Un eje mundial laicista

Un nuevo aliado se une a Europa y a las Naciones Unidas

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NEW HAVEN, Connecticut, domingo, 10 mayo 2009 (ZENIT.org).- Algunos acontecimientos en los últimos meses – y en particular la respuesta de los medios y de los organismos gubernamentales a las declaraciones y actuaciones de Benedicto XVI – han dejado claro que el Papa y la Iglesia se enfrentan a un laicismo cada vez más hostil.

Los ataques internacionales contra el Papa tanto de gobiernos como medios, la mayoría sobre la solución a la crisis del sida en África, demuestran una ortodoxia cada vez más laicista. Este punto de vista no da valor alguno a la moralidad cristiana y está dispuesta a ignorar los hechos en su búsqueda de una solución laica y desprovista de valores a cualquier problema social.

El debate del Papa Benedicto XVI sobre este fenómeno en el contexto europeo se remonta a muchos años. Mientras que Europa abandona sus raíces cristianas, crea cada vez más un futuro donde la religión no tiene lugar alguno en el terreno público. Algunos comentaristas han ido tan lejos como hasta llegar a hablar de una «cristianofobia» europea. Después de todo, las encuestas muestran que un tercio o menos de las personas que viven en Gran Bretaña, Alemania, Italia y Francia dicen que la religión juega un papel importante en sus vidas.

Hablando a un grupo de políticos europeos en el 2006, Benedicto los animaba a apoyar la herencia cristiana del continente, y advertía los peligros para la democracia al excluir de lo público la tradición cristiana de Europa.

Afirmó que «el apoyo a la herencia cristiana» podría ayudar a «derrotar a una cultura bastante extendida actualmente en Europa, que relega a la esfera privada y subjetiva la manifestación de las propias convicciones religiosas». Citando «Evangelium Vitae», también advertía que tal laicismo «excluye la conexión con la tradición religiosa de Europa… amenazando así la misma democracia, cuya fuerza depende de los valores que ella promueve».

En contraste con la cada vez mayor hostilidad a la Iglesia de Europa, el Papa Benedicto – incluso antes de su elección – vio un laicismo más esperanzador y menos hostil en Norteamérica. Hablando en los Estados Unidos hace apenas un año, Benedicto observaba: «Me impacta significativamente que aquí en Norteamérica, al contrario que en Europa, la mentalidad laica no se haya opuesto de forma intrínseca a la religión. Dentro del contexto de separación de la iglesia y el estado, la sociedad norteamericana siempre ha estado marcada por un respeto fundamental por la religión y su papel público, y, si hay que creer en las encuestas, los norteamericanos son profundamente religiosos».

Sin embargo, no vio que el modelo norteamericano estuviera libre del ataque laicista, y añadió una frase: «No es suficiente con contar con una religiosidad tradicional y seguir adelante como de costumbre, incluso cuando sus fundamentos están siendo minados lentamente».

El año pasado, esta última frase ha sido profética.

Aunque todavía no de forma tan estridente como los laicistas de Europa, las fuerzas laicistas dentro de Estados Unidos se han envalentonado cada vez más, intentando marginar a la Iglesia, y etiquetar sus enseñanzas sobre el matrimonio y la vida como desfasadas en el mejor de los casos, y fanáticas, en el peor. En al menos un caso, un gobierno de un estado ha considerado de verdad (sin éxito) reorganizar con leyes a la Iglesia católica quitando a sus obispos y sacerdotes el control sobre las diócesis y las parroquias.

También en los medios ha aumentado la hostilidad. Justo antes de Pascua, los medios norteamericanos se han visto frente a dos encuestas de eminentes institutos. Una encuesta – encargada por los Caballeros de Colón – mostraba el aplastante aprecio por la Pascua por parte de los norteamericanos. La otra encuesta mostraba un modesto descenso en el número de norteamericanos que se identifican como cristianos. Los medios laicos escogen dar una cobertura amplia al «declive del cristianismo», y alejar de sí el muy buen concepto de la Pascua y el notable número de norteamericanos que planeaban asistir a los servicios litúrgicos.

También vemos una tendencia aparentemente similar en los ataques a las declaraciones – correctas y empíricamente probadas – del Papa sobre el sida y los condones. Funcionarios clave de las Naciones Unidas, de algunos países europeos, así como los medios internacionales con conexiones en Estados Unidos y Gran Bretaña, rápidamente asumieron que Benedicto XVI estaba equivocado.

Con una hostilidad creciente en Estados Unidos contra su herencia cristiana, ahora parece claro que el Papa Benedicto y la Iglesia católica se enfrentan a un eje de laicismo, formado por elementos significativos de la Unión Europea, las Naciones Unidas y, ahora, también Estados Unidos. Esta última incorporación es notable tanto porque es reciente como porque los Estados Unidos ejercen mucha influencia en general y en términos de sus medios de comunicación.

También hemos visto los efectos. Separado de su brújula moral, al que el Papa se refería como «el fundamento moral pre político de un estado libre», este eje se ha mostrado dispuesto o incapaz de aceptar cualquier otra cosa fuera de sus propios valores. En el nombre de un compromiso radical por la sola razón, hemos sido testigos de una acometida de juicios en contra del Papa, a pesar de las evidencias científicas. Un así llamado compromiso por la razón – separada de la fe – se ha mostrado irrazonable en su hostilidad contra la moralidad y la fe religiosa.

Esta tendencia, como ha precisado Benedicto, está trastornando el futuro de la democracia. Y para un mundo que ha experimentado ya el laicismo radical, en forma de marxismo y nacional socialismo, esta tendencia es demasiado familiar. Separado de su brújula moral, el mundo corre el riesgo de abrazar una dictadura familiar – en palabras de Benedicto XVI – una «dictadura del relativismo».

Esta «hybris de la razón», advertía una vez el entonces cardenal Ratzinger, «plantea una amenaza incluso mayor – basta con pensar en la bomba atómica, o en el hombre como un ‘producto'».

Nuestra respuesta requerirá la estrecha colaboración entre obispos, sacerdotes y laicos – que el papa Benedicto ha propuesto como la clave del éxito de la nueva evangelización. Traerá con eficacia nada menos que el Evangelio a estas tierras cada vez más seculares.

Siguiendo la guía del Papa, cada uno de nosotros debe trabajar por traer el mensaje de Cristo a nuestros prójimos y a nuestras naciones a través de nuestro testimonio de la verdad tanto en público como en la esfera privada. Como ha ocurrido cada vez que la Iglesia se ha enfrentado a los desafíos de un ambiente hostil, nuestro testimonio cristiano, nuestro amor al prójimo, es el testimonio más poderoso que podemos proporcionar a nuestra sociedad cada vez más laicista.

Carl Anderson es el caballero supremo de los Caballeros de Colón y un escritor superventas del New York Times. 

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ZENIT Staff

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