AMMÁN, sábado, 9 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- La visita que este sábado ha realizado Benedicto al Monte Nebo, desde el que Moisés pudo ver la Tierra Prometida, se ha convertido en una profecía para el mundo actual que a tientas busca a Dios, considera el padre Caesar Atuire, administrador delegado de la Obra Romana para las Peregrinaciones, institución dependiente de la Santa Sede.
El sacerdote que acompaña al Santo Padre en su peregrinación por Jordania, Israel y los Territorios Palestinos, ha explicado el motivo por el que el Papa ha decidido comenzar su peregrinación a Tierra Santa visitando esta montaña que alcanza una altura algo superior a los 800 metros por encima del nivel del mar, desde la que se puede ver el valle del Jordán, la ciudad de Jericó. En ocasiones se puede ver Jerusalén, algo que en esta ocasión no era posible a causa de la niebla. Aquí también peregrinó el 9 de marzo de 2000 Juan Pablo II.
«Cada Papa es como un Moisés que va llevando el pueblo hacia el encuentro con Dios», explica a ZENIT el sacerdote, recordando que toda peregrinación tiene como objetivo último el encuentro con el Señor. Ahora bien, constata, en el caso del obispo de Roma, junto a él peregrina el pueblo cristiano, incluso los medios de comunicación del mundo que le acompañan.
Como pastor de la Iglesia, según el mismo Papa dijo en las vísperas de este sábado, busca despejar esas nubes que, como sucedía en el Monte Nebo, impiden a la gente ver su meta, «la tierra prometida», afirma el sacerdote.
El lugar en que falleció el profeta Moisés, explica el padre Atuire, es la puerta privilegiada a Tierra Santa. «Cada peregrino que se encamina hacia Jerusalén, siguiendo las huellas del pueblo de Israel que caminó en el desierto 40 años, al comenzar desde el Monte Nebo, realiza el mismo recorrido en búsqueda de la ciudad de Dios y tierra que Dios ha prometido».
A la luz de este encuentro con Dios, el sacerdote comenta la histórica visita que realizó este sábado Benedicto XVI y a la mezquita Al-Hussein Bin Talal de Ammán, la segunda que visita en este pontificado.
Con este gesto, explica, el Papa «resalta una realidad que es común a todas las religiones: nosotros como personas creyentes de alguna forma tenemos un desafío delante de cada uno de nosotros: vivimos en un mundo que cada vez se está más secularizando».
Con esta visita, aclara, el Papa ha superado algunos de los prejuicios que algunos han promovido en los últimos años, presentándole como alguien cerrado al diálogo con las demás religiones, aclara.
«El Papa es un hombre que está abierto al encuentro con el otro sin miedos, sin prejuicios, para que juntos podamos hacer algo para mejorar este mundo», concluye el representante de la Obra Romana para las Peregrinaciones.
Por Mercedes de la Torre