KÖNIGSTEIN (ALEMANIA), lunes, 3 noviembre 2008 (ZENIT.org).- El obispo Franjo Komarica de Banja Luka, con ocasión de su visita a la sede central de la asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada, situada en Alemania, ha lamentado el hecho de que ni el Gobierno bosnio ni la comunidad internacional intervengan para hacer posible el retorno de los refugiados católicos.
En su lugar, estas entidades pretenden que el obispo y los sacerdotes se encarguen de restablecer la infraestructura necesaria para acoger a las personas que fueron expulsadas de su casa durante la guerra balcánica de los años noventa.
El Gobierno considera que los católicos no entran en sus competencias, sino en las del obispo, denuncia monseñor Komarica, asegurando que no es obligación de la Iglesia encargarse de que haya carreteras y viviendas con luz y agua corriente.
El obispo deplora el hecho de que, trece años tras la guerra, apenas haya retornado un 2% de los católicos que entonces huyeron, y que a escala nacional e internacional no se aprecie voluntad política alguna de actuar conforme a públicas declaraciones según las cuales los croatas católicos ya pueden regresar a sus lugares de origen.
Literalmente, el obispo ha dicho: «Se ignoran nuestros gritos de socorro, peticiones y protestas. ¡Aquí se pisotea la justicia! ¿Por qué, por ejemplo, se respetan los derechos humanos en Alemania, Francia y Estados Unidos, y en cambio no en Bosnia?».
La Iglesia católica quiere «realizar una fecunda contribución al porvenir del país», ha explicado monseñor Komarica, «pero para eso tiene que ser posible que vivamos aquí». Él mismo nunca ha cejado en defender a todos aquéllos que se ven privados de sus derechos.
Entre 1992 y 1995 estalló una guerra en Bosnia y Herzegovina a raíz del desmembramiento de Yugoslavia. Unas 243.000 personas perdieron la vida y 2 millones fueron expulsadas a causa de la redistribución territorial de la antigua República.