BOGOTÁ, viernes, 19 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- Los desafíos de Colombia, como el narcotráfico, las armas, la ilegalidad o la delincuencia, son iluminados por el mensaje de Navidad que ha enviado el presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, monseñor Jesús Rubén Salazar Gómez, a todos sus compatriotas.
La misiva, escrita también en nombre de todos los obispos colombianos, publicada el pasado 15 de diciembre, asegura que, en medio de las tinieblas que «oprimen nuestra existencia», es importante buscar también «esa luz que conduce a la paz».
Monseñor Salazar Gómez, obispo de Barranquilla, dirige este mensaje a los colombianos de todas las profesiones y oficios y desde las diversas situaciones en las que se encuentran, diciéndoles que por medio de «la convivencia en el amor» se pueden superar las dificultades así como «permanecer unidos y a aprender juntos lo que significa la solidaridad y la comunión».
En primer lugar se dirige a los políticos a quienes exhorta a construir un Estado «cuyas instituciones» puedan «garantizar el desarrollo completo y la paz, asegurando el pleno ejercicio de los deberes y el goce completo de los derechos de todos y cada uno de los colombianos».
A los constructores de la sociedad, les asegura que la luz los lleva a poner sus dones «al servicio del país en la consecución de un desarrollo equitativo, sostenible, verdaderamente humano, en el que todas las personas puedan satisfacer sus necesidades fundamentales».
También hace un llamado a todos los que trabajan para revindicar sus derechos en medio de los conflictos que vive el país diciendo que la luz de la justicia «los lleva a nunca perder de vista el bien general en la búsqueda permanente de una distribución equitativa de todos los bienes y servicios de la sociedad».
De otro lado exhortó a quienes han recurrido a las armas diciendo que «es la luz del cambio profundo la que los mueve a abandonar los caminos equivocados de la violencia para entrar por el camino del diálogo, de la consecución de los ideales por medio de la concertación, de la negociación en búsqueda de la justicia y la paz, de la reparación debida de los daños causados a las personas y a la Patria».
Para quienes se han visto implicados en flagelos como el narcotráfico, la ilegalidad y la delincuencia «es la luz del retorno al buen camino, de la plena aceptación de la justicia, del cumplimiento de los deberes ciudadanos, de la entrega de los bienes adquiridos fraudulentamente, de la contribución a la construcción honesta de un país de derecho»
Una luz que debe iluminar también a las víctimas de la violencia para «recorrer el camino de la reconciliación y del perdón al exigir la reparación integral de sus derechos violentados».
Y también para quienes han sido llamados conducir la Iglesia en Colombia: «Es la luz del amor del Buen Pastor la que los empuja a entregar su vida, sin escatimar ningún esfuerzo para hacer efectiva, por medio de la evangelización, la liberación del pecado y de la muerte y la vida plena que Jesucristo alcanzó para todos, al derramar su Espíritu, con su muerte y resurrección».
Dice el prelado que para todos los cristianos esta luz «los lleva a hacerse, por medio de la aceptación de la Palabra y la recepción de los Sacramentos, auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo para contribuir eficazmente en la construcción de la civilización del amor».
El arzobispo concluyó sus palabras diciendo que la Navidad «es época de paz. Paz que debemos acoger todos los colombianos en lo más íntimo de nuestro corazón y que debemos llevar a todas las instancias en las que se mueve nuestra vida».