MOSUL, viernes, 20 febrero 2009 (ZENIT.org).- En los dos últimos meses, decenas de familias cristianas iraquíes han vuelto a Mosul. Tras las amenazas y las persecuciones de los últimos meses contra los cristianos, la situación parece haber vuelto a la normalidad.
Dentro de la comunidad local –según informa hoy el diario vaticano “L’Osservatore Romano”- se empieza a respirar un clima de “esperanza” y en Bagdad el Gobierno parece prestar mayor atención a los refugiados. Este resultado se ha logrado también gracias a la incansable obra de las Iglesias cristianas que han lanzado repetidamente llamamientos a la comunidad internacional, a los medios de comunicación y han pedido la intervención de las autoridades iraquíes para acabar con las persecuciones y los asesinatos de centenares de personas indefensas e inocentes, culpables sólo de pertenecer a una comunidad cuyas raíces son bien sólidas en el país desde hace dos milenios.
Este miércoles, las fuerzas del orden en Mosul anunciaron el retorno de un grupo consistente de familias cristianas a la ciudad. La policía local confirmó que “entre enero y febrero 81 familias han vuelto a su hogar”. Según el departamento de inmigración y desalojados, hay ahora diez mil refugiados acampados en el vecino distrito de Al-Hamadaniya, a treinta kilómetros de Mosul.
Desde Bagdad, llegan señales de distensión y de interés hacia la situación de los prófugos. El Ejecutivo subrayó de nuevo que “cuidaría de los cristianos” y se empieza a hablar de “problemas concretos de la gente”. Miles, todavía, se encuentran en condición de refugiados “irregulares”, en países como Jordania, Líbano, Siria o Turquía, esperando desde hace años los documentos que les permitirían salir de la precariedad y la clandestinidad.
Gracias a las numerosas parroquias cristianas, estas personas encuentran apoyo económico, psicológico y sobre todo espiritual. Enteras familias que tuvieron que abandonar a sus seres queridos, casas, actividades comerciales y un trabajo seguro.
Aghar al-Moussaoui, viceministro iraquí para la inmigración y los desalojados, criticó a todos los países que “incitan a las familias cristianas a la fuga de Irak”. Todavía hoy, sobre todo en Jordania, muchas familias refugiadas esperan un visado de expatriación y es difícil que puedan volver a Irak en breve.
Los obispos iraquíes subrayaron varias veces la importancia de la presencia de los cristianos en Irak. Su fuga cancelaría siglos de historia cristiana y favorecería la realización de aquél “plan estratégico” puesto a punto por grupos extremistas.
Para los cristianos en Kurdistán, en cambio, la situación es diversa. Estas familias esperan volver a Mosul para tomar posesión de sus hogares, sus actividades comerciales, los bienes que tuvieron que abandonar. Sobre todo, los alquileres de los apartamentos en la zona kurda son elevados y a menudo las familias no logran ni siquiera pagarlos porque no tienen un trabajo adecuado.
De la importancia de los cristianos en la reconstrucción de Irak, se habló en un encuentro celebrado, este miércoles, en Fatka, Líbano, promovido por el Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEC). Han participado, entre otros, además de una decena de exponentes de la Iglesia armenia y siro-católica
local, el arzobispo de Kirkuk de los Caldeos, monseñor Louis Sako, y arzobispo de Bagdad de los Latinos Jean Benjamin Sleiman.
Durante el encuentro, representantes de las Iglesias en Irak subrayaron su compromiso de trabajar junto a todos los ciudadanos iraquíes por la reconciliación y la restauración del país. En el centro del diálogo, en especial, la cuestión de la seguridad y las migraciones forzadas.
Además, todo el Episcopado iraquí está empeñado en encontrar una solución que permita a los refugiados en Europa retornar a su país en unos años. Naturalmente, hay que crear las justas condiciones con la aportación del Gobierno, el cual deberá asegurar la incolumidad de todos los cristianos.
“La solución de la actual situación –afirma una nota de la CEC- no consiste en privar a Irak de sus recursos humanos, porque los cristianos iraquíes son hijos auténticos de su tierra, pertenecen a Irak desde el nacimiento de la nación y como parte esencial de la sociedad iraquí, tienen derecho a vivir libremente en el país, compartiendo los derechos y deberes de todos los demás ciudadanos”. De aquí el llamamiento a todos los habitantes del país ribereño del Golfo que profesan la religión cristiana a que “permanezcan en su patria y participen activamente en su reconstrucción y desarrollo”.
El de los cristianos es un papel esencial en la reconstrucción de las instituciones sociales y educativas que contribuyen a la reconciliación nacional y a la construcción de la paz y de la estabilidad.
[Traducido del italiano por Nieves San Martín]