QUITO, 18 de agosto de 2009 (ZENIT.org).-Con motivo de la celebración del bicentenario de la declaración de la independencia del Ecuador, el 10 de agosto, los obispos ecuatorianos publicaron una declaración en la que piden «construir el destino del país en unidad y paz» y recuerdan las raíces cristianas de esta nación.
Los prelados señalan en el texto que «el grito libertario de hace 200 años unió en forma inseparable, conforme a la exclamación del precursor Eugenio Espejo, la ansiada libertad con la Cruz, la fe con la nueva madurez política. ‘Salva Cruce, liber esto’, es la proclama que habla de la decisión de un pueblo que lucha por ser libre al amparo de la Cruz».
«Se ha dicho con justicia que la Iglesia ha sido en la historia de nuestro pueblo como modeladora de la nacionalidad», constatan, aclarando que «el influjo de la fe cristiana en estos dos siglos de vida independiente ha sido un factor que robustece nuestra identidad, humaniza nuestra vida social y alienta la nobleza profunda de la cultura nacional».
También precisan que las libertades garantizadas a la Iglesia en los textos constitucionales vigentes son suficientes para la Iglesia. «No necesitamos privilegios ni honores, ni apariencia siquiera de participación alguna en el poder público», indican.
En este momento, sostienen los obispos, «es preciso enfrentar con entusiasmo el futuro, identificar lo que nos une antes que lo que divide y rebajar la confrontación para que crezca una fecunda concordia».
Asimismo, manifiestan que desde su condición de pastores «seremos incansables en fundamentar la imprescindible base moral y ética de toda política. El eje de nuestra sociedad y de la acción de las autoridades ha de consistir siempre en el servicio a la vida digna de las personas y de las asociaciones que forman, sea la familia y el gremio, como el municipio y la región».
Los obispos también exhortan a trabajar con mayor intensidad por los derechos sociales en el nuevo siglo de independencia. «La lucha por defender la vida, desde la concepción, la salud y el trabajo, el acceso a una buena educación y a una vivienda digna, nos encontrarán siempre dispuestos a ayudar y respaldar. Dejemos atrás las duras realidades de la desocupación y de la pobreza en todas sus formas», subrayan.
Finalmente ponen el futuro del país en manos de Dios e «imploran para todos los ecuatorianos, un crecimiento en democracia que tengan por columnas la verdad y la justicia, la libertad y la paz».