Benedicto XVI presenta el antídoto del padre Pío ante la secularización

En su visita a San Giovanni Rotondo

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SAN GIOVANNI ROTONDO, domingo, 21 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó la herencia espiritual del san Pío de Pietrelcina como antídoto ante los riesgos de la secularización al visitar este domingo el santuario en el que vivía el fraile capuchino.

«Los riesgos del activismo y la secularización están siempre presentes», advirtió en la homilía de la misa celebrada ante cincuenta mil peregrinos, en el atrio de la iglesia de san Pío de Pietrelcina en San Giovanni Rotondo.

El padre Pío recordaba y sigue recordando «lo que es verdaderamente necesario: escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios», indicó el pontífice, que dedicó la jornada a una peregrinación tras las huellas del fraile de los estigmas (1887-1968), canonizado por Juan Pablo II, el 16 de junio de 2002, quien también visitó este santuario en 1987.

Por eso el pontífice dejó este consejo a los fieles que le escuchaban: «Cuando os deis cuenta de que corréis este riesgo, contemplad al padre Pío, su ejemplo, sus sufrimientos; e invocad su intercesión, para que os alcance del Señor la luz y la fuerza que necesitáis para continuar con vuestra misión empapada de amor por Dios y de caridad fraterna».

Los peregrinos, que tuvieron que afrontar la lluvia desde las primeras horas de la mañana, llegaron procedentes de toda Italia, pero también de países como Estados Unidos o Irlanda, prueba del amor que despierta en los cinco continentes.

De hecho, el santuario de San Giovanni Rotondo es el tercero más visitado del mundo católico, tras el Vaticano y la Basílica mexicana de la Virgen de Guadalupe, con más de siete millones de fieles al año.

Un fenómeno que se explica por la atracción que sigue provocando el padre Pío, «un hombre sencillo, de orígenes humildes», recordó el Papa, pero que se dejó conquistar por Cristo, «para hacerse instrumento elegido por el poder perenne de su Cruz: poder de amor por las almas, de perdón y reconciliación, de paternidad espiritual, de solidaridad concreta con los que sufren».

El obispo de Roma explicó que seguir a Cristo, como hizo el padre Pío, «no significa alienación, pérdida de la personalidad: Dios no anula nunca lo humano, sino que lo transforma con su Espíritu y lo orienta al servicio de su designio de salvación».

El «apóstol del confesionario», como era conocido el padre Pío, su nombre de pila era Francesco Forgione, tras ingresar en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, fue ordenado sacerdote en 1910.

En el convento de San Giovanni Rotondo, fundó la Casa del Alivio del Sufrimiento, para acoger a los más necesitados. A los 31 años comenzó a experimentar el fenómeno místico de los estigmas (llagas similares a las de Cristo clavado en la cruz).

Los estigmas se mantuvieron a lo largo de toda su vida. La herida del costado, al igual que los otros estigmas, manaba sangre con frecuencia y aún más durante la Semana Santa. Los de las manos los escondía bajo unos guantes de lana.

Los estigmas desaparecieron sin dejar huellas el 22 de septiembre de 1968, un día antes de su muerte. Junto a su fama de santidad se extendieron también las fuertes críticas contra su persona y humillaciones. Fue investigado por el Santo Oficio, motivo por el cual durante tres años no pudo celebrar misas en público. Tras años de investigaciones se demostró que todo era falso.

Tras la misa, al rezar el Ángelus, Benedicto XVI encomendó a la intercesión de la Virgen María y de san Pío de Pietrelcina «de manera especial el Año Sacerdotal», que inauguró el viernes pasado, solemnidad del sagrado Corazón de Jesús.

«¡Que sea una ocasión privilegiada para destacar el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio!», reconoció.

El Papa almorzó en la Casa Alivio del Sufrimiento y en la tarde mantuvo un encuentro con los enfermos y el personal del hospital.

Tras un encuentro en la iglesia de san Pío de Pietrelcina con los sacerdotes, religiosos y religiosas, y los jóvenes, regresó a Roma.

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ZENIT Staff

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