Santa Sede: al defender el ambiente, la humanidad se protege a sí misma

Intervención del representante vaticano Migliore en la cumbre de Copenhague

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ROMA, viernes, 18 diciembre 2009 (ZENIT.org).- Entre la humanidad y el medio ambiente hay una estrecha relación de interconexión; por ello, tutelar la naturaleza y la creación en general es el modo mejor para salvaguardar también a la raza humana. Es el mensaje llevado a la cumbre de Copenhague por la Santa Sede.

Lo dijo este jueves el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente vaticano ante Naciones Unidas, que intervino en la sesión plenaria del Segmento de Alto Nivel de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, que se celebra en la capital danesa.

Según el prelado, la conferencia “confirma el tiempo que hace falta para crear la clara y firme voluntad política necesaria para adoptar medidas vinculantes comunes y presupuesto adecuados con vistas a una mitigación y una adaptación eficaces ante el actual cambio climático”.

Subrayó que “las numerosas consideraciones durante este proceso convergen en un aspecto central: la necesidad de una reflexión nueva y más profunda sobre el significado de la economía y sus objetivos, y de una revisión profunda y clarividente del modelo de desarrollo, para corregir el mal funcionamiento y las distorsiones”.

Lo exigen, señaló, “la buena salud ecológica del planeta” y sobre todo la necesidad de “una respuesta urgente a la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son desde hace tiempo bien evidentes en todo el mundo”.

Monseñor Migliore indicó que el planeta necesita una “profunda renovación cultural y un resdescubrimiento de los valores fundamentales sobre los que construir un futuro mejor”.

Para lograr este objetivo, hacen falta “realismo, confianza y esperanza”, que permitan “asumir las nuevas responsabilidades” para realizar un auténtico y benéfico cambio.

“Las crisis morales que la humanidad está experimentando, ya sean de tipo económico, alimentario, ambiental o social –todas profundamente conectadas–, nos obligan a rediseñar nuestro camino, a establecer nuevas líneas orientadoras y a encontrar nuevas formas de compromiso”, siendo “ocasión para el discernimiento y un nuevo tipo de pensamiento”.

Este deber, añadió, exige “recoger análisis científicos detallados y precisos para ayudar a evitar las ansiedades y temores de muchos y el cinismo y la indiferencia de otros”.

Del mismo modo, “exige la implicación responsable de todos los segmentos de la sociedad humana para buscar y descubrir una respuesta adecuada a la realidad tangible del cambio climático”.

Monseñor Migliore recordó que la sociedad civil y las autoridades locales “no han esperado las conclusiones políticas y legalmente vinculantes de nuestros encuentros, que han exigido tanto tiempo”.

“Individuos, grupos, autoridades y comunidades locales han puesto en marcha ya una impresionante serie de iniciativas para dar forma a dos piedras miliares de la respuesta al cambio climático: adaptación y mitigación”.

“Las soluciones técnicas son necesarias pero no son suficientes –declaró–. Los programas más sabios y eficaces se concentran en la información, la educación y la formación del sentido de responsabilidad en los niños y adultos respecto a los modelos de desarrollo y de salvaguardia de la creación justos a nivel ambiental”.

Estas iniciativas, observó, “han empezado ya a construir un mosaico de experiencias y objetivos marcados por un amplia conversión ecológica. Estas nuevas actitudes y comportamientos tienen el potencial de crear la necesaria solidaridad intra e intergeneracional y ahuyentar todo estéril sentimiento de miedo, terror apocalíptico, control despótico y hostilidad hacia la humanidad que se multiplican en los informes de los medios de comunicación”.

Monseñor Migliore recordó también que la Santa Sede “está realizando esfuerzos significativos para asumir un papel orientador en la defensa ambiental, promoviendo e implementando proyectos de diversificación energética que miran al desarrollo de las energías renovables, con el objetivo de reducir las emisiones de CO2 y el consumo de combustibles fósiles”.

Junto a ello, “está dando importancia a la necesidad de difundir un educación en la  responsabilidad ambiental que busca también salvaguardar las condiciones morales para  una auténtica ecología humana”.

“Debemos salvaguardar la creación –tierra, agua y aire- como don confiado a cualquiera, pero debemos también y sobre todo evitar que la humanidad se destruya a sí misma”, subrayó.

“La degradación de la naturaleza está directamente conectada a la cultura que modela la  coexistencia humana: donde la ecología humana es respetada en la sociedad, la ecología ambiental obtendrá beneficio”.

“El modo en el que la humanidad trata al medio ambiente influencia aquél con el que se trata a sí misma”, concluyó.

Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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