CIUDAD DEL VATICANO, lunes 11 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La expansión del islam «político» se ha convertido en una amenaza para los cristianos en Oriente Medio, considera el relator general del primer Sínodo de los Obispos dedicado exclusivamente a esa atribulada región del planeta.
Su Beatitud Antonios Naguib, patriarca de Alejandría de los Coptos, en Egipto, reconoció en la mañana del lunes, en la relación que presentó ante la asamblea episcopal antes de la discusión, que «a partir del año 1970, en la región, observamos la expansión del islam político, que abarca distintas corrientes religiosas. Ello afecta a la situación de los cristianos, sobre todo en el mundo árabe. Éste desea imponer un modo de vida islámico a todos los ciudadanos, a veces con la violencia».
«Constituye, por lo tanto, una amenaza para todos y juntos debemos afrontar estas corrientes extremistas», aclaró el patriarca copto, quien presentó asimismo la posición de la Iglesia católica ante el diálogo con los musulmanes, tal y como la presenta la declaración «Nostra aetate» del Concilio Vaticano II.
«La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres», dice ese documento.
El patriarca recogió también algunas de las intervenciones de Benedicto XVI sobre el diálogo interreligioso con los musulmanes, que ha definido como «una necesidad vital, de la que depende nuestro futuro en gran medida».
«Las razones para tejer relaciones entre cristianos y musulmanes son múltiples», siguió aclarando el patriarca. «Todos son conciudadanos, comparten el mismo idioma y la misma cultura y, asimismo, las alegrías y los sufrimientos. Además, los cristianos tienen la misión de vivir como testigos de Cristo en sus sociedades».
«Desde su surgimiento, el islam ha encontrado raíces comunes con el cristianismo y el judaísmo», añadió el patriarca, quien consideró que «es necesario valorizar mejor la literatura árabe cristiana».
Ahora bien, advirtió, «El islam no es uniforme: presenta una diversidad confesional, cultural e ideológica. Dificultades en las relaciones entre cristianos y musulmanes surgen del hecho que, en general, los musulmanes no distinguen entre religión y política».
«Es ésta la fuente del malestar de los cristianos, porque se sienten en una situación de no ciudadanos, aunque se encuentren en su patria, en sus países desde mucho antes que el islam».
«Necesitamos un reconocimiento que pase de la tolerancia a la justicia y la igualdad, basado en la ciudadanía, la libertad religiosa y los derechos humanos. Es la base y la garantía de una buena coexistencia», aclaró.
Por último, el patriarca aseguró que «es necesario purificar los libros escolares de todo prejuicio con referencia al otro y de toda ofensa o deformación. Se intentará más bien entender el punto de vista del otro, en el respeto de las creencias y las prácticas distintas. Los espacios comunes serán valorizados, especialmente a nivel espiritual y moral».
A manera de conclusión, reconoció que «la Santa Virgen María es un punto de encuentro de gran importancia. La reciente declaración de la Anunciación como fiesta nacional en Líbano es un ejemplo alentador. La religión es constructora de unidad y armonía y expresión de comunión entre las personas y con Dios».