TARAZONA, sábado, 20 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito monseñor Demetrio Fernández, obispo de Tarazona, con motivo de la renovación de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús que tendrá lugar este domingo en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península.
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Hay algunos que dicen que esto ya está pasado de moda. La respuesta es fácil: el amor no pasa de moda nunca. El amor en su doble dirección, de ida y vuelta, de dar y recibir. El culto al sagrado Corazón de Jesús ha servido para esto, y sigue siendo actual hoy como ayer. En el culto al Corazón de Jesús, contemplamos el amor que Dios nos tiene, que le ha llevado a enviarnos a su Hijo único, hecho hombre por amor y entregado a la muerte por amor, y vive glorioso y resucitado con un corazón humano palpitante de amor al Padre y a nosotros. En el culto al Corazón de Jesús, rendimos a Dios un culto de reparación por nuestros pecados, que han sido saldados por un amor más grande. El Corazón de Cristo es como un laboratorio de gran reciclaje, donde depositamos el peso de nuestros pecados y donde la fuerza de su amor nos acarrea el perdón para todos.
Nuestro corazón humano está hecho para ser amado y para amar. Todos y cada uno de nosotros necesita ser amado sin medida. Esto sólo lo encontramos en el Corazón de Jesús, que nos ha amado primero, que nos ama sin medida y que nos ama hasta el extremo. El Corazón de Jesús sana nuestro corazón, nuestras carencias de amor, los desamores que padecemos, nuestra necesidad de ser amados. Y, gracias a este amor sanador que nos capacita más y más, podemos entrenarnos en el amor a Dios y al prójimo continuamente. Toda nuestra vida es un ensayo continuo en el amor verdadero, en el que se nos mezclan tantos egoísmos, y en el que hemos de empezar de nuevo cada día. Aprender a amar es la tarea de nuestra vida. En el Corazón de Cristo tenemos una escuela insuperable.
Se cumplen en estos días 90 años de la solemne consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España (30 mayo 1919). Con la asistencia de cardenales, obispos, religiosos/as y una multitud de fieles laicos, el rey Alfonso XIII, en nombre de toda la Nación española, consagró España al Corazón de Cristo. ¡Cuántos bienes nos han venido de este feliz acontecimiento! Hacia el Corazón de Cristo, simbolizado en ese monumento del Cerro de los Ángeles, han confluido las miradas y los corazones de millones de españoles, que fascinados por su amor quieren amar como Él nos ha amado. Santa Maravillas de Jesús ha vivido su ofrenda de amor desde este lugar santo. La biografía de esta santa de nuestros días tiene como epicentro el Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles.
No estamos a estas alturas en un Estado confesional ni se pretende con este acto recuperar aquel status que hoy no se considera conveniente, en línea con el Vaticano II. Pero ningún católico debe avergonzarse de esta manifestación pública de fe, que pretende atraer la atención de católicos y no católicos, incluso de los no creyentes, hacia Cristo «clave, centro y fin de toda la historia humana» (GS 10). En este acto del 21 de junio se espera la participación de miles y miles de jóvenes (con toda la noche previa de vigilia), de familias enteras -padres, hijos y abuelos-, de personas consagradas, presididos por sus pastores, en el marco de una comunidad cristiana, que no mira hacia el pasado con añoranza ni lamentos, sino que recuerda su propia historia para encontrar en ella nuevos impulsos y energías para el tiempo presente y para el futuro. Han cambiado los tiempos, pero no ha cambiado el amor de Cristo que sigue siendo un amor loco de Dios a los hombres. Un amor en el que poder apoyarnos, en la seguridad de que nunca falla.
Os invito a todos a participar en este acto. Acudid con los medios que se han puesto a vuestro alcance. Seguidlo por televisión o radio, si no podéis acudir personalmente. Y en todas las parroquias y comunidades renovemos nuestra consagración al Corazón de Cristo, al Amor de los amores. Muchos bienes vendrán para todos de este acontecimiento.