CIUDAD DEL VATICANO, lunes 27 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI confía en que Filipinas «seguirá participando activamente en foros internacionales para el progreso de la paz, la solidaridad humana y el diálogo interreligioso».
Su petición formar parte de uno de los pasajes centrales del discurso que dirigió este lunes a la nueva embajadora de ese país ante la Santa Sede, Cristina Castañer-Ponce, quien presentó las cartas credenciales.
Benedicto XVI recordó que el progreso humano «no se limita a la dimensión económica o tecnológica», sino que engloba «la cultura, el respeto a la vida y la dignidad, y el reconocimiento del Bien supremo, que es Dios», e invitó al país a «seguir ofreciendo esta visión integral de la persona humana en los foros mundiales».
En este sentido, alabó «las iniciativas emprendidas en varios niveles de la sociedad filipina para proteger a los más débiles, especialmente a los no nacidos, los enfermos y los ancianos».
«El pueblo de Filipinas es conocido por su cálida generosidad y por el gran valor que otorga a la amistad y a la vida familiar», afirmó el Papa, quien destacó la «contribución de los fieles católicos filipinos mediante su hambre de oración, su viva devoción y su prontitud para servir a los demás».
Separación Iglesia-Estado
La Santa Sede, afirmó el Pontífice, procura, «especialmente a través de su actividad diplomática, promover en el mundo los valores universales que fluyen de la dignidad humana y hacer avanzar la voluntad humana en el camino hacia la comunión con Dios y con el otro».
Esta labor la realiza, añadió, «consciente de la necesaria autonomía y competencias entre la Iglesia y el Estado». Verdaderamente, podemos decir que la distinción entre la religión y la política es un logro del cristianismo y una de sus fundamentales contribuciones históricas y culturales».
Esta cooperación entre ambos es necesaria para el bien de la sociedad, añadió el Papa, y debe promover «un sentido de responsabilidad compartida por todos los ciudadanos de promover una civilización del amor».
Inmigrantes
Por otro lado, el Papa se refirió a la creciente población emigrante filipina, y destacó la preocupación del Gobierno de Gloria Macapagal a la hora de velar por los ciudadanos filipinos que trabajan fuera del país, como se puso de manifiesto en la reciente cumbre sobre esta cuestión celebrada en Manila.
«El justo trato a los inmigrantes y la construcción de una ‘solidaridad del trabajo’ requiere la cooperación de los gobiernos, las agencias humanitarias, los creyentes y los ciudadanos con prudencia y paciente determinación».
La regulación de los flujos migratorios, añadió el Papa, deben basarse «en los criterios de equidad y equilibrio, poniendo especial cuidado en facilitar la reunificación de las familias».
Por otro lado, animó a las autoridades filipinas, que acaban de aprobar una legislación para llevar a cabo la reforma agraria. La reforma, afirmó el Papa, «puede beneficiar a la sociedad al inculcar el sentido de la responsabilidad común, a la vez que estimulando la iniciativa individual», en orden a asegurar «la propia alimentación y la participación en los mercados internacionales».
El Papa espera que esta reforma «produzca una distribución justa de la riqueza», así como «el desarrollo sostenible de los recursos naturales», de cara a «mejora las condiciones de vida de los pobres».
Por Inma Álvarez