CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 1 junio 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI confiesa que todavía le cuesta comprender por qué Dios le ha llamado a ser Papa y por eso pone su ministerio en sus manos.
Así lo reconoció este sábado ante más de siete mil niños de la Obra de la Infancia Misionera, a quienes recibió en una audiencia, en el Aula Pablo VI del Vaticano, llena de vida por los cánticos y aplausos de los pequeños que procedían de todo el mundo.
Tres de los pequeños hicieron preguntas al Papa en italiano. Letizia le preguntó: «¿Habrías pensado que alguna vez llegarías a ser Papa?».
«A decir verdad –respondió Benedicto XVI–, nunca hubiera pensado que sería Papa, pues, como ya he dicho, era un muchacho bastante ingenuo, en un pequeño pueblo muy alejado de las ciudades, en la provincia olvidada».
«Éramos felices de vivir en esa provincia y no pensábamos en otras cosas –siguió diciendo–. Naturalmente conocimos, veneramos y amamos al Papa –era Pío XI–, pero para nosotros era una altura inalcanzable, casi otro mundo: era nuestro padre, pero de todos modos una realidad muy superior a nosotros».
Y luego confesó: «todavía hoy me cuesta comprender cómo el Señor ha podido pensar en mí, destinarme a este ministerio. Pero lo acepto de sus manos, aunque es algo sorprendente y me parece que va mucho más allá de mis fuerzas. Pero el Señor me ayuda».
En su respuesta a Anna Filippone, de doce años, monaguilla de Calabria, el pontífice compartió confidencias con los pequeños con su infancia, en un pequeño pueblo de 400 habitantes de Baviera, al que llegó sin conocer el dialecto.
«Tengo que decir que en alguna ocasión naturalmente también me peleé, pero después nos reconciliamos y olvidamos lo que había sucedido. Esto me parece importante. A veces, en la vida humana parece inevitable pelearse; pero lo importante es, de todos modos, el arte de reconciliarse, el perdón, volver a comenzar de nuevo y no dejar la amargura en el alma», explicó el Papa.
Luego, Alessandro, preguntó al Papa cómo pueden ser misioneros los niños. El obispo de Roma le invitó a colaborar con la Obra Pontificia de la Infancia Misionera, fundada en 1843, que en sus estatutos tiene por objetivo motivar a los niños a compartir la fe y los medios materiales con los niños de las regiones v de las Iglesias más necesitadas.
Y luego le recomendó «vivir puntos esenciales como compartir, el conocimiento de Jesús, la oración, la escucha recíproca y la solidaridad es una obra misionera, pues ayuda a que el Evangelio se convierta en realidad en nuestro mundo».
El encuentro del Papa con los pequeños, con el tema «Niños, misioneros como Pablo», tenía como objeto estimular a todos los niños desde los 8 a los 14 años en el compromiso concreto del anuncio del Evangelio en la vida cotidiana, como hizo el apóstol de las gentes.