CIUDAD DEL VATICANO, lunes 22 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- El sínodo de los obispos celebrado el pasado mes de octubre ha supuesto la ocasión de "experimentar que en la Iglesia hay un Pentecostés también hoy", explicó Benedicto XVI en su tradicional discurso de Navidad a la Curia Romana.
En su larga intervención, el Papa señaló que el sínodo, junto con los viajes a Estados Unidos, Francia y Australia, y la apertura del Año Paulino, ha supuesto uno de los ejes de este año 2008.
En este sínodo, "pastores procedentes de todo el mundo se reunieron alrededor de la Palabra de Dios, que había sido alzada en medio de ellos; en torno a la palabra de Dios, cuya gran manifestación se encuentra en la Sagrada Escritura".
Este Pentecostés se debe entender en dos sentidos, explicó el Santo Padre: por un lado, "la Iglesia habla en muchas lenguas, ya que en ella "están representadas en ella todas las grandes lenguas del mundo".
Pero también hay que entenderlo en su aspecto más profundo: "en ella están presentes las múltiples formas de experiencia de Dios y del mundo, la riqueza de las culturas, y sólo así aparece la amplitud de la existencia humana y, a partir de ella, la amplitud de la Palabra de Dios".
"Con todo, hemos también comprendido que el Pentecostés está todavía "en camino", está todavía incompleto: existe una multitud de lenguas que aún esperan la Palabra de Dios contenida en la Biblia", añadió.
Lo más importante del Sínodo, subrayó Benedicto XVI, es "redescubrir lo que en el día a día damos a menudo por descontado: el hecho de que Dios habla, de que Dios responda a nuestras preguntas, el hecho de que Él, aunque en palabras humanas, hable en persona y podamos escucharle y, en la escucha, aprender a conocerlo y a comprenderlo".
La Palabra de Dios "se dirige a cada uno de nosotros, habla al corazón de cada uno: si nuestro corazón se despierta y el oído interior se abre, entonces cada uno puede aprender a escuchar la palabra que se dirige a propósito para él".
"Entonces nos hemos dado cuenta de nuevo de que -precisamente porque la Palabra es tan personal- podemos comprenderla de forma correcta y total solo en el "nosotros" de la comunidad instituida por Dios: siendo siempre conscientes de que nunca podremos agotarla completamente, que ésta tiene algo nuevo que decir a cada generación".
El pontífice expresó su deseo de que "las experiencias y los logros del Sínodo influyan eficazmente en la vida de la Iglesia".
Especialmente señaló como puntos importantes "la relación personal con las Sagradas Escrituras, sobre su interpretación en la Liturgia y en la catequesis, como también en la investigación científica, para que la Biblia no se quede en una palabra del pasado, sino que su vitalidad y actualidad sean leídas y reveladas en la amplitud de dimensiones de sus significados".
Benedicto XVI destacó como momentos importantes del Sínodo especialmente la intervención del Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, y el discurso del rabino jefe de Haifa, Shear-Yashuv Cohen. Ambas intervenciones no tienen precedentes en la historia.
Respecto a la primera, el obispo de Roma subrayó que fue "un momento importante para el sínodo, es más, para el camino de la Iglesia en su conjunto, cuando el patriarca Bartolomé, a la luz de la tradición ortodoxa, con análisis penetrante, nos abrió un acceso a la Palabra de Dios".
Destacó también "los conmovedores testimonios de fieles laicos de todas partes del mundo, que no sólo viven la Palabra de Dios sino que también sufren por ella".
En resumen, "hemos visto que el mensaje de la Escritura no permanece en el pasado ni puede ser encerrado en él: Dios, en el fondo, habla siempre al presente, y habremos escuchado la Biblia plenamente solo cuando hayamos descubierto este "presente" de Dios que nos llama ahora", afirmó.
"Esta Palabra ha plasmado una historia común y quiere seguir haciéndolo", concluyó el Papa.
Por Inma Álvarez