El valor de la vida y la familia, dos dones preciosos de Chile

Según constata el cardenal Errázuriz en el Te Deum ecuménico

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SANTIAGO, domingo, 20 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Durante el Te Deum ecuménico de Fiestas Patrias, en la Catedral Metropolitana, que tuvo lugar el 18 de septiembre, el cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago, invitó a Chile a dar gracias a Dios y valorar la vida y la familia.

Además, durante la homilía, en presencia de la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y de autoridades civiles y militares, ante la próxima campaña electoral, propuso «una contienda política de cielos despejados».

El cardenal reconoció el aprecio que la cultura en Chile siente tanto por la vida como por la familia al rememorar los dones recibidos de Dios.

«¿Quién se ha dado a sí mismo la vida? Nuestra vida es el primer don que acogemos», reconoció.

«Y si pensamos en nuestras familias, ¿quién se dio a sí mismo el amor y los desvelos de sus padres, las renuncias que realizaron para proporcionarnos una buena formación, las exigencias y el cansancio del trabajo para procurarnos el pan de cada día, velar por nuestra salud y ofrecernos una educación mejor que la que ellos mismos tuvieron cuando niños?», se preguntó.

«Y ¡qué regalo más admirable que el de nuestra Patria, con su historia, su solidez institucional, sus pueblos, sus niños y sus jóvenes, sus mujeres y sus hombres, sus costumbres, su cultura, su religiosidad popular, y su hermosa y ‘loca geografía’!», añadió.

«Todos estos dones nos invitan a ser agradecidos con el Señor, infinitamente generoso, y con incontables personas que viven junto a nosotros o que nos precedieron. Esta gratitud nos inclina además a vivir con alegría y confianza; lejos de todo pesimismo, cargado de frustraciones y desesperanzas, sabiendo que también nosotros seremos recordados por el amor que regalemos gratuitamente en el horizonte de la verdad. La gratitud nos compromete».

Por eso, haciéndose eco de la reciente Declaración de la Conferencia Episcopal, el cardenal consideró que «es imprescindible la promoción de la alianza matrimonial, que une a un hombre y una mujer, y de la familia que de ella nace, como asimismo el respeto a la vida desde la concepción, pasando por todas las etapas de su desarrollo, hasta la muerte natural».

«Es del todo necesario que propongan políticas públicas que sean realmente favorables a la vida de las familias y al aumento de la natalidad en ellas, en el país con la tasa de fecundidad más baja de Centro y Sudamérica, con las peligrosas consecuencias que surgen de las tendencias antinatalistas», insistió el purpurado chileno.

«Para los chilenos, la familia es su gran tesoro –reconoció–. Con razón nuestra constitución protege a la vida que está por nacer y apoya a la familia. Y para que todos los ciudadanos tengan una vida digna, necesitamos que los candidatos nos revelen su compromiso resuelto y sus planes para superar la miseria, y para fomentar vigorosamente el desarrollo humano y económico, a fin de acortar eficazmente la hiriente brecha que distancia los ingresos de los chilenos, y contribuir a una mayor equidad social, protegiendo a los más débiles y apoyando la generación de fuentes de trabajo digno y estable».

Ante la contienda electoral

El cardenal constató que muy pronto ocurrirá la renovación de un gran número de servidores públicos, tanto en el Supremo Gobierno del país como en el Parlamento.

«Queremos una contienda política de cielos despejados, en la cual los candidatos expongan sus programas con sincera transparencia y con realismo, y no desacrediten a la persona de sus adversarios».

«Despertar pasiones y rechazos a través de descalificaciones no es un signo de nobleza personal ni de confianza en el pueblo, al cual debemos considerarlo capaz de optar serenamente en vista de los méritos y los programas reales de quienes postulan a los diversos cargos».

«Abstenerse de descalificaciones personales es una promesa de colaboración, desde el gobierno o desde la oposición, con quienes sean elegidos, a los que no se quiere denigrar, sino respetar y apreciar antes y después de la elección».

El cardenal concluyó reconociendo que al acercarse la celebración del Bicentenario de Chile, «queremos que crezca el cariño por nuestra Patria y por nuestra identidad, y nuestra voluntad de construirla como hermanos».

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ZENIT Staff

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