MADRID, martes 19 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 de mayo de 2009) con el título medios de comunicación para la solidaridad.
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El Santo Padre Benedicto XVI ha querido dedicar la 43ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebra el 24 de mayo de 2009, festividad de la Ascensión del Señor, a reflexionar sobre «Nuevas Tecnologías, nuevas relaciones. Por una cultura de respeto, diálogo y amistad«. Con este lema elegido, el Santo Padre sitúa en primer plano cuestiones importantes desde el punto de vista ético y moral que se refieren al modelo de comunicación que propician las nuevas tecnologías, destacando por un lado sus innegables valores positivos para las relaciones humanas y el desarrollo personal, social y cultural; y, por otro, advirtiendo sobre los peligros y daños que conlleva el uso inadecuado de estas mismas tecnologías que tanto han transformado la vida de la sociedad actual y con las que con tanta naturalidad conviven los jóvenes.
1. Adecuado uso de las nuevas tecnologías
Es a ellos precisamente a quienes dirige especialmente su mensaje el Santo Padre pues los jóvenes, a los que llama «generación digital», son los que más usan estos nuevos medios tanto para sus relaciones personales y de amistad, como para la comprensión del mundo que les rodea y la manifestación libre de las propias ideas e intereses, estableciendo auténticas redes sociales por las que transitan asiduamente dedicando gran parte de su tiempo y ocio, hasta el punto de haberse producido en ellos una nueva pertenencia y ciudadanía en el mundo digital.
El Papa señala que estas nuevas tecnologías encierran grandes posibilidades de desarrollo y son un gran cauce abierto a la maravillosa capacidad humana de relacionarse con los demás, «reflejo de nuestra participación en el amor comunicativo y unificador de Dios, que quiere hacer de toda la humanidad un sola familia», pero a la vez nos advierte, refiriéndose al uso de Internet, que «sería una pena que nuestro deseo de establecer y desarrollar las amistades `on line´ fuera en deterioro de nuestra disponibilidad para la familia, los vecinos y quienes encontramos en nuestra realidad cotidiana, en el lugar de trabajo, en la escuela o en el tiempo libre».
No podemos, por tanto, renunciar a la auténtica relación que propicia la verdadera amistad y el encuentro con los otros por un sustitutivo «virtual» que anulara o supliera la comunicación y las relaciones humanas personales y directas, sino más bien, hemos de empeñarnos en una verdadera misión evangelizadora en este nuevo mundo digital a fin de lograr en él una cultura del respeto, el diálogo y la amistad, que el Cristianismo refuerza y trasciende por el misterio redentor de Cristo, que nos ha mostrado la mayor prueba de amor entregando su vida por nosotros (cf. Jn 15,13) y nos ha encomendado la tarea de imitar su amor en la entrega generosa a los demás (cf. Jn 15,17).
Los cristianos, con la aportación de la sabiduría moral del Evangelio y la ayuda de la doctrina de la Iglesia, hemos de preservar siempre la dignidad de la persona humana y el bien común ante los cambios axiológicos o de valores que inevitablemente comporta la actual revolución tecnológica.
2. Responsabilidad de los padres
A estos cambios, sobre todo en lo que afecta a los más jóvenes, han de estar atentos los padres y educadores con una adecuada formación moral que acompañe el uso de las nuevas tecnologías, en especial Internet, y los medios de comunicación en general, a fin de que éstos sean beneficiosos para la persona y la sociedad y propicien la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza, sin dejarse engañar «por quienes tan sólo van en busca de consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección misma se presenta como el bien, la novedad se confunde con la belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad» (Benedicto XVI).
Los padres han de estar vigilantes y propiciar un adecuado clima de familia y amistad en el hogar, para que estos auténticos fraudes de las relaciones humanas a los que hemos hecho referencia no afecten a los jóvenes, de manera especial a los más indefensos psíquicamente como son los adolescentes, provocando en ellos, en no pocas ocasiones, traumas afectivos y emocionales que condicionarán dolorosamente su futuro. El ciberespacio no puede ser un terreno franco exento de la debida responsabilidad ética y moral ni del cuidado y vigilancia de los padres y educadores, así como de la acción protectora de las Autoridades, obligadas por nuestra Constitución (Cf. Art. 20, 4) a defender a los menores de los contenidos perniciosos e inadecuados.
3. Mejor aprovechamiento eclesial de Internet
Por lo que se refiere al provechoso uso de las nuevas tecnologías en Internet, también la Iglesia, tanto en el ámbito de la Conferencia Episcopal, como en las diócesis y demás niveles comunitarios, está llamada a sacar partido de sus enormes potencialidades para la misión evangelizadora y su propia acción comunicativa, como ha reconocido recientemente el Santo Padre (Cf. Carta de Benedicto XVI a los Obispos. 10.3.2009), a fin de interactuar eficazmente en la Red, dando adecuada y pronta respuesta a las demandas de correcta información y enseñanza. Por otro lado, en todo esto no hemos de olvidar nunca que la predicación del Evangelio siempre lleva consigo la contradicción que provoca la Cruz (Cf. 1Cor 1, 17-18), también en la Sociedad de la Información.
Siguiendo las indicaciones que el Santo Padre da a los jóvenes en su mensaje de esta Jornada, «para exhortarlos a llevar al mundo digital el testimonio de su fe», y evangelizar así a sus compañeros en «el continente digital», pensamos que en este sentido se le presenta a la Iglesia en España una gran oportunidad de cara a la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud del 2011 que tendrá lugar en Madrid y en la que están gozosamente implicadas las diócesis españolas.
4. Potenciar en la crisis el sentido social de los medios
La mirada al futuro y al mundo digital no nos exime, sobre todo en los tiempos de crisis económica que padecemos, y que afecta especialmente a los grupos sociales más pobres y desfavorecidos, de reclamar el aporte que los medios de comunicación social pueden y deben hacer a favor de una sociedad más justa y solidaria para salir de esta dramática situación económica, convirtiéndose con su gran influencia en la sociedad en lugar de encuentro y promoción de una cultura de la solidaridad siempre necesaria, pero más en estos momentos.
Para este noble objetivo los medios de comunicación han de promover iniciativas de ayuda a los más afectados por la crisis, y denunciar la corrupción y el enriquecimiento fraudulento, fomentando en la sociedad actitudes de superación, laboriosidad, sobriedad y generosidad con los más pobres, así como la difusión de opiniones y proyectos tendentes al aprovechamiento de los recursos, a la buena gestión, a la generación de empleo digno y al mantenimiento de los logros y coberturas sociales propias de un Estado democrático consolidado.
Todo ello contribuirá, sin duda, a reconciliar a los medios de comunicación con su genuino papel social de servicio al bien común y a la ciudadanía que los justifica y legitima, pues en esta noble tarea se han empeñado siempre los medios de comunicación cuando las circunstancias dramáticas y difíciles de la sociedad lo han requerido.
Así lo reconocía con gratitud el inolvidable Siervo de Dios Juan Pablo II cuando afirmaba que «cada día, los medios de comunicación social embargan nuestros ojos y nuestro corazón, haciéndonos comprender las
llamadas angustiosas y urgentes de millones de hermanos nuestros menos afortunados, perjudicados por algún desastre, natural o de origen humano; son hermanos que están hambrientos, heridos en su cuerpo o en su espíritu, enfermos, desposeídos, refugiados, marginados, desprovistos de toda ayuda; ellos levantan los brazos hacia nosotros, cristianos, que queremos vivir el Evangelio y el grande y único mandamiento del Amor.» (Mensaje para la Cuaresma de 1986). Dios bendiga todos los esfuerzos que los medios, y quienes en ellos trabajan, realizan a favor de la solidaridad entre las personas y los pueblos.
El sentido de justicia y de solidaridad nos obliga, sin menoscabo de la debida atención a todos los desempleados, a dirigir nuestra mirada en esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales a los más de 5.000 periodistas, sobre todo jóvenes, en paro en estos momentos en España, según datos de las asociaciones profesionales, para los que pedimos una pronta y adecuada solución a su situación. Por esta intención rezamos especialmente en este día, así como por los comunicadores que en diversas partes del mundo han muerto o sufren persecución y limitación de su libertad en el ejercicio de su profesión periodística.
5. Más presencia de Dios en los medios
Por último, queremos seguir animando a los comunicadores cristianos a continuar empeñados en el logro de un mayor espacio para los medios en la Iglesia y un mayor espacio para Dios en los medios comunicación, en un tiempo secularizado como el nuestro, en el que, como certeramente ha señalado el Papa, «la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios… porque en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento» (Carta de Benedicto XVI a los Obispos. 10.3.2009).
Contribuir a esta misión evangelizadora es algo apasionante y esperanzador, ya que, como concluye el citado mensaje papal para esta Jornada, hay motivos para ello, pues «el corazón humano anhela un mundo en el que reine el amor, donde los bienes sean compartidos, donde se edifique la unidad, donde la libertad encuentre su propio sentido en la verdad y donde la identidad de cada uno se logre en una comunión respetuosa. La fe puede dar respuesta a estas aspiraciones: ¡sed sus mensajeros! El Papa está junto a vosotros con su oración y con su bendición».
Y con él también nosotros.
Joan Piris, Obispo de Lleida y Presidente
Antonio Montero, Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz
Joan-Enric Vives, Obispo de Urgell
Raúl Berzosa, Obispo-Administrador Diocesano de Oviedo
Sebastià Taltavull, Obispo auxiliar de Barcelona