Confesiones de 50 años como obispo

Habla monseñor Alcides Mendoza, arzobispo emérito de Cuzco

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LIMA, jueves, 4 diciembre 2008 (ZENIT.org).- Un obispo debe ser «ante todo humilde». Sus grandes amores deben ser «la eucaristía y la Virgen María». Así lo asegura monseñor Alcides Mendoza, peruano, quien está celebrando sus bodas de oro como obispo.

Tan sólo tenía 30 años cuando en 1958 fue nombrado primer obispo de Abancay por el Papa Pío XII, convirtiéndose en el obispo más joven del mundo. Hoy tiene 80 años. Después de haberse retirado de la arquidiócesis de Cuzco, monseñor Alcides se trasladó a una casa de campo en la localidad de Chaclacayo, a 35 kilómetros de la ciudad de Lima.

Allí van a visitarlo sus amigos de diferentes diócesis donde ha servido y de diversos lugares del mundo donde ha viajado. En la sala principal se ven las fotografías que recuerdan sus principales momentos como sacerdote y obispo. También se le ve acompañado de algunos pontífices que han sido sus consejeros y guías durante su labor episcopal: Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.

Este hombre bonachón, cuyos comentarios llenos de creatividad y buen humor se le escapan incluso en sus homilías, compartió con ZENIT algunos momentos especiales y otros llenos de sufrimiento, pero que lo dejan contento y agradecido por sus cinco décadas como obispo.  

–¿Cómo era Alcides Mendoza antes de ser nombrado obispo?

–Monseñor Alcides Mendoza: Mi vocación al sacerdocio se despertó a los siete años de edad. Ingresé al seminario en Ayacucho a los doce años. Cursé mis estudios de filología y teología en los seminarios de Ayacucho, Arequipa y Lima. En 1951 concluí la teología y fui ordenado sacerdote a los 23 años de edad con dispensa de la Santa Sede, porque la edad mínima requerida para ello era de 24 años.

Mi ordenación sacerdotal tuvo lugar en la diócesis de Huancavelica, donde me encargue del «trabajo pesado», es decir, el que tenía que ver con los mineros, que trabajaban a 4.500 metros de altura. Luego pasé como vicario del obispo en la secretaria castrense. Allí trabajé durante cinco años. 

–¿Qué es lo que más recuerda de su nombramiento como obispo?

–Monseñor Alcides Mendoza: Recuerdo cuando se lo conté a mi madre. «¿Tú obispo?», me preguntó. Luego me tomó las manos y me dijo: «Que la distinción que te hace la Iglesia no sea para ti motivo de orgullo ni de soberbia. Más bien, empieza a servir mejor a Dios».

Ese mensaje coincide con el que me dio Juan XIII la primera vez que lo vi, en julio del año 1960 cuando me dijo: «Muchacho, ¿no tienes miedo de haber llegado a ser obispo?». Yo le dije que sí. «¿Y por qué fuiste tan tonto de gestionar que te nombren obispo?». «Yo no gestioné este nombramiento», le dije.»Yo tampoco he gestionado que me hayan elegido Papa», me respondió. «Antes de que hablemos a tu diócesis, te doy un consejo: ‘orienta tu vida por el camino de la humildad. Mientras seas humilde, Dios te puede elevar a grandes alturas, pero si permites que la soberbia se apodere de tu alma, muchas vergüenzas cubrirán tu vida'»,me dijo Juan XXIII. 
 

–¿Cómo fueron sus primeros años de obispo en la diócesis de Abancay?

–Monseñor Alcides Mendoza: Tenía treinta años y siete de sacerdote. Recibí el nombramiento de Pío XII como primer obispo de Abancay el 7 de julio. El 20 del mismo mes tomé posesión de la diócesis. Cuando llegué allí hice un programa de acción pastoral para toda mi vida, recorrí la diócesis a caballo porque no había carreteras. Hablaba en quechua. Ese mismo año fundé la sociedad misionera de Santiago Apóstol, el primer monasterio de Clausura.  

–¿Participó usted en el Concilio Vaticano II?

–Monseñor Alcides Mendoza: Sí. Fui el padre conciliar mas joven del mundo. Tenía cuatro años de obispo y 34 de edad. Lo que más recuerdo fue haber visto cómo el Papa Juan XXIII en su ancianidad era la revelación de la juventud de la Iglesia. Le dio vitalidad y vigor. Hizo que respiráramos nuevos aires.

Conocí al arzobispo de Milán, Giovanni Baptista Montini, quien luego llegó a ser Pablo VI. También al obispo auxiliar de Cracovia, Karol Wojtyla, luego Juan Pablo II.

Participamos casi conjuntamente con Albino Luciani, a quien llevo en gratísima memoria, fue un gran amigo mío. Pasé con el algunos fines de semana en una casita de campo en los Alpes Dolomitas. ¿Quién iba a imaginarse que en 33 días de Papa hizo lo que debía hacer: darle a la Iglesia un derrotero en el camino de Cristo, que es el camino del Evangelio, bajo la fuerza de la inspiración del Espíritu Santo, con el auxilio de María la madre de la Iglesia?

El actual Papa aun no era obispo, era el teólogo Ratzinger, quien participó como perito en el Concilio Vaticano II. Durante el Concilio estuve hospedado en la casa de los obispos alemanes y ahí tuve la oportunidad de compartir con el actual Benedicto XVI 

–Luego de su labor en Abancay ¿a dónde lo trasladaron?

–Monseñor Alcides Mendoza: Yo estaba seguro que iba a morir allí pero doce años después recibí un mensaje de la Nunciatura Apostólica. Me pedía que viajara inmediatamente a Lima. Allí el señor nuncio me preguntó si podía dejar la diócesis de Abancay y yo le dije que no. El nuncio me dijo que el entonces Papa Pablo VI me había elevado a la categoría de arzobispo y desde ese entonces sería el vicario general castrense del Perú y general de brigada, debía vestir uniforme militar. 

–Luego fue trasladado a la diócesis de Cuzco, cuéntenos cómo fueron esos años…

–Monseñor Alcides Mendoza: En 1983 falleció el arzobispo de Cuzco en un accidente y el Papa Juan Pablo II me pidió ser obispo de esta diócesis.

Mis primeros días fueron muy duros. Los fieles me recibieron casi adversamente por el hecho de haber salido de las fuerzas armadas. Yo me fui hablando en quechua en todos los ámbitos donde iba así que les «volteé la tortilla».

Me sirvió mucho la amistad que tenía con los alemanes. Construí un asilo de ancianos desamparados para 200 ancianos y una escuela para niños ciegos, un internado catalogado como una de las mejores escuelas de Latinoamérica.

Una escuela técnica para que los ciegos hagan labores tecnológicas, de orfebrería, industria textil y construí unos kioscos para que los ciegos vendan sus productos y así no sean seres dependientes en la ayuda de los demás sino mas bien que ayuden a los demás

También construí un centro para niños con poliomielitis a cargo de hermanas de San Juan de Dios, dos orfelinatos, un centro de permanencia temporal para niños con madres en la cárcel con la ayuda de Dios, dos entidades internacionales de Lumen Dei que prestan ayuda a los pobres. Trabajé con los siervos de los pobres del tercer mundo, entidades que han hecho maravillas. Ya tienen un centro tecnológico. Han construido centros de promoción campesina y centros de salud, una ciudad juvenil a la que pertenecen doscientos niños y otro para atender niños con enfermedades incurables.

Ya aproximándose el 14 de marzo de 2003 atendí al mandato canónico que dice que los obispos que cumplen 75 años deben presentar su renuncia. Tuve la esperanza de que no me «despacharan» inmediatamente como habían hecho con algunos obispos que permanecieron hasta los 80 años. Yo me quería quedar un añito o dos más. En octubre el Santo Padre me aceptó la renuncia y nombró mi reemplazo y yo dije: «bueno, me tocó la suerte del zapato viejo». 

–Algún recuerdo de la última arquidiócesis donde sirvió como arzobispo…

–Monseñor Alcides Mendoza: Recuerdo la llegada del papa Juan Pablo II a Cuzco. Él me impuso el palio arzobispal. Hasta e momento soy el único arzobispo en el mundo que ha recibido el palio del Papa  en su propia diócesis. Generalmente la reciben en Roma o en sus propias diócesis pero de mano del nuncio apostólico. El Papa hizo un saludo en quechua: «Ancha cuyasqa
quosqo huahuallayguna taytaykichis hina michiqnikichis
«, que quiere decir: «Muy queridos hijos de Cuzco, llego a vosotros como vuestro padre, como vuestro pastor», pero al ser tan mala su pronunciación los cuzqueños le entendieron «Muy queridos hijos de Cuzco, llego a vosotros como vuestro padre, como vuestro gato».
 

–¿Cómo han sido estos cinco años como obispo emérito?

–Monseñor Alcides Mendoza: Han sido de gran experiencia pastoral. Dejé cuatro jurisdicciones y ahora atiendo a gente de todas las diócesis así que estoy atendiendo a cuatro diócesis. En lugar de la catedral de Cuzco tengo una capillita donde hago mi acción pastoral. Extraño mis misas dominicales en Cuzco a las que asistían 1500 personas y donde celebraba las misas y homilías en quechua. Ahora vienen los domingos 14 ó 15 fieles, reemplazando mis fieles en Cuzco. Son pocos pero valen oro. 

–Si pudiera hablar con un obispo recién elegido, ¿qué consejo le daría?

–Monseñor Alcides Mendoza: «Haz de tu vida un camino de Eucaristía y de María, siguiendo el derrotero de la humildad para que puedas decir como María: ‘ha visto la humildad de su esclava y por eso ha hecho cosas grandes en mí el que es Todopoderoso'».

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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