ROMA, domingo, 11 julio 2010 (ZENIT.org).- Una persona afortunada acaba de ganar 50 millones de dólares a la lotería en Canadá, pero mientras algunos ganan sigue habiendo preocupación por el impacto social del juego.
Un ejemplo es el prolongado debate en el senado estatal de Massachusetts sobre una propuesta para permitir tres casinos en el estado. Quienes apoyan la ley defienden que los casinos crearán puestos de trabajo y evitarán que los habitantes locales se desplacen a otros estados para gastar su dinero, informaba el 23 de junio el Boston Globe.
Los críticos, sin embargo, están preocupados por los jugadores problemáticos y por otros efectos secundarios como el crimen y el abuso de drogas. Tras siete días de debate sobre la propuesta la presidenta del senado, Therese Murray, declaró que no se permitirían más retrasos, informó el 30 de junio el Boston Herald.
La votación tuvo lugar la noche del 1 de julio y el senado aprobó los tres casinos, informaba al día siguiente el Boston Globe. Lo que queda ahora es reconciliar la versión de la ley del senado con la de la cámara de representantes que ha aprobado su propia legislación de casinos en abril.
Aunque los jugadores son engañados por la tentación del dinero fácil, un artículo publicado antes del premio de la lotería canadiense llamaba la atención de los lectores sobre las improbables opciones de ganar.
El 4 de junio, el premio de la lotería Lotto Max llegó hasta los 50 millones de dólares después de que no hubiera ganador. De nuevo nadie ganó, pero los canadienses se gastaron 60 millones de dólares en billetes de lotería, señalaba el periódico National Post el 24 de junio.
Una semana antes de que el afortunado ganador se llevara el premio, se gastaron otros 124 millones de dólares más en billetes de lotería en otros intentos vanos de ganar.
El artículo explicaba que el poseedor de un billete de lotería tiene una oportunidad entre 620.000 de ganar un segundo premio, y una entre 28 millones de ganar el premio gordo.
Los matemáticos citados en el artículo decían que había más probabilidades de ser alcanzado por un rayo tres veces a lo largo de la vida que ganar el premio, o sacar 25 veces seguidas cara al arrojar una moneda.
Los verdaderos ganadores
Los únicos y verdaderos ganadores del juego son los gobiernos y quienes gestionan los negocios. Con respecto a los gobiernos, el Wall Street Journal comentaba en un artículo el 11 de mayo que la recesión ha forzado a los gobiernos estatales – enfrentados a déficits de record – a volverse hacia los vicios que generan ingresos.
En Ohio, tras años de oposición al juego, se abría la puerta con un casino que sustituirá a una planta automovilística. Por su parte, Oakland, en California, ha comenzado a cobrar impuestos sobre la marihuana médica y otros estados están considerando si legalizar la venta de hierba. Otros han suavizado las leyes que restringen la venta de alcohol en domingo. Según el Journal, cerca de una docena de estados han debatido recientemente o aprobado quitar las restricciones al juego.
Después están los clubs y los casinos. Un artículo publicado el 10 de marzo en el periódico Sydney Morning Herald describía la situación de Australia.
Los clubs del estado más poblado de Nueva Gales del Sur han admitido que casi 800 millones de dólares de sus ingresos anuales, cerca del 40% de sus ingresos por las máquinas de póker, podrían provenir de jugadores problemáticos, afirmaba el artículo.
La preocupación por los efectos del juego llevó a un estudio de la Australian Productivity Commission, que fue hecho público por el gobierno federal el 23 de junio.
Los australianos siempre han sido aficionados al juego pero, como explicaba el informe, la liberalización de las leyes en los años noventa llevó a un rápido aumento de las oportunidades de apostar.
De hecho, el gasto total (pérdidas) registrado en Australia alcanzó poco más de los 19.000 millones de dólares en el 2008-09, es decir una media de 1.500 dólares por cada adulto que jugó.
Según el informe, para una población de poco más de 21 millones de personas en todo el país, 5.700 hoteles y clubes proporcionan oportunidades de jugar. De igual forma, hay 4.500 terminales, en las que la gente puede apostar a las carreras y a los deportes. Hay además 4.700 establecimientos de lotería y 13 casinos.
Los cambios que siguieron a la relajación de la ley dieron como resultado que el porcentaje de gastos de las máquinas de juego y de los casinos subiera del 40% en 1986-87 hasta el 75% en el 2006-07. Había 198.300 máquinas de juego (EGM) en Australia 2009, con 97.065 de ellas en Nueva Gales del Sur.
Fuente de ingresos
La importancia del juego como fuente de ingresos es claramente evidente por los datos publicados en el informe. Los hoteles reciben el 28% de sus ingresos del juego, los clubs el 61%, y los casinos el 78%.
Los ingresos anuales por cada EGM fueron de cerca de 59.700 dólares en el 2008-09. Las pérdidas anuales por cada jugador de estas máquinas fueron de una media de 3.700 dólares en Nueva Gales del Sur, 3.100 en Victoria y 1.800 en Queensland.
El aumento del juego ha supuesto unos ingresos inesperados para los gobiernos ya hora confían en él como un gran fuente de ingresos. Los ingresos estatales por impuestos al juego fueron de 5.000 millones de dólares en el 2008-09 – un 10% de todos los ingresos por impuestos del estado. El estado de Victoria tiene la dependencia más alta de estos impuestos, con un 13%.
Cuando se trata de los problemas causados por el juego, el informe mantenía que la mayoría de la gente lo utiliza como una agradable relajación y que muchas formas de juego no plantean grandes riesgos.
No obstante hay una considerable inquietud por la gente que juega de modo regular en las máquinas de póker. Las máquinas de juego suman el 62% de todo el gasto en juego. Según el informe, cerca de 600.000 adultos juegan al menos una vez a la semana. Los datos varían, pero las encuestas muestran que cerca del 15% de ellos – 95.000 personas – son jugadores con problemas.
Se estima que esto alcanza a un porcentaje del 0,7% al 1,7% de toda la población adulta. Esto puede parecer algo de lo que no hay que preocuparse, y de hecho el informe observa que algunos en la industria del juego utilizan esto como argumento de que es un tema de poca importancia.
Pero no es tan trivial, mantenía el informe, cuando se pone en su contexto. Sólo cerca de un 0,15% de la población ingresan en un hospital cada año por accidentes de tráfico y se estima que cerca del 0,2% de la población ha consumido heroína en el último año. «Los porcentajes pequeños de población no significan problemas pequeños para la sociedad», aseveraba la comisión.
Efectos colaterales
Según el informe, los daños causados por los problemas con el juego incluyen suicidio, depresión, ruptura de relaciones, menor productividad laboral, pérdidas de empleo, bancarrota, y crimen.
Los resultados de una encuesta del 2008 muestran que el juego es la motivación más común para el fraude y que la media de pérdidas por delito fue de 1,1 millones de dólares.
Además está lo que el informe denomina «efectos onda» del juego problemático. Por cada jugador con problemas se ven afectadas otras personas, desde los miembros de su familia hasta sus amigos y colegas.
Un estudio reciente llevado a cabo en el estado de Tasmania dio como resultado que la mitad de los encuestados dijo que conocía personalmente a alguien que había sufrido problemas con el juego.
Cuando se trata de poner un valor monetario a los problemas del juego, resulta difícil de cuantificar, admite el informe. Sin embargo, estimaciones conservadores ponen este coste en varios miles de millones de dólares al año.
El informe reconocía que en la
última década los gobiernos han introducido reglamentaciones que reducen el impacto negativo del juego. Al mismo tiempo, la comisión pedía una política más coherente y eficaz.
Entre las medidas sugeridas por el documento estaba el reducir la velocidad con que operan las máquinas de juego. Si juegan a alta velocidad es posible perder hasta 1.500 dólares en una hora.
Otros pasos que podrían mejorar este tema es limitar la cantidad de efectivo que pueden echar los jugadores a las máquinas en cada ocasión, y también bajar el límite de lo que se puede apostar en cada ocasión.
Quitar máquinas de las pistas de juego e imponer un límite diario a la retirada de fondos en los lugares de juego también ayudaría a algunos jugadores, añadía el informe.
Los ingresos por el juego tientan a los gobierno como una solución fácil para reducir el déficit presupuestario, pero a un alto coste para muchas familias y para la sociedad en su conjunto.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado