– S. Em. R. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzobispo de Cape Coast, Presidente de la Asociación de las Conferencias Episcopales de África Occidentale (A.C.E.A.O.) (GHANA)
– S. Em. R. Mons. Anton LEICHTFRIED, Obispo titular de Rufiniana, Obispo auxiliar de Sankt Pölten (AUSTRIA)
– S. Em. R. Card. George PELL, Arzobispo de Sydney (AUSTRALIA)
– S. Em. R. Card. Angelo SCOLA, Patriarca de Venecia (ITALIA)
– S. Em. R. Card. Stanisław RYŁKO, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Evarist PINTO, Arzobispo de Karachi (PAKISTÁN)
– S. Em. R. Mons. Christo PROYKOV, Obispo titular de Briula, Exarca Apostólico de Sofía para los católicos de rito bizantino-eslavo residentes en Bulgaria (BULGARIA)
– S. Em. R. Mons. Freddy Antonio de Jesús BRETÓN MARTÍNEZ, Obispo de Baní (REPÚBLICA DOMINICANA)
– S. Em. R. Mons. Guy-Paul NOUJAIM, Obispo titular de Cesarea de Filipo, Obispo auxiliar de Joubbé, Sarba y Jounieh de los Maronitas (LÍBANO)
– S. Em. R. Card. Renato Raffaele MARTINO, Presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz; Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Joseph AKÉ, Obispo de Yamoussoukro (COSTA DE MARFIL)
– S. Em. R. Card. Jean-Louis TAURAN, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Mons. Walmor OLIVEIRA DE AZEVEDO, Arzobispo de Belo Horizonte (BRASIL)
– Rev. D. Alexander M. SCHWEITZER, Secretario General de la Federación Bíblica Católica (ALEMANIA)
– S. Em. R. Card. Seán Baptist BRADY, Arzobispo de Armagh, Presidente de la Conferencia Episcopal (IRLANDA)
– S.E.R. Mons. Thomas MENAMPARAMPIL, S.D.B., Arzobispo de Guwahati (INDIA)
– S. Em. R. Mons. Faustino ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ, Obispo de Matamoros (MÉXICO)
– Revmo. P. Joseph William TOBIN, C.SS.R., Superior General de la Congregación del Santísimo Redentor
– S. Em. R. Card. Agostino VALLINI, Vicario General de Su Santidad para la diócesis de Roma (ITALIA)
– S. Em. R. Mons. Freddy Jesús FUENMAYOR SUÁREZ, Obispo de Los Teques (VENEZUELA)
– S. Em. R. Mons. Fulgence MUTEBA MUGALU, Obispo de Kilwa-Kasenga (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
– S.E.R. Mons. Diarmuid MARTIN, Arzobispo de Dúblin (IRLANDA)
– S. Em. R. Mons. Stanisław GĄDECKI, Arzobispo de Poznań (POLONIA)
– B. E.ma Card. Nasrallah Pierre SFEIR, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Jefe del Sínodo de la Iglesia Maronita (LÍBANO)
– S. Em. R. Card. Godfried DANNEELS, Arzobispo de Malinas-Bruselas, Presidente de la Conferencia Episcopal
– S. Em. R. Mons. Patrick Daniel KOROMA, Obispo de Kenema (SIERRA LEONA)
– S. Em. R. Mons. Evaristus Thatho BITSOANE, Obispo de Qacha’s Nek, Presidente de la Conferencia Episcopal (LESOTO)
– S. Em. R. Mons. Antony DEVOTTA, Obispo de Tiruchirapalli (INDIA)
– S. Em. R. Card. Ivan DIAS, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Card. Peter Kodwo Appiah TURKSON, Arzobispo de Cape Coast, Presidente de la Asociación de las Conferencias Episcopales de África Occidentale (A.C.E.A.O.) (GHANA)
«Adoro Te devote, latens deitas!»
Con este himno profesamos nuestra fe en la presencia de Jesús en el pan de la Eucaristía y lo adoramos. Mientras el himno afirma la presencia de Cristo en el pan de la Eucaristía, afirma también su carácter oculto: Jesús celado por el mismo pan de la Eucaristía que lo revela. Nuestra afirmación de la presencia real de Jesús en el pan de la Eucaristía se basa en otra convicción: que en la epíclesis durante la Misa el pan se convierte, mediante el poder del Espíritu Santo, en el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, en la Eucaristía el pan revela una realidad (la persona de Cristo); pero, al hacer esto, la persona de Jesús convierte el pan eucarístico en un signo de su presencia. La presencia eucarística de Jesús, pues, está mediada por el signo del pan de la Eucaristía y es inseparable de ésta.
¡Lo mismo se puede decir de las Escrituras (la Biblia)! En efecto, también las Escrituras son inspiradas (2 Tm 3, 16). Por obra del mismo Espíritu Santo, las Escrituras son capaces de expresar y revelar a Jesús, la Eterna Palabra de Dios.
Las Escrituras: las palabras y la obra de Moisés y de los escribas en los santuarios y las cortes, las palabras y escritos de los profetas, las enseñanzas y escritos de los sacerdotes en los santuarios y los templos, las obras de los sabios, las cartas de Pablo, Santiago y Juan, los Evangelios de los evangelistas, etcétera, todas estas obras de los hombres (seres humanos) fueron insufladas (inspiradas) por el Espíritu Santo para convertirse en Palabra de Dios. Sin perder los límites e imperfecciones de sus autores, las limitaciones de sus culturas y sus puntos de vista, las limitaciones de sus lenguas, etc, estos escritos están inspirados por el Espíritu Santo para convertirse en la Palabra de Dios. Por consiguiente, mientras las Escrituras, por la gracia de la inspiración y el don de la fe, revelan la persona de Jesús, la Eterna Palabra de Dios, también la esconden, por ser obras de los hombres. Éste es el aspecto sacramental de la naturaleza de las Escrituras. Tienen carácter de signo, que le hace señas al lector de que vaya más allá de las palabras y el sentido literal para discernir en la fe la persona de Jesús.
Reconocer esto implica importantes consecuencias para nuestra lectura de las Escrituras:
– La verdad de las Escrituras es, en definitiva, la verdad de una persona, Jesús.
– Esta verdad es, al mismo tiempo, accesible e inaccesible a las personas. Para acceder a ella se requiere fe.
– La búsqueda del significado y la verdad de las Escrituras no puede limitarse al signo de la palabra y el sentido literal de las Escrituras.
– Aunque las Escrituras tengan carácter de signo, puesto que son inspiradas para mediar la presencia de la Palabra de Dios, son únicas, insustituibles, dignas de ser respetadas y tomadas en serio. Éste es, en definitiva, el motivo del gran interés por el signo de las Escrituras y por los estudios críticos al respecto.
– S. Em. R. Mons. Anton LEICHTFRIED, Obispo titular de Rufiniana, Obispo auxiliar de Sankt Pölten (AUSTRIA)
Me refiero especialmente a los números 27 y 37 del Documento de trabajo. Y me pregunto: ¿de qué manera la «mesa de la Palabra de Dios», que gracias a la reforma litúrgica ahora es más rica, puede alimentar a los fieles?
1) Las lecturas bíblicas de nuestras celebraciones
Para muchos fieles, los textos de la Sagrada Escritura suenan como palabras ajenas. Permitidme que haga una comparación superficial: como cuando estamos en una estación y nos pasa un tren rápido por delante. Del mismo modo, a veces, las lecturas de la Sagrada Escritura pasan rápidamente delante de los ojos y los oídos de los fieles, sin que puedan coger el tren y viajar. De aquí mi pregunta: ¿Cuánto nos tomamos en serio la Sagrada Escritura? Respuesta: una elección cuidadosa de las personas para el servicio de las lecturas. Cuidar la preparación de los textos de la Sagrada Escritura.
2) La importancia de la homilía
Afortunadamente, ahora la homilía se ha convertido en consueta, por consiguiente, también la predicación en forma de explicación de la Escritura. Independientemente del genio literario, a este respecto se observan al menos 3 tendencias o peligros:
a) La homilía es solamente un relato del texto bíblico con las propias palabras, una repetición o una duplicación.
b) La homilía es solamente una repetición de la vida de todos los días, una repetición y una reiteración, sin la luz del Evangelio.
c) La homilía no tiene nada que ver ni con el Evangelio ni con la vida cotidiana. La iniciativa, de por sí encomiable, de recurrir al prontuario de las predicaciones, se repite palabra por palabra. Falta el testimonio personal.
Las lecturas bíblicas de la Misa dominical tienen una especial importancia. Mi pequeña propuesta a los fieles es la siguiente: leer el Evangelio dominical de antemano, aunque sea sólo un minuto.
Conclusión: La gran responsabilidad y la oportunidad de la homilía: ¡gracias a ella los fieles tienen que poder vivir durante una semana! Para el Evangelio de Cristo queremos gastar nuestras mejores energías. Por este motivo, nosotros, los predicadores, tenemos que prepararnos bien: con la oración, la discusión exegética y teológica, y mediante la vida de todos los días, siguiendo los pasos del Evangelio.
– S. Em. R. Card. George PELL, Arzobispo de Sydney (AUSTRALIA)
Los obispos están llamados a allanar el camino al Espíritu para que obre con eficacia cuando la palabra de Dios encuentra a las personas y las comunidades. He aquí algunas sugerencias:
1. La formación de grupos de jóvenes y adultos laicos que den testimonio de Cristo en los círculos juveniles, en las parroquias, en las escuelas y en las universidades.
2. El desarrollo de unos equivalentes contemporáneos de las «sacras representaciones» medievales para llevar al pueblo la Palabra de Dios. Los Vía Crucis de las Jornadas Mundiales de la Juventud de Sidney y Toronto son dos ejemplos de ello; también Oberammergau y la película «La pasión de Cristo».
3. Desarrollar y sostener redes sociales católicas online por internet, como la XT3, Cristo para el Tercer Milenio (www.x3.com), un «facebook» católico con alrededor de 40.000 miembros que se formó en la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney. Su Santidad el papa Benedicto XVI dirigió un breve mensaje a sus usuarios el 8 de septiembre.
4. La promoción de un Instituto central para la traducción de la Biblia, con el fin de que ésta sea traducida más rápida y esmeradamente en las lenguas locales de Asia, África y Oceanía. Sería útil una recogida de fondos para financiar el trabajo de traducción.5. Pedir a la Congregación para la Doctrina de la Fe que proporcione unas orientaciones sobre la infalibilidad en las Escrituras.
– S. Em. R. Card. Angelo SCOLA, Patriarca de Venecia (ITALIA)
Dei Verbum,25 a exhorta a todos los fieles para que «se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura» (per piam lectionem) unida a la oración «para que se entable diálogo entre Dios y el hombre». La asidua lectura de las Escrituras, no puede reducirse ni a puro estudio, ni a simple, inmediata reacción. Es relación personal con el Señor, porque.» Se puede leer la Biblia sin fe, pero sin fe no se puede escuchar la Palabra de Dios»(IL 26 a). La asidua lectura reconoce que la Sagrada Escritura es testimonio inspirado y normativo de la Revelación. La raíz del testimonio de la Escritura es Jesucristo mismo, el testigo fiel de la alianza de Dios con los hombres. La Escritura, de este modo, puede ser adecuadamente comprendida solamente por el testigo. Entonces, para ser asidua la lectura de la Escritura debe pasar de Testigo a testigo. La categoría Testimonio pone en primer plano el sujeto eclesial (personal y comunitario) de la asidua lectura. Éste es el camino del realismo que evita cualquier tipo de deriva fundamentalista e intelectualista, riesgo de lecturas que prescinden del testimonio de la Iglesia, lugar de escucha del creyente de la Palabra. Esta comprensión de la Escritura garantiza la autenticidad de la experiencia cristiana pero requiere una comunión eclesial vivida cotidianamente.
[00104-04.04] [IN083] [Texto original: italiano]– S. Em. R. Card. Stanisław RYŁKO, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos (CIUDAD DEL VATICANO)
Uno de los frutos más preciosos del Concilio Vaticano II fue, sin duda, la mayor difusión de la Sagrada Escritura y el conocimiento más profundo que el pueblo de Dios adquirió, según las orientaciones teológicas y pastorales dadas por la constitución dogmática Dei Verbum.. Lo que significó también el redescubrimiento del munus propheticum como dimensión sustancial de la identidad del fiel laico (cfr. Lumen gentium, n.35).
El redescubrimiento del lugar de la Palabra de Dios en la vida de los bautizados fue especialmente favorecido por los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. De hecho, los carismas que con tanta prodigalidad el Espíritu Santo suscitó en nuestro tiempo, como respuesta oportuna a los desafíos que el mundo lanza a la misión de la Iglesia, han generado trayectos pedagógicos y caminos de iniciación cristiana centrados, justamente, en la Palabra de Dios leída, meditada, celebrada y anunciada (kerygma) -, que se muestran extraordinariamente eficaces. Para multitudes de laicos, los movimientos y las nuevas comunidades, se transformaron en verdaderos «talleres de la Palabra de Dios» en los cuales se adquiere familiaridad con la Sagrada Escritura, se aprende a gustar la Palabra de Dios y a vivirla en las ordinarias circunstancias de la vida laical , en el corazón del mundo.
Para la relación de los bautizados con la Palabra de Dios, otro gran signo de esperanza surge de las generaciones jóvenes. Las Jornadas mundiales de la juventud han dado y continúan dando una notable contribución para la difusión del conocimiento de la Palabra de Dios entre los jóvenes. En el Mensaje a la Jornada mundial de la juventud 2006, Benedicto XVI escribía a los jóvenes: «Construir la vida sobre Cristo, acogiendo con alegría la palabra y poniendo en práctica la doctrina: ¡he aquí, jóvenes del tercer milenio, cuál debe ser vuestro programa!»
– S. Em. R. Mons. Evarist PINTO, Arzobispo de Karachi (PAKISTÁN)
El profeta Amós habla del hambre de oír la Palabra de Dios (Am 8, 11). Actualmente, muchos católicos tienen hambre y sed de la Palabra de Dios. En nuestro país, Pakistán, más del 60% de las personas son analfabetas y, por lo tanto, no pueden leer la Sagrada Biblia y, sin embargo, desean escuchar la Palabra de Dios. Por otro lado, muchas personas obtienen óptimos resultados en el ámbito académico pero son analfabetos en lo que respecta a la Palabra de Dios. Mucha de nuestra gente, incluídos los sacerdotes y las persone consagradas, es especialista en asuntos laicos pero no tiene la capacidad de impartir el conocimiento sublime de la Biblia a las personas que tienen hambre y sed de la Palabra de Dios.
Es estimulante saber que nuestra gente sencilla, que lucha contra la pobreza y el paro, tiene hambre de la esperanza y del consuelo que ofrece la Palabra de Dios. Así como la Iglesia ofrece el Cuerpo de Cristo en la mesa de la Eucaristía, también ofrece el Pan de Vida en la mesa de la Palabra de Dios (Dei Verbum nº 21).
Sabemos que enseñar e instruir al Pueblo de Dios es la tarea principal de los obispos, los sacerdotes y los diáconos. Como se afirma en la Dei Verbum: «Tarea de los obispos [es] comunicar a los fieles que se le han confiado de las inmensas riquezas de la palabra divina» (nº 25). Del mismo modo, el conocimiento y la familiaridad de la Palabra de Dios también es de primera importancia para los sacerdotes y los diáconos, en cuanto colaboradores del obispo.
Igualmente, los laicos comparten la responsabilidad de ofrecer la Palabra a los fieles. Rindamos homenaje a los numerosos movimientos laicos y a los grupos de la Iglesia que han empezado a estudiar y a enseñar la Biblia. Las personas consagradas no pueden permanecer indiferentes frente al hambre y a la sed de la Palabra de Dios de nuestra gente pobre y sencilla.
– S. Em. R. Mons. Christo PROYKOV, Obispo titular de Briula, Exarca Apostólico de Sofía para los católicos de rito bizantino-eslavo residentes en Bulgaria (BULGARIA)
El Señor habla al hombre con su lengua. En la Sagrada Escritura cada uno se encuentra a sí mismo.
En Bulgaria, después de la caída del régimen ateo en 1989, la gente siente una auténti
ca hambre de Dios, quiere conocerlo. La Iglesia hace todo lo posible por saciarlo. Por este motivo se esperan de este Sínodo nuevas indicaciones y programas, un intercambio de experiencias no sólo sobre el anuncio de la Palabra de Dios, sino sobre todo sobre la Palabra de Dios vivida en la cotidianidad.
Se nota que la Lectio Divina atrae a los jóvenes. Cristo, el Verbo de Dios es aceptado como el centro de la Revelación y de la fe. Sin embargo, a menudo la gente tiene ideas confusas por la relación entre la Tradición popular y el Magisterio.
Hallan dificultades no sólo por la falta de conocimiento de la fe cristiana, sino porque la sociedad en todas sus esferas se ha visto arrastrada por el consumismo y realmente existe una gran necesidad de dar testimonio de Dios a través de una vida conforme a Su Palabra.
Los fieles acogen con fe la palabra de Dios, pero también nos damos cuenta de que tiene un papel importante el testimonio de la vida familiar y la propia espiritualidad de la persona que la anuncia.
Es importante que la predicación esté bien relacionada con la Palabra de Dios, explicada de manera accesible y comprensible para todos. Cuando los fieles entienden bien la Palabra de Dios, ellos se sienten hijos de Dios, llenos de alegría y de nuevas esperanzas. Ejemplo para todos los predicadores es María, la Madre de Jesús que ha dicho: «¡Haced lo que él os diga!»
– S. Em. R. Mons. Freddy Antonio de Jesús BRETÓN MARTÍNEZ, Obispo de Baní (REPÚBLICA DOMINICANA)
«Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito … » (In 3,16), y tanto amó a su Iglesia que -a pesar de la carne que espera ser glorificada- la constituyó, en cuanto Cuerpo de Cristo, el Verbo Encarnado, Palabra para el mundo. La Palabra escrita de la que ella se nutre y de la que también extrae -como el dueño de la casa-lo viejo y lo nuevo (Mt 13, 52), es parte principal del tesoro que el Espíritu formó en su seno y que Dios le ha encomendado.
La Escritura es también corazón de la Iglesia y, aunque lo abra de par en par hacia todos, no le es lícito renunciar al latido propio de su naturaleza teológica.
Este santo Sínodo, en el que nuestras sendas tratan de confluir con el Camino que es Cristo, haría muy bien al clarificar aún más, que no es posible amar auténticamente la Palabra sin amar a la Santa Madre Iglesia con intensidad semejante a como la aman los santos y santas.
– S. Em. R. Mons. Guy-Paul NOUJAIM, Obispo titular de Cesarea de Filipo, Obispo auxiliar de Joubbé, Sarba y Jounieh de los Maronitas (LÍBANO)
He decidido hablar de dos argumentos del Documento de trabajo.
El primero trata de la necesidad de acompañar la lectura de la Sagrada Escritura con una formación teológica sin la cual, como destacaron muchos Padres, la comprensión de la Escritura estaría limitada o deformada. Esta argumentación rápida se desarrolla en torno al concepto teológico de «Palabra» como nombre del Hijo de Dios que presenta una cierta ambigüedad para los profanos. El sermón de san Efrén, el Sirio, dirigido a los estudiantes de la escuela de exégesis bíblica y al pueblo, ilustra esta necesidad de conjugar lectura de la Escritura y fe de la Iglesia.
El segundo trata del obstáculo que supone una exégesis ideológica y política de la Sagrada Escritura, de manera especial en lo que respecta al tema de la tierra prometida por Dios a Israel en la Biblia. Todavía hoy hay quienes comprenden la promesa al pie de la letra. Urge que la hermenéutica católica sea clara sobre este tema para que los creyentes involucrados puedan recibir la Biblia, tanto en su totalidad como en su verdad.
– S. Em. R. Card. Renato Raffaele MARTINO, Presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz; Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (CIUDAD DEL VATICANO)
El cardenal Martino se ha detenido a manifestar algunas exigencias relativas a la relación entre Palabra de Dios y doctrina social de la Iglesia, relación esencial para definir la naturaleza de dicha doctrina, aunque necesita algunas profundizaciones y puntualizaciones. Cuando con su doctrina social la Iglesia se dirige al hombre, piensa en él «no sólo a la luz de la experiencia histórica, no sólo con la ayuda de los múltiples métodos del conocimiento científico, sino ante todo a la luz de la palabra revelada del Dios vivo» (LE nº 4). La fe suscitada por la Palabra de Dios tiene que constituir, así pues y como se subraya en los primeros capítulos del Compendio de la doctrina social, el horizonte siempre presente e imprescindible de la doctrina social. El segundo punto señalado se refiere a la relación entre el estudio de la Sagrada Escritura y el de la doctrina social, para evitar enfoques errados y extremos. Hay que tener presente que tanto el estudio de la Sagrada Escritura como el de la doctrina social, aunque utilicen medios conceptuales y metodológicos diferentes, siempre son un conocer «en la fe». El Cardenal ha deseado una mayor y más fecunda correlación entre estudio de la Escritura y estudio de la doctrina social. En la Sagrada Escritura es posible descubrir las líneas maestras de la doctrina social, como la opción preferencial por los pobres, el esfuerzo por promover la justicia, el principio del destino universal de los bienes que son de clara derivación bíblica.
[00162-04.03] [IN138] [Texto original: italiano]– S. Em. R. Mons. Joseph AKÉ, Obispo de Yamoussoukro (COSTA DE MARFIL)
Durante nuestros intercambios hemos dirigido una mirada crítica a nuestras homilías constatando que son insípidas porque no llaman la atención, ni nos mantienen despiertos.
Hemos sugerido cursos de formación en homilías, además de la redacción de un directorio para éstas. Les hemos añadido una buena y sólida formación de los lectores.
Pero creo que hay un elemento fundamental que no debemos olvidar ni esconder y que conviene recordar. Dicho elemento lo encontramos en el encuentro de Jesús con la Samaritana (Jn 4,1-42).
Tras el testimonio de la Samaritana que llevó ante Jesús a sus conciudadanos, éstos exclamaron dirigiéndose a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras, que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4, 42). Igualmente el evangelista Mateo refiere algo similar a propósito del centurión, en pie delante de la Cruz.
No podemos dejar de evocar la experiencia fulgurante y sobrecogedora de Pablo en el camino de Damasco; un encuentro que él recuerda tres veces en el libro de los Hechos. ¿Qué ha sucedido exactamente en el corazón de los samaritanos, de este centurión y de sus compañeros, de Pablo, el Apóstol de las Gentes?
En cualquier caso, el mensaje ha dado en el blanco, se ha alcanzado el objetivo y esto es lo fundamental.
He aquí, en mi humilde opinión, el fin de nuestra búsqueda, de nuestros intercambios, de nuestro compartir: Conducir a nuestros fieles y a quienes se sientan conmovidos con nuestra predicación a que vivan esta experiencia personal y única del encuentro con Jesús. Es necesario que lleguen a esto: «Creo no porque haya escuchado la homilía de dicho Obispo o de dicho sacerdote carismático, sino porque yo mismo he encontrado a Jesús».
– S. Em. R. Card. Jean-Louis TAURAN, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (CIUDAD DEL VATICANO)
La palabra siempre ha tenido un papel decisivo para la comprensión del fenómeno religioso. Poco a poco se ha ido formando un patrimonio di experiencias espirituales que ha sido transmitido e interpretado. De esta manera nacieron los «libros sagrados». Todas las grandes religiones poseen sus Libros sagrados. El Islamismo, en particular, está considerado por sus adeptos como la «religión del Libro» por excelencia.
Estos libros son definidos
«sagrados» porque quienes se refieren a ellos consideran que proceden de «Otro lugar», que han sido transmitidos por personas inspiradas y que revelan algo del misterio del mundo visible e invisible.
De estas religiones los cristianos pueden aprender mucho, a pesar de que el Cristianismo no puede incluirse entre las «religiones del Libro». Sería oportuno que los futuros sacerdotes, religiosos y los agentes pastorales fueran educados en la lectura directa de los textos fundadores de las otras religiones, en vez de conformarse con un comentario.
Pero también es importante hacer conocer la Biblia a nuestro interlocutores en el diálogo interreligioso, especialmente nuestro enfoque hermenéutico del texto sagrado.
Cuando compartamos nuestros respectivos patrimonios espirituales, sin irenismo ni sincretismo, entonces descubriremos que todos somos hombres y mujeres deseosos de ser enseñados por Dios.
– S. Em. R. Mons. Walmor OLIVEIRA DE AZEVEDO, Arzobispo de Belo Horizonte (BRASIL)
La Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, al reflexionar sobre los desafíos de su misión, especialmente respecto al éxodo de muchos católicos de la Iglesia, concluye: «Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos ‘no católicos’ creen, sino, fundamentalmente, por lo que ellos viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos estrictamente pard softlinedogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros, responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser, en la Iglesia» (DA 225).
Las sectas son verdaderamente un enorme desafío en nuestro contexto así como en otros. Las distintas aportaciones de los Padres sinodales convergen hacia una comprensión que se demuestra cada vez más común: la necesidad de que haya una estrecha conexión entre el misterio celebrado y el misterio testimoniado, entre la Palabra proclamada y escuchada y la palabra escuchada y fructificada. A este propósito habla el Santo Padre de la performatividad de la Palabra (cf. Instrumentum Laboris 39).
Hay que señalar que las personas que pertenecen a las distintas sectas de nuestros diferentes contextos proceden casi siempre del catolicismo. En cuanto pasan a estas sectas, cambian de modo de comportarse. Asumen unos comportamientos morales dignos, dejando lo que consideran indigno de su nueva vida de creyentes. Así que la palabra que escuchan se vuelve performativa en su vida, alimenta su espiritualidad y su elección de un testimonio de los valores religiosos que ahora interiorizan.
¿Por qué la performatividad de la palabra no les afectaba mientras eran católicos? ¿Qué han encontrado en estas sectas que antes no habían encontrado en nuestras comunidades? Un análisis del problema obviamente se saldría de nuestro propósito en este momento.
El número 22 de la Dei Verbum nos recuerda que los fieles deben tener un amplio acceso a la Sagrada Escritura. Este deseo tan sublime sólo puede animarnos a esforzarnos en conseguir este objetivo. Por otro lado, sin embargo, nos preocupa el hecho de que ante tantas buenas personas que tienen sed y hambre de Dios y de su Palabra falten apóstoles de la Buena Nueva de Cristo que puedan salir al encuentro de las necesidades de tantos fieles.
– Rev. D. Alexander M. SCHWEITZER, Secretario General de la Federación Bíblica Católica (ALEMANIA)
Vivimos en una época de gran movilidad humana; las personas viajan, visitan otros países, llevan a cabo intercambios culturales, buscan trabajo y medios para sobrevivir. ¡Es impresionante el número de personas que viven fuera de su país natal! En muchos casos son víctimas de desplazamientos forzosos. No pretendo tratar precisamente el problema pastoral de los inmigrantes, sino aludir al hecho de que este fenómeno representa también una gran ocasión misionera para la Iglesia. Por tanto, los inmigrantes no deberían ser vistos como objeto de preocupación pastoral: ¡ellos son, o pueden serlo, verdaderos misioneros!
En el pasado no fue diferente, cuando muchos europeos de distintas naciones emigraron a Norteamérica o Sudamérica, o a África y Oceanía; las familias católicas precedieron a los sacerdotes y a los religiosos; fueron misioneras y llevaron consigo su fe, manifestándola en un nuevo contexto social y cultural. Y no fue distinto al comienzo del cristianismo; la comunidad de Jerusalén, perseguida después del martirio de san Esteban, se dispersó por otros países, llevando consigo el Evangelio de Cristo y fundando comunidades cristianas (cfr. Hch 8, 4). Con san Pablo podemos decir: «La Palabra de Dios no está encadenada…», sino que se va difundiendo gracias al testimonio de Cristo que llevan consigo los que creen (2 Tm 2, 9).
Teniendo en cuenta todo lo que se ha dicho hasta aquí, creo que el Sínodo podría recomendar especialmente dos cosas:
1) Animar a las personas que se encuentran en situaciones de emigración, o de viaje, a llevar consigo la palabra de Dios, e incluso el libro de las Sagradas Escrituras, conscientes de que llevan una riqueza que no tiene precio y que no está limitada por motivos geográficos o culturales, sino que es un don que hay que vivir en la nueva patria y que hay que compartir con el pueblo que los acoge.<br>2) A quienes reciben a los inmigrantes en su lugar de destino se les podría aconsejar una actitud de acogida positiva de estos hermanos, que llegan de otras naciones llevando en su equipaje «la buena noticia», favoreciendo su integración en las comunidades locales y compartiendo las experiencias de fe y de vida cristiana que llevan consigo.
– S. Em. R. Card. Seán Baptist BRADY, Arzobispo de Armagh, Presidente de la Conferencia Episcopal (IRLANDA)
En Irlanda, en un reciente encuentro entre las Iglesias, se invitó a los participantes a lavarse los pies los unos a los otros mientras escuchaban el relato de cómo Jesús lavó los pies a sus discípulos en la Última Cena. Este rito fuertemente experiencial de «inter-comunión» en la Palabra les llevó a un nuevo nivel de compromiso personal y eclesial.
La contribución de la tradición protestante al estudio bíblico ha sido inmensa. Puede ayudar a sanar el pasado afirmar que el énfasis que la Reforma pone en la necesidad de mejorar el acceso a las Escrituras ha beneficiado a todos los cristianos.
Los predicadores necesitan una preparación adecuada y una ayuda constante en su trabajo. Sería de esperar que los exegetas, teólogos y liturgistas trabajaran juntos para ayudar a los ministros de la Palabra a decir lo que el Espíritu Santo quiere que la Iglesia diga al mundo en nuestros tiempos.
Las modernas tecnologías de la comunicación dan a la Iglesia extraordinarias posibilidades para transmitir sus mensajes hasta los confines de la tierra. Sería de esperar que el Sínodo ofreciera propuestas prácticas para permitir a la Iglesia aprovechar al máximo esta oportunidad.
La Palabra de Dios es una realidad imbuida de la presencia de Dios. Como la Eucaristía, la Palabra también es un viático, un alimento para el camino de la vida, un alimento para el camino de la vida conyugal. Frente a los particulares desafíos que la familia tiene que afrontar hoy, una de las cosas que podríamos, en nuestro provecho, aprender de la tradición protestante es la costumbre de tener una Biblia en casa y leerla a menudo en familia.
– S.E.R. Mons. Thomas MENAMPARAMPIL, S.D.B., Arzobispo de Guwahati (INDIA)
El mío es un cuestionamiento misionero: cómo hacemos para llevar la «Palabra» a quienes no van a la iglesia, a quienes nunca han escuchado el Evangelio? Cómo hacemos para captar oyentes en contextos informa
les, como hizo Jesús y adaptar nuestro mensaje a las diversas culturas, como hizo Pablo? Cómo hacemos para llevar la «Palabra» a mercados, hospitales, escuelas, universidades, parlamentos, medios de comunicación, deportes y atlética, es decir, el mundo del comercio, de la política, la ciencia, la bioética, los medios de comunicación, el arte y el espectáculo; los lugares más secularizados (cfr. Documento de trabajo -IL- 53). Solicito que, donde nosotros no logramos llegar, lo hagamos a través de los otros; que permanezcamos creativos desde el punto de vista pastoral, de manera que, donde no pueden llegar nuestros miembros, puedan llegar nuestras ideas; que desarrollemos las habilidades y estrategias necesarias para persuadir y convencer, no para producir rechazo u oposición (IL 57), a fin de que la «Palabra» se convierta en un poder dinámico en la historia (cfr. IL 10).
Quisiera ir más lejos. La «Palabra» de Dios debe ser llevada donde hay situaciones de conflicto, jóvenes armados, contextos de injusticia y pobreza absoluta. No tratemos de conquistar la escucha a través de condenas hipócritas, pretensiones de verdad y presunción de poseer bases morales más altas si no con una solicitud humana visible, un compromiso hacia los que sufren inspirado en el Evangelio, con especial atención hacia las diversas sensibilidades culturales. La «Palabra» revela su poder en los contextos reales de vida; desafía a las sociedades injustas, reconcilia, sostiene a los pobres, lleva la paz.
Una última observación. Mientras reconocemos la relación especial con el Judaísmo y el Islam por razones históricas, por qué no expresamos nuestra cercanía a aquellas comunidades que tienen valores y prácticas parecidas a las nuestras? El Budismo, por ejemplo, con sus tradiciones de respeto a la vida, monaquismo, renuncia, celibato, contemplación, silencio; el Hinduismo, que considera también el concepto de «sacrificio», tradiciones de rituales, rúbrica, procesiones, uso de imágenes, agua santa, peregrinajes, ayunos; el Confucianismo con su profundo apego a los valores familiares, orden social, respeto por los ancianos (cfr. IL 56). Considerados en su conjunto, representan a más de la mitad de la humanidad.
– S. Em. R. Mons. Faustino ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ, Obispo de Matamoros (MÉXICO)
«A este Jesús Dios lo resucitó y de ello somos testigos todos nosotros» (Hch. 2,32). También nosotros somos testigos de Cristo, muerto y resucitado. Nos encontramos por un lado, ante el desafío inquietante de la difusión globalizada, penetrante y agresiva de una cultura o subcultura ajena y hostil a nuestra tradición cristiana católica. Y por otro lado también nos encontramos con el tremendo desafío de la emergencia de variadas ofertas religiosas que tratan de responder, a su manera, a la sed de Dios que manifiesta nuestro pueblo. Estos dos fenómenos están desconcertando y confundiendo a nuestros fieles, sacudiendo y desangrando a nuestra Iglesia. «No podemos quedarnos tranquilos a la espera pasiva en nuestros templos … Nos urge salir y acudir en todas direcciones … «. (D A 548)
Al hablar de los Obispos en el ministerio de la Palabra, el IL n.48, expresa el compromiso misionero de nosotros los pastores, este compromiso misionero y toda nuestra vida tendremos que fundamentarlo en la roca de la Palabra de Dios.
Propuestas: 1ª. El anuncio Kerigmático casa por casa, comunidad por comunidad (Act 9, 40). Después de estar los apóstoles con Jesús el Señor los envió a predicar (Mc3,14); no esperemos a que vengan, tenemos que salir por ellos y hacer realidad la parábola de la oveja perdida . pero con la particularidad de ir por las 99 y dejar la que tengamos segura, es decir ser pescadores de hombres, más que cuidar peceras. 2a. Que hablemos de la Palabra y que también dejemos hablar a la Palabra, porque la Palabra es «fuerza de Dios» o como lo testimonia San Pablo, «mi Palabra … una demostración del poder de Dios» (1 Cor 2, 4); que seamos discípulo y servidores de la Palabra más que poseedores de la Palabra. La Palabra tiene poder (dynamis) para que regresemos de la Colina Vaticana como Moisés bajó del Monte Sinaí, con un rostro radiante, que ilumine, o mejor como Jesús en el Tabor, que no tenía el rostro iluminado, él era luminoso y por eso iluminaba. Que así los pastores seamos «carta de Cristo» para los demás (2 Cor 3,3) . Es el ftlineEspíritu Santo que llama, que ilumina, impulsa y enciende la pasión por la misión porque Él mismo es el verdadero protagonista de la misión.
– Revmo. P. Joseph William TOBIN, C.SS.R., Superior General de la Congregación del Santísimo Redentor
Mi punto de partida es el párrafo 52 del Documento de trabajo, ya que expresa algunas expectativas que la Iglesia nutre respecto de los miembros de la vida consagrada. Dicha forma de discipulado podría ofrecer a este Sínodo un ejemplo para proponer al Pueblo de Dios al fin de explicar el tipo de «obediencia de la fe» (Rm 16, 26) que debemos reservar a Dios: «Cuando Dios revela hay que prestarle «la obediencia de la fe», por la que el hombre se confía libre y totalmente». (Dei Verbum nº 5). Esta obediencia radical, que se requiere de cada creyente, la viven públicamente los consagrados. Quisiera destacar tres aspectos de esta respuesta: vida consagrada como obediencia a la Palabra hecha carne en Jesucristo, obediencia a la Palabra que habla por medio de los signos de los tiempos y de los lugares y, por último, obediencia aprendida a través del sufrimiento.
[00188-04.04] [IN155] [Texto original: inglés]– S. Em. R. Card. Agostino VALLINI, Vicario General de Su Santidad para la diócesis de Roma (ITALIA)
Para que el mayor número posible de hombres y mujeres, bautizados y no bautizados, puedan encontrar a Dios que habla a sus vidas, es determinante la acción de los pastores.
Solamente la convicción vivida acerca de la centralidad de la Palabra de Dios por parte de los sacerdotes (y de los demás ministros de la Palabra) hará que, gradualmente, dicha convicción penetre en la vida de los fieles. Con este fin hay que prestar especial atención a la formación bíblica de los candidatos al ministerio presbiterial. La formación de las facultades teológicas debe estar integrada con caminos formativos de los seminarios que favorezcan un acercamiento más espiritual a la Palabra de Dios para la vida. Por cierto no faltan buenas iniciativas al respecto (lectura sapiencial de la Sagrada Escritura y Lectio divina, etc.), pero habría que prever un mayor espacio formativo para la profundización de la Palabra de Dios, enriquecido por el conocimiento de los Padres, y conducido por guías espirituales que sepan acompañar a los candidatos al sacerdocio hacia la adquisición de una sólida espiritualidad bíblica.
La centralidad de la Palabra de Dios en el ministerio pastoral se siente más hoy que en el pasado, pero todavía se advierte la dificultad de recorrer » nuevas vías» con respecto a una pastoral que asiste a los fieles con un propuesta sobre todo sacramental. No faltan experiencias apreciables, pero estamos aún lejos de alcanzar una convicción difundida y practicada acerca de que el servicio de la Palabra es central en la pastoral ordinaria de la comunidad eclesial.
El sínodo debería estimular la práctica semanal de la lectura comentada y rezada de la Palabra de Dios en cada parroquia y comunidad eclesial, a cargo del párroco, en la forma de la Lectio divina o en otras formas consideradas más adecuadas al contexto. Este compromiso fundamental debería ser previsto por los planes pastorales diocesanos, con el ofrecimiento de subsidios accesibles e itinerarios de preparación, no solamente cultural, de agentes pastorales disponibles, bajo la guía de los párrocos, para guiar grupos de escucha de la Palabra de Dios, que se reúnan en todas partes, incluso en las casas.
– S. Em. R. Mons. Freddy
Jesús FUENMAYOR SUÁREZ, Obispo de Los Teques (VENEZUELA)
Este Sínodo sobre la Palabra de Dios pone su acento en la «palabra de Dios que se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo» (DV 9), sobre la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia y en su misión evangelizadora. Es decir, la finalidad de esta asamblea al tratar de la Palabra de Dios es «eminentemente pastoral y misionera» (Documento de trabajo -IL- 4), tal como lo señala el Documento de trabajo (IL) en el n. 4, sin descuidar la necesidad de profundizar las razones doctrinales:
Palabra de Dios, Tradición viva, Sagrada Escritura, función del magisterio.
Quiero referirme al n. 53, y específicamente al primer párrafo que comienza con una cita de la DV 22: «los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura», señalando además que «hoy es un requisito indispensable para la misión». En este sentido quisiera hacer un comentario que implica a la región del mundo de la cual provengo: América Latina. Las afirmaciones de la Dei Verbum sobre el lugar de la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia tuvo allí un fuerte eco. La acogida de la Constitución Dei Verbum se manifestó a escasos tres años de la fina1ización del Concilio Vaticano II en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (Colombia) en 1968, y posteriormente en las Conferencias Generales de Puebla (México, 1979), Santo Domingo (República Dominicana, 1992), y Aparecida (Brasil, 2007). La multiplicación de las comunidades de base, la reflexión de los grupos cristianos sobre su vida. y el compromiso por la justicia, la evangelización y la misión, ofreció una buena oportunidad para que la palabra de Dios transmitida en la Biblia encontrara un lugar importante en la pastoral de la Iglesia y en la vida de los cristianos y sus comunidades
Impulsada por la ensefianza de los obispos latinoamericanos se concretó a lo largo de estos cuarenta años después del Concilio Vaticano II un importante desarrollo de la llamada pastoral bíblica, que ha producido frutos abundantes, por medio de encuentros, talleres, difusión de la préctica de la lectio divina, la multiplicación de la interesante experiencia de los delegados de la Palabra y otras actividades pastorales en muchos lugares. Cabe destacar aquí la actuación sistemática y orgánica del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, en los últimos años a través del Centro de Pastoral Bíblica, además de la Federación Bíblica Católica Internacional y otras organizaciones, sin olvidar la valiosa y constante colaboración de las Sociedades Bíblicas Unidas, que nos sitúa en una interesante perspectiva ecuménica. Todo este esfuerzo ha coadyuvado a que progresivamente la Biblia sea más conocida y más -vivida en América Latina propiciando el encuentro con Jesucristo y la comunión en el amor.
– S. Em. R. Mons. Fulgence MUTEBA MUGALU, Obispo de Kilwa-Kasenga (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
Mi intervención versa sobre los números 48 y 53 del Documento de trabajo, complementariamente a otros números que hablan de la comunicación de verdades y el uso de los medios de comunicación en el anuncio de la Palabra de Dios. Esta intervención tiene como finalidad poner en evidencia el carácter performativo, activo y vivo de la Palabra de Dios. Tiene un doble fundamento. En primer lugar, se basa en el hecho de que Jesús proclamó su mensaje de salvación con autoridad y competencia (Mt 7, 29). Los apóstoles, y más tarde los Padres de la Iglesia, hicieron lo mismo. En segundo lugar, con el Papa Juan Pablo II, hay que reconocer que «el primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación»(Juan Pablo II citado en el Documento de trabajo, nº 53). Como Inter mirifica, recomiendo hacer un buen uso de las comunicaciones sociales en la proclamación de la Palabra de Dios.
Quisiera insistir en el hecho que, para ser más persuasivo para los hombres y mujeres de hoy, el anuncio de la Palabra de Dios tiene que adaptarse de manera equilibrada a la cultura mediática. No se trata solamente de usar estos medios de comunicación, algo que hoy me parece evidente y ampliamente emprendido en numerosos ambientes, sino de adquirir una sana cultura mediática en la manera de anunciar la Palabra de Dios. Esto equivale a asumir el decreto Inter mirifica y a escribir una nueva página de las comunicaciones, que esté en relación con la naturaleza de la Palabra a proclamar y respete la dignidad y la libertad de quien escucha.
Propongo, por un lado, que los que tienen la tarea de anunciar la Palabra se inicien en los desafíos de una comunicación eficaz y que esta iniciación sea un capítulo del apostolado bíblico; por otro lado, me parece urgente la necesidad de exorcizar el miedo a los medios de comunicación característico de muchos agentes pastorales e inaugurar lo que el Papa, con razón, define «media-ética». Creo que ha llegado el momento de no seguir contentándonos con decir con san Pablo «ay de mí, si no predicara el Evangelio», sino «ay de mí, si no predicara el Evangelio con eficacia».
– S.E.R. Mons. Diarmuid MARTIN, Arzobispo de Dúblin (IRLANDA)
Numerosas intervenciones han hablado de la compleja situación cultural en la que el hombre de hoy recibe la proclamación de la Palabra de Dios. Hablo como obispo de una diócesis en la que, en los últimos años, ha hecho incursión dramática y rápidamente un clima de secularización, en una cultura que, hasta hace poco, se caracterizaba por una fuerte presencia de la fe. Existen todavía elementos de una cultura religiosa tradicional de base, pero desgraciadamente para mucha gente las Escrituras son, en realidad, un territorio inexplorado, casi extraño.
Con frecuencia pienso en el relato evangélico de la visita de Jesús a su ciudad, en Marcos capítulo 6, cuando sus conciudadanos, no obstante todas las informaciones que tenían sobre él y su familia, quedaron atrapados en una actitud mental que les impedía llegar a la comprensión de su mensaje y su verdadera identidad, hasta tal punto que Jesús no hizo milagros allí a causa de su falta de fe.
Muchos de nuestros contemporáneos tienen algún conocimiento de Jesús, de los primeros años de catequesis, pero podrían no haber tenido nunca la experiencia de un auténtico encuentro con él. En un clima secularizado, estos vestigios superficiales de conocimiento religioso pueden incluso representar un obstáculo, como sucedió con los conciudadanos de Jesús, para el desarrollo de una fe más profunda.
Pero el episodio narrado en Marcos 6 no acaba con el rechazo de Jesús por parte de los suyos y con el hecho de que no hizo milagros para ellos. Significativamente, Jesús encuentra algunos enfermos y los cura. La fe de estos enfermos se presenta en fuerte contraste con la de sus conciudadanos.
En los Evangelios observamos que la proclamación de la Buena Nueva de Jesús en muchísimas ocasiones iba acompañada por su atención a los enfermos y su consolación de los que vivían en la aflicción y la angustia. La proclamación de la Palabra y el ejercicio de la caridad concreta van juntas: en cierto sentido las Escrituras sólo pueden ser comprendidas mediante una especie de hermenéutica de la caridad.
Nuestras respuestas pastorales, para ampliar el acceso a la Palabra de Dios, tienen que ser diferenciadas. La lectura es cada vez más un pasatiempo de la clase media. Los más pobres, si bien no sean analfabetos, leen poco más que la sección de deporte de los periódicos. Por lo tanto, es preciso encontrar nuevos modos – visivos más que verbales, experienciales más que puramente intelectuales – para introducirles de nuevo en una cultura de la palabra.
– S. Em. R. Mons. Stanisław GĄDECKI, Arzobispo de Poznań (POLONIA)
En el número 55, titulado: «La Palabra de Dios fuente del diálogo entre cristianos y judíos», del Documento
de Trabajo leemos: «Una peculiar atención deber prestarse a las relaciones con el pueblo judío. Cristianos y judíos son juntos los hijos de Abraham, enraizados en la misma alianza, puesto que Dios, fiel a sus promesas, no ha revocado la primera alianza (cf. Rm 9, 4; 11, 29)». Sin embargo, lo que no es abordado en este número es la cuestión de la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo frente al pueblo judío.
El no a la Misión Cristiana en relación a los Judíos.
Por una parte conocemos bien la exposición de la Dominus Iesus, la cual declara que la gracia de Dios – que, según nuestra fe, es la gracia de Jesucristo – está a disposición de todos. Como consecuencia, la Iglesia cree que el Judaísmo, es decir la respuesta fiel del Pueblo Judío a la alianza irrevocable de Dios, es para él fuente de salvación, porque Dios es fiel a sus promesas.
Así, misión, en sentido estricto, no puede ser utilizada con respecto a los judíos, que creen en el Dios único y verdadero. En consecuencia, no existe ninguna organización católica de misión con respecto a los judíos.
La Unicidad y la Universalidad Salvífica de Jesucristo.
Por otra parte es necesario decir que muchos cristianos no saben cómo concordar el no a la misión cristiana en relación a los judíos, con los testimonios que provienen de la época apostólica, que atestiguan claramente el hecho de la presencia de la misión apostólica dirigida justamente a los judíos.
En el Nuevo Testamento, la voluntad salvífica universal de Dios está estrechamente ligada a la única mediación de Cristo: «[Dios] que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos.»(1 Tm 2, 4-6).
Basados en esta conciencia del don de la salvación, único y universal, ofrecido por el Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo (cf. Ef 1,3-14), los primeros cristianos se dirigieron a Israel mostrando que el cumplimiento de la salvación iba más allá de la Ley, y afrontaron después al mundo pagano de entonces, que aspiraba a la salvación a través de una pluralidad de dioses salvadores» (Dominus Iesus, 13)
– B. E.ma Card. Nasrallah Pierre SFEIR, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Jefe del Sínodo de la Iglesia Maronita (LÍBANO)
Hago referencia al n. 56 del Documento de Trabajo que trata sobre el diálogo religioso y, en particular, sobre las relaciones entre cristianos y musulmanes. Esta relación entre los fieles de estas dos religiones se remonta en el tiempo a la historia del Líbano, más aún, al inicio del Islam, comienzos del siglo VII.
En el Documento de Trabajo leemos que: «la Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres»
Este mismo documento menciona el encuentro de Asís que tuvo lugar en 1996 y el Santo Padre Benedicto XVI dijo al respecto: «Nosotros queremos buscar las vías de la reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la identidad del otro»».
Líbano se caracteriza por esta cordialidad islámico-cristiana, luego de la aparición del Islam, a pesar de algunas dificultades que han marcado la historia común. En estos últimos tiempos, desde hace unos 40 años, esta cordialidad islámico-cristiana se ha vuelto más difícil debido a ingerencias externas que vinieron a complicar más aún la situación.
No queremos hablar de política, pero referimos un hecho. El hecho es que la situación de los cristianos en el Líbano se está tornando cada vez más difícil y crítica. Cada año disminuyen en cantidad. Desde hace unos 40 años más de un millón de libaneses, tanto musulmanes como cristianos habrían abandonado el país para establecerse en otros países occidentales. Si la inmigración continuará a este ritmo, nos podríamos preguntar, sin ser pesimistas, ¿cuántos cristianos permanecerán en este Oriente cristiano en el que Cristo nació, vivió y murió en la cruz para rescatar al género humano?.
A pesar de todo, no podemos desesperarnos. Cuando se tiene fe, por esto mismo, se debe tener esperanza. Gracias a Dios, tenemos fe y esperanza, porque continuamos teniendo intercesores en el cielo.
– S. Em. R. Card. Godfried DANNEELS, Arzobispo de Malinas-Bruselas, Presidente de la Conferencia Episcopal
Los obstáculos que encontramos al anunciar la Palabra son múltiples: dificultades de comunicación, cultura y ambiente secularizados, resistencia e ignorancia de quien escucha. Pero quizás el mayor obstáculo está en el corazón de la evangelización misma: su falta de confianza y su desconocimiento de las leyes del anuncio del Evangelio, que son distintas de las del mundo. Jesús responde a esta cuestión en Mc 4, con tres parábolas y una comparación tomada de la vida cotidiana.
La parábola del sembrador. A pesar de todos los obstáculos (espinas, caminos trillados, piedras) en el campo donde hay que sembrar, en algún sitio hay siempre tierra buena que dará fruto. Sembrad, pues: siempre habrá una cosecha, aunque no sepáis necesariamente dónde. Pero sembrad, dice Jesús.
La parábola de la semilla que crece por sí sola. El campesino echa el grano en la tierra y luego se va a dormir. Durante la noche no se levantará para ir a verificar si brota. Porque «el grano brota y crece», dice Jesús. El éxito no depende en absoluto de nuestra preocupación por él ni de nuestra obsesión por comprobarlo. Sembrad, dice Jesús, sin preocuparos y con mucha paciencia: la cosecha llegará.
La parábola del grano de mostaza. La semilla más pequeña produce un árbol mayor que todos los demás y las aves del cielo anidan a su sombra. En el Reino de Dios no existe proporción entre inversión y resultado, como en cambio sucede en el mundo bancario de los hombres. Sembrad, dice Jesús, aunque el grano parezca tan pequeño.
La lámpara en el candelabro. Si necesitáis encender una lámpara, no la pongáis debajo de la cama. Dejad que brille para todos. Es la simple lógica humana y divina. Quien comienza tiene que seguir, dice Jesús. Es la misma lógica.
Sin embargo, existen hermanos y hermanas que no logran percibir la simple luz natural de la lámpara: son los ciegos y los que ven mal. Pensad también en ellos, dice Jesús. Aseguradles un acceso más fácil a la Palabra de Dios. Mediante otros medios técnicos.
– S. Em. R. Mons. Patrick Daniel KOROMA, Obispo de Kenema (SIERRA LEONA)
Estoy aquí en representación de la Conferencia Episcopal de Sierra Leona y Gambia. Hemos intentado examinar las tres partes del Documento de trabajo.
Respecto a la primera parte: el misterio de Dios que nos habla, especialmente el capítulo II. La Biblia como Palabra de Dios inspirada y su verdad. Hemos observado simplemente que la conocida y difundida afirmación de que los católicos tienen un nivel bajo de comprensión de la Biblia ya no es verdadera.
Nos hemos concentrado principalmente en la segunda parte: la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, la Palabra de Dios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y la Palabra de Dios que se hizo carne, que habitó entre nosotros y sigue siendo escuchada en la proclamación de la Palabra, que se hace visible en la celebración de los sacramentos y otros servicios, y se manifiesta en la vida de nuestros fieles.
La Biblia es el medio principal con el que buscamos la dirección de Dios en las diversas circunstancias de nuestra vida, la guía determinante para nuestras vidas, lo que Dios quiere de nosotros y lo que Dios nos está llamando a ser.
En nuestros países hemos visto que la gente se acerca a la Palabra de Dios de dos maneras:
1. En las celebraciones litúrgicas
2. En las pequeñas comunidade
s cristianas y los grupos de oración. Allí se interpreta la Palabra de Dios, la Biblia se transforma de Palabra en espíritu, de memoria pasada en acontecimiento presente, que da un sentido nuevo y lleva a la acción.
Por último, como comunidades de evangelización, en la tercera parte hemos observado que la Palabra de Dios es central en la obra de evangelización, que la Biblia debería estar en el centro de nuestra obra de evangelización.
– S. Em. R. Mons. Evaristus Thatho BITSOANE, Obispo de Qacha’s Nek, Presidente de la Conferencia Episcopal (LESOTO)
Un reducido número de nuestros jóvenes de Lesotho participó en las Jornadas Mundiales de la Juventud de Colonia y Sidney. Sus experiencias, enriquecidas por el testimonio de otros jóvenes de otros países católicos del mundo, les convencieron de que la Palabra de Dios tiene una respuesta para muchos de los problemas de la vida. Los populares programas de televisión y radio no logran darles soluciones significativas y duraderas. Después de haberse relacionado con otros jóvenes procedentes de todo el mundo, se dan cuenta de que el verdadero amor y el verdadero interés por los demás, lo opuesto del egoísmo, son lo único que les da una alegría duradera. Son conscientes de que la mayoría de sus tristes situaciones es un directo resultado del egoísmo. Han aprendido que el único modo para cambiar la sociedad es dejarse guiar por la Palabra de Dios. Muchos de estos jóvenes ahora están preparados para ir a distintos lugares del país para compartir sus experiencias con otros jóvenes.
Desgraciadamente, la Conferencia, por falta de fondos, no puede mantener activo el Departamento de Apostolado Bíblico. No obstante, la Conferencia ha lanzado una campaña para recoger fondos en el país. Si tiene éxito, la Conferencia podrá llevar a cabo programas que ayuden a los jóvenes a resolver sus problemas, basándose en la Palabra de Dios.
Estoy convencido de que sólo los jóvenes pueden ayudarse recíprocamente y de que el testimonio de aquellos que han hecho experiencia del amor de Dios puede ayudar a los demás. Los jóvenes son los futuros líderes de nuestros países y, si están guiados por la Palabra de Dios, pueden ayudar a nuestros países a evitar desastres en el futuro.
El Santo Padre nos ha dado un ejemplo con estas Jornadas Mundiales de la Juventud. Muchos jóvenes de nuestros países pobres no pueden participar en ellas, pero creo que sería posible organizar a nivel diocesano o nacional algo parecido a las Jornadas Mundiales de la Juventud, donde los jóvenes puedan celebrar juntos la fuerza y la alegría de la Palabra de Dios.
– S. Em. R. Mons. Antony DEVOTTA, Obispo de Tiruchirapalli (INDIA)
Considero que los laicos, que son nuestra mayor riqueza, son la esperanza de la Iglesia en el mundo globalizado no solamente en su rol específico para la renovación de las realidades terrenales (AG 2), sino también en nuestros esfuerzos para comprender e interpretar la Palabra de Dios de una manera significativa. Ungida por el Espíritu Santo, la Iglesia entera recibe Su ayuda no solamente para ser preservada de los errores en cuestiones de fe y moral (LG 12), sino también, estoy seguro, en el proceso de nuestra comprensión e interpretación común de la Palabra de Dios, más o menos semejante al «sensus fidei». En la Biblia Dios no habla solamente, sino que también escucha. Escucha y responde, como muestra el Antiguo Testamento, especialmente los Salmos. Por lo tanto, ¿por qué nosotros, guías de la Iglesia, no podemos escuchar a los laicos, especialmente a los pobres, los oprimidos y los marginados?
Para que los laicos obtengan beneficio de una participación de calidad, los guías de la Iglesia deberían considerar como prioridad urgente iluminarlos y reforzarlos por medio de una catequesis de pastoral bíblica bien programada, especialmente a través de pequeñas comunidades cristianas y los demás movimientos y asociaciones, donde serán introducidos en una «cultura de la Biblia». Es necesario asignar fondos para esto, así como se destinan para la formación de los seminaristas. «Cultura de la Biblia» significa que la vida cotidiana de las personas es expuesta a la impetuosa, dinámica fuerza creadora de Dios que se apodera de ella (Is 6, 8; Jr 20,7; Ez 3,3). Esto desafía a cada uno y a las comunidades a atravesar sus corazones (Hch 2, 37) con espada de dos filos (Hb 4, 12).
En India significa que las personas y las comunidades deben ser convertidas frente a toda forma de división de casta, idioma y rito, como así también de toda forma de superioridad en su relación con las otras religiones y tradiciones. De esta forma surgirá un testimonio común de la Iglesia en su misión, la de ser instrumento y signo del reino de Dios, de la justicia, la paz y el amor. India tiene más necesidad de testigos que de maestros, y si respeta a los maestros es porque son testigos (Papa Pablo VI).
– S. Em. R. Card. Ivan DIAS, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (CIUDAD DEL VATICANO)
La Palabra de Dios está íntimamente ligada a la misión de la Iglesia de proclamar la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo, y es indispensable para las dos importantes fuerzas que impulsan la evangelización: la inculturación y el diálogo inter-religioso.
La inculturación debería conllevar la proclamación del Evangelio en las culturas locales, pero también y ante todo, debería consistir en evangelizar las mismas culturas desde dentro. Esto vale para todas las culturas: para las culturas en tierras de misión, pero también para las culturas cristianas tradicionales que han sido infectadas por los peligrosos virus del secularismo, la indiferencia espiritual y el relativismo. Estos virus intentan eliminar cualquier referencia a Dios o a lo sobrenatural, y sustituirlo con valores mundanos y modelos de comportamiento que ignoran deliberadamente lo trascendente y lo divino. Lejos de satisfacer los profundos anhelos del corazón humano, promueven una cultura de la muerte, tanto física como moral, espiritual o psicológica, y las dos instituciones de la sociedad humana – es decir, la familia y la juventud – son especialmente vulnerables a ella. Estudiando detenidamente y asimilando con regularidad la Palabra de Dios, los cristianos pueden crecer en la «mentalidad de Cristo», que representa el único antídoto a los virus anteriormente mencionados y puede transformar desde dentro caracteres y culturas, elevándolos de lo natural a lo sobrenatural, de lo humano a lo divino.
La Palabra de Dios es inestimable también en relación al diálogo inter-religioso. Dios, el Padre de toda la humanidad, quiere que todos sus hijos se salven y lleguen a conocer la verdad. Su Santo Espíritu obra incluso fuera de los confines de la Iglesia, y deja «semillas de la Palabra» – «semina verbi», como afirma el Concilio Vaticano II – también en las religiones no cristianas, planteándonos el desafío de apreciar «todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable y de honorable» (Flp 4, 8) en ellas, y hacer que estas semillas florezcan en la sagrada Persona de Nuestro Señor Jesucristo. Esto hace eco a las palabras de Jesús, cuando dijo que había venido no para abolir la Ley y los profetas, sino para darles cumplimiento, y es exactamente lo que sucedió cuando Dios mandó al apóstol Pedro al centurión romano Cornelio, pidiéndole que no llamara impuro lo que Dios había purificado, o cuando el apóstol Pablo predicaba el «Dios desconocido» en el areópago de Atenas.
Estos dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, están enterrados aquí en Roma. Durante los primeros siglos, cuando los peregrinos cristianos visitaban sus tumbas, rezaban pidiendo una gracia especial: tener la fe de Pedro y el corazón de Pablo (fides Petri et cor Pauli). Que el estudio asiduo de la Palabra de Dios colme a la Iglesia de estos sentimientos, tan neces
arios para la proclamación de la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo, el único y universal Salvador de toda la humanidad.