CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha insistido en que los trasplantes de órganos vitales pueden tener lugar éticamente a condición de que se haya constatado la muerte del donante y con el consentimiento informado de sus familiares.
El Papa tocó este viernes uno de los debates bioéticos más candentes al recibir en el Vaticano a los participantes en el congreso internacional sobre el tema «Un don para la vida. Consideraciones sobre la donación de órganos», celebrado del 6 al 8 de noviembre, por iniciativa de la Academia Pontificia para la Vida, en colaboración con la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas y el Centro nacional Italiano de Trasplantes.
En primer lugar, al habar de la donación de órganos vitales, el pontífice explicó que «el consentimiento informado es una condición de la libertad para que el trasplante se caracterice por ser un don y no se interprete como un acto coercitivo o de abuso».
En segundo lugar, recordó, «los diferentes órganos vitales sólo pueden extraerse ex cadavere [del cadáver, ndt.], que posee una dignidad propia que debe ser respetada».
«La ciencia, en estos años, ha hecho progresos ulteriores para constatar la muerte del paciente», constató, sin entrar en el debate sobre cuál es el criterio científico que debe adoptarse para ello: la muerte cerebral o el cese de funciones vitales: la respiración, la circulación, la actividad del sistema nervioso.
Lo que sí pidió el Papa es que «los resultados alcanzados reciban el consenso de toda la comunidad científica para favorecer la búsqueda de soluciones que den certeza a todos».
Ahora bien, «en un ámbito como éste», reconoció, «no se puede dar la mínima sospecha de arbitrio y, cuando no se haya alcanzado todavía la certeza, debe prevalecer el principio de precaución».
«Para esto es útil incrementar la búsqueda y la reflexión interdisciplinar de manera que se presente a la opinión pública la verdad más trasparente sobre las implicaciones antropológicas, sociales, éticas y jurídicas de la práctica del trasplante».
De todos modos, en estos casos, aclaró citando el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (n. 476), «debe asumirse como criterio principal el respeto por la vida del donante de manera que la extracción de órganos sólo tenga lugar tras haber constatado su muerte real».