiento de estas apariciones o revelaciones privadas, como lo hizo el Papa Pío XII en la encíclica «Haurietis Aquas», en el caso de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María Alacoque.
Otro documento que ayuda al discernimiento, según el obispo, es la nota explicativa del entonces cardenal Joseph Ratzinger, en torno al tercer secreto de Fátima.
El prelado reconoció «con gratitud 105 frutos espirituales que Dios ha concedido a la Iglesia, por la mediación de estas experiencias religiosas».
Ahora bien, constató que «frecuentemente la experiencia religiosa actual es más emotiva que convencida, a causa del escaso conocimiento de la doctrina».
«Se está tendiendo más bien hacia lo subjetivo y al gusto por hacerse una religión al modo propio de cada persona», denunció el prelado.
«Gente sencilla y de buena voluntad es atraída por supuestas manifestaciones, pero, a veces se convierten en grupos religiosos aislados en el interior de la Iglesia católica, que propagan devociones y líneas de espiritualidad cuyo origen se remite a ‘mensajes o revelaciones privadas’, que deben valorarse con cautela y deben en todo caso impulsar a la Revelación Pública integral en la Tradición viva de la Iglesia».
«Más preocupante aún es el caso de quienes promueven supuestas ‘revelaciones privadas’ aún no discernidas ni aprobadas, y que, sin embargo, son ampliamente divulgadas», denunció.
El prelado señaló factores que están propiciando este fenómeno: la falta de evangelización profunda; el eco global que dan a estos fenómenos los medios de comunicación; la pobreza y las situaciones de angustia que facilitan el que la gente se agarre a mensajes consoladores.
El prelado recordó la enseñanza del Concilio Vaticano II presentada en la constitución dogmática Dei Verbum (que en el número 4 muestra cómo con Cristo culmina la revelación) y el Catecismo de la Iglesia Católica que en los números 66 y 67 explica el motivo de las apariciones.
«Su función no es la de ‘mejorar’ o ‘completar’ la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia», aclara el Catecismo.
El prelado pidió a los pastores que encaucen oportunamente estas experiencias religiosas, con criterios actualizados al ambiente de movilidad y globalización que vivimos.
Por este motivo sugirió que la Congregación para la Doctrina de la Fe actualice los criterios de discernimiento en esta materia.