CIUDAD DEL VATICANO, martes 8 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- El respeto de la libertad religiosa exige la posibilidad de ofrecer a los alumnos de las escuelas públicas y privadas una educación religiosa en coherencia con su fe, explica la Santa Sede.
Está distribuyéndose entre los episcopados del mundo, especialmente con motivo del inicio del año académico en el hemisferio boreal, la «carta circular» que el pasado 5 de mayo envió la Congregación vaticana para la Educación Católica «sobre la enseñanza de la religión en la escuela«.
El documento, como explican sus signatarios, el cardenal Zenon Grocholewski, y el arzobispo Jean-Louis Bruguès, O.P, respectivamente presidente y secretario de la Congregación, reconoce que la enseñanza de la religión en la escuela produce nuevos debates.
En algunos países, constata la circular, se han introducido «nuevas normativas civiles, que tienden a reemplazarla por una enseñanza del hecho religioso de naturaleza multiconfesional o por una enseñanza de ética y cultura religiosa, también en contraste con las elecciones y la orientación educativa que los padres y la Iglesia quieren dar a la formación de las nuevas generaciones».
La escuela, una ayuda (no un problema)
Ante todo, la carta considera que los primeros responsables de la educación son los padres, que necesitan «la ayuda subsidiaria de la sociedad civil y de otras instituciones», sobre todo de la escuela.
En este contexto, subraya, «una enseñanza que desconozca o que ponga al margen la dimensión moral y religiosa de la persona sería un obstáculo para una educación completa, porque los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios».
Derecho fundamental
Por este motivo, afirma: «Se violan los derechos de los padres, si se obliga a los hijos a asistir a lecciones escolares que no corresponden a la persuasión religiosa de los padres, o si se impone un único sistema de educación del que se excluye totalmente la formación religiosa».
Esta afirmación encuentra correspondencia en el artículo 26 de la Declaración universal de los derechos humanos, y en muchas otras declaraciones y convenciones de la comunidad internacional.
«Además, se podría crear también confusión o engendrar relativismo o indiferentismo religioso si la enseñanza de la religión fuera limitada a una exposición de las distintas religiones, en un modo comparativo y ‘neutral'», advierte.
Las competencias de la Iglesia
Dado que el poder civil no puede imponer las creencias de una religión, la carta explica que «corresponde a la Iglesia establecer los contenidos auténticos de la enseñanza de la religión católica en la escuela, que garantiza, ante a los padres y los mismos alumnos la autenticidad de la enseñanza que se transmite como católica».
En este contexto, «corresponde a la Conferencia Episcopal dar normas generales sobre esta actividad, y compete al obispo diocesano organizarla y ejercer vigilancia sobre la misma».
Ahora bien, tanto en las escuelas públicas como particularmente en las católicas, explica la Santa Sede, debe ser respetada «la libertad religiosa de los alumnos no católicos y de sus padres», evitando «cualquier clase de actos que puedan tener sabor a coacción o a persuasión deshonesta o menos recta».
La Santa Sede considera que «es necesario que la enseñanza religiosa escolar aparezca como disciplina escolar, con la misma exigencia de sistematicidad y rigor que las demás materias».
Allí donde no se respeta plenamente la libertad religiosa, «la Iglesia hace cuanto es posible para ofrecer a los fieles la formación que necesitan» y «no deja de denunciar la injusticia que se cumple cuando los alumnos católicos y sus familias son privados de sus derechos educativos y es herida su libertad religiosa».
La «carta circular» puede leerse en la sección de documentos de la página web de ZENIT (www.zenit.org).
Por Jesús Colina