Sin crecimiento de la población no se saldrá de la crisis económica

Experto en población comenta la encíclica “Caritas in Veritate”

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ROMA, lunes 13 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Para salir de la crisis económica es necesario hacer crecer la población, como ha subrayado Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in Veritate. Esta opinión la comparte Riccardo Cascioli, presidente del Centro Europeo de Estudios sobre la Población, el Ambiente y el Desarrollo (CESPAS) y director del Departamento de Población, en esta entrevista concedida a ZENIT.

–¿Cuál es su valoración de la Encíclica?

–Riccardo Cascioli: Extraordinariamente positiva, porque al profundizar en el tema de la caridad y de la verdad en la perspectiva económica y social, afronta desde la raíz el tema más controvertido de nuestro tiempo: el significado de la presencia humana sobre la tierra, su tarea y su destino. Mientras en Occidente se asiste desde hace décadas a ideologías que tienden a desfigurar al hombre (la peor de las cuales es el «humanismo sin Dios», como recuerda el Papa), en esta Encíclica el hombre – con su dignidad y su responsabilidad – vuelve a ponerse en su sitio, en el centro de la Creación. Y se demuestra cómo la cuestión antropológica no es un problema filosófico; al contrario, es determinante para las circunstancias económicas y sociales. Está claramente en continuidad con el magisterio de Benedicto XVI, comprometido en revalorizar la razón, facultad que es específica del hombre. Pero está en continuidad también con Juan Pablo II, que ya desde 1997 había dicho claramente que la batalla decisiva del Tercer Milenio habría estado precisamente en torno al hombre, cumbre de la Creación.

–Los puntos que abordan la crisis demográfica y el ambiente son muy innovadores y cualificados. ¿Qué piensa al respecto?

–Riccardo Cascioli: Es fundamental que haya dicho con tanta claridad que «considerar el aumento de la población como causa primera del subdesarrollo es incorrecto, también desde el punto de vista económico». Es un punto decisivo, porque desde los años 80 en adelante las políticas globales – bajo los auspicios de organismos de las Naciones Unidas – se fundan precisamente sobre el control de la población, considerada como un «hecho negativo» para el desarrollo y para el ambiente. Y también a propósito del ambiente, la Encíclica explicita y muestra en la situación actual lo que ya es patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia y que se puede resumir en la frase: la naturaleza es para el hombre y el hombre es para Dios. «Si esta perspectiva decae -dice la Encíclica – el hombre acaba, o por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella». De esta forma muestra exactamente la situación esquizofrénica del mundo occidental secularizado.

–El economista Ettore Gotti Tedeschi sostiene que el Papa merece el premio Nobel de Economía por haber subrayado la relación entre la crisis y la caída de la natalidad. ¿Cuál es su parecer al respecto?

–Riccardo Cascioli: Creo que tiene toda la razón. Existe verdaderamente una crisis demográfica, y es la de los países desarrollados que desde hace más de 40 años tienen una tasa de fertilidad por debajo del índice de reemplazo generacional. La Encíclica nos da a entender cómo éste es el factor fundamental de la crisis económica actual. Y la respuesta no puede ser sólo «técnica». En los últimos años hemos comprendido cómo el desplome de la natalidad incide en el problema de las pensiones, por ejemplo, pero éste es sólo un aspecto de una crisis mucho más amplia destinada a empeorar en los próximos años. Es necesario que los Gobiernos – y los economistas – reflexionen sobre este aspecto.

–Durante algunas décadas las instituciones internacionales han sostenido que para favorecer el desarrollo era necesario reducir los nacimientos. ¿Cuáles han sido los resultados de estas políticas?

–Riccardo Cascioli: Actualmente hay muchos países en vía de desarrollo cuya tasa de fertilidad ha descendido por debajo del índice de reemplazo generacional. Y más en general todos los países del mundo – salvo excepciones rarísimas – han experimentado un drástico descenso de los nacimientos en las últimas décadas. Pero ningún país ha salido de la pobreza y del subdesarrollo gracias a estas políticas. Al contrario, al control de los nacimientos se han desviado importantes recursos necesarios para promover verdaderos proyectos de desarrollo. Además, la aplicación salvaje de estas políticas – como es el caso de China, India y otros países asiáticos – ha provocado graves desequilibrios sociales, de los que la desaparición de cien millones de mujeres (por motivos culturales se aborta más fetos de niñas que de niños, n.d.t.) es sólo el aspecto más impactante. No es casualidad que esta Encíclica no utilice el concepto de «desarrollo sostenible», cuyo fundamento es precisamente la visión negativa de la población. Es un aspecto importante, porque incluso desde algunos ambientes católicos se reciben presiones para adecuarse a la ideología de la «sostenibilidad».

–Al contrario de lo que se sostiene incluso en ciertos ambientes católicos, según los cuales para salvar el planeta habría que reducir el desarrollo y el crecimiento demográfico – de ahí las teorías sobre el decrecimiento -, la Encíclica Caritas in Veritate explica que el desarrollo es una «vocación» que apoyar para el bien común y que no hay desarrollo sin crecimiento demográfico. ¿Qué opina?

–Riccardo Cascioli: También aquí la Encíclica trae claridad y desecha muchos conformismos. El desarrollo – entendido como desarrollo integral de la persona y de los pueblos – es nuestra vocación de hombres. Y a esto debemos tender. El decrecimiento no es un valor y tampoco salir de la economía. El verdadero desafío es tomar las dimensiones fundamentales del desarrollo. No por casualidad la Encíclica pone el derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa como condiciones fundamentales para un verdadero desarrollo. Ciertos aspectos que nos parecen deteriorados -como las condiciones de los trabajadores o del medio ambiente en los países metidos en un desarrollo tan rápido como caótico – son en realidad fruto de una concepción que reduce el desarrollo a crecimiento económico, en el que el hombre se reduce a mero instrumento de este crecimiento.

–Volviendo al desarrollo, la Encíclica de Benedicto XVI propone una revolución social que pase de la «solidaridad» al concepto de la «fraternidad» y que conjugue verdad y caridad. ¿Cuál es su parecer al respecto?

–Riccardo Cascioli: Supone una gran novedad sobre la que es importante reflexionar. El término solidaridad viene hoy acompañado de una visión reduccionista y sentimental de la caridad, y al que la Encíclica quiere dar la vuelta. Y coherentemente, dedica un capítulo entero precisamente a la «fraternidad». Mientras que la solidaridad pone el acento sobre la actuación del hombre hacia los demás hombres, la fraternidad pone el acento sobre lo que recibimos, porque supone el reconocimiento de un único Padre (sin el cual no podríamos considerarnos hermanos). Una vez más se subraya la vocación del hombre como factor que determina cada aspecto, también de la vida colectiva.

–Durante décadas el mundo católico ha parecido dividirse entre quienes se dedican a las obras de caridad y quienes se dedican más a cuestiones bioéticas como la defensa de la vida y la familia. Con esta Encíclica, el Papa Benedicto XVI sostiene que no hay caridad sin verdad y que sólo en la verdad resplandece la caridad. Subrayando así que «sin verdad, la caridad es excluida de los proyectos y de los procesos de construcción de un desarrollo humano de dimensión universal, en el diálogo entre los saberes y la operatividad». ¿Qué decir al respecto?

–Riccardo Cascioli: La vida es única y no puede dividirse en sectores. Pero al mismo tiempo, como sucede en una casa, están los cimientos, están los muros maestr
os, están también los tabiques, el techo y los accesorios. El derecho a la vida y a la libertad religiosa son los cimientos: sin cimientos, incluso las casas más hermosas están destinadas a derrumbarse ante la primera adversidad. La crisis económica actual nos lo demuestra, pero si no se entiende la lección la crisis no se detendrá.

[Por Antonio Gaspari, traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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