Los hispanos, promesa de renacimiento para la Iglesia

Según Carl Anderson, caballero supremo de los Caballeros de Colón

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NEW HAVEN, Connecticut, miércoles 19 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- El futuro de la Iglesia depende en buena parte de los hispanos, particularmente en los Estados Unidos, reconoce Carl Anderson.

El caballero supremo de los Caballeros de Colón y autor de superventas según la clasificación del New York Times, en un análisis realizado para ZENIT reconoce que hace unos días se encontró «cara a cara» con el futuro de la Iglesia católica en los Estados Unidos. 

«En las más de 20.000 personas que llenaron el pabellón Jobing.com Arena de Glendale, en Arizona, para rendir homenaje a Nuestra Señora de Guadalupe el 8 de agosto, vi juntos a la Iglesia del mañana y la unidad que Nuestra Señora de Guadalupe ofrece a la Iglesia y al continente americano», reconoce. 

El evento estaba co-patrocinado por los Caballeros de Colón, el movimiento católico más numeroso del mundo, la diócesis de Phoenix, la arquidiócesis de México y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.

En consonancia con estos patrocinadores internacionales, el evento reunió a una multitud de personas diversas, muchas de ellas hispanos. 

«Como dije a los reunidos allí, el futuro de la Iglesia dependerá, en gran parte, de la influencia de los inmigrantes hispanos y, a su vez, ello se verá influido por la acogida que esos inmigrantes reciban de los católicos que ya están en los Estados Unidos», explica Anderson. 

«Esos inmigrantes no son algo abstracto –subraya–. Son nuestros compañeros de parroquia y la promesa de ser cada vez más numerosos en el futuro». 

«En la Iglesia, deberíamos pensar en los hispánicos como en el mítico Ave Fénix: el pájaro que resurge cada 500 años. Cerca de 500 años después de que Nuestra Señora de Guadalupe transformara este continente, nuestros hermanos y hermanas hispanos representan la posibilidad de un renacimiento y una revitalización del catolicismo en los Estados Unidos». 

Según la conferencia episcopal de los Estados Unidos, desde 1960 el 71% del crecimiento de la Iglesia católica en Estados Unidos ha sido hispano. Los hispanos representan actualmente más del 35% de todos los católicos en los Estados Unidos, y ese número está creciendo. 

«Hoy, cinco siglos después de que Nuestra Señora de Guadalupe se apareciera a Juan Diego y trajera una nueva vida espiritual sobre las ruinas de un imperio devastado, los hispanos han tomado su imagen y su mensaje y han respirado vida renovada en la Iglesia de los Estados Unidos». 

«Nosotros –los católicos de los Estados Unidos– tenemos la gran responsabilidad de participar en este proceso. No podemos ser espectadores, debemos ser participantes activos». 

«La manera como los católicos acojamos a los inmigrantes marcará fuertemente el tipo de futuro común, tanto de la Iglesia como de la nación. Sin nuestra ayuda y apoyo, ¿podemos esperar que los inmigrantes hispanos de hoy sean los padres católicos del mañana?», se pregunta Anderson.

«Que los hispanos representan más de la mitad de los católicos menores de 25 años es una cuestión que como católicos no podemos ignorar». 

«La Iglesia católica en los Estados Unidos tiene gran potencial para ser un modelo de unidad en el cruce de fronteras, basada en el fundamento de la fe compartida. Ello requerirá sacerdotes y laicos trabajando juntos para encontrar caminos para llegar, e integrar, a los católicos hispanos». 

«Uno de cada cinco católicos en los Estados Unidos es un inmigrante hispano: ésta es una realidad que no podemos ignorar. No podemos tardar en llevar a cabo esta misión». 

«Como ciudadanos de un continente que es, en efecto, «un continente de cristianos bautizados», debemos recordar que, así como Nuestra Señora de Guadalupe nos indica a su hijo, también nos indica la unidad en su hijo, y para los católicos esta unidad de fe debe cruzar fronteras». 

«Benedicto XVI afirma en su primera encíclica «Deus caritas est»: ‘Decir que amamos a Dios se convierte en una mentira si estamos cerrados a nuestros vecinos o les odiamos'». 

«Como católicos –subraya el caballero supremo–, esto significa que debemos amar a todas las personas: al inmigrante, al no nacido, al discapacitado psíquico».  

«Nosotros no estamos llamados a hacer nada que nuestra madre -Nuestra Señora de Guadalupe-no haya hecho ya. Ella se apareció a Juan Diego, un humilde indio. Ella se apareció como una mestiza, una unión de culturas europea y americana nativa». 

«Siguiendo su ejemplo, debemos abrazar a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes católicos, dándonos cuenta de que ellos tienen una dignidad inherente como personas, y de que, a través de las Américas, todos compartimos un vínculo trascendente: un vínculo de fe», afirma. 

«En los Estados Unidos, nuestras iglesias están floreciendo, revitalizadas por la presencia de católicos hispanos que han vivido mucho tiempo con la Virgen en sus hogares. Como muchas generaciones de inmigrantes europeos antes que ellos, han traído una fe profunda y refrescante a los Estados Unidos». 

«Que la fe se desvanezca o florezca dependerá de nosotros, católicos que ya estábamos en los Estados Unidos, que somos hijos de anteriores generaciones de católicos inmigrantes». 

[Traducción del original en inglés por Patricia Navas] 

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ZENIT Staff

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