CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 7 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Horrores de África, como el tráfico de personas, los abusos de las multinacionales y ONGs, e incluso el drama de chicas jóvenes que al salir de congregaciones religiosas caen en la prostitución, están conmocionando el aula del Sínodo que congrega a obispos del continente.
El ambiente de fraternidad y de buen humor africano choca brutalmente en ocasiones con la dureza de las situaciones que tiene que afrontar esta cumbre episcopal en la que Benedicto XVI participa con toda la asiduidad que le permiten sus responsabilidades.
Para respetar la libertad del debate entre los obispos, cuando se trata de intervenciones espontáneas, a los periodistas se les revela el contenido de la intervención pero no el nombre del padre sinodal. De este modo su nombre y propuesta no acaban en los periódicos al día siguiente, quitando confidencialidad o libertad a la discusión.
Monseñor Joseph Bato’ora Ballong Wen Mewuda, portavoz del Sínodo para la lengua francesa, ha revelado algunas de las denuncias u horrores que han maniestado los 23 padres sinodales que tomaron la palabra en el libre intercambio del martes por la tarde, en el que el Papa no pudo participar, pues debía preparar su catequesis de la audiencia general de este miércoles.
Preocupación por los jóvenes
En esta sesión el argumento más tratado fue el de la situación de los jóvenes africanos, pues los prelados se dan cuenta de que la Iglesia tiene que reflexionar mucho más en la manera en que puede acercarse a ellos. Con demasiada frecuencia, se denunció, son víctimas de las sectas fundamentalistas.
Se constató, al mismo tiempo, que para los obispos es prácticamente imposible detener el éxodo de jóvenes africanos que buscan una vida mejor en el extranjero, en particular en Occidente.
Ante esta situación, consideran que al menos pueden prepararles para afrontar con la emigración otras culturas, y mentalidades, así como formarles en la doctrina social de la Iglesia. No todo es negativo, han reconocido los prelados, pues algunos de estos jóvenes descubren o redescubren su fe en los países de acogida.
De la vida religiosa a la prostitución
Uno de los prelados ha denunciado la situación de jóvenes católicas africanas que, movidas por una curiosidad vocacional por la vida religiosa, acuden a Europa para discernir su futuro en el seno de algún monasterio o comunidad religiosa.
Se ha dado algún caso, denunció el padre sinodal, en el que alguna chica no se ha integrado en la vida religiosa, abandonando la comunidad, y quedando a su merced después en algún país desconocido europeo, cayendo en las redes de la prostitución.
Por este motivo, se explicó en el aula, que en un país, la República Democrática del Congo, la Conferencia Episcopal ha establecido que las jóvenes que quieren entrar en una comunidad religiosa sólo podrán hacerlo si esa comunidad cuenta con una presencia y comunidad en este país.
De esta manera siempre se mantendrá un contacto con la realidad del propio país en caso de que la joven no continúe en la vida religiosa. En otros países de África, los obispos aconsejan esta práctica, aunque no la han asumido como obligatoria.
De todos modos, cuando una joven viaja a Europa para entrar en una comunidad religiosa, se da un proceso de permisos de la autoridad eclesiástica para evitar en la medida de lo posible este tipo de problemas.
Organizaciones no muy humanitarias
Otros de los obispos han denunciado que algunas ONGs, tan admiradas en occidente, en realidad se convierten en tapaderas de agendas escondidas o incluso secretas.
Están invadiendo el continente africano con el pretexto de ofrecer ayuda humanitaria, pero en realidad lo que buscan es promover ideologías, se ha afirmado.
Monseñor Ballong Wen Mewuda explicó que los obispos no fueron explícitos a la hora de desenmascarar estas ideologías, pero consideró que podrían referirse a las ONGs que buscan promover la «salud reproductiva» (el aborto), o que son coberturas de las sectas.
En este sentido, un padre sinodal hizo referencia a un artículo publicado por la revista «Jeune Afrique», en el que se revelaba que hay gurús de sectas que se convierten en consejeros de políticos, o incluso presidentes, y que han contribuido a la adopción de decisiones nefastas.
Multinacionales explotadoras
Varios obispos, al menos cuatro, han pedido también que el Sínodo alce la voz contra los abusos de multinacionales presentes en África, que explotan de manera abusiva los recursos mineros, los bosques, y contaminan el agua, provocando daños graves en las poblaciones locales.
En algunas zonas a las que han llegado estas empresas explotan los recursos, pero no han hecho nada por crear escuelas, hospitales, o agua potable, se constató.
Padres sinodales han pedido que se denuncie no sólo a estas multinacionales sino también a los políticos locales, que han permitido su implantación o la han atraído sin tener en cuenta los daños que ahora sufren por este motivo los africanos.
Se ha denunciado también la creciente invasión de China en el continente africano, que está construyendo carreteras u obras públicas en numerosos estados africanos, a cambio de requeridas materias primas, con personal chino que vive prácticamente en condiciones de esclavitud.
Buen humor
Como sucede con frecuencia en África, todos estos dramas no quitan la esperanza a los obispos ni tampoco el buen humor.
Los presidentes delegados de la asamblea, en particular el cardenal Francis Arinze, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino, y el cardenal Wilfrid Fox Napier, O.F.M., arzobispo de Durban (Sudáfrica), suelen arrancar sonrisas entre la asamblea con sus comentarios de transición antes de dar la palabra a algún obispo.
Cuando un obispo es breve, y acaba su intervención antes del tiempo asignado, es acogido con un sonoro aplauso, que no sólo es un premio, sino también una incitación a que el siguiente también sea lo más breve posible.
Se dan escenas divertidas de la vida cotidiana, como por ejemplo cuando se ha pedido que el obispo que ha perdido su solideo o un cinturón pase a recogerlo por secretaría.
El Papa sonríe en estas ocasiones y, respetando a la metodología del Sínodo, sólo ha intervenido para ofrecer su primera meditación sin papeles y para ofrecer un saludo espontáneo de despedida al final de las sesiones.
Por Jesús Colina