CIUDAD DEL VATICANO, viernes 17 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Una profesora rusa ha testimoniado ante el Sínodo de los Obispos cómo el arte no sólo le ha llevado a descubrir a Dios, sino a experimentar su amor.
Natalia Fedorova Brovskaja, profesora de la Universidad Estatal Rusa de Humanidades y de la Academia Rusa de Bellas Artes ilustró a los obispos el fecundo testimonio de lectura espiritual de la Biblia.
«Para mí, el arte cristiano, especialmente los iconos rusos y los cuadros del Renacimiento italiano, se ha convertido en un camino hacia el espacio de la vida de Dios», confesó.
«Nací en la Unión Soviética, el país del ateísmo de estado. Nunca pensé en Dios y nadie me habló de Él, excepto las obras de arte, la música y la literatura».
«Hoy enseño Historia del arte. La principal pregunta que me planteo es qué métodos y qué concepción de la enseñanza pueden ayudar a mis alumnos a encontrar el amor de Dios a través de sus estudios», explicó.
«Es evidente: encontrarán a su Padre sólo si yo soy capaz de permanecer en el ámbito de Su Palabra. Pero ¿cómo permanecer allí durante una clase o un seminario, cuando hay que decidir sobre problemas profesionales concretos?», se preguntó.
Respondió ofreciendo tres pistas.
En primer lugar, «acoger la obra de arte en nuestro corazón como una oración del pintor. Enseñar a comprender que estamos inmersos en la atmósfera de esta oración, como un sacerdote para su celebración litúrgica está inmerso en la oración eterna de Cristo».
En segundo lugar, sugirió «contemplar la historia del arte con atención espiritual, intentando leer su profundo simbolismo religioso. Pienso que la Iglesia tendría que rezar constantemente por todos los maestros y los historiadores del arte, porque la vida del arte en el mundo es la historia sagrada de la misericordia de Dios».
En tercer lugar, propuso «mirar la persona del artista a la luz del amor de Dios. Vemos que con frecuencia la biografía del pintor es un viacrucis, y que el contenido de la cruz consiste en sus pecados, errores y tentaciones, que desgraciadamente son demasiado notorios. No todos los pintores vivieron como Fray Angélico».
«¿Por qué, a pesar de las oscuras circunstancias de su vida, supieron crear obras de alto valor espiritual?» El concepto de este fenómeno no es solamente científico», aclaró.
«Es una historia del arte como historia de la Palabra de Dios, la historia de la salvación, para la cual la Palabra Eterna –Jesucristo– está dispuesta a sufrir, a ser crucificado y a morir en el alma de cada pintor, para hacer crecer su talento, que fue creado por el Padre como lenguaje de su Hijo predilecto».