CIUDAD DEL VATICANO, domingo 24 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Los nuncios deben tener capacidad de diálogo con la modernidad y solidez espiritual, dijo ayer el Papa a los miembros de la comunidad de la Pontificia Academia Eclesiástica.
Benedicto XVI los recibió en audiencia en el Palacio Apostólico Vaticano, según un comunicado emitido ayer por la Oficina de Información de la Santa Sede.
Respecto al servicio en las nunciaturas apostólicas, el Papa señaló que “la capacidad de diálogo con la modernidad que se requiere y el contacto con las personas e instituciones que representan exigen una estructura interior robusta y una solidez espiritual para conservar y destacar vuestra identidad cristiana y sacerdotal”.
“Sólo así se pueden evitar los efectos negativos de la mentalidad mundana y la atracción y la contaminación por lógicas demasiado terrenas”, añadió.
El Papa explicó que ese servicio diplomático “se puede considerar como una específica vocación sacerdotal, un ministerio pastoral que comporta una particular inserción en el mundo y en sus problemas, a menudo muy complejos, de tipo social y político”.
También destacó que el “código” para analizar y comprender las dinámicas del mundo “no puede ser otro que el Evangelio y el perenne Magisterio de la Iglesia”, señala el comunicado.
El Santo Padre les indicó: “es el Señor mismo quien os pide desempeñar esta misión en la Iglesia, a través de la llamada de vuestro obispo”.
“En los momentos de oscuridad y de dificultad interior, volved vuestra mirada a Cristo”, les aconsejó.
Y recordó a la comunidad de la institución en la que se forman los sacerdotes que se preparan para formar parte del servicio diplomático de la Santa Sede, en las nunciaturas apostólicas y en la Secretaría de Estado, que “Dios hace fructificar”.
“Es esencial y fundamental” mantener una vinculación personal con Jesús, como “amigos que buscan su intimidad”, añadió.
“El Señor nos quiere santos, es decir, todo “suyos” –afirmó-. No os preocupéis por construir una carrera humanamente interesante o cómoda, no busquéis el aplauso y el éxito de la gente”.
Al contrario, invitó a estar “totalmente dedicados al bien de las almas, dispuestos a cumplir nuestro deber hasta el fondo, con el convencimiento de ser “siervos indignos”, contentos por poder ofrecer nuestra pobre aportación a la difusión del Evangelio”.