CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 15 octubre 2008 (ZENIT.org).- La catequesis introduce en la comprensión de la Palabra de Dios, de manera que sin catequesis la Iglesia no puede realizar plenamente su obra evangelizadora, ha advertido este miércoles al Sínodo de los Obispos el cardenal Antonio Cañizares.
El arzobispo de Toledo dedicó su intervención a la catequesis «como una de las formas del ministerio de la Palabra», un homenaje a la labor de los catequistas que permiten profundizar en la fe a fieles de todo el mundo.
El purpurado destacó «el papel insustituible y fundamental de la catequesis para la transmisión de la Palabra de Dios».
En particular, dijo, la catequesis es «un periodo de enseñanza y madurez, de reflexión vital sobre el misterio de Cristo, de iniciación integral -vital, ordenada y sistemática- en la Revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, no aislada de la vida ni yuxtapuesta artificialmente a ella, y conservada en la memoria profunda de la Tradición viva de la Iglesia».
«La catequesis introduce, inicia, en la escucha y en la acogida de la Palabra y de la enseñanza de los Apóstoles, en la liturgia, en la vida moral evangélica conforme a la caridad y en la oración», constató el arzobispo primado de España.
«Sin catequesis la mayoría de los cristianos no estarían en condiciones de apropiarse y traducir a la vida el Evangelio, ni de actuar en sentido misionero y apostólico, ni de confrontarse con éxito con las corrientes espirituales y culturales de nuestro tiempo».
«Sólo a partir de una seria, auténtica y renovada catequesis, la Iglesia podrá desplegar sólidamente toda la amplitud de elementos y funciones de su acción evangelizadora».
«Es necesario que la catequesis como obra evangelizadora de la Iglesia encuentre sus fundamentos en la naturaleza de la revelación cristiana y de la Tradición viva de la Iglesia tal y cómo ésta se expresa en la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II».
«Cuando la catequesis se sitúa en esta perspectiva suscita la adoración y, con ella, la admiración y el asombro ante Dios. Con la fuerza del testimonio, habla de Dios para darle gloria».
«De aquí brota la alabanza, la acción de gracias, la súplica. Aquí se enraíza la iniciación a la escucha y a la obediencia a la Palabra de Dios, a la oración y la liturgia».
«De aquí brota también la vida conforme al querer de Dios –concluyó–. Cuando la catequesis se apoya en esto, surge en el corazón del hombre el deseo de Dios, su búsqueda, la contemplación de su Rostro, que es su Palabra hecha carne, Jesucristo, la gozosa experiencia de estar con Él, que es Amor, contemplado en su Palabra venida en carne, y vivir conforme a Él en el amor y caminando en esperanza».