CIUDAD DEL VATICANO, lunes 20 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- La Iglesia no es ajena a la cultura digital, es más, participa en ella desde sus inicios con «decisión y valentía».
Lo expresó así el arzobispo Claudio María Celli, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, durante la firma en Roma del acuerdo marco de colaboración entre Telefónica y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que se verá beneficiado en sus comunicaciones en todo el continente americano gracias a este convenio.
La firma fue –en palabras de monseñor Celli– «un acto sencillo pero de gran alcance en beneficio de la Iglesia en América Latina». El acuerdo tuvo lugar en el Vaticano el pasado 14 de octubre.
Se trata de la firma del primer Acuerdo entre el Consejo Episcopal Latinoamericano y Telefónica S.A., al servicio de la comunicación en las entidades eclesiales del continente.
Tal y como reconoció monseñor Celli, «para llegar a este momento se ha dado el concurso de los esfuerzos, reflexión y trabajo de numerosos interlocutores que han puesto en juego su inteligencia, su amor a la Iglesia, su solidaridad».
Así, evocó cómo en el año 2005, el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales a través de monseñor Enrique Planas, y la arquidiócesis de Madrid con el padre Juan Pedro Ortuño, acordaron vías de colaboración con la Telefónica Española no sólo para el Primer Congreso Mundial de Televisiones Católicas que se celebraría en esa ciudad en el año 2006, sino mirando al horizonte de América Latina.
Por su parte, el CELAM establecía en 2006 un vivo diálogo con Telefónica, la cual prestó un apoyo de gran envergadura durante la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida (Brasil), con grandes frutos para ese evento eclesial.
El año pasado Telefónica interpeló, a través del arzobispado de Madrid, a la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), de modo que fuera posible elaborar -bajo los auspicios y la colaboración de este Pontificio Consejo- un proyecto más orgánico de apoyo a la diaria comunicación eclesial latinoamericana en su conjunto.
«El objetivo de todo este esfuerzo no se limita a disminuir los costos de comunicación, lo cual en sí es ya importante», apreció monseñor Celli.
«Pero no olvidemos que, en plena era de la información, aún existen infinidad de comunidades y personas con dificultades para acceder y participar en el cotidiano diálogo social creado por las nuevas tecnologías», apostilló.
«Facilitar el acceso es multiplicar los beneficiarios del banquete de la cultura», afirmó, y dijo que el Papa Benedicto XVI lo recordaba el 23 de mayo pasado, durante el Congreso Mundial de Facultades Católicas de Comunicación: «Sería una tragedia para el futuro de la humanidad si los nuevos instrumentos de comunicación, que permiten compartir el conocimiento y la información de manera más rápida y eficaz, no fueran accesibles a los que ya están marginados económica y socialmente, o sólo contribuyeran a agrandar la distancia que separa a estas personas de las nuevas redes que se están desarrollando al servicio de la socialización humana, la información y el aprendizaje».
Monseñor Celli mostró su confianza que este acuerdo alcance su mayor éxito cuanto más logre «incluir a las comunidades desfavorecidas, que también tienen mucho que comunicar».
«El objetivo de toda comunicación en el seno de la Iglesia, es el de generar un mayor ámbito de comunión y de mutuo servicio de acuerdo con el espíritu del Evangelio», indicó.
«Una vivencia auténtica de comunión se convierte en levadura en la masa, y aumenta la credibilidad de la Iglesia cuando proclama la Buena Nueva del Señor en la sociedad plural de hoy», añadió.
Por su parte, monseñor Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida, Brasil y presidente del CELAM, explicó que «decir «comunicación» en la Iglesia es tocar una dimensión central de su servicio».
Los obispos de América Latina que participan en el Sínodo de la Palabra ya han sido informados de este acuerdo, que permitirá a las iglesias locales gozar de beneficios en el campo comunicativo.
Por Miriam Díez i Bosch