Ante el sínodo, una religiosa de Ruanda da testimonio de reconciliación

La hermana Uwamariya perdió a su familia durante el genocidio de Ruanda

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 de octubre, de 2009 (ZENIT.org) El testimonio dado por la hermana Geneviève Uwamariya, de la comunidad de Santa María de Namur en Ruanda, hizo estremecer esta mañana a los presentes en el aula sinodal.

La hermana Uwamariya perdió a su padre y a varios de sus familiares durante el genocidio ocurrido en Ruanda en 1994, uno de los episodios más sagrientos del siglo XX donde, desde abril hasta julio, fueron masacradas de manera sistemática entre 800.000 y 1.701.000 personas.

En medio de las 21 intervenciones, esta religiosa quiso compartir una experiencia personal ocurrida tres años después de esta tragedia que, según ella, cambió su vida y que, a su parecer, ejemplifica la manera como se debe vivir la reconciliación medio de un continente herido por la violencia, las crudas violaciones a los derechos humanos y por los innumerables problemas sociales.

Recordó la hermana que el 27 de agosto de de 1997 que a través de un grupo de la Divina Misericordia, ella se encontró en Kybuye, su villa natal a un grupo de prisioneros, varios de ellos autores materiales de este genocidio.

El objetivo de este encuentro era prepararlos para el Jubileo del año 2000. Durante el encuentro la hermana pronunció esta frase: “Si tu has sido una víctima ofrece el perdón y perdona a quien te la ha hecho”, diciendo que sólo así la víctima se libraría de esta carga de rencor y el criminal por ende del peso de haber cometido este mal.

“Inmediatamente un prisionero se alzó pidiendo misericordia”, testimonió la hermana. “Yo estaba petrificada al reconocer el amigo de la familia que creció y compartió con nosotros”, aseguró.

“Él me confesó de haber asesinado a mi padre. Me dio los detalles de la muerte de los míos”, dijo. Y cuenta la hermana que ella lo abrazó y le dijo: “tu eres y seguirás siendo mi hermano”.

Confesaba la religiosa que de esta manera ella sintió que se “había quitado un peso de encima”. “Reencontré la paz interior y di gracias a quien tenía entre mis brazos”, aseguró.

Y comentó que para su gran sorpresa oyó a este hombre gritar: “¡La justicia puede hacer su trabajo y me podrá condenar a muerte pero ahora soy libre!”

“Yo también quería gritar a quien me quisiera escuchar”, dijo la hermana “que tú también puedes reencontrar la paz interior”.

Desde este momento la hermana Geneviève Uwamariya se encarga de llevar el correo de las cárceles para pedir perdón a los supervivientes. De esta manera, 500 cartas han sido distribuidas. Y con algunas respuestas que ha recibido, muchos prisioneros han recuperado la amistad con las víctimas y han sentido el verdadero perdón.

Este hecho ha llevado a que las víctimas se reúnan. “Son acciones que han servido para que muchos vivan la reconciliación”, testimonió.

Geneviève Uwamariya aseguró que su pueblo está lleno de viudas y huérfanos y que desde 1994 ha sido reconstruido por los presos.

Contó que allí operan asociaciones de ex-presos con sus supervivientes nacidos en distintas parroquias y destacó su buen funcionamiento.

“De esta experiencia deduzco que la reconciliación no se trata sólo querer reunir a dos personas o grupos en conflicto”, dijo la hermana. “Se trata de establecer en cada uno el amor y dejar que venga la curación interior. Que permite la liberación”

Y concluyó asegurando: “Por eso es importante la Iglesia en nuestros países, porque tiene una palabra que ofrecer que cura, libera y reconcilia”.

[Por Carmen Elena Villa]

 

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ZENIT Staff

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