Es necesario hablar de la esperanza cristiana ante la muerte, según el Papa

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Dedicó a esta cuestión sus dos intervenciones del Ángelus el pasado fin de semana

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 3 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI dedicó sus dos intervenciones con motivo del Ángelus, el sábado y el domingo, a reflexionar sobre la visión cristiana de la muerte y del más allá.

Una visión sobre las realidades últimas, «particularmente sujetas a creencias supersticiosas y a sincretismos», que es necesario «evangelizar» en el mundo actual «para que la verdad cristiana no corra el riesgo de mezclarse con mitologías de distinto tipo».

«Es muy importante que nosotros los cristianos vivamos la relación con los difuntos en la verdad de la fe, y miremos a la muerte y al más allá a la luz de la Revelación», insistió el Papa ante los miles de peregrinos reunidos el domingo 2 de noviembre en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus.

Refiriéndose a su segunda encíclica Spe salvi dedicada a la esperanza, el Papa se preguntó «si los hombres y mujeres de nuestra época desean aún la vida eterna», o si más bien «la existencia terrena se ha convertido en su único horizonte», y respondió que la esperanza en la vida eterna «es una esperanza universal, común a los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares».

Explicó que la esperanza cristiana se funda «en la muerte y resurrección de Cristo: ‘He resucitado y ahora estoy siempre contigo’, nos dice el Señor, y mi mano te sostiene. Allí donde puedas caer, caerás en mis manos y estaré presente incluso a las puertas de la muerte. Allí donde nadie puede acompañarte y a donde tu no puedes llevar nada, allí te espero para transformar para tí las tinieblas en luz».

Esta esperanza hace reavivar en los cristianos «la atracción hacia el Cielo» que «enciende en nuestros corazones el deseo de unirnos para siempre a la familia de los santos», había afirmado el Papa el día anterior, festividad de Todos los Santos.

Estos santos, «a pesar de sus limitaciones», se esforzaron, añadió, «en vivir en el espíritu de las bienaventuranzas, y ahora «Dios les ha hecho partícipes de su misma felicidad: la han pregustado en este mundo y, en el más allá, la gozan en plenitud».

El Papa comparó a los santos con «un ‘jardín’, donde el Espíritu de Dios ha suscitado con fantasía admirable una multitud de santos y santas, de toda edad y condición social, de toda lengua, pueblo y cultura».

Estos santos, explicó, «son distintos uno del otro, con la singularidad de la propia personalidad humana y del propio carisma espiritual. Todos llevan, sin embargo, impreso el «sello» de Jesús, es decir, la impronta de su amor, testimoniado a través de la Cruz».

«Todos están en el gozo, en una fiesta sin fin, pero, como Jesús, esta meta la han conquistado pasando a través de la fatiga y la prueba, afrontando cada uno la propia parte de sacrificio para participar en la gloria de la resurrección».

Por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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