CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 28 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la traducción al español de las Proposiciones 11 a 15 (versión no oficial), de la reciente II Asamblea Extraordinaria para África del Sínodo de los Obispos --cuyo texto oficial está en latín--, objeto de voto personal por parte de los padres sinodales, presentadas al Papa Benedicto XVI.

El texto oficial en latín, por su naturaleza, es reservado y no será publicado, para respetar el carácter consultivo de la asamblea sinodal. Este texto, como su nombre indica, tiene carácter propositivo.

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Proposición 11

Diálogo interreligioso

La paz en África, como en otras partes del mundo, está ampliamente condicionada por las relaciones entre las religiones. Por eso, la promoción del valor del diálogo es importante para que los creyentes trabajen en las asociaciones dedicadas a la paz y la justicia, en un mutuo espíritu de confianza y apoyo, y que se enseñen a las familias los valores de la escucha paciente y del respeto recíproco sin miedo.

El diálogo con las demás religiones, especialmente el Islam y la religión tradicional africana, es parte integrante de la predicación del Evangelio y de la actividad pastoral de la Iglesia en nombre de la reconciliación y de la paz. En consecuencia la iniciativa del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso de emprender el diálogo con las distintas religiones no cristianas es altamente recomendado.

Con todo, dado que la religión está constantemente politizada y se convierte en causa de conflictos, se requiere con urgencia el diálogo religioso con el Islam y la religión tradicional africana a todos los niveles. Este diálogo será auténtico y productivo en la medida en que cada religión se mueva desde lo profundo de su propia fe y encuentre a la otra en verdad y en apertura.

Los Padres Sinodales piden que disminuyan la intolerancia y la violencia religiosa y que se eliminen por medio del diálogo interreligioso. El importante acontecimiento ecuménico e interreligioso de Asís (1986) nos proporciona un modelo a seguir.



Proposición 12

Islam

Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia-Familia de Dios “mira también con estima a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra Aetate, 3).

Para servir a la reconciliación, la justicia y la paz, se debe superar cualquier forma de discriminación, de intolerancia y de fundamentalismo religioso. En lo que respecta a la libertad religiosa, el derecho al culto debe ser subrayado.

En las relaciones con los musulmanes, debemos:

- dar la prioridad al diálogo de la vida y al acuerdo en los contenidos sociales y en la reconciliación;

- tomar en consideración la variedad de situaciones y experiencias;

- confrontar con honradez nuestros malentendidos y dificultades;

- proporcionar mejores informaciones sobre el Islam en la formación de los sacerdotes, hombres y mujeres religiosos, y fieles laicos; y

- emprender iniciativas que promuevan el respeto, la amistad, la colaboración y la reciprocidad.



Proposición 13

La Religión Tradicional Africana (RTA)

Dado que la Iglesia-Familia de Dios en África sigue viviendo codo con codo con los seguidores de la religión tradicional africana, los padres Sinodales han recordado el sabio consejo del Vaticano II (Nostra aetate) que considera a la religión tradicional africana y las demás religiones en esta perspectiva: “Desde los tiempos antiguos hasta hoy en los diversos pueblos se encuentra una cierta sensibilidad a esa fuerza arcana que está presente en el curso de las cosas y sobre los acontecimientos de la vida humana…” (2).

La gente bien informada, que se ha convertido desde la religión tradicional africana, puede guiar a la Iglesia a un cada vez mayor y más preciso conocimiento de las culturas y las religiones africanas, haciendo más fácilmente discernimiento de los verdaderos puntos de oposición. Esto ayudará a la necesaria distinción que debe hacerse entre lo cultural y lo religioso, y especialmente entre lo cultural y esas perniciosas prácticas de brujería que causan la ruptura y la ruina de nuestras familias y sociedades.

Por tanto, siguiendo al Concilio Vaticano II, los Padres Sinodales no rechazan nada de cuanto “es verdadero y santo en estas religiones… [La Iglesia por eso exhorta a sus hijos para que, con prudencia y caridad, por medio del diálogo y de la colaboración con los seguidores de las demás religiones, siempre dando testimonio de la fe y de la vida cristiana, reconozcan, conserven y hagan conocer los valores espirituales, morales y socioculturales que se encuentran en ellas” (2).

Por tanto, este Sínodo propone que:

- la religión tradicional africana y las culturas sean sometidas a una cualificada y completa investigación científica en las Universidades Católicas de África y en las facultades de las Universidades Pontificias romanas a la luz de la Palabra de Dios;

- los obispos, en sus diócesis, deberían emprender una enérgica acción pastoral contra todos aquellos que están implicados en la brujería y decidir qué medidas disciplinares son necesarias; y

- cada obispo debería nombrar un exorcista, donde no lo haya.

Respecto a la brujería y a los cultos,

- la Iglesia local se debe basar en una confrontación equilibrada que estudie este fenómeno a la luz de la fe y de la razón, para liberar a los africanos de esta plaga; y

- un equipo pastoral diocesano multidisciplinar debe preparar un programa pastoral basado en la racionalidad, sobre la redención y la reconciliación.



B) IUSTITIA



Proposición 14

Justicia

“La Iglesia... atestigua al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad y su vocación a la comunión de las personas; le enseña las exigencias de la justicia y de la paz, conforme a la sabiduría divina” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2419). Con todo en el estado actual de la pecaminosidad humana y de los corazones heridos, el Antiguo Testamento está seguro en su convicción de que la justicia no puede llegar a la persona humana a través de sus propias fuerzas, sino que es un don de Dios. El Nuevo Testamento desarrolla esta visión, haciendo de la justicia la revelación suprema de la gracia salvífica de Dios. Así la justicia es, ante todo y sobre todo, un don de Dios. Es Dios quien nos justifica a través de Cristo. Esto significa que es Dios quien hace al pecador digno de la relación de comunión y de alianza con Dios y capacita a cada uno a hacer justicia (cf. Relatio post disceptationem).

En realidad el fruto de la reconciliación con Dios y la humanidad está dentro de la misma familia humana, es la recuperación de la justicia y de las justas exigencias de relación. Es por esto que Dios justifica al pecador no teniendo en cuenta sus pecados. O bien uno justifica a aquel que ofendo perdonando sus errores. Ya que Dios nos ha justificado perdonando nuestros pecados reconciliándonos con él, también nosotros podemos instituir relaciones y estructuras justas entre nosotros mismos y en nuestras sociedades, perdonando y no tomando en cuenta los errores de los demás en virtud del amor y la misericordia. ¿Cómo podemos vivir en comunidad y en comunión?

En consecuencia, reunidos en Sínodo los obispos de la Iglesia-Familia de Dios en África, unidos a los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, se comprometen:

- a buscar en la oración la justicia / justificación de Dios a cuya luz somos capaces de justificar a los demás con amor y misericordia; y

- a ser artífices de estructuras justas en nuestras sociedades a la luz de la justicia que viene de Dios.



Proposición 15

Seguridad en la sociedad

El Sínodo se dirige a todos los miembros de la Iglesia en África, para que promuevan la justicia para todos y el respeto de los derechos humanos a través de la educación cívica, y construyendo una cultura de justicia y de paz. Para realizar esto, las diócesis y las parroquias deberían instituir comisiones para la Justicia y la Paz en colaboración con los jefes de las comunidades locales que pueden actuar de intermediarios.

La actual movilización de las naciones africanas para la reducción de la pobreza y la consecución de una paz duradera ofrece grandes esperanzas. Es por esto que el Sínodo recomienda, por amor a la justicia, el bien común y el bienestar de los pueblos.

El Sínodo hace un llamamiento a los gobiernos para que, desde una justa distribución de los frutos del desarrollo, provean a la seguridad de la sociedad y a las necesidades esenciales de la vida de los más vulnerables.

El Sínodo recuerda a nuestros gobiernos africanos esta realidad y les llama a que promuevan la seguridad de la vida y de la propiedad. La vida es sagrada y debe ser protegida en la seguridad. Los gobiernos deberían poner en marcha un sistema para detener los asesinatos, los secuestros etc. en el continente. La inseguridad de la vida y de la propiedad y la falta del buen orden acrecienta la emigración y la fuga de cerebros, y en consecuencia aumenta la pobreza.



[Traducido del italiano por Inma Álvarez]