QUITO, martes, 19 mayo 2009 (ZENIT.org).- Con un llamamiento a «superar una valoración economicista de la migración» y a la necesidad de «promover políticas, reglamentos y prácticas migratorias que fomenten la unidad familiar» han concluido en Quito (Ecuador) las Jornadas sobre Atención Pastoral a Migrantes Andinos y Latinoamericanos.
En el encuentro han participado representantes de los departamentos episcopales de Migración y de las Cáritas nacionales de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, España, Italia y Estados Unidos.
La iniciativa, en su documento conclusivo ha pedido políticas y prácticas migratorias que permitan «preservar valores fundamentales de las comunidades migrantes que enriquecen a las sociedades que las acogen».
Estas jornadas, celebradas entre el 12 y el 15 de mayo, han sido organizadas en el marco del Plan Hispano Andino de Migraciones, un ambicioso proyecto de codesarrollo liderado desde hace más de cinco años por las Cáritas de España y de Ecuador.
La declaración final asegura que la Iglesia católica, preocupada por el bienestar integral de los hermanos y hermanas migrantes, «imagen del Cristo sufriente, les acompaña y desea servirles cada vez mejor en las distintas fases del proceso migratorio».
Entre las nueve sugerencias que han surgido del encuentro se subraya la necesidad de superar, «tanto por parte del migrante como de la sociedad de acogida, una valoración economicista de la migración, dando paso a una visión de la misma como un derecho y una posibilidad de desarrollo humano integral».
En segundo lugar, el encuentro ha afirmado con claridad «el derecho del migrante a que se respete su identidad cultural en el proceso de acompañamiento pastoral. Esto significa: a) Sensibilidad hacia los valores de las diferentes culturas. b) Necesidad de adaptar las estructuras pastorales existentes para garantizar una atención adecuada. c) Asegurar que la pastoral de conjunto integre la pastoral migratoria y de movilidad humana y le de la importancia que requiere».
Los participantes consideraron «necesario prestar una atención especial a la dimensión religiosa de la vida del migrante, con una actitud hospitalaria y acogedora, que los aliente a integrarse en la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y su peculiar identidad cultural»
«Es urgente que las Iglesias de origen fortalezcan su compromiso de acompañar pastoralmente a los migrantes en el discernimiento de sus decisiones, en la inserción en los países de destino y en el posible retorno, prestando especial atención a las situaciones de desintegración familiar», afirmaron además los participantes en la declaración final.
Los retos planteados por la emigración, añadieron, «suponen intensificar los diálogos entre Conferencias Episcopales e instituciones eclesiales de los países andinos con las de Estados y Europa, definiendo nuevas fórmulas de colaboración pastoral».