Obispos y católicos recuerdan al político mexicano Carlos Abascal Carranza

Fallecido a los 59 años, víctima del cáncer

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MÉXICO, miércoles 10 de diciembre de 2008 (ZENIT.org-El Observador).- Diversas reacciones de la Iglesia mexicana han seguido a la muerte del empresario y político católico Carlos Abascal Carranza, ocurrida el pasado martes 2 de diciembre, víctima del cáncer.

Abascal Carranza, quien tenía al fallecer 59 años de edad, acababa de recibir el doctorado «honoris causa» por parte de la Universidad Anáhuac del Sur, por su contribución académica y por la reciedumbre de su fe católica de la que jamás renegó, no obstante hubiera ocupado importantes puestos en el gobierno federal como ministro del Trabajo y del Interior (Gobernación) durante el tiempo en que fue presidente Vicente Fox Quesada.

Los obispos de México –mediante un comunicado firmado por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Carlos Aguiar Retes–enviaron sus condolencias a toda la familia Abascal Olascoaga, a su esposa, Rosa Martha Olascoaga, a sus hijos: Carlos, Rosa Martha, Rodrigo, Gonzalo y Luz del Carmen y a sus nietos.

Los prelados mexicanos calificaron a Carlos Abascal Carranza como «un hombre ejemplar que sirvió con fidelidad y convicción a su Patria».

Más adelante, los obispos de México señalaron que «el aporte que don Carlos Abascal dio a México es amplio y digno de reconocimiento. Siempre se entregó a los ideales de la nación y mostró un alto testimonio de hombre de bien en sus acciones, y valiente y decidido en coherencia con la fe y en la aplicación de los valores evangélicos».

Por su parte, el profesor y académico Jorge Traslosheros Hernández, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha declarado que Carlos Abascal Carranza «fue un hombre a carta cabal, como decían nuestros antepasados para referirse a quienes mantenían coherencia entre sus creencias religiosas, sus obras y sus razones, entre su sentir, su pensar y su actuar; que hizo de su fe una forma de existencia, testimonio que me parece relevante para los laicos con independencia de nuestras preferencias políticas».

«Si observamos el testimonio que nos dejó don Carlos Abascal, que es lo único que tengo para apreciar su legado, –apunta Traslosheros Hernández– me parece que fue un ejemplo de laico, católico, comprometido, que hizo de la coherencia entre sus creencias, pensamiento y acción una forma de vida».

Para explicar esta postura, el académico de la máxima casa de estudios de México subraya que Abascal Carranza «no aceptó el cómodo anonimato y lejos quedó de ser un católico vergonzante, lo que le valió en ocasiones ser criticado injustamente».

Sobre el mismo tema habló a Zenit-El Observador, Rodrigo Guerra López, director del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV) y autor de diversos libros sobre antropología, bioética y filosofía social.

Guerra López recordó que «si bien es cierto que se le recuerda como político y como empresario su identidad más profunda y más definitoria era la de ser un católico no-vergonzante».

«Esto tiene un especial significado en el contexto mexicano actual: los católicos podemos y debemos participar y perseverar en la acción cívica y política sin caer en actitudes intimistas o privatizadoras de la experiencia cristiana», subrayó Guerra López.

«Debemos reaprender, dijo el director del CISAV, el difícil arte de transformar las estructuras del mundo según el espíritu del Evangelio para así ofrecer un referente superior al del poder como factor de configuración de la vida personal y social de nuestros pueblos».

«En este terreno, Carlos Abascal, sin dudas fue un hombre del todo ejemplar que supo asumir las más altas responsabilidades políticas con humildad y generosidad admirables», apuntó Rodrigo Guerra López.

Envuelto en una serie de controversias por el «delito» contra el Estado laico de hacerse acompañar en sus oficinas públicas de un crucifijo y de la imagen de la Virgen de Guadalupe, el rasgo principal de Carlos Abascal podría ser resumido en una sola palabra: coherencia.

«Quienes pudimos tratarlo un poco, y quienes tuvieron la oportunidad de colaborar estrechamente con él en los últimos años, pueden dar fe que Carlos Abascal fue un auténtico testigo de la verdad en la vida política de nuestra nación», explicó Guerra López quien definió a Abascal Carranza como «un hombre que con una especial ascética laical que supo forjar su personalidad de tal modo que logró evitar quedar seducido por el poder político o económico, por las fáciles vanidades tan propias de muchos gobernantes, por la frivolidad que consume la interioridad y que dificulta que la gracia opere a través de nosotros, instrumentos siempre frágiles y limitados».

«Esta es una gran lección para los hombres y las mujeres vocacionalmente dedicados a la política. No basta con hacer cosas buenas, estratégicamente concebidas y astutamente implementadas. Es preciso además ser buenos. La bondad no surge de un esfuerzo titánico de autosuperación sino de la docilidad con la que aceptamos la misericordia de Dios, su piedad y su compasión como medida de nuestra acción, incluso de nuestra eventual acción política», concluye el director del CISAV.

Por Jaime Septién

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ZENIT Staff

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