La historia del milagro para la canonización de Arcangelo Tadini

Una pareja de esposos estériles lograron concebir dos hijos de manera natural

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BRESCIA, martes, 5 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- El 6 de diciembre de 2004 es una fecha que siempre quedará en la memoria y en el corazón de los esposos italianos Elisabetta Fostini y Roberto Marazzi.

Ese día, ambos recibieron la noticia de que Elisabetta estaba embarazada, luego de que en la primavera del mismo año, los médicos les anunciaran que por problemas de esterilidad de ambos sería imposible que pudieran concebir un hijo de manera natural.

Elisabetta y Roberto le pidieron al beato Arcangelo Tadini que intercediera para que pudieran concebir un hijo. Después de haberse comprobado este milagro, el fundador de las Hermanas Operarias de la casa de Nazaret, nacido en Brescia en 1846 y muerto en 1912, fue canonizado el pasado 26 de abril en la plaza de San Pedro.

Hoy, esta pareja tiene dos hijos: María y Giovanni. Durante la misa de canonización la familia llevó las ofrendas al Santo Padre junto con quienes, como ellos, recibieron el milagro para la canonización de los otros cuatro beatos.

«Estaba muy conmovida al encontrar a Su Santidad. Me sentí acogida por un padre. Se mostraba acogedor, como un abuelo», asegura Elisabetta al contar con su marido a ZENIT la experiencia.

Un milagro para la santidad

En un proceso de canonización, la Iglesia pide por varios medios que se compruebe la santidad de la persona. Dentro de estas pruebas es necesario que por intercesión del futuro beato (si nos es un caso de martirio) o santo se realice un milagro que debe tener tres características.

La primera es el carácter sobrenatural: este no puede ser explicable desde el punto de vista científico. Además quien recibe el milagro debe quedar totalmente restablecido de la enfermedad en cuestión. Por último, el efecto del milagro debe ser definitivo.

En búsqueda de hijos

Elisabetta y Roberto se casaron en el año 2000 y ambos querían que llegaran pronto los hijos. Pasó el tiempo y Elisabetta no podía concebir.

Cada mes nos dábamos cuenta de que esta espera no llevaba a nada. Nos planteábamos muchas preguntas: ¿qué quería Dios de nosotros?», contaba Roberto a ZENIT mientras le pedía a su hijo pequeño que le bajara el volumen al televisor.

Los médicos los examinaron y se dieron cuenta de que ambos eran estériles. Esta pareja comenzó así a buscar una solución para su problema: «Nos propusieron recurrir a la fecundación artificial pero esto iba en contra de nuestro pensamiento».

«No habría aceptado nunca el congelamiento de un embrión. Una criatura debe ser buscada por amor, no por egoísmo», explica Elisabetta.

Los esposos pensaron entonces en la opción de adoptar un hijo, aunque sabían que este proceso no sería fácil: «Tuvimos la primera cita con al psicóloga», recuerda Roberto. «Pero estaba seguro de que tarde o temprano tendríamos un hijo, que este don llegaría».

Fue así como los esposos comenzaron a pedirle a Dios un milagro para que Elisabetta pudiera concebir, según cuenta Roberto: «Fuimos a Medugore. Aquí en Italia, en cualquier paseo en que encontrábamos una Iglesia, nos deteníamos para hacer una oración».

Luego los esposos empezaron a ha trabar amistad con un grupo con las Hermanas Operarias de la Casa de Nazaret, la comunidad fundada por san Arcangelo.  «Supimos que algunos niños nacieron por su intercesión, parejas y personas que físicamente no tenían grandes impedimentos pero que no lograban concebir», cuenta Roberto.

Elisabetta dice que quedó impactada con la vida de este sacerdote: «Descubrí su figura, leí tres libros y me ha verdaderamente fascinado porque en su ser sacerdote, en su cotidianidad, era un santo. Me conmovió su normalidad. Me ha llenado de serenidad el conocerlo».

El milagro

Así fue como ambos comenzaron a dirigirse al santo para que por su intercesión se diera el milagro de tener hijos: «tomé la reliquia y la puse en mi vientre», dice Elisabetta.

Sin embargo, el panorama no era muy positivo. En la primavera de 2004 los médicos les dieron el diagnóstico final: «ustedes no pueden tener hijos». Elisabetta tenía las trompas obstruidas mientras que los espermatozoides de Roberto morían rápido y no alcanzaban a fecundar. «Lo más duro que pudiera ocurrir, nos ocurrió», confiesa Elisabetta.

Meses después de haber conocido esta noticia, Elisabetta recibió el resultado positivo de su embarazo. Algo científicamente inexplicable: «Lloraba de la emoción como si fuera una regadera. Luego de esta alegría todo nuestro dolor ha sido olvidado».

María, quien recibió este nombre en honor a la madre de Dios, nació en agosto de 2005. Cinco meses después, Elisabetta estaba embarazada de su segundo hijo Giovanni, quien con su nombre hace homenaje a Juan Bautista.»Ya uno era lo máximo, pero el Padre Eterno, nos ha enviado otro. No sólo nos ha contentado sino que nos ha dado más. Es como un padre cuando su hijo desea algo», dice.

María y Giovanni son niños normales. Su madre asegura que «se quieren mucho, son simpáticos, a veces no quieren comer, ven caricaturas…».

«María no está quieta, habla mucho, siempre hace preguntas, juega sola, es vivaz, llora porque quiere leer pero todavía no sabe y porque no puede escribir. Escucha las personas, es muy femenina y le gusta vestirse bien», dice Roberto

«Giovanni en cambio es más reservado, es un hombrecito, siempre tiene algo que decir, respeta mucho a María, se ríe y es inteligente», asegura el padre de ambos.

El santo Tadini cambió la vida de esta familia. Los dos pequeños lo llaman «el abuelo», mientras que los padres aseguran que tienen una unión muy especial con él: «Hablo de él como si estuviera vivo, las personas me preguntan: ‘¿Lo has conocido?’. ‘No’, respondo, porque murió en 1912. Pero es como si fuera de mi familia. San Arcangelo entró en nuestra vida como un amigo, como un confidente», asegura Elisabetta.

«Fue muy hermoso verlo en la plaza de San Pedro porque se lo merecía»,  concluye agradecida la madre.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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