CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 24 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje al pueblo de Dios que ha enviado el Sínodo de los Obispos de África, aprobado por aclamación este viernes.
El texto ha sido redactado en italiano, inglés, francés y portugués. Esta versión en español, traducción de la leída en el aula, es considerada como «no definitiva».
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INTRODUCCIÓN
1. Ha sido un don especial de la gracia y, como su última voluntad y testamento para África, que el Siervo de Dios, Papa Juan Pablo II anunciara hacia el final de su vida, el 13 de noviembre de 2004, su intención de convocar una Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. Este mismo anuncio fue confirmado por su sucesor, nuestro Santo Padre Papa Benedicto XVI, el 22 de junio de 2005, una de las primeras y grandes decisiones de su Pontificado. Mientras estamos aquí reunidos para este Sínodo, provenientes de todos los países de África, de Madagascar y de las Islas contiguas, con los hermanos Obispos y colegas de todos los continentes, juntamente con la Cabeza del Colegio Episcopal y bajo su guía, con la participación de algunos delegados fraternos de otras tradiciones cristianas, nosotros damos gracias a Dios por esta posibilidad providencial de celebrar las bendiciones del Señor sobre nuestro continente, para reflexionar sobre nuestro oficio de Pastores de la grey de Dios y buscar nueva inspiración y aliento para las tareas y desafíos que están ante nosotros. Ya han pasado quince años desde la primera Asamblea en 1994. Las enseñanzas y directrices de la Exhortación post – sinodal Ecclesia in Africa no han dejado de representar una válida guía para nuestra actividad pastoral. En esta segunda Asamblea, el Sínodo ha podido concentrarse en un tema de máxima urgencia para África: nuestro servicio en favor de la reconciliación, la justicia y la paz en un continente que tiene una urgente y profunda necesidad de estas gracias y virtudes.
2. Hemos iniciado nuestro trabajo aquí, en Roma, con la celebración de la Santa Eucaristía, como acto inaugural, presidida por Su Santidad, Papa Benedicto XVI, e invocando al Espíritu Santo para que «nos conduzca hacia la verdad completa» (Jn. 16,13). En esta ocasión, el Papa nos recordó que el Sínodo no es en primer lugar una sesión de estudio. Es, más bien, la iniciativa de Dios que nos llama a escuchar: a escuchar a Dios, a escucharnos mutuamente y a escuchar al mundo que nos rodea, en una atmósfera de oración y de reflexión.
3. Mientras estamos a punto de dispersarnos hacia los diversos lugares de nuestra misión, con renovado compromiso y valentía, dirigimos este mensaje a toda la Iglesia, Familia de Dios, y, de forma especial, a la Iglesia en África: a nuestros hermanos Obispos, en cuyo nombre estamos aquí; a los sacerdotes, diáconos y religiosos, a todos los fieles laicos y a todos a quienes Dios abrirá el corazón para escuchar nuestras palabras.
PARTE I
UNA MIRADA A ÁFRICA DE HOY.
4. Vivimos en un mundo lleno de contradicciones y en plena crisis. La ciencia y la tecnología dan pasos gigantescos en todos los aspectos de la vida, suministrando a la humanidad todo lo que es necesario para hacer de nuestro planeta un lugar maravilloso para todos nosotros. Sin embargo, las situaciones trágicas de los refugiados, la pobreza extrema, las enfermedades y el hambre matan todavía a miles de personas cada día.
5. En todo esto, África es la más afectada. África es rica en recursos humanos y naturales, pero muchos en nuestro pueblo se debaten en medio de la pobreza y la miseria, de guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es causado por desastres naturales. Se debe, más bien y en gran medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen ninguna consideración por el bien común, y esto, con frecuencia, debido a la trágica complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros.
6. Pero África no debe desesperarse. Las bendiciones de Dios todavía son abundantes y esperan ser aprovechadas, con prudencia y justicia, en favor de sus hijos. Donde las condiciones son justas, sus hijos han demostrado que pueden alcanzar, y de hecho han alcanzado, el más alto grado de compromiso humano y competencia. Existen muchas noticias positivas en diversas partes de África. Pero los medios de comunicación moderna prefieren, con frecuencia, las malas noticias y parecen concentrarse solamente en nuestras desgracias y defectos, y no en los esfuerzos positivos que estamos realizando. Hay naciones que han salido de largos años de guerra y caminan poco a poco por senderos de paz y prosperidad. El buen gobierno está produciendo un considerable impacto positivo en algunos países africanos, estimulando así a otros países a reconsiderar las malas costumbres del pasado y del presente. Abundan las señales de muchas iniciativas que intentan dar una solución efectiva a nuestros problemas. Este Sínodo, precisamente por la elección del tema, espera ser una de estas iniciativas positivas. Invitamos a todos, indistintamente, a colaborar para acoger los desafíos de la Reconciliación, de la Justicia y de la Paz en África. Muchos están sufriendo y muriendo: no se puede perder más tiempo.
PARTE II
A LA LUZ DE LA FE
7. Nuestro oficio de Obispos nos obliga a considerar cada cosa bajo la luz de la fe. Poco después de la publicación de Ecclesia in África (EIA), los Obispos de África, a través del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), publicaron una carta pastoral que llevaba como título: «Cristo, nuestra paz» (cfr. Documento Final de la Asamblea Plenaria del SECAM, celebrado en Rocca di Papa, los días 1-8 de octubre de 2000, y publicado en Accra en 2001) Durante esta Asamblea hemos recordado con frecuencia que la iniciativa para toda reconciliación y paz proviene de Dios. Como dice el Apóstol Pablo: «En Cristo, Dios ha reconciliado el mundo». Esto sucede por un don suyo gratuito de perdón sin condiciones, «sin tener en cuenta las transgresiones de los hombres», para introducirlos en su paz (cfr. 2Co 5,17-20). Por lo que se refiere a la justicia, también es obra de Dios, a través de la gracia justificante, en Cristo.
8. En el mismo texto San Pablo continúa diciendo que Dios «pone en nosotros la palabra de la reconciliación» y que «somos, por tanto, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros». Éste es el altísimo mandamiento que hemos recibido de nuestro Dios, misericordioso y compasivo. La Iglesia en África, ya sea como familia de Dios que como cada uno de sus fieles, tiene el deber de ser instrumento de paz y reconciliación, según el corazón de Cristo, que es nuestra paz y reconciliación. Y será capaz de realizar esto en la medida en que ella misma esté reconciliada con Dios. Sus estrategias para la reconciliación, la justicia y la paz en la sociedad, deben ir más allá y más profundamente de cómo el mundo trata estas cuestiones. Con San Pablo, el Sínodo invita a todos los pueblos de África: «En nombre de Cristo, os suplicamos: reconciliaos con Dios» (2Co. 5,20). Con otras palabras, invitamos a todos a dejarse reconciliar con Dios. Esto abre el camino a la verdadera reconciliación entre las personas. Y es esto lo que puede quebrar el círculo vicioso de la ofensa, de la venganza y del contraataque. En todo esto, la virtud del perdón es decisiva, incluso antes de cualquier admisión de culpa. Quienes dicen que el perdón no sirve, deberían probar a vengarse y ver qué sucede. El verdadero perdón promueve la justicia del arrepentimiento y de la reparación, que conducen a una paz que llega a las raíces del conflicto y que transforman a quienes eran víctimas y enemigos, en amigos, hermanos y hermanas.
Ya que es Dios
quien hace posible esta reconciliación, en este ministerio debemos conceder el espacio adecuado a la oración y a los sacramentos, especialmente al Sacramento de la Penitencia.
PARTE III
A LA IGLESIA UNIVERSAL
9. Esto proyecta su luz de atención y solidaridad sobre el continente africano. Agradecemos al Santo Padre su cercanía a África, con sus esfuerzos y con la defensa que de ella realiza, con todo el peso de su gran autoridad moral. Como sus predecesores, siempre ha sido un verdadero amigo de África y de los africanos. Confrontándonos con nuestros desafíos, hemos sido enriquecidos y guiados por los tesoros y la sabiduría del magisterio de los Papas sobre aspectos sociopolíticos. A este respecto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia es un vademecum y un recurso que en este mensaje recomendamos vivamente a todos los fieles laicos, especialmente a los que tienen grandes responsabilidades en nuestras comunidades.
10. La Santa Sede ha promovido muchas iniciativas que tienden al desarrollo y al bienestar de África. Un caso específico es la Fundación para el Sahel, para combatir la desertificación en estas regiones. No podemos tampoco quitar valor a los grandes servicios que prestan los representantes pontificios en nuestras Iglesias locales. La Santa Sede tiene hoy Nuncios en 50 países africanos, de un total de 53. Ésta es una fuerte indicación del compromiso de la Santa Sede para el servicio al continente, y por la cual el Sínodo expresa un profundo aprecio.
11. Nosotros, miembros de la Familia de Dios difundida por todo el mundo, saludamos con afecto fraterno a toda la Iglesia, más allá de las costas africanas. La presencia y la participación activa de delegados de otros continentes en esta Asamblea, confirma nuestro vínculo de colegialidad efectiva y afectiva. Damos las gracias a todas las Iglesias locales que se han comprometido a prestar servicios en África y para África, tanto en el ámbito espiritual como material. En el campo de la reconciliación, de la justicia y de la paz, la Iglesia en África continuará contando con el efectivo patrocinio de los responsables de la Iglesia de los países ricos y poderosos, cuyas políticas, acciones y omisiones contribuyen a causar o agravar la difícil situación de África. Existe un vínculo especial histórico entre Europa y África. A este respecto, la relación que hoy existe entre los dos organismos episcopales a nivel continental, El Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y el SECAM, se debe fortalecer y profundizar. Acogemos también con alegría las emergentes relaciones fraternas entre la Iglesia en África y la Iglesia en América.
12. Muchos hijos e hijas de África han abandonado sus casas para buscar morada en otros continentes. Muchos de ellos están bien y contribuyen válidamente al desarrollo de sus nuevos países de residencia. Otros luchan por sobrevivir. Encomendamos a todos ellos a la adecuada atención pastoral de la Iglesia, Familia de Dios, allí donde se encuentren. «Era forastero, y me acogisteis» (Mt 25,35), no es solamente una parábola sobre el fin del mundo, sino también un deber que se ha de cumplir hoy. La Iglesia en África da gracias a Dios por sus numerosos hijos e hijas que son misioneros en otros continentes. En este santo intercambio de dones, es importante que todas las partes implicadas continúen trabajando para construir una relación cristiana transparente, correcta, digna. Durante los trabajos del Sínodo, la Iglesia en África ha aceptado el desafío de interesarse por las personas de origen africano en otros continentes, especialmente en América.
13. A este punto, este Sínodo siente el deber de expresar su profundo reconocimiento por los muchos misioneros, sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, procedentes de otros continentes, han traído la fe a la mayor parte de los países de África, muchos de los cuales todavía están trabajando con celo y entrega heroica. Gracias, de formas especial, a los que han permanecido con sus gentes también en tiempos de guerra y de graves crisis. Algunos han pagado su fidelidad incluso con la propia vida.
PARTE IV
LA IGLESIA EN ÁFRICA
14. Recordamos, con orgullo, que el Cristianismo está presente en África desde sus comienzos, en Egipto y Etiopía, e inmediatamente después en otras partes del norte de África. Esta antigua Iglesia ha enriquecido a la Iglesia universal con prestigiosas tradiciones, teológicas y espirituales, con famosos santos y mártires, como el Papa Juan Pablo II puso en evidencia tan elocuentemente (EIA, nº. 31). Las Iglesias de Egipto y de Etiopía, que han sobrevivido a numerosas pruebas y persecuciones, merecen una alta consideración y una colaboración más estrecha con las Iglesias, mucho más jóvenes, del resto del continente. Dicha colaboración es especialmente importante si consideramos los miles de emigrantes y de jóvenes estudiantes del sur del Sahara que cursan sus estudios superiores en el Magreb. Muchos de ellos son católicos y llevan consigo su apego a la fe, cosa que reanima enormemente a la Iglesia local de residencia. La Iglesia, formada en estos lugares y en otros sobre todo por extranjeros, cuenta con la solidaridad de las Iglesias hermanas de África para que manden sacerdotes Fidei Donum y otros misioneros.
15. En todo el continente, la Iglesia seguirá caminando en solidaridad con su pueblo. Las alegrías y las penas, las esperanzas y las aspiraciones de nuestro pueblo son también las nuestras (cfr. Vat. II, Gaudium et spes, 1). Estamos convencidos de que la primera y específica contribución de la Iglesia a los pueblos de África es la proclamación del Evangelio de Cristo. Nos comprometemos, pues, a seguir proclamando vigorosamente el Evangelio a los pueblos de África, porque «la vida en Cristo es el primer y principal factor de desarrollo», como dice el Papa Benedicto XVI en Caritas in veritate (CV, 8). El compromiso en favor del desarrollo proviene de ese cambio del corazón que deriva de la conversión al Evangelio. En esta luz, aceptamos nuestra responsabilidad de ser instrumentos de reconciliación, de justicia y de paz en nuestras comunidades, «embajadores de Cristo» (2 Co 5,20) que es nuestra paz y reconciliación. A este respecto, se debe movilizar a todos los miembros de la Iglesia, clero, religiosos y fieles laicos, para trabajar juntos en la unidad que hace la fuerza. Nos provoca y nos anima el proverbio africano que dice que «un ejército de hormigas bien organizadas puede abatir a un elefante». No debemos tener miedo y menos aún dejarnos desanimar por la enormidad de los problemas de nuestro continente.
16. La Iglesia en África acoge con alegría la invitación que se ha hecho en el aula del Sínodo para una colaboración ‘sur-sur’ en nuestros esfuerzos. Muchos de los problemas de África, y muchas de las presiones sobre África, existen también en Asia y en Latinoamérica. Creemos que tenemos mucho que ganar no sólo intercambiándonos informaciones, sino también colaborando. Que el Señor nos muestre el camino para seguir en esta dirección.
17. El SECAM es la institución de la solidaridad pastoral orgánica de la jerarquía de la Iglesia en África (EIA, nº 16). Lamentablemente, este organismo insustituible no ha recibido el apoyo que debería, ni siquiera de los obispos de África. Damos gracias a Dios porque este Sínodo ha representado una gran oportunidad para poner de relieve la importancia del SECAM. Tenemos muchas razones para creer que las sugerencias que han hecho muchos padres sinodales de un mayor compromiso con el SECAM no han caído en el vacío. Nos preparamos a regresar a casa, con el compromiso de dar al SECAM lo poco que necesita para desempeñar su misión. Creada por iniciativa del SECAM y operante en comunión leal con este, la Confederación de las Conferencias de los Superiores Mayores de África y Madagascar (COSMAM), está creciendo gradualmente para convertirse en un instrumento efec
tivo para promover en el continente una solidaridad pastoral orgánica en la vida y en el apostolado de los religiosos en África. El Sínodo acoge con alegría su valiosa contribución a la vida y la misión de la Iglesia en África.
18. Como obispos aceptamos el desafío de trabajar unidos en nuestras distintas Conferencias episcopales, dando a nuestros países un modelo de institución nacional reconciliada y justa, dispuestos a ofrecernos como artesanos de paz y de reconciliación, en cada ocasión y en cada lugar que se nos pida. Elogiamos a aquellos obispos que han desempeñado esas funciones, especialmente en ámbito ecuménico y/o junto con religiones diferentes, como hemos visto en lugares como Mali, la República Democrática del Congo, Burkina Faso, Senegal, Níger y otros. La unidad del Episcopado es fuente de gran fuerza, mientras que su ausencia es un derroche de energías, hace vanos los esfuerzos y abre un espacio a los enemigos de la Iglesia para neutralizar nuestro testimonio. Un área importante en la que esa cooperación nacional y esa unidad son muy útiles es la de los medios de comunicación. Desde que EIA se publicó, hemos asistido a una auténtica explosión de emisoras de radio católicas en África: de sólo unas 15 que había en 1994 a más de 163 hoy, en 32 países. Elogiamos a los países que han impulsado este desarrollo. Invitamos a los países que todavía tienen reservas al respecto que revisen sus políticas por el bien de sus países y de su gente.
19. Cada obispo tiene que plantear las cuestiones de la reconciliación, la justicia y la paz como una importante prioridad en la agenda pastoral de su diócesis. Debería asegurar la creación de Comisiones de Justicia y Paz a todos los niveles. Deberíamos seguir trabajando duro para formar las conciencias y cambiar los corazones, mediante una catequesis eficaz a todos los niveles. Esta tiene que ir más allá del «simple catecismo» para niños y catecúmenos que se preparan a los sacramentos. Necesitamos organizar un programa de formación continua para todos nuestros fieles, especialmente para los que están en altos puestos de autoridad. Nuestras diócesis tienen que ser modelos de buen gobierno, de transparencia y de buena gestión financiera. Debemos seguir haciendo todo lo que podamos para luchar contra la pobreza, un gran obstáculo para la paz y la reconciliación. Aquí las sugerencias para crear programas de micro-finanzas merecen una especial atención. Como último punto, el obispo, en cuanto jefe de su Iglesia local, tiene el deber de movilizar a todos sus fieles e implicarlos en las funciones que les son propias a la hora de planificar, formular, poner en práctica y evaluar políticas y programas diocesanos para la reconciliación, la justicia y la paz.
20. El sacerdote es «el necesario y más estrecho colaborador del obispo». En este Año Sacerdotal, queridos hermanos en el sacerdocio, nos dirigimos a vosotros de manera especial: vosotros ocupáis una posición clave en el apostolado de la diócesis. Vosotros representáis para la gente el rostro más visible del clero, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella. Vuestro ejemplo de vida juntos y en paz, superando las barreras tribales y raciales, puede ser un imponente testimonio para los demás. Ello lo demuestra, por ejemplo, cuando acogéis con alegría a cualquier persona que la Santa Sede nombra como obispo vuestro, sin hacer distinciones por el lugar de nacimiento. La realización de los planes pastorales diocesanos para la reconciliación, la justicia y la paz dependerá mucho de vosotros. La catequesis, la formación del laicado, el cuidado pastoral de las personas de alta responsabilidad: nada de todo esto irá demasiado lejos sin vuestro pleno compromiso en las parroquias y en los distintos lugares de vuestra competencia. El Sínodo os exhorta a no descuidar vuestro deber en este ámbito. Obtendréis resultados mayores si sois capaces de trabajar en un ministerio basado en la cooperación, implicando a todos los demás agentes de la comunidad pastoral: diáconos, religiosos, catequistas, laicos, hombres y mujeres, y a los jóvenes. En muchos casos, el sacerdote es una de las personas mejor formadas de la comunidad local y a veces se espera que desempeñe un papel de líder en los asuntos de la comunidad. Deberíais saber cuál es la mejor manera de ofrecer vuestro servicio pastoral y evangélico, sin partidismos. Vuestra fidelidad a los compromisos sacerdotales, especialmente a una vida de celibato en la castidad, como también un desapego de las cosas materiales, es un testimonio elocuente para el Pueblo de Dios. Muchos de vosotros habéis dejado África para la misión en otros continentes. Cuando trabajáis con respeto y orden, dais una buena imagen de África. El Sínodo elogia vuestro compromiso en la obra misionera de la Iglesia. Que todos recibáis la recompensa prometida a los que «han dejado casa… por el Reino» (Lc 18,28).
21. África en estos últimos años se ha convertido también en un terreno fértil para numerosas vocaciones: sacerdotes, frailes y monjas. Damos gracias a Dios por esta gran bendición. Queridos hombres y mujeres de vida consagrada, os estamos agradecidos por el testimonio de vuestra vida religiosa en los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, que a menudo os convierten en profetas y modelos de reconciliación, justicia y paz en circunstancias de extrema presión. El Sínodo os exhorta a dar la máxima eficacia a vuestro apostolado mediante la comunión leal y comprometida con la jerarquía local. El Sínodo se congratula especialmente con vosotros, religiosas, por la dedicación y el celo en vuestro apostolado en el campo de la sanidad, la educación y otros aspectos del desarrollo humano.
22. Este Sínodo se dirige con profundo afecto a los fieles laicos de África. Vosotros sois la Iglesia de Dios en los lugares públicos de la sociedad. En vosotros y a través de vosotros la vida y el testimonio de la Iglesia son visibles en el mundo. Por lo tanto, vosotros compartís el mandato de la Iglesia de ser «embajadores de Cristo» comprometidos en la reconciliación del pueblo con Dios y entre sí. Esto exige que permitáis que vuestra fe impregne cada aspecto y rincón de vuestra vida; en familia, en el trabajo, en la profesión, en política y en la vida pública. No es un compromiso fácil. Por eso, debéis acercaros asiduamente a las fuentes de la gracia, mediante la oración y los sacramentos. El texto de las escrituras elegido como tema del Sínodo, dirigido a todos los seguidores de Cristo, se refiere especialmente a vosotros: «Vosotros sois la sal de la tierra…Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,13-14). Aquí queremos reiterar la recomendación de Ecclesia in Africa a propósito de las Pequeñas Comunidades Cristianas (EIA, 93). Además de la oración, os tenéis que armar de un conocimiento suficiente de la fe cristiana para ser capaces de «dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza» (1 Pt 3,15) en los lugares públicos donde se forman las ideas. Aquellos de vosotros que estén más arriba tienen el deber de adquirir un nivel proporcional de cultura religiosa. Sobre todo recomendamos encarecidamente las fuentes básicas de la fe católica: la Santa Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica, y lo que es más relevante para el tema del Sínodo, el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia. Todos están a la venta aquí a precios accesibles. No tenemos excusas para seguir siendo ignorantes de nuestra fe. A este respecto Ecclesia in Africa recomendaba con vehemencia la fundación de universidades católicas. Damos gracias a Dios porque en los últimos 15 años se han creado muchas de estas instituciones, y se están creando muchas otras. Este proyecto tiene una importancia capital y es necesario, si tenemos que invertir en un futuro con un laicado católico bien formado, especialmente de intelectuales, preparados y capaces para dar testimonio de su fe en el mundo contemporáneo. Este es sin duda un campo en el que la solidaridad universal de la Iglesia-Famili
a de Dios resulta imprescindible.
23. El Sínodo tiene un mensaje muy importante y especial para vosotros, queridos católicos africanos comprometidos en la vida pública. Elogiamos a los muchos de vosotros que se han ofrecido para el servicio público en vuestro pueblo, sin preocuparse de todos los peligros y de las incertidumbres de la política en África, pues se lo han tomado como un apostolado para promover el bien común y el reino de Dios, que es reino de justicia, de amor y de paz, según las enseñanzas de la Iglesia (cfr. Vat. II Gaudium et spes, 75). Podéis contar siempre con el estímulo y el apoyo de la Iglesia. Ecclesia in Africa manifestaba la esperanza de que salieran en África políticos y jefes de estado santos. Por supuesto, este no es un deseo vano. Es estimulante que la causa de canonización de Julius Nyerere de Tanzania ya esté en marcha. África necesita santos en puestos políticos relevantes: políticos santos que limpien de la corrupción el continente, que trabajen por el bien de la gente y que sepan cómo animar a otros hombres y mujeres de buena voluntad fuera de la Iglesia para que se unan contra los males comunes que asolan nuestras naciones. El Sínodo ha recomendado vivamente que las Iglesias locales intensifiquen su apostolado para el cuidado espiritual de quienes tienen cargos públicos, designen capellanes celantes para ellos y organicen centros de conexión de alto nivel para evangelizar los parlamentos. Os exhortamos, a todos vosotros fieles laicos dedicados a la política, a que aprovechéis plenamente estos programas allí donde existan. Por desgracia, muchos católicos en puestos de prestigio no han respondido adecuadamente al ejercicio de sus cargos. El Sínodo invita a estas personas a que se arrepientan o a que dejen el escenario público y que así dejen de perjudicar al pueblo y de crearle mala fama a la Iglesia Católica.
24. Dirigimos nuestra atención ahora a nuestras queridas familias católicas en África. Nos congratulamos con vosotros por haber permanecido tenazmente fieles a los ideales de la familia cristiana y por haber conservado los mejores valores de nuestra familia africana. Os ponemos en guardia ante los ataques de algunas venenosas ideologías procedentes del extranjero, que pretenden ser cultura «moderna». Seguid acogiendo a los niños como don de Dios y criadlos en el conocimiento y en el temor de Dios, para que sean personas de reconciliación, de justicia y de paz en el futuro. Somos conscientes de que muchas de nuestras familias son objeto de una gran presión. La pobreza hace a menudo a los padres incapaces de cuidar bien a sus hijos, con consecuencias desastrosas. Invitamos a los gobiernos y a las autoridades civiles a que recuerden que el país cuya legislación destruye a las familias, lo hace en detrimento suyo. La mayor parte de las familias piden sólo lo necesario para sobrevivir. Tienen derecho a vivir.
25. El Sínodo tiene una palabra especial para vosotras, queridas mujeres católicas. Vosotras sois, con frecuencia, la espina dorsal de nuestra Iglesia local. En muchos países las Organizaciones de las mujeres católicas son una gran fuerza para el apostolado de la Iglesia. Ecclesia in Africa aconsejaba que en la Iglesia «las mujeres, formadas adecuadamente, participaran, a niveles apropiados, en la actividad apostólica de la Iglesia» (nº 121). En muchos lugares se registra un progreso en esta dirección. Pero aún queda mucho por hacer. La contribución específica de las mujeres debería ser reconocido y fomentado, no sólo en casa como mujeres y madres, sino de forma más general también en la esfera social. El Sínodo recomienda a nuestras Iglesias locales que vayan más allá de la afirmación general de Ecclesia in Africa y que creen unas estructuras concretas para asegurar la real participación de las mujeres «a niveles apropiados». La Santa Sede nos ha dado un buen ejemplo en este sentido al nombrar a algunas mujeres para unos cargos de elevado nivel. Por toda África se habla mucho de los derechos de las mujeres, especialmente mediante programas de acción preparados por algunas agencias de la ONU. Mucho de lo que dicen es justo y se corresponde con lo que la Iglesia está diciendo. Pero hay que tener mucha cautela en los proyectos concretos que ellos proponen, a menudo con segundos fines. Nosotros os encargamos a vosotras, mujeres católicas, que os comprometáis plenamente en los programas para mujeres de vuestros países, con los ojos de la fe bien abiertos. Provistas de una buena información y de la doctrina social de la Iglesia, debéis actuar de manera que las buenas ideas no sean distorsionadas por los traficantes de ideologías extranjeras y moralmente venenosas que afectan al género y a la sexualidad del hombre. Que cuando actuéis así os guíe María nuestra Madre, sede de la Sabiduría.
26. El Sínodo os pide igualmente a vosotros, queridos hombres católicos, que desempeñéis vuestros importantes papeles de padres responsables y de maridos rectos y fieles. Seguid el ejemplo de san José (cfr.Mt 2,13-23) en el cuidado de la familia, en la protección de la vida desde el momento de la concepción y en la educación de los hijos. Procurad organizaros en asociaciones y en grupos de Acción Católica que os hagan capaces de mejorar la calidad de la vida cristiana y el compromiso hacia la Iglesia. Ello os situaría también en una posición mejor para interpretar los papeles de guías de la sociedad y para convertiros en unos testigos más eficaces y promotores de la reconciliación, la justicia y la paz, como sal de la tierra y luz del mundo.
27. Por último nos dirigimos a vosotros, nuestros hijos e hijas, jóvenes de nuestras comunidades. Vosotros no sois sólo el futuro de la Iglesia: vosotros sois ya el presente en un gran número. En muchos países de África más del 60% de la población está por debajo de los 25 años. El porcentaje en la Iglesia no debe de ser muy diferente. Vosotros tenéis que ser instrumentos de paz y estar a la vanguardia de un cambio social positivo. Sentimos que debemos dedicaros una atención particular a vosotros, jóvenes adultos. A menudo os dejan de lado, abandonados a la deriva como blancos para ideologías y sectas de todo tipo. Muchas veces sois reclutados y empleados para prácticas violentas. Exhortamos a todas las Iglesia locales a que consideren el apostolado hacia los jóvenes como una importante prioridad.
28. Jesús ha dicho: «Dejad que los niños vengan a mi; porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos»(Mt 19,14). El Sínodo no se ha olvidado de vosotros, queridos niños. Sois siempre objeto de nuestro tierno interés. Pero reconocemos y deseamos valorizar vuestro entusiasmo y compromiso como fuerzas activas de evangelización, especialmente entre vuestros coetáneos. A vosotros también se os debe asegurar un espacio adecuado, medios y dirección para habilitaros al apostolado. Os recomendamos especialmente la organización para niños de las Obras Pontificias Misioneras: la Obra de la Santa Infancia.
PARTE V
UN LLAMAMIENTO A LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
29. La Familia de Dios se extiende más allá de los confines visibles de la Iglesia: incluye a toda la humanidad. Cuando pensamos en argumentos como reconciliación, justicia y paz, todos nos encontramos en el nivel más profundo de nuestra común humanidad. Este proyecto nos afecta a todos y exige una acción común. Por tanto, alzamos nuestra voz para un llamamiento a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. De modo particular nos dirigimos a aquellos con los que profesamos la misma fe en Jesucristo, y también a hombres y mujeres de otros credos.
30. En general las agencias de la ONU realizan un buen trabajo en África para el desarrollo, el mantenimiento de la paz, la defensa de los justos derechos de las mujeres y de los niños, la lucha contra la pobreza, contra las enfermedades, contra el HIV/SIDA, la malaria, la tuberculosis y otros problemas. El Sínodo elogia la labor positiva que están realizando
. Sin embargo les pedimos que sean más coherentes y transparentes a la hora de hacer sus programas. Les recomendamos vivamente a los países de África que evalúen con cuidado los servicios que se ofrecen a nuestra gente, que se aseguren que sean buenos para nosotros. El Sínodo denuncia en particular todos los intentos furtivos de destruir y eliminar los ricos valores africanos de la familia y de la vida humana (por ejemplo, el detestable art. 14 del Protocolo de Maputo y otras propuestas similares).
31. La Iglesia es la primera en la lucha contra el HIV/SIDA y en el cuidado de las personas infectadas y contagiadas por el mismo. El Sínodo da las gracias a todos los que están comprometidos generosamente en este difícil apostolado de amor y de cuidado. Invocamos un apoyo prolongado para que podamos cubrir las necesidades de los muchos que piden asistencia (EIA, 31). Con el Santo Padre Benedicto XVI, este Sínodo advierte que el problema no puede ser superado con la distribución de profilácticos. Pedimos a todos los que estén interesados de verdad en detener la transmisión sexual del HIV/SIDA que reconozcan el éxito obtenido por los programas que aconsejan la abstinencia entre los no casados y la fidelidad entre los casados. Este modo de proceder no sólo ofrece la mejor protección contra la difusión de esta enfermedad sino que además está en armonía con la moral cristiana. Nos dirigimos particularmente a vosotros, jóvenes. No permitáis que nadie os engañe a la hora de pensar que no podéis autocontrolaros: sí, con la gracia de Dios, podéis hacerlo.
32. A los grandes poderes de este mundo les dirigimos una súplica: tratad África con respeto y dignidad. África desde hace tiempo reclama un cambio en el orden económico mundial en cuanto a las estructuras injustas acumuladas que pesan sobre ella. La reciente turbulencia en el mundo financiero demuestra la necesidad de un radical cambio de reglas. Pero sería una tragedia si las modificaciones se hicieran sólo en interés de los ricos y una vez más en perjuicio de los pobres. Muchos de los conflictos, guerras y pobreza de África derivan principalmente de estas estructuras injustas.
33. La humanidad tiene mucho que ganar si escucha las palabras sabias del Santo Padre Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate. Un orden mundial nuevo y justo no es solamente posible, sino necesario para el bien de toda la humanidad. Se pide un cambio respecto a la deuda que pesa sobre los países pobres, que está matando literalmente a los niños. Las compañías multinacionales tienen que detener la devastación criminal del ambiente para su codiciosa explotación de los recursos naturales. Es una política miope la de fomentar guerras para obtener unos beneficios rápidos del caos, a costa de vidas humanas y de sangre. ¿Es posible que nadie sea capaz de interrumpir, y quiera hacerlo, estos crímenes contra la humanidad?
PARTE VI
«ÁFRICA, ¡LEVÁNTATE !»
34. Se dice que la cuna del género humano se encuentre en África. Nuestro continente tiene una larga historia de grandes imperios y de civilizaciones ilustres. La historia futura del continente todavía debe ser escrita. Dios nos ha bendecido con inmensos recursos naturales y humanos. Entre los índices internacionales del desarrollo material, los países de África ocupan muchas veces los últimos lugares. Ésta no es una razón para desesperar. Existen graves actos de injusticia histórica, como la trata de esclavos y el colonialismo, cuyas consecuencias negativas todavía persisten. Pero éstas ya non son excusas para no seguir adelante. De hecho, muchas de estas cosas están ocurriendo. Elogiamos los esfuerzos para liberar África de la alienación cultural y de la esclavitud política. Ahora África debe afrontar el desafío de ofrecer a sus propios hijos un nivel digno en sus condiciones de vida. En el ámbito político, hay progresos en la integración continental: la Organización para la Unidad Africana (OAU) que ahora es la Unión Africana (AU). La Unión Africana y las otras agrupaciones regionales, a veces en colaboración con las Naciones Unidas, han puesto en marcha iniciativas para resolver los conflictos y mantener la paz en situaciones de crisis. En el frente económico, África ha tratado de elaborar, a medida de su identidad, una estructura estratégica para el desarrollo llamada NEPAD (Nuevo Partenariado económico para el Desarrollo Africano). Ha previsto también un APRM (African Peer Review Mechanism) para su seguimiento y control de su puesta en práctica por parte de varios países. El Sínodo elogia estos esfuerzos ya que dichos programas relacionan de manera clara la emancipación económica de África con el establecimiento de un buen gobierno. Por desgracia aquí hay un punto muerto. Para la mayoría de los países africanos, los bellos documentos de la NEPAD siguen siendo letra muerta. Por ello, esperamos un mejoramiento general del buen gobierno en África.
35. El Sínodo felicita calurosamente a aquellos países africanos que han emprendido el camino de una verdadera democracia. Estos están ya mostrando los buenos resultados que produce el hacer bien las cosas. Otros han salido de muchos años de guerras y conflictos para empezar a reconstruir progresivamente sus naciones hundidas en el desastre. Esperamos que el buen ejemplo impulse a los demás para que cambien sus malas costumbres.
36. El Sínodo se entristece en señalar que la situación de más de un país africano sigue siendo vergonzosa. Pensamos en particular en la dolorosa situación de Somalia, inmersa en un conflicto virulento desde hace casi dos decenios que ya compromete a sus países vecinos. No olvidemos la trágica condición de millones de personas en la región de los Grandes Lagos y la crisis que todavía perdura en Uganda septentrional, en el Sudán meridional, en Darfur, en Guinea Conakry y en otros lugares. Aquellos que controlan la suerte de estas naciones deben asumir la plena responsabilidad por su deplorable comportamiento. En la mayor parte de los casos, estamos ante la avidez del poder y de la riqueza, en desmedro de la población y la nación. Cualquiera sea la ingerencia de los intereses extranjeros, se da siempre la vergonzosa y trágica colusión de los líderes locales: políticos que traicionan y malbaratan sus naciones, hombres de negocios corruptos que están coludidos con multinacionales rapaces, comerciantes y traficantes de armas africanos que han hecho fortuna con el comercio de armas pequeñas que causan gran destrucción de vidas humanas, así como de agentes locales de las organizaciones internacionales a quienes se les paga para difundir ideologías letales en las que ellos mismos no creen.
37. La consecuencia negativa de todo esto está a la vista del mundo entero: pobreza, miseria y enfermedades; refugiados dentro y fuera del país y en ultramar, la búsqueda de praderas más verdes lleva a la fuga de cerebros, emigración clandestina y tráfico de seres humanos, guerras y derramamiento de sangre, frecuentemente hechos por encargo, la atrocidad de los niños soldados y la indecible violencia hacia las mujeres. ¿Cómo se puede estar orgullosos de gobernar sobre un caos semejante? ¿Qué decir de nuestro tradicional sentido africano de vergüenza? Este Sínodo lo proclama de forma clara y fuerte: ha llegado el tiempo de cambiar estos comportamientos por amor a las generaciones presentes y futuras.
PARTE VII
UNIÓN DE LAS FUERZAS ESPIRITUALES
38. Queremos recordar nuevamente lo que el Papa Benedicto XVI ha dicho en su homilía durante la misa de inauguración del Sínodo: África es el «pulmón espiritual» de la humanidad actual. Éste es una precioso recurso, más precioso que nuestros minerales y el petróleo. Pero nos ha puesto en guardia sobre el riesgo que corre este pulmón de ser infectado por el doble virus del materialismo y del fanatismo religioso. El Sínodo, determinado a preservar nuestro patrimonio espiritual de todos los ataq
ues e infecciones, nos invita a una colaboración ecuménica cada vez mayor con nuestros hermanos y hermanas de las otras tradiciones cristianas. Deseamos también que haya más diálogo y cooperación con los musulmanes y los seguidores de la Religión Tradicional Africana (RTA) y de las personas de otras creencias.
39. El fanatismo religioso se está difundiendo en todo el mundo. Es causa de decadencia en muchas partes de África. De la cultura religiosa tradicional, los africanos han absorbido un significativo sentido del Dios Creador. Han llevado este sentido a su conversión al Cristianismo y al Islam. Cuando este fervor religioso está mal dirigido por fanáticos o manipulado por los políticos, se generan conflictos que tienden a hundir a todos. Pero, dirigidas y guiadas de manera adecuada, las religiones son una potente fuerza de bien, especialmente a favor de la paz y de la reconciliación.
40. El Sínodo ha escuchado el testimonio de muchos padres sinodales que han recorrido con éxito el camino del diálogo con los musulmanes. Han dado testimonio del hecho que el diálogo es eficaz y que la colaboración es posible y también ella muchas veces es eficaz. Los temas de la reconciliación, de la justicia y de la paz, generalmente son de interés para enteras comunidades, independientemente de su credo. Trabajando sobre los diferentes valores que se comparte con los dos credos, musulmanes y cristianos, pueden dar un gran aporte para restablecer la paz y la reconciliación en nuestras naciones. Esto ya ha sido demostrado en muchos casos. El Sínodo elogia estos esfuerzos y se los recomienda a los demás.
41. El diálogo y la colaboración prosperan cuando existe respeto recíproco. Como obispos católicos, tenemos claras directivas para realizar el diálogo y para permanecer firmes en nuestra fe, pero dejando a los otros la libertad de escoger. El Sínodo ha tenido buenas resultados en relación a comunidades islámicas que conceden libertad de culto a la Iglesia. Éstas también las acogen con alegría y se benefician con las obras sociales de la Iglesia. Cuando elogiamos todo esto, insistimos en repetir que no es suficiente. La libertad de religión comprende también la libertad de compartir la propia fe, de proponerla y no de imponerla, de aceptar y acoger a aquellos que se convierten. Las naciones que por ley les prohíben a sus ciudadanos que abracen la fe cristiana, les privan del derecho humano fundamental a decidir libremente sobre el credo que quieren abrazar. Si bien esto se da desde hace mucho tiempo, es hora de rever dicha situación, a la luz del respeto de los derechos humanos fundamentales. Este Sínodo denuncia tal restricción de la libertad porque trastorna el diálogo sincero y frustra una auténtica colaboración. Ya que los cristianos que deciden cambiar su religión son bien acogidos en las filas musulmanas, debe haber reciprocidad en este campo. El respeto recíproco es el camino que se debe recorrer. En el mundo nuevo que está naciendo, es necesario dar espacio a cada fe para que contribuya al bien de la humanidad.
CONCLUSIÓN
42. Queridos hermanos en el episcopado, queridos hijos e hijas de la Iglesia, Familia de Dios en África, todos vosotros hombres y mujeres de buena voluntad en África y en otros lugares, compartimos con vosotros la fuerte convicción de este Sínodo: África no es impotente. Nuestro destino todavía está en nuestras manos. Todo lo que ella pide no es más que el espacio para respirar y prosperar. África ya se ha puesto en movimiento y la Iglesia se mueve con ella, ofreciéndole la luz del Evangelio. Las aguas pueden estar agitadas, pero con la mirada orientada a Cristo Señor (cfr. Mt 14, 28-32) llegaremos seguros al puerto de la reconciliación, de la justicia y de la paz.
África, ¡levántate, toma tu camilla y anda! (Jn 5,8)
«Por lo demás, hermanos, alegraos;
sed perfectos;
animaos; tened un mismo sentir;
Vivid en paz;
y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros» (2 Cor 13,11).
Amén.