Libre mercado y moral

Los expertos debaten pros y contras

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ROMA, domingo, 21 diciembre 2008 (ZENIT.org).-A medida que los indicadores económicos siguen hundiéndose, el debate sobre el libre mercado continúa a ritmo acelerado. El 3 de diciembre, la John Templeton Foundation organizaba un foro en Londres para abordar el tema.

Un grupo de economistas y comentaristas se reunieron para debatir el tema: «¿El mercado libre corroe el carácter moral?».

Michael Walzer, profesor retirado en la Escuela de Ciencias Sociales, en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, New Jersey, sostenía que la competencia del libre mercado fuerza a las personas a quebrantar las reglas de la conducta decente. Intentar justificar este comportamiento lleva al autoengaño que corroe el carácter moral, afirmaba.

No obstante, la competencia no es sólo una fuerza negativa, añadía Walzer. La cooperación en las empresas económicas produce respeto mutuo, amistad y solidaridad, y la gente aprende a asumir riesgos y forjar alianzas.

Walzer proponía limitaciones al poder económico y a los mercados para reducir la corrosión de las fuerzas del mercado.

Kay S. Hymowitz, profesora asociada en el Manhattan Institute, también advertía contra los efectos negativos del libre mercado sobre la moralidad. Sostenía que la economía moderna de mercado introduce muchas novedades que socaban las tradiciones culturales y morales establecidas.

Además, estimular el deseo de más y más bienes puede llevar a un debilitamiento de la autodisciplina y de nuestro sentido de las obligaciones morales. Y a esto se añade que el libre mercado suele promover un sentido de autonomía y hedonismo que resulta especialmente corrupto para las familias con poca formación cultural.

Sin embargo, admitía, las mismas fuerzas del mercado pueden ayudar a niños y adolescentes a tomar conciencia de la necesidad de disciplina y estudio si desean lograr el éxito en un mundo competitivo.

Ni blanco ni negro

John Gray, profesor retirado en la London School of Economics, tenía un punto de vista parecido al de Walzer, observando que los mercados libres corroen algunos aspectos del carácter, aunque potencian otros.

Gray recomendaba no confiar demasiado en conceptos de modelos ideales. En la práctica, añadía, los mercados libres raramente coinciden con los modelos económicos abstractos. De igual forma, los mercados libres no son simplemente la ausencia de controles gubernativos, puesto que todos los mercados dependen de sistemas de leyes y de cauces reguladores.

Gray advertía, no obstante, que incluso aunque el sistema de libre mercado es imperfecto y tiende también a corroer algunos valores morales, de ahí no se sigue que otros sistemas económicos sean mejores.

«Los sistemas de planificación central han corroído el carácter de forma mucho más perjudicial y con menos ventajas en términos de eficacia y productividad», advertía.

John C. Bogle, presidente del Bogle Financial Markets Research Center, introducía sus palabras afirmando que depende de qué clase de mercado estemos hablando.

La actual crisis financiera, sostenía Bogle, no es realmente una acusación contra los mercados, sino que es más bien un cambio de lo que se denominó la «sociedad de la propiedad», dominada por inversores individuales, a una «sociedad de la agencia», donde dominan los gestores empresariales.

A principios de los cincuenta, explicaba, los individuos tenían el 92% de todas las acciones de Estados Unidos. Hoy, por el contrario, las instituciones y fondos de pensiones cuentan con el 75% de las acciones. Bogle acusaba a los gestores de estas instituciones de poner sus propios intereses por delante de los intereses de aquellas personas cuyo dinero se encargan de invertir.

Miopes

Otra influencia corruptora ha sido el centrarse en estrategias de inversión con ganancias especulativas a corto plazo, en oposición a las inversiones a largo plazo.

Cuando se trata la cuestión del carácter moral, Bogle afirmaba que la tendencia al relativismo moral de los últimos tiempos ha erosionado la fuerza de los principios éticos, que una vez refrenaban a las personas. La solución, concluía, es volver a una forma más pura de libre mercado y recobrar las virtudes morales genuinas.

En contraste, Robert B. Reich, profesor de política pública en la Universidad de California en Berkeley, afirmaba que los consumidores tienen su responsabilidad en muchos de los defectos morales del mercado.

Con frecuencia los consumidores evitan ocuparse de los conflictos entre sus impulsos de mercados y sus ideales morales, afirmaba Reich, que trabajó como secretario de trabajo bajo el presidente Clinton. Por ejemplo, queremos bienes a precios muy baratos, pero ignoramos el efecto que esto tiene en mantener bajos los salarios de quienes hacen los bienes.

Luego, cuando descubrimos los problemas éticos asociados con los bienes de consumo, solemos culpar a los productores y a los minoristas, en lugar de asumir nosotros mismos algo de la responsabilidad, continuaba Reich.

Transparencia

Reich concluía que el mercado no corroe nuestros ideales. Por el contrario, al echar la culpa a los intermediarios, esto nos permite mantener nuestros ideales, mientras elegimos opciones que nos conducen a resultados que, en la práctica, violan nuestros principios. La solución, según Reich, es una mayor transparencia en el mercado, de forma que seamos más conscientes de las consecuencias de nuestras elecciones.

Michael Novak, bien conocido como comentarista de temas económicos, y profesor de Religión, Filosofía y Política Pública en el American Enterprise Institute, llamaba la atención sobre la importancia de los valores morales para contener algunos de los elementos autodestructivos dentro de una economía basada en el libre mercado.

Al mismo tiempo, Novak observaba que muchos éxitos del sistema de mercado tienden también, con el tiempo, a debilitar aquellas fuerzas morales que son necesarias para su éxito. «Una generación comprometida en ahorrar para el mañana es sustituida por una generación que vive despreocupadamente el hoy», indicaba.

Por eso, concluía Novak, la tarea más grande de la que se ha denominado sociedad comercial es volver a sus raíces espirituales. Esto significa poner énfasis en la familia, y en formar a la siguiente generación en buenos hábitos que asegurarán un carácter más fuerte.

Jagdish Bhagwati, profesor de economía y derecho en la Universidad de Columbia, mostró un punto de vista de los mercados y de la globalización mucho más favorable. Muchos sostienen que la globalización tiene unos efectos secundarios dañinos, como promover el trabajo infantil o dañar la ecología. Bhagwati sostenía que las consecuencias no son negativas, sino más bien positivas y que la globalización ha sido una fuerza para el bien.

Además, afirmaba, las fuerzas de la globalización combinadas con Internet dan como resultado que seamos mucho más conscientes de los problemas y dificultades en otros países, lo que lleva a un mayor sentido de nuestras obligaciones morales hacia los demás.

Defensas morales

El filósofo francés, Bernard-Henri Lèvy, comenzó su presentación defendiendo que cuando el libre mercado se deja sin regla alguna y se gobierna sólo por la avaricia del más poderoso corroerá fatalmente nuestras almas.

Sin embargo, el mundo real es más complicado y no podemos simplemente declarar que el mercado es sólo una fuerza negativa. La negación de la economía del mercado que estuvo presente tanto en el fascismo como en el comunismo fue, con mucho, una fuerza moral más mortal que el libre mercado, afirmaba.

La economía de mercado, observaba Lèvy, desarrolla las cualidades de la iniciativa, de la toma de decisiones y crea lazos entre la gente. Incluso sostuvo que la economía de mercado puede reforzar nuestras defensas morales, siempre q
ue rechacemos la tentación de un capitalismo que no siga reglas.

«El mercado, tomando prestada de Winston Churchill su famosa frase sobre la democracia, es la peor solución, exceptuando todas las demás», concluía Lèvy.

Rick Santorum, antiguo senador republicano por Pensilvania, y actualmente miembro del Ethics and Public Policy Center, de Washington, observaba que el libre mercado depende y recompensa muchas virtudes humanas.

Al mismo tiempo, advertía que el libre mercado no siempre coincide con lo que es virtuoso o moral. Santorum recomendaba tener presente lo que el Papa Juan Pablo II decía cuando distinguía entre la libertad verdadera de hacer lo que se debe hacer, y la libertad falsa de hacer lo que se quiere.

Redescubrir lo que significa la libertad genuina puede ser una de las claves para superar algunos de los defectos que afligen a la economía de hoy.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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