HUESCA, jueves, 17 diciembre 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio de este domingo (Lucas 1, 39-45), cuarto de adviento, redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca, arzobispo electo de Oviedo.
* * *
Nos vamos acercando al verdadero Acontecimiento que ha marcado la historia de los hombres, ese día en el que Dios dejó de enviarnos más mensajeros para hacerse Él mismo mensaje y mensajero a la vez. Portador y portavoz de un proyecto amoroso por el que volvía a estrenar el ensueño truncado y fallido por el mal uso de la libertad de los hombres. Eso fue la pascua de su Natividad, gozne verdadero entre la pascua de la Creación y la pascua de la Resurrección.
Pero en este cuarto domingo de Adviento, escala última antes de Navidad, se nos presenta a María como contrapunto de obediencia y fidelidad. Hay formas de «respetar» a Dios, que en el fondo son maneras elegantes de tenerle bajo control para que no influya ni modifique nuestra vida real. Era la pretensión del rey Acaz: no quería «tentar» a Dios, ni importunarle, dejándole donde estaba en su nimbo de nubes y en sus divinas labores. Pero el profeta no aplaudirá este respeto que en el fondo desprecia, esta veneración que termina ignorando. También a nosotros se nos ha anunciado esta Buena noticia prometida: Dios sin dejar de ser el Altísimo, será un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acamparse en nuestro suelo, hablar nuestro lenguaje, sufrir en nuestros dolores y brindar en nuestros gozos.
Si fuera Dios pero no estuviese con nosotros, sería una divinidad lejana, opresora o inútil. Si estuviera con-nosotros pero no fuese Dios, estaríamos ante alguien bondadoso, mas incapaz de acceder a los entresijos de nuestro corazón y de nuestra historia, en donde nuestra felicidad se hace o se deshace. Él es Dios y con-nosotros para que nosotros estemos con Él y con cuantos Él ama, para que podamos estar hasta con nosotros mismos, sin censura acalladora y sin traición reductora de cuanto nos constituye. En este horizonte aparece María, como alguien que se fió de Dios, que le dejó ser Dios (tremendo misterio de nuestra libertad humana y de la condescendencia divina), consintiendo que su Palabra eterna se hiciera biográfica en la entraña de su historia de mujer creyente. María co-protagonizó el primer Adviento y recibió la misión al pie de la cruz de co-protagonizar todos los Advientos desde su intercesión maternal hacia los hermanos de su Hijo.
Debemos descubrir que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta ser-estar con nosotros. Y pedimos que nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también hermanos-entre-hermanos.