CIUDAD DEL VATICANO, lunes 12 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación los resúmenes de las intervenciones que se produjeron durante la décima Congregación General de la Asamblea del Sínodo sobre África, en la mañana del sábado 10 de octubre.
Intervenciones de los padres sinodales.
– S. E. R. Mons. Almachius Vincent RWEYONGEZA, Obispo de Kayanga (TANZANIA)
La evangelización de la familia implica entenderla seriamente como «Iglesia doméstica», en la cual el encuentro con Cristo se realiza diariamente. La familia es el vehículo por medio del cual la fe católica se nutre gracias a la lectura y a la meditación de la Palabra de Dios, a la oración comunitaria, a la recepción y a la celebración de la vida. La unidad de la familia sellada y tutelada por el compartir valores y ejercicios espirituales comunes.
He aquí algunas razones clave para ver nuevamente la catequesis y la práctica de los matrimonios mixtos al interior de nuestra Iglesia en África.
En primer lugar, los matrimonios mixtos han fomentado el surgimiento de incomprensiones entre los sacerdotes católicos y los pastores de varias comunidades cristianas. Además, la persistencia del problema irresuelto del escaso conocimiento de las obligaciones de los sacerdotes católicos y de las disputas sobre dónde se deben celebrar los sacramentos, crean las primeras bases de las divisiones sobre cómo practicar la propia fe.
En segundo lugar, en la mayor parte de estos matrimonios, los padres se han dividido porque ambos querían bautizar y criar los hijos en sus respectivas creencias.
En tercer lugar, hay una creciente tendencia por parte de los padres, en muchos matrimonios mixtos, ignorando las tradiciones comunes para transmitir los valores cristianos. La desunión que generan estas diferencias en la vida de oración, terminan por repercutirse en el amor, la justicia, la reconciliación y la paz en el seno de la familia.
Mientras buscamos los medios para construir la reconciliación, la justicia y la paz en África, definiendo a buen derecho la familia coma agente completo y primario de la justicia, de la reconciliación, de la solidaridad y de la paz, es importante no subestimar el problema de los matrimonios mixtos. Si no nos comprometemos a volver a examinar la celebración de matrimonios mixtos, se corre el riesgo de seguir viviendo la tragedia de la división entre los cristianos en el seno de la familia.
Los diferentes puntos de vista en relación a los valores de la fe, que incluye el significado del matrimonio, pueden representar una fuente de tensiones y generar confusión en la educación de los hijos. Esto está a la base de la creciente indiferencia religiosa (CIC, 1634). El matrimonio mixto puede fácilmente volverse una casa construida sobre la arena, en la cuale es difícil producir frutos de amor, de reconciliación, de justicia y de paz. Ha llegado el momento que la posición de la Iglesia en relación a los matrimonios mixtos sea vista nuevamente y se vuelva a examinar la catequesis sobre los matrimonios mixtos. Si estos dos pasos para tutelar la familia no se dan, los esfuerzos para promover la reconciliación, la justicia y la paz, continuarán siendo inadecuados.
– S. E. R. Mons. Fridolin AMBONGO BESUNGU, O.F.M. Cap., Obispo de Bokungu-Ikela (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
La explotación de los recursos naturales es una de las condiciones para tener una paz durable en la República Democrática del Congo. De hecho, las continuas guerras que acabamos de vivir nos revelan que los recursos naturales, que hacen de la República Democrática del Congo un «escándalo geológico», son a la vez fuente de felicidad, es decir, una importante ventaja económica para la recuperación del país y un mal, ya que es una fuente permanente de ambición, de conflictos, de corrupción y hasta de una mafia internacional de la que los congoleses son cómplices. Las principales causas de estas guerras económicas, que cuestionan el principio de soberanía de los pueblos sobre sus recursos son: la inexistencia de un marco jurídico internacional que controle a las multinacionales y a las industrias de extracción transnacionales; la militarización del sector minero; le explosión de la demanda de ciertos minerales que se han vuelto estratégicos; la subordinación de los intereses diplomáticos frente a los intereses económicos de las grandes potencias, el no respeto de la dignidad del pueblo congolés del que solo se aprecian sus riquezas, la voluntad de balcanizar la República Democrática del Congo, aprovechándose de los estados pequeños más fácilmente manipulables, etc… La Conferencia Episcopal Nacional de Congo (CENCO) interviene en tres campos prioritarios y ha creado una Comisión Episcopal ad hoc para los recursos naturales, encargada de seguir de cerca la cuestión de la explotación de los recursos. Con respecto a la educación, la CENCO ha publicado un vademécum del ciudadano sobre la gestión de los recursos naturales. Dicho documento pone al hombre al centro de la explotación de tales recursos, ayuda a los ciudadanos a organizarse para reclamar a las multinacionales el respeto de las responsabilidades sociales que tienen; hacer respetar los derechos humanos y comunitarios. Dada la dimensión internacional de la explotación de recursos, la CENCO espera que las Iglesias hermanas levanten la voz, en solidaridad con este pueblo que tanto ha sufrido, para que la gestión de estos recursos, respetando el derecho, pueda convertirse en una ocasión de fraternidad y de desarrollo.
– S. E. R. Mons. Zacchaeus OKOTH, Arzobispo de Kisumu (KENIA)
La salvación y la reconciliación vienen de Dios, sin el Evangelio no se puede obtener nada. Tal y como la conocemos normalmente, la naturaleza humana, sin la gracia de Dios, es vengativa. Por lo que no es extraño imaginar que las muchas tribus de Kenia llegaran a pelearse de nuevo en el futuro en la primera oportunidad de antagonismo que tengan, si no hacemos de la salvación y de la reconciliación una prioridad.
Nuestro país Kenia, ha sido fraccionado: los vecinos se han puesto en contra de sus vecinos, las hijas contra sus padres, los hermanos contra hermanos, las madres contra sus hijos, las tribus contra tribus. En pocas palabras, muchas personas han peleado y han muerto, las mujeres y niñas han sido violadas, se han perdido las propiedades, los ahorros de toda una vida y las inversiones se han esfumado en cuestión de días y hasta de horas. Esta trágica secuencia de gratuita y deliberada destrucción, querida y ejecutada por algunos sectores de la población, aún está fresca en la memoria de algunos.
La Iglesia en Kenia siente profundamente la necesidad de señalar una dirección clara en el proceso de reconciliación. Las enseñanzas de la Biblia y la Iglesia nos ofrecen una visión en el proceso de reconciliación. Es la fe la que nos da lo que Jesús llama los nuevos principios más elevados que los antiguos (Mateo 5, 20-48). La reconciliación debe ser un proceso de sanación del inaguantable odio, que puede ser hecha en cinco fases:
– reconocer totalmente los pecados, las malas acciones y las injurias pronunciadas sin excusa alguna.
-lamentar los hechos y prometernos a nosotros mismos no volver a repetirlos nunca más.
– arrepentirnos libremente desde lo más profundo de nuestro ser.
– confesarlos abiertamente y sentir el remordimiento.
– reparar el mal y el daño que nos hemos causado a nosotros mismos, a la comunidad, al entorno y a Dios.
– S. E. R. Mons. Telesphore George MPUNDU, Arzobispo de Lusaka (ZAMBIA)
Esta intervención hace referencia al Instrumentum laboris, en los números 20, 32, 59, 114 y 117 que se refieren , todos ellos, a la dignidad de la mujer, a su gran inclinación por la humanidad, al enorme aporte a la Iglesia que ellas podrían dar aunque su
carisma no viene adecuadamente reconocido, ni utilizado suficientemente ni celebrado como convendría. No puede existir un desarrollo significativo, si el 50% de la `población marginada, es decir las mujeres, es sistemáticamente excluida.
Sin verdadera justicia entre hombres y mujeres, el desarrollo permanece solo como un sueño irrealizable, nada mas que un peligroso espejismo.
En el Génesis 1, 27 se dice claramente que Dios creó la humanidad , y los creo hombre y mujer, a su imagen y semejanza. Por lo tanto una plena y ecua participación de las mujeres en todas las esferas de la vida es esencial para el desarrollo social y económico. La negación de la igualdad de las mujeres es una ofensa a la dignidad humana y a la negación para un verdadero desarrollo de la humanidad.
Lamentablemente con vergüenza tenemos que admitir que en Zambia, con demasiada frecuencia las mujeres son víctimas de abusos, violencia doméstica – que a veces llega hasta la muerte -prácticas culturales y de costumbre, discriminatorias y que las leyes claramente expresan prejuicios hacia la mujer. Nosotros, los obispos, debemos hablar de manera mas clara y insistente en defensa de la dignidad de la mujer a la luz de las Escrituras y de la Doctrina Social de la Iglesia.
Sí, fue una mujer, María, quién llevó por primero a Jesús en África como prófugo (Mt 2, 13-15). Hoy es la mujer quien, de muchas maneras, nos trae a Jesús en Zambia. Mujeres religiosas y laicas ayudan a nuestra Iglesia a estar al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz, con una especial mirada hacia los pobres.
Para promover el respeto a las mujeres y a su integración en las estructuras eclesiales con roles de responsabilidad, de decisión y de proyección, invitamos al Sínodo a recomendar que en todas las diócesis se instituya y consolide el apostolado familiar y también oficinas que traten el problema de la mujer volviñendolos siempre mas operativos y funcionales.
– S. E. R. Mons. Philip SULUMETI, Obispo de Kakamega (KENIA)
Este es el momento para hacer una reflexión honesta y preguntarnos qué programas concretos hemos llevado a cabo para lograr que las mujeres participen en forma responsable, auténtica y activa en la vida de nuestra Iglesia. Hemos dado todo por descontado y poco a poco hemos perdido terreno frente a este precioso grupo.
Es de las mujeres que hemos tomado la imagen de la Iglesia como familia de Dios. Es aquí que los sacramentos viven y permanecen activos, y es aquí donde nacen vocaciones y carreras.
Las mujeres en Kenia son las primeras colaboradoras en la misión evangelizadora de la Iglesia y el don de este compromiso debe ser estimulado para eliminar los sufrimientos que afligen al continente. El ejemplo luminoso de las mujeres tiene efectos duraderos para el bienestar de la familia unida en la que la Iglesia se funda. Las mujeres ofrecen la única imagen femenina de Dios que tiene que ser aún promovida en la Iglesia africana.
Las mujeres en Kenia realizan el 80 % de los trabajos agrícolas y el 90 % de los domésticos. Les recuerdo que la mayor parte de ellas lo hacen sin recurrir a los utensilios modernos, ni a la formación e instrumentos con los que se cuenta hoy, sin embargo no se les da nunca valor monetario a lo que realizan. Esto representa una de las formas más graves de «estructuras de pecado» que oprime nuestra familia africana.
Las mujeres están capacitadas para realizar cualquier cosa, si se les ofrece la ocasión de probar lo que pueden llegar a ser. Recuerden que si educan a un hombre, educan un individuo, si educan a una mujer, educan una familia, y si se educan a las mujeres se educa una entera nación.
Pido a esta Asamblea Especial de los Obispos para África que se dé a las mujeres una formación de calidad ofreciéndoles los instrumentos para desarrollar las propias responsabilidades y les sean abiertas todas las puertas de las carreras socales de las que, sin motivo, la sociedad tradicional y moderna tienden a excluirlas. Para realizar esto, los hombres están llamados a un cambio radical y a una fundamental conversión.
– S. E. R. Mons. Marcel MADILA BASANGUKA, Arzobispo de Kananga (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
Todas las formas de violencia perpetradas en los últimos años en África y en particular en República Democrática de Congo, han influido negativamente en la naturaleza, en la existencia y en el funcionamiento de la familia. Podríamos decir que la familia en cuanto tal está en la mira de aquéllos que no quieren la paz y la reconciliación en África.
En conformidad con el punto 20 del Instrumentum Laboris, nos preguntamos ¿Cuáles estrategias y cuáles programas puede elaborar esta augusta Asamblea en favor de la familia con respecto a los diversos desafíos enumerados durante la misma? Sugerimos 6:
– Formar y sensibilizar los cristianos que fueron elegidos para participar en la redacción de las leyes sobre la familia para que defiendan la dignidad y la nobleza de esta institución. Los instrumentos jurídicos son fundamentales para los sistemas democráticos de hoy;
– Denunciar a «las dictaduras y un cierto colonialismo legislado» del cual África, en lo que se refiere a la familia, es a menudo víctima;
-Divulgar la carta de los derechos de la familia y tener el coraje de proponerla a la comunidad política en el marco de los debates entre gobernadores y gobernantes;
– Ayudar a África para que no sufra presiones por parte de ningún organismo que le quiera imponer la propia visión de la familia en nombre de la ayuda que recibe de él.
– Favorecer la difusión de las asociaciones pro familia o crear nuevas para consolidar la familia, hacer resplandecer la dignidad y la nobleza del sacramento del matrimonio;
-Introducir en los seminarios y en los institutos de formación el análisis socio pastoral contextuales para descubrir, criticar y prevenir las amenazas que pesan sobre la institución familiar.
– S. E. R. Mons. Youssef Ibrahim SARRAF, Obispo de El Cairo de los Caldeos (EGIPTO)
Las Iglesias Orientales y las Iglesias de África del Norte e incluso de Etiopía, que han vivido la primera fase de la evangelización de África llevan todavía hoy el testimonio de la vitalidad cristiana que poseen en sus raíces apostólicas, concretamente en Egipto y Etiopía y, hasta el s. XVII en Nubia. Hay que decir un gran «mea maxima culpa» porque, por razones antropológicas e históricas, la evangelización de África se ha parado en Nubia, Etiopía y África del Norte. Estas Iglesias nordafricanas y orientales ¿No tienen hoy una función en la evangelización y las misiones de la Iglesia, la reconciliación, la justicia y la paz en África como fundamento de los Estados políticos? Sería oportuno hablar de la presencia y la función de las Iglesias Orientales y las de África del Norte para que florezcan en la comunión eclesial y no sean reducidas simplemente a «Monumenta Archeologiae Cristianae».
Toda la Iglesia Universal Familia de Dios debería interesarse por África, y no sólo las Iglesias que están en África. Se trata, en efecto, del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Universal. Me pregunto cómo se ha leído fuera de África el Ecclesia in Africa.
Se habla frecuentemente de conflictos de civilizaciones, de culturas o de religiones. ¿Por qué no hablar más bien, del encuentro de civilizaciones, de culturas, de religiones, para un mejor entendimiento y colaboración a través del diálogo?
– S. E. R. Mons. Gabriel MBILINGI, C.S.Sp., Arzobispo Coadjutor de Lubango, Presidente del «Inter-regional Meeting of Bishops of Southern Africa» (I.M.B.I.S.A.) (ANGOLA)
Proponemos profundizar y aplicar en la práctica la Doctrina Social de la Iglesia Católica en relación a la vida empresarial y a las instituciones comprometidas en la promoción de la paz social, en el desarrollo armonioso, en el bienestar social e ind
ividual, basados en los principios de la Ética general y en la Ética económica y empresarial en particular, a la luz del Derecho Canónico y de la Legislación Civil.
El lema de la Asociación cristiana de Gestores y Dirigentes (ACGD) es: «Virtud, Ética y Misión». Está divulgandose en todas las Diócesis de Angola y Santo Tome y Príncipe. La Asociación representa un desafío lanzado por la Iglesia en Angola y San to Tomé a su laicado y un desafío que el laicado angoleño y santomense lanzan a las Diócesis y a sus pastores para la obra de evangelización de nuestras tierras en una colaboración que espera ser cada vez mas fecunda.
Esperamos que, de esta forma, sus miembros participen activamente y responsablemente en la vida y en la misión de la Iglesia local, prestando servicio a la persona humana, a la cultura, a la economía, y a la política, mirando a un cambio paulatino, en las mentalidades, en las instituciones y estructuras sociales, las leyes injustas y todo lo que ofende y oprime a la dignidad de la persona humana: la miseria, la explotación, el racismo, el tribalismo, los abusos de poder, las desigualdades sociales, etc.
Es en este contexto se inscribe el compromiso que, en nombre del Evangelio, el fiel laico debe poner al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz. Esta misión del laico en el mundo exige una buena preparación científica, doctrinal y espiritual. Para esto los laicos de ACGD cuentan con asistentes eclesiásticos para el propio acompañamiento doctrinal y espiritual. Tienen encuentros de formación para los diferentes sectores de la propia actividad profesional, hacen retiros espirituales y convivencias fraternas, sostenidos en la fe y tratando de vivir la comunión en la diversidad.
Contamos con la ACGD como fermento para iniciativas de autonomía financiera de las Diócesis y sobretodo para una buena gestión dentro y fuera de la Iglesia en nuestros países, lo que representa un sueño para nuestra región de IMBISA y para todo el continente africano.
Esta categoría de fieles laicos espera, seguramente, por parte de esta Asamblea sinodal una palabra de ánimo específicamente dirigida a ellos.
– S. E. R. Mons. Robert Patrick ELLISON, C.S.Sp., Obispo de Banjul (GAMBIA)
La educación ha sido un componente fundamental de la misión de la Iglesia para la gente de Gambia, muchos de los cuales son musulmanes (90% aprox.). Cuenta para un positivo espíritu de tolerancia, entendimiento y respeto que existe entre comunidades musulmanas y cristianas en el país.
Gambia no tiene recursos naturales o minerales significativos. Es quizá por eso (y no a pesar de eso) que disfruta de un significativo nivel de paz y estabilidad, que son elementos importantes del crecimiento y el desarrollo. Además, esta gente son, en sí mismos, amantes de la paz por naturaleza.
Cuando el último Papa Juan Pablo II vino para una visita pastoral a Gambia en 1992, el lema elegido por la Iglesia Católica para esta visita fue «Sed la sal de la tierra. Sed la luz del mundo». Como una pequeña Iglesia, que es parte de la aún más pequeña presencia cristiana en un país predominantemente musulmán, el tema del presente Sínodo es un gran desafío para nosotros para llegar a ser signo e instrumento para llevar la justicia, la paz y el mutuo respeto entre las diversas tribus, religiones y grupos sociales que constituyen el entramado de la sociedad de Gambia.Mucas desigualdades abundan todavía.
Creemos que la educación a todos los niveles es la única vía en la que podemos ayudar a adquirir esto, subrayando los valores morales y religiosos comunes al Islam y al Cristianismo, a pesar de los varios obstáculos que nos enfrentan.
– S. E. R. Mons. Lucio Andrice MUANDULA, Obispo de Xai-Xai, Presidente de la Conferencia Episcopal (MOZAMBIQUE)
Durante esta asamblea sinodal, en diversas ocasiones se ha dicho que, con no poca frecuencia, los fieles laicos comprometidos activamente en la vida política de nuestros países llegan a asumir comportamientos y actitudes perjudiciales en relación con los principios fundamentales de la fe y de la moral cristiana. En su vida cotidiana, de hecho, los fieles laicos se encuentran a menudo divididos entre fe cristiana y opción política, como si la fe cristiana y la actividad política fueran dos realidades a priori incompatibles.
Esta asamblea sinodal, para poner remedio a tal situación, debería examinar con atención las razones más profundas de tal dicotomía, para permitir que los fieles, en el futuro, puedan vivir serenamente su vocación cristiana, sin tener que renunciar forzosamente a su participación activa en política.
En realidad, sin olvidar que el afán desordenado de poder y de grandeza muchas veces ofuscan la luz de la fe con que los fieles laicos deberían iluminar el mundo de la política, pienso igualmente que los cristianos católicos comprometidos en política en África adviertan una gran soledad y un cierto abandono por parte de la jerarquía de sus Iglesias particulares. Al no estar lo suficientemente acompañados y alentados por sus pastores y debiendo trabajar en un mundo lleno de intrigas y de ambiciones sin fin, acaban por perderse, causando algunas veces daños irreparables a la Iglesia de la cual son hijos. A pesar de que algunos de ellos fueron formados en nuestras universidades católicas y son cristianos de las primeras filas en las misas de los domingos en nuestras catedrales, con frecuencia los vemos comprometidos en la aprobación de leyes contrarias a la fe católica, como en el caso de la liberalización del aborto. Lamentablemente, viven su fe cristiana como algo separado de la vida cotidiana y de la actividad sociales a través de la cual deben contribuir a la construcción del bien común.
[Texto original: portugués]
– S. E. R. Mons. Gabriel ‘Leke ABEGUNRIN, Obispo de Osogbo (NIGERIA)
La Iglesia debe estar más presente en la valiente proclamación de la Verdad en el África de hoy, donde en muchos lugares, el compromiso político y la negociación silenciosa no han sido efectivas (cfr el Papa Benedicto XVI, Caritas in Veritate). La voz profética de la Iglesia en favor de los pobres y oprimidos nunca debe ser comprometida o sacrificada en el altar de la amistad impía o de la ganancia material.
Uno de los más grandes desafíos que debe afrontar este Sínodo es el destino del gran número de inmigrantes africanos presentes en todos los países del occidente. Desde el inicio de la crisis económica, muchos de estos países occidentales han elaborado leyes y estructuras defensivas para sostener sus propias economías. Desafortunadamente, algunas de las leyes aceptadas llegan casi a negar los Derechos Humanos de los inmigrantes, especialmente de aquellos provenientes de África. Especialmente en Italia, donde la inmigración clandestina se ha convertido en un hecho ilegal y la asistencia a los inmigrantes por parte de organizaciones caritativas de voluntarios han sido reducidas.
En la misma África, los malos gobiernos por la corrupción, el favoritismo, la falta de respeto a la hora de aplicar las leyes, obran contra la justicia y la reconciliación.
En África, del norte al sur, del este al oeste, nuestros jóvenes son nuestro más grande recurso y al mismo tiempo, las principales víctimas de la violencia étnica, del genocidio, de los bandidos a mano armada, de la criminalidad, del tráfico humano, de la corrupción y de los malos gobiernos.
Es a la luz de todo esto que la voz profética de la Iglesia debe ser escuchada sin ambigüedad alguna.
– S. E. R. Mons. Joseph Effiong EKUWEM, Obispo de Uyo (NIGERIA)
El número 32 del Instrumentum Laboris trata el tema de la brujería. Algunos pueden tener una comprensión diferente de la definición de brujería, mas el entendimiento común, a lo largo y ancho del continente, es que es una fuerza maligna, capaz de causarle daño a una persona a nivel espiritu
al y físico. Como es de esperarse, se cree que los poderes diabólicos son extremadamente fuertes, haciendo que la brujería parezca muy poderosa, tanto cuanto Dios. Nuestra gente cree a ciegas en la existencia de esta fuerza del mal y de sus actos malignos.
Sabemos que Dios existe, es el todopoderoso y el creador de todo lo que existe, de lo visible e invisible. Es lo que creemos y profesamos en nuestro credo. Él es todo poderoso y el único Ser Supremo en tres personas divinas.
Existe Satanás, el príncipe de las tinieblas, llamado en el Génesis la serpiente que engañó a nuestros primeros padres (Gen 3,13) haciendo que pecaran contra Dios. El libro del Apocalipsis lo llama la serpiente antigua, haciendo referencia al episodio narrado en libro del Génesis sobre
el pecado original. Allí se le dan también otros nombres: el dragón rojo, el demonio, satanás y acusador de nuestros hermanos (Ap. 12, 9). Los ángeles, ángeles caídos, fieles a él y forman su ejército (Ap. 12,7,9)
Lejos de ser una mera interpretación literal del texto y lejos de la exégesis o de un enfoque hermenéutico mutilado de un texto como el que acabo de citar del libro del apocalipsis, la Biblia en su totalidad, en el Antiguo y Nuevo Testamento dan testimonio de la existencia del demonio.
La Iglesia lo reconoce y ha ofrecido cursos sobre el «demonio». Además, no sólo se dicta el curso sobre el rito del exorcismo sino que también se da espacio a los exorcistas. Aunque parece que está en desuso en las últimas decenios.
Por ello, quisiera sugerir:
1. Que se proponga una catequesis auténtica y profundamente bíblica y teológica, a manera de curso en nuestras facultades de teología, así como una versión simplificada para los mismos fieles.
2. Que se ponga en práctica un nuevo rito, basado en el antiguo rito del exorcismo para uso de los sacerdotes
3. Que, cada ordinario de acuerdo con el código de las leyes universales, nombre un exorcista en su Iglesia particular.
De acuerdo a nuestra tarea educativa debemos enseñar y salvar nuestra gente de las garras de las falsas creencias y de las terribles prácticas ocultas como en el caso de la brujería.
– S. E. R. Mons. Matthias SSEKAMANYA, Obispo de Lugazi, Presidente de la Conferencia Episcopal (UGANDA)
Tenemos razones para agradecer a Dios las positivas contribuciones de nuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos, que dan testimonio de la Iglesia de ser la sal de la Tierra y la luz del mundo. Muchos de ellos sirven como agentes de reconciliación, justicia y paz. Así, un buen número de Iglesias, escuelas y hospitales, atraen a mucha gente, incluso no cristianos, por la calidad de sus servicios, basados en la justicia, el amor y el espíritu de la reconciliación cristiana. En toda diócesis dada, hay laicos, hombres y mujeres, que dedican sus vidas como animadores y líderes de hermandades de fieles laicos, en los consejos parroquiales o en organizadas asociaciones de laicidad.
De todos modos, a pesar de las contribuciones positivas de muchos miembros dedicados del clero que contribuyen al aumento constante de los cristianos en la Iglesia en África, esto todavía no va acompañado de una fe más profunda y una mayor espiritualidad por parte de los cristianos africanos.
Como nota triste, las esperanzas de un aumento de la autodeterminación han sido debilitadas, tanto por la extendida pobreza como por la insuficiente formación de nuestros fieles, con el resultado de serios problemas económicos en muchas áreas de la vida de la Iglesia. Así, la rápida urbanización es una experiencia común a muchos lugares de África. La gente joven emigra desesperadamente a las ciudades y pueblos, buscando cualquier tipo de trabajo para sobrevivir. Pero al mismo tiempo, la urbanización está haciendo que muchos africanos pierdan el sentido de la solidaridad natural y de la colaboración en la familia. Esto lleva a un deterioro de la salud en las prácticas Cristianas. La mentalidad individualista, la pérdida del natural sentido de pertenencia y de los mayores, impactan en la juventud. Este tipo de vida en aislamiento conduce a mucha gente joven a la promiscuidad sexual, la adicción a las drogas y la violencia de todas clases.
Los pastores en África están seriamente llamados a usar diferentes vías para proclamar la Palabra de Dios, de modo que se convierta para muchos en sal y luz, de manera que los lleve a la práctica de la reconciliación, justicia y paz. Hay una necesidad a todos los niveles de una formación seria en las Enseñanzas Sociales de la Iglesia, y una profunda implementación de la inculturación en la catequesis.
– S. E. R. Mons. Peter William INGHAM, Obispo de Wollongong, Presidente de la «Federation of Catholic Bishops’ Conferences of Oceania» (F.C.B.C.O.) (AUSTRALIA)
La mayoría de las diócesis en Australia y Nueva Zelanda tienen un Fondo Católico para el Desarrollo (FCD), que generan una considerable cantidad de dinero disponible para préstamos que permite financiar y mantener los edificios de la Iglesia, las escuelas y las instalaciones de asistencia social.
Las parroquias, las escuelas y las organizaciones religiosas, al igual que el clero, los laicos y las congregaciones religiosas depositan sus fondos para obtener intereses; de manera que el FCD se transforma en una institución financiera diocesana, en la que los fondos de la Iglesia se acumulan y se convierten en fuente de préstamos para financiar los edificios eclesiales y la actividad apostólica.
El FCD trabaja con una importante institución bancaria, de modo que los depósitos y las extracciones de dinero se puedan efectuar en las sucursales del banco. Cada FCD de una diócesis debe responder anualmente de los requisitos de solvencia a una empresa fundada por la Conferencia episcopal australiana.
La diócesis alienta a los laicos a invertir en el FCD, antes que en una institución financiera comercial con fin de lucro, como un compromiso personal para sostener la actividad caritativa, religiosa y educativa de la Iglesia católica.
El FCD responde a un consejo de administración formado por expertos competentes en finanzas que examina las inversiones del Fondo y aprueba los préstamos. El Consejo financiero diocesano trabaja en colaboración con el FCD para asegurar que ninguna parroquia u organismo eclesial contraiga una deuda que no pueda devolver.
Los modestos beneficios del FCD consienten al obispo pagar salarios justos al personal y sostener la obra pastoral de su diócesis.
Hace 98 años, en Australia se fundó una compañía de seguros de la Iglesia, llamada «Catholic Church Insurance». Las diócesis y las órdenes religiosas son socios de esta institución cooperativa que ofrece un seguro para todos, pero especialmente a las diócesis más pobres de las zonas más remotas que no se pueden permitir las tasas de interés de las aseguradoras comerciales.
Llamo vuestra atención sobre estas iniciativas prácticas para animaros. Podemos ofreceros más información.
– S. E. R. Mons. Denis KIWANUKA LOTE, Arzobispo de Tororo (UGANDA)
Durante los dos últimos años, en diferentes lugares de Uganda ha habido serios problemas de inundaciones y sequías. Ambos fenómenos contribuyeron a la pérdida de los cultivos. Nos referimos a las prolongadas inundaciones y sequías que son el resultado de la irrazonable tala de árboles que no son remplazados.
En otros lugares del mundo los cambios climáticos están causados por el sobrepastoreo y la disposición impropia de la basura y de desechos industriales. El resultado de todo esto es la desertificación, el agotamiento de las fuentes de agua, la contaminación de las aguas y la existencia de enfermedades.
Este estado penoso ya lo había previsto hace doscientos años un estudioso de los fenómenos. Este advirtió que, si se fuerza la naturaleza, ésta siempre reacciona. Parece que la gente ha ignorado las advertencias y la consecuencia son las
continuas rupturas del ecosistema que estamos experimentando. No se pueden ignorar las leyes de la naturaleza, así como uno no puede ignorar las instrucciones contenidas en el manual de fábrica, si quiere que su máquina funcione bien. El mundo físico posee leyes que deben respetarse.
Tanto los profetas de la fatalidad como los de la esperanza han escrito ampliamente sobre las condiciones de deterioro de la tierra como residencia del hombre, y la mayoría de ellos han sugerido el modo de revertir la situación. La protección del ambiente se ha vuelto un argumento global, meritando la atención de todos. Del mismo modo que el pandémico SIDA/HIV no sólo infecta a algunas personas, sino que afecta a todas, el calentamiento global contamina y afecta a toda la gente. Por esta razón la Iglesia en África, a través de este Sínodo, debe tratar seriamente el tema del cambio climático como una obligación moral de todos. Este Sínodo debería encontrar las vías de la reconciliación entre la tierra como víctima y la humanidad como su trasgresor.
– Rev.do P. Aquiléo FIORENTINI, I.M.C., Superior General del Instituto Misiones Consolata (UNIÓN DE LOS SUPERIORES GENERALES)
El ministerio de la reconciliación comprende la dimensión horizontal y vertical, con los demás y con Dios. Es una verdadera escuela para aprender de nuevo a perdonar y a reconciliarse, que prevé un método y unos contenidos.
Una significativa aportación que las Iglesias de 14 países del Continente americano pueden ofrecer a la Iglesia en África, como metodología para obtener perdón y reconciliación, es la experiencia de las ES.PE.RE (Escuelas de Perdón y Reconciliación). Éstas son escuelas formadas por grupos de 15 ó 20 personas que deciden vivir una profunda experiencia de cura de la memoria no grata (rabia, rencor, odio, venganza), y que desean abrirse al perdón y a la reconciliación, como camino obligado hacia la reconstrucción personal, familiar y social, y el restablecimiento de la paz en su barrio, en su propia ciudad y país.
Las ESPERE, utilizan una metodología variada: la lúdica, el socio-drama, los ejercicios de reformulación y hermenéutica, espacios de escucha, juego de rol y otros; trabajan en cinco dimensiones del ser humano: cognoscitiva, emocional, comportamental /actitudinal, comunicativa y transcendente; poseen su columna vertebral en el trabajo de los pequeños grupos, en los que los participantes re-elaboran la rabia, el odio y los deseos de venganza; promueven y capacitan a cada uno de los participantes para que se vuelva animador / multiplicador; su uso se adapta a niños, jóvenes y adultos; es una propuesta ecuménica.
Es una propuesta pedagógica que se realiza en 10 pasos, cada paso es de aproximadamente 8 horas. Todos los pasos siguen una secuencia similar. Los primeros 5 pasos se dedican al perdón. Los otros 5 se refieren a la reconciliación y tocan conceptos fundamentales como: la verdad, la justicia y el pacto.
Con esta propuesta se trata de llevar el perdón a los escenarios de la vida cotidiana, para influir así en la vida pública y política de la ciudad.
El paradigma del perdón y de la reconciliación es posible sólo para quien se sitúa en un nuevo espacio cósmico, histórico, cultural y psicológico: la perspectiva de una nueva creación (cfr. 2Co 5, 17-18)
– S. Em. R. Card. Théodore-Adrien SARR, Arzobispo de Dakar, Primer Vice-Presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (S.C.E.A.M.) (SENEGAL)
Uno de los tristes fenómenos que alimentan la imagen negativa de África en los medios de comunicación social, es la emigración clandestina de miles de Africanos hacia Europa occidental, y, de forma muy particular, la pérdida de vidas humanas que periódicamente se produce en las arenas del Sahara, las aguas del Océano Atlántico y del Mediterráneo, y que los medios de comunicación no dejan jamás de publicar. Quiero subrayar el carácter revelador que comporta el fenómeno de la emigración clandestina. La aventura tan arriesgada de los emigrantes clandestinos es un verdadero grito de desesperación que denuncia ante el mundo la gravedad de sus frustraciones y el ardor de su deseo de vivir mejor ¿Percibimos este grito de desasosiego y dejamos que penetre en nuestro corazón lo suficiente como para tratar de comprender su sentido y su amplitud? Dejémonos interpelar por sus dramas hasta el punto de buscar las causas del fenómeno. Me contento con enumerar algunas, contenidas en los números 12, 25-28 del Instrumentum laboris: Son factores que impiden que se produzca un desarrollo económico, que se reduzca progresivamente la pobreza en los países al sur del Sahara. Señalamos el saqueo, tantas veces descrito, de los recursos naturales de África. Otra herida, varias veces denunciada, es la corrupción de los dirigentes africanos que conceden, mediante comisiones secretas, ventajas y beneficios desmesurados a las multinacionales, en detrimento de sus países. ¿Cómo no citar todos esos conflictos armados internos, fomentados o alimentados por los vendedores de armas para su comercio y que arrojan a tantos hombres y mujeres, niños y jóvenes, a los caminos del exilio? He aquí, a mi juicio, algunas tristes realidades que han de entrar en nuestra conciencia cada vez que los medios de comunicación nos informan de un drama de la emigración clandestina. Nutramos el conocimiento de las causas de esta emigración a fin de comprometernos mejor en la lucha para poner fin a estos dramas. En realidad, lo sabemos muy bien, no son las barreras policiales, por muy infranqueables que sean, las que detengan la emigración clandestina, sino la reducción efectiva de la pobreza mediante la promoción del desarrollo económico y social que comprenda a las capas populares de nuestros países. Por esto, en el seno de la CERAO, alimentamos la ambición de suscitar en nosotros mismos, y en los Africanos subsaharianos, un sobresalto o un renacimiento del Hombre negro, que se arraigue en el encuentro con Cristo y en la comunión con Él «Levántate, toma tu camilla, y anda» (Jn 5,8), dijo Jesús al paralítico de la piscina de Betsaida. Todos podemos encontrarlo, de manera que le oigamos decir también a nosotros:»Levántate, toma tu camilla, y anda», «Levántate, toma tu destino en tus manos, y anda». Esta Segunda Asamblea Especial es un tiempo de gracia, que el Señor nos ofrece, para que nos esforcemos en buscarlo y podamos encontrarlo; para dejarnos curar por Él; para dejarnos reconciliar por Él con Dios, con nosotros mismos y con los demás; para tomar de Él el amor y la fuerza necesarios para dedicarnos a la promoción de la justicia y del desarrollo de las poblaciones, para construir la paz en nuestros países. Aprovechemos este tiempo de gracia para lanzar unos llamamientos en favor de la reconciliación, de la promoción de la justicia y del desarrollo para construir la paz:
– Llamamientos a los gobernantes de nuestros países, para que se pongan de pie, tomen en sus manos el destino de sus pueblos, olvidando sus intereses personales y resistiendo a las presiones exteriores.
– Llamamientos a todas las fuerzas exteriores que han influido e influyen negativamente en el destino del África negra: que quienes toman las decisiones reconozcan de verdad los males que se han causado a África, y se comprometan a trabajar por su verdadero desarrollo, para reparar y hacerle justicia.
He aquí un camino para contribuir a la lucha contra la emigración clandestina y la fuga de cerebros.
– S. E. R. Mons. Valerian OKEKE, Arzobispo de Onitsha (NIGERIA)
La imagen de la Iglesia como Familia de Dios, se basa en la paternidad de Dios y destaca los valores de solidaridad de la familia africana, el compartir, el respeto por los otros, la hospitalidad, la fraternidad, etc. (Instrumentum Laboris, nº 88). Es necesario que se enfatice la función de la Familia de Dios, a la cual todos
nosotros pertenecemos en Cristo, especialmente en África donde los lazos de la familia excluyen la guerra, las injusticias y todos los temas contrarios a la reconciliación y a la paz.
Para darle mayor importancia a la familia africana para que sirva a la reconciliación, la justicia y la paz, recomendamos:
‒ que se dé más atención a la preparación de las parejas para el matrimonio, instruyéndolas en los desafíos, los deberes y obligaciones de la vida familiar, así como en la importancia del bienestar de la Iglesia y de la sociedad;
‒ que se realice continuamente la catequesis familiar, graduada y de acuerdo a las necesidades que son parte del compromiso catequético de cada iglesia local;
‒ que los órganos diocesanos especiales se concentren en las necesidades de la familia en toda la sociedad. Dichos órganos deberían mantener un diálogo constante con la autoridades civiles para asegurar que no sean descuidadas las necesidades fundamentales de la familia;‒ que se dé mayor atención a los desafíos de las familias sin hijos, ayudándoles a entender su situación como una ocasión de gracia. Donde sea posible la adopción, que se haga el esfuerzo para no degenerar a la comercialización y otras prácticas que merman la dignidad humana;
‒ que se creen ocasiones especiales en la vida de la Iglesia local orientada a atraer la atención sobre la importancia fundamental de la familia;
‒ que se realicen cursos de formación permanentes para los pastores y otros agentes de la evangelización sobre las necesidades de la familia, especialmente de la africana.
Para reforzar la reconciliación, la justicia y la paz en África y en el mundo es imperativo orientar lor esfuerzos para formar los miembros de la familia de Dios desde el principio y a partir de su ambiente más natural. La familia es el nucleo básico de la sociedad desde el cual podemos comenzar este esfuerzo.
– S. E. R. Mons. Anthony John Valentine OBINNA, Arzobispo de Owerri (NIGERIA)
La co-filiación es compartir el hecho de ser hijos de Jesús, que nos hace hijos e hijas de Dios y nos permite abrazar a los demás como hijos e hijas de Dios. La co-filiación es especialmente importante para nosotros, los africanos, para devolvernos nuestra dignidad, reconciliarnos y curarnos personal, cultural, política y económicamente. Esta exige que, reconciliando a los africanos y haciendo justicia, el carácter sagrado y la dignidad de cada persona sean respetados y protegidos continuamente, incluso en medio de sufrimientos y amarguras. Para que a la larga la reconciliación sea una recta-filiación es necesario una rectificación de nuestras relaciones con Dios y entre nosotros.
Con la alegría que he experimentado en Cristo como hijo de Dios e hijo de África que ha recuperado su dignidad, vivo cada día el desafío de introducir poco a poco y, con el espíritu de la co-filiación, devolver su dignidad a mis hermanos africanos y reconciliar las personas y las situaciones. Entre los Igbo, etnia a la que pertenezco, hemos estado trabajando con otros hijos e hijas de Dios para vencer la discriminación idolátrica entre Diala y Osu (nacidos libres y nacidos esclavos) que impide incluso a los católicos de casarse entre ellos. La oposición a esta misión todavía sigue. No obstante, como resultado de este trabajo de co-filiación, se han celebrado más matrimonios, deshaciéndose de esta repugnante división.
El espíritu de co-filiación se ha aplicado para devolver su dignidad a otras zonas de cultura africana y para calmar los conflictos familiares y sociales. La Iglesia como familia en África debería adoptarla como una dinámica de construcción de la familia.
[Texto original: inglés]
– S. Em. R. Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos (CIUDAD DEL VATICANO)
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Para servir a la reconciliación, a la justicia y a la paz, querría destacar lo importate que es poner el mayor esfuerzo en la educación a la reconciliación, prestando especial atención a la dimensión personal.
La reconciliación comienza, de hecho, en el interior de los corazones: hablo del corazón en sentido bíblico, que es el núcleo más íntimo de la persona humana en su relación con el bien, con los otros y con Dios.
Anular completamente los conflictos y las tensiones entre las naciones, las razas, las tribus, las clases sociales va más allá de las posibilidades actuales de la Iglesia.
Es tarea de la Iglesia, y en particular de nosotros los Obispos, educar las conciencias, recordar a los hombres que son hermanos, predicar el Evangelio de la justicia y del perdón, enseñarles a superar el espíritu de venganza y amarse recíprocamente.
Es tarea de la Iglesia educar en el saber perdonar: no hay justicia sin perdón. El perdón no cubre las injusticias pero conduce a un nivel superior que cura las heridas y restablece las relaciones humanas.
Querría, por tanto, invitar a tener confianza en la educación en la reconciliación y el perdón. Es
una tarea difícil, ciertamente, porque restaurar la armonía entre el ofendido y el ofensor implica una gran complejidad: es necesario crear un corazón nuevo. Es difícil, pero no imposible, porque a través de la acción pastoral se injerta en los corazones la obra de la gracia.
Para tal fin, debemos ofrecer una visión cristiana de las relaciones humanas. Solamente reconociendo a Dios como Padre de todos, podemos llegar a reconocer a los otros como hermanos, porque somos hijos del mismo padre, aunque pertenezcamos a tribus y razas diferentes.
Para llevar a cabo una vasta obra de educación que llegue a las mentes y a los corazones, la Iglesia en África puede contar con las numerosas escuelas católicas, entre las cuales, algunas universidades, que pueden incidir en la cultura local, favoreciendo la reconciliación, la justicia y la paz. La Iglesia puede contar también con muchas iniciativas dignas de elogio y programas educativos promovidos por las comunidades de vida consagrada. Es importante también el papel desarrollado por los numerosísimos y excelentes catequistas.
Me parece, sin embargo, que nosotros, los Obispos, debemos hacer todos los esfuerzos para comprometer en esta obra de educación y de formación de las conciencias, en primer lugar a los sacerdotes que deben sentir como propia la misión de anunciar la reconciliación.
La Iglesia camina con los pies de los sacerdotes, que son «los pies del mensajero que anuncia la paz » (cfr. Is 52, 7). Cada Obispo debe velar de manera particular por la formación de los futuros sacerdotes y, además, por la formación permanente de los sacerdotes mismos, que debe abarcar también la profundización de la doctrina social de la Iglesia sobre la paz y la justicia.
– Rev.do Mons. Obiora Francis IKE, Director del «Catholic Institute for Development, Justice and Peace» (CIDJAP), Enugu, Nigeria (NIGERIA)
La Iglesia de África necesita hacerse eco del mensaje del Papa Benedicto XVI, que llama a las naciones y a los pueblos a trabajar por un nuevo orden mundial en la economía que incluya y no excluya a África. Si los pobres están excluídos del mundo de la economía, los ricos también deberían, a largo plazo, volverse pobres. Debemos predicar el fin de una economía que persigue el provecho como fin en sí mismo, una economía de mercado que no considera la libertad como responsabilidad, una economía que no reconoce la persona humana como su fundamento. Invito, por tanto, a la Iglesia de África a hacer un análisis exhaustivo para comprometerse en actividades de microfinanciación que favorezcan a los pobres y les ayuden a acceder a los medios para sustentarse y para progresar. Las naciones están también llamadas a comprometerse en inversiones consistentes para el desarrollo de infraestructuras en África, comparables al plan Marshall en Alemania al término de la Segunda Guerra Mundial. La continua exclusión de las economías africanas de las transacciones de cambio de
divisas, representa una marginación. La inclusión, y no la exclusión, en el mundo de la economía representa para todas las naciones una nueva oportunidad para superar el momento negativo.
A causa de la pobreza, muchos jóvenes y profesionales del continente que luchan por la supervivencia terminan con problemas. Algunos de ellos son inocentes y aún así se convierten en víctimas por la corrupción de los procesos del sistema de justicia penal de nuestras naciones. Al mismo tiempo, los verdaderos ladrones de la riqueza del país permanecen impunes y continúan con sus robos en connivencia con conspiraciones locales e internacionales. La Iglesia debe llevar la luz de Cristo en el mundo de las prisiones, para ser luz y sal, combatiendo y comprometiéndose a favor de los derechos y de la libertad de los detenidos, pidiendo su liberación y un tratamiento justo. Debe enviar capellanes y asistentes para las necesidades espirituales de los detenidos, donde quiera que ellos estén e insistir a nivel internacional a fin de que los detenidos en África sean tratados con dignidad y en el respeto de los Derechos Humanos, como exigen los estándares de las Naciones Unidas. La abrogación de la pena de muerte en todos nuestros estatutos debe volverse un desafío evangélico.
– S. E. R. Mons. Séraphin François ROUAMBA, Arzobispo de Koupéla, Presidente de la Conferencia Episcopal (BURKINA FASO)
Durante el período crítico que ha atravesado nuestro país, la Iglesia local, juntamente con los miembros de otras confesiones religiosas, ha acompañado el proceso de construcción de una democracia plural. Ha contribuido a la reconciliación de los corazones, presidiendo estructuras ad hoc o participando en ellas. Se ha de indicar también el compromiso de dos Conferencias Episcopales, la de Costa de Marfil y la de Burkina Fasso, que han iniciado un encuentro en Abidján para manifestar su unidad y la aspiración profunda de sus pueblos a la paz, la justicia y la reconciliación. Se pusieron los hitos para futuras acciones concertadas.
Propuesta para una acción eficaz de la Iglesia como Familia en favor de la causa de la paz:
– Pastores que sean artífices de la paz y que amen profundamente a su pueblo.
– Una doctrina social de la Iglesia que se conozca mejor y que se difunda a toda la Iglesia como Familia.
– Hacer comprender que la construcción de la paz es una tarea de todos, y enseñar a cada uno para que realice actos de paz en la vida cotidiana.
– Respetar las minorías y a los pequeños. De esta forma, la Iglesia será instrumento eficaz en las manos del Señor.
Durante el período crítico que ha atravesado nuestro país, la Iglesia local, juntamente con los miembros de otras confesiones religiosas, ha acompañado el proceso de construcción de una democracia plural. Ha contribuido a la reconciliación de los corazones, presidiendo estructuras ad hoc o participando en ellas. Se ha de indicar también el compromiso de dos Conferencias Episcopales, la de Costa de Marfil y la de Burkina Fasso, que han iniciado un encuentro en Abidján para manifestar su unidad y la aspiración profunda de sus pueblos a la paz, la justicia y la reconciliación. Se pusieron los hitos para futuras acciones concertadas.
Propuesta para una acción eficaz de la Iglesia como Familia en favor de la causa de la paz:
– Pastores que sean artífices de la paz y que amen profundamente a su pueblo.
– Una doctrina social de la Iglesia que se conozca mejor y que se difunda a toda la Iglesia como Familia.
– Hacer comprender que la construcción de la paz es una tarea de todos, y enseñar a cada uno para que realice actos de paz en la vida cotidiana.
– Respetar las minorías y a los pequeños. De esta forma, la Iglesia será instrumento eficaz en las manos del Señor.
Han intervenido luego los siguientes oyentes:
– Prof. Edem KODJO, Ex secretario da la Organización para la Unidad Africana (O.U.A.); ex Primer Ministro, Profesor de Patrología del Institudo St. Paul de Lomé (TOGO)
África anhela profundamente la reconciliación, la justicia y la paz. La Iglesia de África y sus cristianos son interpelados por esta misión más que otros. ¿Cómo reconciliar a los africanos entre sí?
El proceso no es fácil. La reconciliación es, antes que nada, una actitud, una disposición de corazón, una mirada de amor hacia el otro, que supone la conversión del ser, es una verdadera “metanoïa”, una transformación total que solo la gracia que nace de la oración puede acordar.
Sí, nosotros africanos debemos, primeramente, reconciliarnos con Dios a través de la penitencia y la oración.
La reconciliación con los demás supone que cada uno tenga en sí la fuerza y el valor del perdón.
La reconciliación humana da un lugar privilegiado a la confesión que lleva a la verdad, a la verdad indispensable y a la justicia. Reconciliación, justicia y verdad se encuentran en una especie de relación de tipo trinitario.
¿Los cristianos están formados para desempeñar ese papel? ¡No es seguro! Y todavía menos entre los hombres políticos cristianos. El corazón del hombre, al ser oscuro por naturaleza y la política al ser fangosa por excelencia hacen que estos hombres se expongan, más que a otras personas, a la traición de su fe. Denunciarles o vilipendiarles no es suficiente. Hay que cambiar sus corazones porque no todos deben condenarse. ¿Acaso Julius Nyerere no es susceptible de ser beatificado? Hay que rezar por ellos. Hay que formarlos. En su defecto, habría que inventar la formación pos-catequética de nuestra Iglesia. ¿Qué se conoce realmente de la Doctrina social de la Iglesia en estos círculos de poder?
La escuela Cristiana, en cuanto a ella, debe ser cristianizada de nuevo, el laicado valorizado y asociado de una manera mejor, desempeñando una función plena.
Necesitamos tener capellanes para los hombres políticos en todas partes, en nuestras diócesis.
En todo caso, los pueblos de África esperan de este Sínodo un mensaje fuerte que diga basta a las desviaciones políticas y a las manipulaciones de todo tipo, al deseo de perpetrarse en el poder haciendo trampa, al acaparamiento de riquezas en las manos de algunos, a la enajenación de nuestros recursos mineros, a la venta de nuestras tierras a firmas transnacionales capitalistas, a la destrucción de nuestro medio ambiente.
Los pueblos saben que la voz de la Iglesia es fuerte. Que la voz del Santo Padre es fuerte. Los pueblos conocen el valor moral y espiritual de la gran envergadura de la Iglesia. Ellos esperan, ¡no les decepcionemos!
[Texto original: francés]
– Sra. Geneviève Amalia Mathilde SANZE, Responsable de la Obra de María (Movimiento de los Focolares), Abidjan (COSTA DE MARFIL)
El Movimiento de los Focolares está presente en el África subsahariana desde 1963. Desde esta fecha, su presencia se ha extendido a todas las naciones africanas, aunque se haya realizado de forma diversa. Hoy día, más de 170.000 personas intentan vivir su espiritualidad.
¿Cómo contribuye a la reconciliación, a la justicia y a la paz en África? Ya que su espiritualidad es la comunión, sus miembros quieren testimoniar a Cristo viviendo el Evangelio. El Movimiento trabaja así en la formación de «hombres nuevos» que, renovados por el Evangelio en todos los aspectos de su vida, son capaces de transformar la sociedad.
Para poner solamente un ejemplo, podemos hablar de la «Nueva Evangelización» que se realiza en Fontem, en la región de Camerún. En el año 2000, Chiara Lubich, fortalecida con la experiencia fraterna vivida por todos en común, se dirigió a la población, proponiendo: «…es como un juramento con el que nos comprometemos a estar siempre plenamente en paz entre nosotros y a reconstruir la paz en el caso en que sea amenazada… Todos vosotros sois libres de seguir la fe de vuestros padres, si vuestra conciencia os lo pide, pero no sois li
bres de no amar». La población se adhirió a esta propuesta con entusiasmo. A continuación, juntamente con el rey, se elaboró un programa concreto, y se iniciaron encuentros regulares en 10 aldeas. Los frutos han sido numerosos: petición de perdón y de reconciliación entre parientes y vecinos, respeto de los valores morales, retorno a los sacramentos, experiencia de paz interior que la familia da y crea, tanto en casa como en la comunidad local, etc… Hoy día, 16 jefes tradicionales y sus respectivos pueblos participan en la «nueva evangelización», que aumenta cada año. Los reyes (Fon) han afirmado varias veces que ya no tienen problemas de reconciliación, porque todos se han resuelto con la caridad fraterna.
En 1992, en Nairobi (Kenia) Chiara Lubich funda una escuela para la inculturación, cuyo objetivo consiste en profundizar el arraigo del Evangelio en las culturas africanas a la luz del carisma de la unidad. Cada seminario trata un argumento específico, que se afronta según las tradiciones locales, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, y también según el carisma de la unidad. El descubrimiento y expresión de los valores y límites de nuestras culturas es una experiencia de interés creciente. Es un ámbito completamente nuevo, también para los africanos. Se trata de una verdadera donación recíproca que nos hace crecer en el amor y en la vida; nos hace adquirir una nueva conciencia de nuestras raíces y nos abre horizontes nuevos, ofreciéndonos la posibilidad de ser conscientes de nuestro patrimonio común. Nos ayuda también a hacer oír la voz de África al resto del mundo, en una relación de dignidad recíproca en vista de la fraternidad universal y en favor de un desarrollo armonioso de la vida sociocultural y eclesial.
– Rev.da Hna. Jacqueline MANYI ATABONG, Asistente de la Superiora General de Hermanas de Santa Teresa del Infante Jesús de la Diócesis de Buea; Coordinadora para África de la International Catholic Commission for Prison Pastoral Care (I.C.C.P.P.C.), Douala (CAMERÚN)
Nuestro mundo es cada vez más aterrador, debido al ritmo creciente de la delincuencia. El sistema de justicia retributiva actualmente en vigor no ha conseguido reducir la delincuencia. Los delincuentes no parecen sentirse lo suficientemente amenazados por el riesgo de ir a la cárcel, crecen los reincidentes, las víctimas siguen en el dolor, los delicuentes esclavizados y la sociedad sumida en el miedo.
Tenemos que plantearnos preguntas y revisar los métodos. ¿Nuestro viejo método de afrontar la delincuencia y a los delincuentes como Iglesia sigue siendo eficaz o necesitamos estrategias nuevas? Sabemos cuántas de nuestras cárceles son calabozos y están superpobladas de gente pobre y desfavorecida. Son estructuralmente inadecuadas y llevan a cabo prácticas que son inhumanas, violentas, represivas y que algunas veces causa de muerte. Los derechos de los presos no son respetados y la reinserción de los excarcelados es una experiencia difícil. Sabemos que en muchas diócesis el apostolado en las cárceles es casi inexistente, está mal organizado, cuenta con poco personal o con gente no preparada, y no recibe ayuda de la autoridad eclesial o del Estado, o bien es mínima.
Para que Iglesia cumpla mejor con su ministerio de la reconciliación, necesita más que nunca ser una comunidad reconciliada, un lugar en el que la reconciliación no sea sólo proclamada, sino también realmente vivida. Necesitaría aprovechar todas las oportunidades para asegurar que el apostolado entre las personas afectadas por la delincuencia no se descuide. Cristo condena cualquier ley o práctica que no salva una vida. Muchas de nuestras instituciones penitenciarias no fomentan la vida. Si nosotros como Iglesia podemos hacer algo en este sentido y dejamos de hacerlo, responderemos ante Dios.
¿Qué alternativas tenemos, pues? Necesitamos una mejor organización de la capellanía en las cárceles tanto en ámbito nacional como diocesano y parroquial, que implique a las pequeñas comunidades cristianas, personal adecuadamente formado y un equipo que ofrezca una atención integral.
¡Justicia restauradora! Justicia restauradora es un proceso en el que todos los afectados por un acto ilícito se reúnen para tratar sobre las consecuencias. Comparten sus sentimientos, responden, dialogan, aceptan su responsabilidad y reconocen los sufrimientos, las penas y las necesidades de una persona a la que han herido o han causado daño y de una comunidad afectada por ese daño, de manera que la comunidad pueda encontrar curación.
– Dr. Pierre TITI NWEL, Antiguo coordinador del Servicio nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Camerún (C.E.N.C.), Yaoundé (CAMERÚN)
En el mundo actual, los dirigentes que se preocupan por el bienestar de sus compatriotas y el honor de su país son los que han sido libremente elegidos por el pueblo y son controlados con regularidad en sus acciones. En la mayoría de nuestros países, el acceso de los individuos al poder escapa al control del pueblo, de manera que nuestros dirigentes hacen lo que quieren y como quieren. Por este motivo sufrimos mucho. Pero la convicción que querría compartir con vosotros es que, antes de que la Iglesia convierta los corazones de nuestros dirigentes o mientras lo intenta, debe hacer propia esta simple verdad: todos los ciudadanos de un país tienen el derecho y el deber de elegir libremente a sus dirigentes y de destituirles de sus funciones si fuera necesario. Esta verdad la conocemos intelectualmente, pero tenemos que organizarnos para realizarla en lo concreto, luchando, concertadamente con la sociedad civil y las fuerzas políticas, contra la confiscación del poder mediante leyes inicuas.
En estos últimos años, la Iglesia se ha comprometido aquí y allá como observador en las elecciones. Ahora tiene que ir más lejos, abriendo los ojos de sus fieles y de los hombres y mujeres de buena voluntad respecto de las realidades políticas y de su impacto en la vida de todos y de cada uno. Es la tarea de acompañar al pueblo por el camino de la democracia que la «Ecclesia in Africa» asignó a la Iglesia. Al hacer esto, que los sacerdotes no tengan mala conciencia: la mayoría son ciudadanos del país en el que trabajan y son quienes educan al pueblo a ser buenos ciudadanos.