El sacerdote, llamado a ser hermano, padre y esposo

Lo explica el obispo Dominique Rey en su libro sobre el sacerdocio 

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PARÍS, lunes 17 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- El sacerdote está llamado a encarnar tres figuras, «hermano, padre y esposo», señala el obispo de Fréjus-Toulon, monseñor Dominque Rey, en su libro «Le prêtre» (El sacerdote), publicado en el marco del Año Sacerdotal. 

Lo explica monseñor Rey en una entrevista con el portavoz de la conferencia de obispos de Francia monseñor Bernard Podvin, publicada en la web de dicha conferencia. 

Sobre estas tres dimensiones del sacerdote, el obispo considera que «la figura del hermano funda las otras dos». 

«¿Cómo se puede ejercer una paternidad sino en el interior de una fraternidad común? –se pregunta–. Como cristianos, nosotros la recibimos en el bautismo».  

En cuanto a la dimensión esponsal, el obispo francés señala que el sacerdote «toma el lugar de Cristo esposo», aunque advierte que «la dimensión esponsal es actualmente la más incomprendida».  

«A partir de ella, toman sentido el celibato del sacerdote y su compromiso inquebrantable con la Iglesia, de la que él es un ministro», añade. 

Respecto al aspecto paternal del sacerdote, monseñor Rey indica: «La dimensión de la paternidad me parece una urgencia y un desafío en un contexto en el que la figura paterna se pone en juego en los modelos sociales debido a la desintegración de la familia y a la dimisión de la autoridad».  

Citando a algunos psicólogos, el obispo afirma que «una sociedad sin padre es una sociedad sin referencia».  

«Es dando su vida a ejemplo de Cristo y perdiéndola, como se puede dar la vida -asegura-. La paternidad cristiana es sacrificada, pero es fuente de gozo». 

Monseñor Rey publica un libro titulado «Le Pretre» (El sacerdote), de ediciones Tempora. En el contexto del año sacerdotal. Responde al portavoz dela conferencia de obispos de Francia,. 

El libro, de 130 páginas, está publicado por ediciones Tempora. Trata de suscitar la reflexión y la oración.

Fidelidad en lo pequeño y en lo grande

Entre los diversos aspectos que trata, se encuentra también el de la fidelidad cristiana que, en opinión del autor, «debe basarse en la de Cristo hacia su Iglesia, por la que Él mismo se entregó hasta dar la vida».  

El obispo indica que «hay unos modelos de fidelidad que apoyan y estimulan la nuestra», como el de sus propios padres, «cuyo testimonio de 70 años de vida en común me ha demostrado que la palabra amor tiene relación con la palabra siempre».  

«La fidelidad se construye en el día a día –explica–. La fidelidad en lo grande se despliega a partir de la fidelidad en lo pequeño vivida día a día: fidelidad a la oración, a las amistades, a los compromisos». 

«Paradójicamente, mientras nuestra cultura preconiza «la infidelidad» siempre en busca de nuevas experiencias, el zapping perpetuo y sus relaciones sucesivas y por contrato, el hombre actual se encuentra en búsqueda de arraigo profundo y duradero, de un amor que no falle», añade. 

En opinión de monseñor Rey, «toda fidelidad es un arte de vivir con el tiempo: más allá de lo efímero». 

«Buscamos construir sobre lo invariable, sobre lo permanente –indica–. Y es ahí donde podemos reencontrar a Cristo: «El cielo y la tierra pasarán; mis palabras no pasarán». 

En el libro, el obispo reconoce que «enfrentando las propias dificultades y los obstáculos del camino, algunos sacerdotes desconfían de su ministerio».  

«Ellos no ven los frutos de su apostolado se enfrentan a la indiferencia e incluso al desprecio -explica-. No podemos llevar solos «la carga de la esperanza».

Vinculación con los laicos y apoyo de los sacerdotes

En este sentido, destaca: «La vinculación con los laicos y el apoyo de los hermanos sacerdotes me parecen indispensables para mantenernos en una esperanza firme y evitar que el ministerio emprenda una carrera perpetua en la búsqueda de consuelos que nos desvíen de la misión que la Iglesia nos ha confiado».  

Monseñor Rey también subraya que «la esperanza cristiana se nutre de la oración». «Ésta es confianza en la presencia de Dios que se sirve de nuestros talentos, pero también de nuestras fragilidades», indica.  

«La esperanza es un don y una responsabilidad -añade. Para el sacerdote, ésta consiste también en llevarla a quien la ha perdido; ésta es, en definitiva, certeza de que, a través de los combates, el Resucitado se encuentra al final del camino». 

Los beneficios de la venta del libro se dedican íntegramente al seminario diocesano de La Castille.

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ZENIT Staff

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