CIUDAD ALTAMIRANO, lunes 15 de junio de 2009 (ZENIT.org-El Observador).- Cuando se dirigían a una reunión de pastoral vocacional, fueron asesinados un sacerdote y dos seminaristas de la diócesis de Ciudad Altamirano, la noche del sábado en el municipio de Arcelia, en Tierra Caliente, Guerrero.
Se trata del sacerdote Habacuc Hernández Benítez, de 39 años de edad, coordinador de la pastoral vocacional en la diócesis de Altamirano, y los jóvenes Eduardo Oregón Benítez, de 19, y Silvestre González Cambrón, de 21, ambos vecinos de Ajuchitlán, Guerrero y que estaban en el proceso conocido como «seminaristas en familia».
Según el director de la Policía Investigadora Ministerial (PIM), alrededor de las siete de la noche del sábado, el sacerdote y los seminaristas fueron ejecutados a balazos por varios sujetos, cuando viajaban en una camioneta, en una de las céntricas calles de Arcelia, de pronto otro vehículo se les emparejó y los bajó de la camioneta disparándoles varios balazos calibre 9 milímetros.
Los cuerpos fueron velados en el seminario de Ciudad Altamirano y el lunes fueron trasladados a sus lugares de origen. El padre Habacuc fue ordenado en noviembre de 2002, mientras los jóvenes apoyaban a los sacerdotes de la zona.
Un golpe doloroso para la Iglesia
El domingo, en conferencia de prensa el arzobispo de Acapulco, monseñor Felipe Aguirre Franco conmocionado por el hecho dijo: «No sabemos hasta ahora cómo estuvieron las cosas, estamos prejuzgando y reflexionando en que vieron que eran unos jóvenes, había pasado un enfrentamiento y ellos iban en un carro, no se pararon», señaló sin abundar en el hecho. Aseguró que los cuerpos presentan disparos por la espalda.
«Esto es un golpe muy doloroso para Guerrero y para la Iglesia de la diócesis de Altamirano; nos duele el asesinato del sacerdote y los jóvenes, quienes estaban en un seminario en familia», dijo el obispo.
«Nos convertimos en rehenes en esta confrontación violenta de ajustes de cuenta de los carteles que están sobre nosotros, eso también contagia a personas, pues imitan estas acciones violentas y quieren llevar acabo lo que es la ley de la selva», afirmó Aguirre Franco.
También señaló el prelado que en aquella región del país prevalece la ley de resolver con la pistola, del ajuste de cuentas, del derramamiento de sangre, «es una sociedad que se está cainizando, es decir el hermano que mata al hermano».
En este sentido indicó que las fuerzas armadas no «bastan» para resolver el problema integral del narcotráfico y la violencia, por lo que es necesario que existan acciones que atiendan de manera integral este problema, ya que se está entrando en una guerra sin fin.
Monseñor Aguirre Franco dijo que ante estos hechos no solicitarán seguridad, ya que están en manos de Dios, y que la providencia los proteja, ya que son ciudadanos como todos los demás y no van a pedir seguridad. «Necesitamos la ayuda de Dios, pero no hay pánico, sólo tomaremos las precauciones necesarias para evitar confusiones», concluyó.
Por Gilberto Hernández García