MADRID, domingo, 21 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Al renovar el acto de consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, que tuvo lugar hace noventa años, el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, reconoció que el país sigue teniendo necesidad de reconciliación, solidaridad, concordia y paz.
El presidente de la Conferencia Episcopal presidió la celebración eucarística en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la península ibérica, después de que en la noche del sábado hubiera tenido lugar una vigilia de oración para jóvenes.
Recordando la consagración del 30 de mayo de 1919, el purpurado reconoció que el amor misericordioso de Jesús «era en verdad la única propuesta que podía superar los egoísmos y los odios encendidos de aquella historia».
Recordando el asesinato del inspector Eduardo Puelles a manos del grupo terrorista ETA, el viernes pasado, el cardenal Rouco reconoció que «también hoy necesita nuestra patria los bienes de la reconciliación, de la solidaridad, de la justicia, de la concordia y de la paz».
«Esos bienes los necesitan especialmente nuestros jóvenes generaciones y sus familias; y la pregunta vuelve a plantearse no con menor urgencia que en 1919: ¿será posible conseguirlos a espaldas de la fe en Jesucristo, ignorando el don de su Amor?», se interrogó el cardenal.
«¿Puede España encontrar hoy los caminos de un futuro pleno de los bienes que constituyen y aseguran la dignidad de la persona y el bien común de todos sus hijos e hijas abandonando la fe de sus mayores?», siguió preguntándose.
«Porque tenemos la certeza -aseguró– de que el camino de la descristianización no conduce a ningún futuro de salvación y de verdadera felicidad para el hombre, renovamos hoy, en el Cerro de los Ángeles, aquella solemnísima consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús que hicieran nuestros antepasados en la Iglesia y en la sociedad en el año 1919 para que alumbrara la luz de la verdadera esperanza en aquellos momentos tan cargados de graves incertidumbres no sólo para ella, sino también para Europa y para el mundo».
La eucaristía fue concelebrada por el arzobispo Manuel Monteiro de Castro, nuncio apostólico en España, por el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación por el Culto Divino, y por unos 25 obispos de este país.