CIUDAD DEL VATICANO, domingo 10 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI quiso confiar hoy públicamente el recién inaugurado Sínodo Especial para Oriente a la Virgen María, durante el rezo del Ángelus con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Este gesto lo realizó teniendo en cuenta “cuánto veneran a la Virgen María nuestros hermanos y hermanas de Oriente Medio”, que “la miran a ella como Madre solícita, cercana a todo sufrimiento, y como Estrella de esperanza”.
El Papa explicó a los presentes el significado profundo de este Sínodo, al mismo tiempo que pidió oraciones por ello.
“Esta extraordinaria reunión sinodal, que durará dos semanas, ve reunidos en el Vaticano a los Pastores de la Iglesia que vive en la región medioriental, una realidad de lo más variada: en esas tierras, de hecho, la única Iglesia de Cristo se expresa en toda la riqueza de sus antiguas Tradiciones”.
En estos países, “marcados por profundas divisiones y heridos por largos conflictos, la Iglesia está llamada a ser signo e instrumento de unidad y reconciliación, sobre el modelo de la primera comunidad de Jerusalén”, afirmó el Papa.
“Esta tarea es ardua, desde el momento en que los cristianos de Oriente Medio se encuentran a menudo soportando condiciones de vida difíciles, tanto a nivel personal como familiar y de comunidad. Pero ello no debe desanimarnos”, añadió.
Rosario
Por otro lado, el Papa recordó que este mes de octubre es el mes del Rosario. “Somos por tanto invitados a dejarnos guiar por María en esta oración antigua y siempre nueva, que a Ella le es especialmente querida porque nos conduce directamente a Jesús, contemplado en sus misterios de salvación: gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos”.
“Tras las huellas del Venerable Juan Pablo II, quisiera recordar que el Rosario es oración bíblica, toda entretejida de Sagrada Escritura”.
Es también, explicó, “oración del corazón, en la que la repetición del «Ave María» orienta el pensamiento y el afecto hacia Cristo, y por tanto se hace súplica confiada a la Madre suya y nuestra”.
El rosario, concluyó el Papa, es al mismo tiempo “oración que ayuda a meditar la Palabra de Dios y a asimilar la Comunión eucarística, según el modelo de María que custodiaba en su corazón todo lo que Jesús hacía y decía, y su misma presencia”.
Por ello, en los saludos en los distintos idiomas, instó a los presentes a rezar el Rosario, para que, como dijo a los peregrinos de habla hispana, “la invocación constante del dulce Nombre de la Virgen María sea para todos fuente de consuelo y esperanza”.