CIUDAD DEL VATICANO, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación las relaciones sobre los continentes y las intervenciones pronunciadas hoy martes por la mañana, en la segunda Congregación general de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos.
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– Card. Angelo SODANO, Decano del Colegio Cardenalicio (CIUDAD DEL VATICANO)
Una primera exigencia
Con la mirada dirigida hacia la actual Asamblea, quisiera decirles enseguida que concuerdo plenamente con lo que está escrito en nuestro Instrumentum laboris, es decir, que la comunión eclesial es la primera exigencia que los cristianos deben sentir en la compleja realidad actual de Oriente Medio. Esta unidad es además también el primer testimonio que Pastores y fieles pueden dar a la sociedad en la que viven, ya sea que uno se encuentre en Chipre o en Kuwait, en Turquía o en Egipto, en una sociedad donde la presencia cristiana es mínima como en algunos Países de la Península arábiga, o es muy importante como en Líbano.
Las duras pruebas del momento hasta pueden ser un estímulo para una mayor cohesión entre todas las comunidades cristianas, superando también el confesionalismo en lo que de reducido y limitado tienen. Los cristianos, de hecho, son ante todo miembros del mismo Cuerpo Místico de Cristo.
Antes que las diferencias de lengua, nación, pertenencia a diversos ritos, está, de hecho, la pertenencia a la única Iglesia de Cristo y, por lo tanto, existe el deber de colaborar estrechamente y de tener un estilo de vida caritativo y fraterno.
Frente a la difusión del Cristianismo en Oriente Medio, el autor anónimo de la carta a Diogneto ya describía la identidad de los cristianos como “aquellos que no se diferencian de los otros hombres ni por territorio ni por lengua o vestimenta … que no hablan un lenguaje inusitado … muestran el carácter admirable y extraordinario de su sistema de vida” (cfr. Carta a Diogneto, n. 5).
Recuerdo que sobre el argumento de la unidad de los cristianos y de su solidaria apertura hacia los otros, insistió mucho el difunto Papa Juan Pablo II en el Sínodo para Líbano, en 1995. Al respecto, dedicó luego algunas importantes directrices en la Exhortación Apostólica post-sinodal de 1997, recordándonos que las diversas comunidades cristianas, todas juntas, forman una única y misma Iglesia católica unida alrededor del Sucesor de Pedro y dedicada al servicio de la humanidad (cfr. Exhortación post-sinodal “Una esperanza nueva para Líbano”, n. 8).
La unidad eclesial
A veces las discusiones en nuestras comunidades nacen también de diferentes actitudes pastorales, entre unos que prefieren privilegiar la custodia de la herencia del pasado y otros que reclaman con mayor énfasis la necesidad de renovación. Sabemos, sin embargo, que en última instancia será necesario tener presente el criterio que nos ha dado Jesús, el criterio del nova et vetera (Mt 13, 52) y por lo tanto, de lo nuevo y de lo viejo que se deben extraer del tesoro de la Iglesia.
Lo recordaba recientemente nuestro amado Santo Padre Benedicto XVI, hablando a un grupo de Obispos de reciente nombramiento, diciéndoles: “El concepto de custodiar no quiere decir solamente conservar lo que fue establecido – aunque tal elemento nunca debe faltar,- pero requiere en su esencia también del aspecto dinámico, es decir, de una tendencia concreta al perfeccionamiento, en plena armonía y continua adecuación de las exigencias nuevas surgidas del desarrollo y del progreso de ese organismo viviente que es la comunidad” (cfr. L’Osservatore Romano, 13-14 de septiembre de 2010).
Obviamente, la unidad entre Pastores y fieles en Oriente Medio conlleva por lo tanto una estrecha unidad con la Iglesia de Roma, donde la Providencia ha guiado al Apóstol Pedro para establecer su sede. ¿Quién no recuerda al respecto lo que escribía a la Iglesia de Roma el gran Obispo de Antioquía, San Ignacio?
Se trata de una unión afectiva que debe, además, llevar a una unión efectiva con la Santa Sede, a través de los numerosos canales que hoy existen. En referencia a esto, quisiera también recordar la oportunidad de una estrecha unión con los Representantes Pontificios existentes en los Países de Oriente Medio. Son ocho beneméritos Enviados del Papa que en Jerusalén y en Beirut, en Damasco y en Ankara, en Bagdad y en Teherán, en El Cairo y en Safat en Kuwait se proponen colaborar con los Pastores locales en esta difícil hora de su misión.
Nuestra esperanza
En conclusión, deberemos trabajar todos juntos para preparar un alba nueva para Oriente Medio, usando los talentos que Dios nos ha dado. Ciertamente, urge favorecer la solución del trágico conflicto palestino-israelí. Ciertamente, urge obrar para que acaben las corrientes agresivas del Islam. Ciertamente, deberemos pedir siempre respeto por la libertad religiosa de todos los creyentes.
Es una misión difícil que ustedes, venerados Pastores de la Iglesia en Oriente Medio, deben llevar a cabo en un momento histórico tan dramático. Sepan, sin embargo, que no están solos en su solicitud cotidiana para preparar un futuro mejor para sus comunidades.
Es verdad que, a veces, frente a las pruebas de hoy, a alguien puede también surgirle espontáneamente repetir con el Salmista: Exsurge, Domine! Salvos nos fac, Domine! (Sal 3,8). “¡Levántate, Yahvé! ¡Sálvame, Dios mío!”.
La fe sin embargo nos dice enseguida que el Señor está vigilante junto a nosotros y que la promesa que Cristo les hizo un día a los Apóstoles es siempre actual: “Y yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). ¡Queridos hermanos, que esta certeza nos sostenga en el momento difícil en el que vivimos!
[Texto original: italiano]
– Card. Zenon GROCHOLEWSKI, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica (CIUDAD DEL VATICANO)
En Oriente Medio, la Iglesia tiene una larga tradición educativa. Hoy están presentes un millar de instituciones escolares católicas, con aproximadamente 600.000 alumnos. Generalmente son muy apreciadas y ofrecen la educación escolar sin distinción alguna o discriminación y son accesibles, particularmente, a los más pobres. En la región hay además 4 Universidades católicas con diversas sedes externas, 8 instituciones de estudios eclesiásticos superiores y por lo menos 10 seminarios de diversos ritos. En los países medio orientales hay, sin embargo, diferentes condiciones con respecto a la posibilidad de las instituciones educativas católicas de desarrollar su actividad y su misión. Su presencia en algunas zonas, por tanto, es masiva, en otras lo es menos.
Me refiero al n. 3 del Instrumentum laboris que delinea de manera general el objetivo específico de esta Asamblea, porque las instituciones educativas católicas pueden ser de gran importancia en la realización de casi todos los postulados presentados en las diversas partes del Instrumentum, es decir:
-proporcionar a los cristianos la razón de su presencia en Oriente Medio y su misión en cada País, en la formación de auténticos testigos de la fe en todos los niveles y de las personas calificadas para transmitir la fe;
-en reavivar la comunión eclesial y la cooperación entre componentes muy diferentes de la realidad eclesial en Oriente Medio; en el compromiso ecuménico y en el diálogo interreligioso; en la colaboración entre judíos y musulmanes en los campos religioso, social y cultural para el bien común;
-en reforzar el necesario compromiso cristiano en la vida pública, en la actividad civil y política, en los medios de comunicación, en contribuir a afrontar de manera adecuada los desafíos de la paz y los que nacen de la ambigüedad de la modernidad, en formar una sociedad más justa, solidaria y humana, en contribuir al desarroll
o integral de los Países de Oriente Medio en todos los niveles y en enriquecerlos con los valores cristianos.
Para que los cristianos puedan ser debidamente respetados y cumplir con su benéfica misión, también la misión educativa, es necesaria la calificada promoción de los conceptos de “laicidad positiva”, de dignidad de la persona humana, de sus derechos, de la verdadera libertad religiosa, del respeto de la libertad del otro. También en esta promoción deben y pueden contribuir las instituciones educativas católicas.
Por lo demás, pienso que sea difícil encontrar entre los postulados evidenciados en el Instrumentum laboris alguno para el cual no tengan importancia las instituciones educativas. Evidentemente cada una de estas instituciones debe contribuir en el propio campo y según las posibilidades concretas.
Quisiera poner de relieve cuatro aspectos:
1) Nuestras instituciones están abiertas a todos y respetan a quienes no comparten la fe cristiana, haciendo de modo que nadie se sienta huésped o extranjero. Esto, sin embargo, no debe silenciar los valores cristianos que fundan el sistema educativo católico ni debilitar la propia identidad específica y la misión cristiana.
2) Para favorecer la paz, el respeto de los derechos humanos, el progreso, el compromiso civil y político y, además, estar comprometidos con el ecumenismo, el diálogo interreligioso, etc. es necesario que los institutos superiores tengan contactos y diálogo con otros institutos del mismo tipo existentes en el territorio.
3) Es fundamental la genuina promoción de las vocaciones sacerdotales y la sólida preparación filosófico-teológica, espiritual y cultural de los futuros sacerdotes, adecuada a las necesidades específicas del lugar. De su calidad y compromiso, de hecho, dependerá en gran parte la consolidación y el desarrollo de la Iglesia en Oriente Medio.
4) Es de extrema importancia que los Obispos/Eparcas acompañen constantemente a las instituciones educativas católicas con su presencia, aliento, asistencia y consejos constructivos.
[Texto original: italiano]
– Mons. ‘Ad ABIKARAM, Obispo de Saint Maron of Sydney de los Maronitas (AUSTRALIA)
¿Cómo pueden los Cristianos orientales de la diáspora ayudar a los Cristianos de Oriente Medio?
Creemos que confirmar a los Cristianos orientales de la diáspora en su identidad y herencia orientales, pueda generar un empuje dinámico que los conduzca hacia sus raíces, suscitando en ellos la espiritualidad y la fe de sus antepasados de modo que puedan transformarse en una fuente esencial de “apoyo espiritual y solidaridad” entre los demás cristianos en su tierra.
Mi experiencia pastoral encarna esta visión. A la luz de estos principios, hemos creado diferentes actividades y comisiones en todas nuestras parroquias. Algunas de ellas se extienden hasta los Maronitas en Australia y crean comunicación entre ellas y Líbano. Otras tienen por finalidad formarlos y reforzar su identidad maronita, así como también impulsarlos a sostener financieramente a los de Oriente Medio; otras se dedican a promover la relación con los obispos católicos y ortodoxos de Australia, como también con los musulmanes para acciones futuras.
Los cristianos de todo el mundo, en todos los niveles, deben comprometerse, de acuerdo a un plan estratégico, para ofrecer ayuda a las Iglesias de Oriente.
Nosotros, los de la diáspora, estamos llamados a educar, confirmar y sensibilizar a nuestro pueblo en su identidad oriental, en la fe y la herencia. Esto lo llevará a sostener a los demás cristianos de Oriente y a unirlos en una única Iglesia, en sus raíces y Su diáspora … La Iglesia de nuevos horizontes para nuevos tiempos.
[Texto original: inglés]
– Rev.do P. David NEUHAUS, S.I., Vicario del Patriarca de Jerusalén de los Latinos para la pastoral de los católicos de lengua hebrea (JERUSALÉN)
El hebreo es también la lengua de la Iglesia católica en Oriente Medio. Cientos de católicos israelitas expresan todos los aspectos de su vida en hebreo, inculturando su fe en una sociedad definida por la tradición judía. Sin embargo, hoy existen miles de niños de fe católica, hijos de familias de trabajadores extranjeros, de refugiados, y también árabes que van a las escuelas de lengua hebrea y tienen necesidad de aprender el catecismo en hebreo. Se trata de un gran desafío para el Vicariato de lengua hebrea. Por último, el Vicariato católico de lengua hebrea se esfuerza en hacer de puente entre la Iglesia, con prevalencia de lengua árabe y la sociedad israelita judía, con el fin de promover tanto la enseñanza del respeto del pueblo de la Antigua Alianza, como la sensibilidad hacia el grito de justicia y de paz para los judíos y palestinos.
Juntos, los católicos de lengua árabe y los de lengua hebrea deben dar testimonio y trabajar en comunión por la Iglesia en la tierra en que ésta nació.
[Texto original: inglés]
– Mons. Louis SAKO, Arzobispo de Kirkuk de los Caldeos, Administrador Patriarcal de Sulaimaniya de los Caldeos (IRAQ)
La reforma litúrgica basada en la Sagrada Escritura, pero también en la patrística y las exigencias pastorales de hoy. De otro modo, nuestros fieles irán a buscar otras Iglesias, como ya sucede en algunos casos. Una prioridad debe ser la formación de los formadores. A veces algunas Iglesias carecen de personal; corresponde a la Iglesia Universal ayudar en la preparación del clero que esté a la altura de su misión.
La relación entre las distintas Iglesias de cada país de Oriente Medio y también la relación con la Santa Sede ¿Cómo vivir al mismo tiempo la comunión en la particularidad? Permaneceremos divididos si vamos a buscar en el pasado y no buscamos en cambio lo que nos puede unir hoy. La Iglesias Orientales forman parte de la Iglesia Universal y cualquier estudio que realiza la Iglesia Universal debe tener en consideración también la situación de las Iglesias particulares. A veces quedamos defraudados.
Un compromiso serio para el diálogo con los musulmanes. Sin este diálogo no podrá existir la paz y la estabilidad. Juntos podemos eliminar las guerras y todas las formas de violencia. Debemos unir nuestras voces para denunciar juntos el gran negocio económico del comercio de armas. Una verdadera amenaza de guerras en nuestra región, donde las palabras del Papa Juan Pablo II se han verificado trágicamente: “La guerra es una aventura sin retorno”. Sin el diálogo y un compromiso real y concreto no existirá la paz.
El mortal éxodo que aflige a nuestras Iglesias no se podrá evitar La emigración es el mayor desafío que amenaza a nuestra presencia. Las cifras son preocupantes. Las Iglesias Orientales, y también la Iglesia Universal, deben asumir las propias responsabilidades y hacer, con la comunidad internacional y las autoridades locales, elecciones comunes que respeten la dignidad de la persona humana. Elecciones que se basen en la igualdad y en la plena ciudadanía, con compromisos de partenariado y de protección. La fuerza de un Estado se debe fundar en la credibilidad cuando aplica las leyes al servicio de los ciudadanos, sin discriminación entre mayoría y minoría. Queremos vivir en paz y libertad, en vez de sobrevivir.
[Texto original: italiano]
– Mons. Shlemon WARDUNI, Obispo titular de Anbar de los Caldeos, Obispo de Curia di Babilonia de los Caldeos (IRAQ)
Le agradecemos a Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, por habernos invitado a este encuentro, por trabajar con nosotros y acompañarnos para alcanzar resultados positivos y constructivos.
Es un paso bendecido, valiente y necesario el que hemos dado juntos con el fin de estudiar los difíciles problemas que nos afectan a todos nosotros y que no podemos evitar, aunque lo hemos llevado a cabo demasiado tarde y tend
ríamos que haberlo dado antes debido a su importancia y a los serios temas que estamos discutiendo y que están en relación con nuestra existencia o no existencia, construcción o destrucción, perseverancia o fracaso, compromiso o indiferencia, avance o retroceso, que es lo que sucede cuando miramos al pasado, al presente y al futuro.
Debemos construir cimientos sólidos y reparar aquellos destruídos o débiles si queremos dar testimonio de Jesucristo y vivir Sus mandamientos celestiales que nos dio como vida, para revitalizar nuestro comportamiento y alcanzar la comunión entre nosotros.
Nadie debe debilitar esta comunión, ni siquiera los intereses confesionales o egoístas deben desgastar nuestra comunión, más bien, debemos vivirla plenamente o nuestras divergencias nos destruirán. Debemos anunciar y vivir el amor recíproco que nos lleva a la unidad, fuente de nuestra fortaleza.
¿Qué debemos hacer, entonces?
1- El amor está por encima de todo: fundar un comité de Oriente Medio de todas las iglesias relacionadas con el Concilio de los Patriarcas, responsable del diálogo entre las Iglesias Católicas, para lograr un acercamiento real, destruir barreras y construir relaciones estrechas que fomenten la reciprocidad en los servicios y el estudio de los puntos débiles de nuestras Iglesias hermanas.
2-Que sean un solo corazón: Fundar un comité responsable del ecumenismo y de las relaciones con nuestras Iglesias hermanas Ortodoxas y con las comunidades Protestantes, y formar un comité de diálogo entre las diferentes religiones de Oriente Medio, que organizará encuentros constructivos entre las tres religiones principales, al igual que con otras religiones. Establecer un comité consolidado que defienda a los oprimidos y a los que no tienen derechos, que se eriga valiente y audazmente contra los grupos políticos fanáticos y partisanos.
3- Dar importancia al testimonio de la fe en la vida, animar a nuestros fieles a trabajar en el ámbito político, ya que son ciudadanos indígenas que tienen derechos y deberes propios y deben, por ello, tomar la responsabilidad de guiar los problemas del estado, según los principios de los derechos humanos. Sensibilizar a las personas para que defiendan la libertad, especialmente la libertad religiosas, la libertad de consciencia y la libertad de expresión; aquí mencionamos especialmente el tema de los menores, que puede crear problemas en las familias cristianas, ya que no hay libertad con respecto a esto.
4- Debemos promover la paz y la estabilidad en nuestros países y clamar en una sola voz: no a la guerra, sí a la paz; no a las armas de destrucción, sí al desarme; no al terrorismo, sí a la hermandad universal; no a las divisiones, a los conflictos y al fanatismo, sí a la unidad, a la tolerancia y al diálogo. Debemos subrayar con fuerza que los cristianos de Oriente Medio son ciudadanos con todas las garantías quienes, de acuerdo con los estatutos internacionales, tienen dos privilegios: el primero, el derecho a la ciudadanía y el segundo, el derecho a arraigar su presencia y a no ser excluidos de la construcción de los países de Oriente Medio.
5- Estar atentos a los laicos y darles su verdadero papel en la Iglesia, creando un comité para la familia y la juventud.
Ponemos todo esto bajo la protección de nuestra Madre María, la Madre de Oriente, que acompañó a la primera iglesia y Ella, que acompañó a la primera Iglesia, también nos acompañará a nosotros.
Amén.
[Texto original: árabe]
– Mons. Antonios Aziz MINA, Obispo de Gizé de los Coptos (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO)
Elección de los obispos:
Mi intervención no tiene como objetivo solicitar un cambio de la norma vigente, sino más bien encontrar un procedimiento que pueda agilizar las formalidades de los nombramientos, manteniendo la norma vigente y salvaguardando, al mismo tiempo, la tradición oriental.
Sugiero dos modos alternativos, en orden de preferencia:Considerar al Romano Pontífice potencialmente presente en todas las reuniones del sínodo, e implícitamente ausente en cada elección que se lleve a cabo. Así, el Patriarca podrá solicitar al Santo Padre que dé Su bendición después de haber efectuado la elección, pero antes de la publicación del nombramiento.
El Patriarca comunica directamente el resultado de la elección al Santo Padre en una audiencia especial o mediante el Representante Pontificio, solicitando su consentimiento.
La jurisdicción de los Patriarcas sobre los fieles del mismo rito fuera de los territorios patriarcales: El principio de territorialidad ha sido mantenido con firmeza por todos los concilios ecuménicos.
Por otro lado, los últimos sesenta/setenta años han marcado la historia humana a un ritmo frenético.
La inmigración masiva de familias enteras, de una parte a otra del mundo, ha hecho que muchos orientales dejaran su propio territorio para establecerse en otros lugares. El caso extremo se presenta cuando los fieles que pertenecen a una Iglesia “su iuris” son más numerosos fuera del territorio que dentro de él.
No es del todo lógico que algunos fieles, pertenecientes a una iglesia sui iuris, no tengan mas relaciones con la Iglesia de pertenencia aparte de las litúrgicas.
Mi solicitud es que se le dé al Patriarca la jurisdicción personal sobre los fieles de su Iglesia, allá donde se encuentren.
Ordinariado para los orientales sin jerarca propio:
Esta estructura jurídica preconciliar, que se ocupa del cuidado pastoral de los orientales residentes fuera de los territorios de origen, parece totalmente superada; es más, me atrevería a decir que va en contra de los dispositivos del derecho vigente.
Por lo tanto, propongo estudiar de nuevo la situación jurídica de los ordinariados actuales para los orientales que no tienen un jerarca propio , en vistas de su abolición.
La misión de los sacerdotes uxoratos fuera de los territorios patriarcales:
Desde los años 30 está en vigor la prohibición de la ordenación y el ejercicio del ministerio a sacerdotes uxurados fuera del territorio patriarcal y de las “regiones históricamente orientales”.
Pienso, subordinándome a cuanto decida el Santo Padre, que ha llegado el momento de dar este paso, en favor del cuidado pastoral de los fieles orientales de la diáspora.
[Texto original: italiano]
– Mons. Maroun Elias LAHHAM, Obispo de Túnez (TÚNEZ)
Hablar de las relaciones entre Oriente Medio y Magreb no es hablar de las relaciones entre Oriente y Occidente.
Los países del Magreb forman parte también del mundo árabe y de los países musulmanes. Es preciso saber que hay más musulmanes en África del Norte que en los países de Oriente Medio. Es cierto que Oriente Medio tiene la gracia de tener minorías cristianas árabes, mientras que el Cristianismo de los primeros siglos ha desaparecido completamente de los países del Magreb. Actualmente, existen verdaderas Iglesias locales implantadas en sus respectivos países, pero con fieles extranjeros.
Partiendo de estos dos puntos realizaré mi intervención.
– Los países del Magreb forman parte del mundo árabe musulmán. Aparte algunas particularidades de algunos países, la vida en Rabat, en Argel, en Túnez o en Trípoli es semejante a la vida en Ammán, en Damasco, en Bagdad o en el Cairo. Esto es válido sobre todo para las relaciones con el Islam y para el hecho de vivir la fe cristiana en un contexto muy distinto. Las Iglesias de los países del Magreb muestran gran interés en establecer relaciones con sus Iglesias hermanas de Oriente Medio en este aspecto, ofreciendo su especificidad en un diálogo de vida y de ideas con el Islam, un diálogo vivido partiendo de una situación de extranjeros y no de conciudadanos.
– Las Iglesias del Magreb son Iglesias en las que sus fieles son extranjeros. En cada Iglesia del Magreb se cuentan a
l menos 60 nacionalidades. Se trata de europeos (empresarios, diplomáticos, residentes, jubilados, mujeres cristianas de matrimonios mixtos,…), africanos (estudiantes, empleados del Banco africano de desarrollo, militares que realizan pasantías, familias, inmigrados,…), algunos árabes cristianos de Oriente Medio (Egipto, Siria, Líbano, Palestina, Jordania) y un pequeño número de personas locales bautizadas en la Iglesia católica (en Túnez y en Argelia).
La colaboración que se necesita aquí es un intercambio de sacerdotes, religiosos, laicos consagrados o voluntarios para trabajar en las parroquias y en las diversas instituciones de la Iglesia de África del norte. Hasta ahora Europa aseguraba todo esto. Actualmente esto ya no es posible, dada la disminución de vocaciones sacerdotales y religiosas. No existiendo familias cristianas locales o residentes desde hace generaciones, nuestras Iglesias tienen la posibilidad de pedir ayuda en dos direcciones: África y Oriente Medio.
Es cierto que la vida de un sacerdote de Oriente Medio no se asemeja a la vida de un sacerdote del contexto del Magreb (lo digo por experiencia, pues yo mismo, así como mi hermano de Argel, soy medio oriental), pero, con la gracia de Dios y un serio trabajo de adaptación, es posible y constituye un motivo de enriquecimiento. La inserción de las religiosas es más fácil, pues existe el apoyo de la comunidad.
“Pedid y se os dará”, dijo el Señor. Hemos pedido, ahora esperamos recibir.
[Texto original: francés]
– Mons. Elias NASSAR, Obispo de Sidón de los Maronitas (LÍBANO)
Las Iglesias de Oriente cohabitan con el Islam desde hace catorce siglos, a pesar de las dificultades y los desafíos, con altos y bajos relacionados a menudo con problemas políticos y el conflicto Oriente-Occidente, sobre todo desde las Cruzadas (siglos XI – XIII).
En esta larga vida en común miremos la mitad llena del vaso:
Cada día se registra un enriquecimiento recíproco.
La adhesión de los musulmanes a la oración, al ayuno, a la caridad, a la peregrinación, anima a sus vecinos cristianos a ser más practicantes.
La proximidad de los cristianos con el Evangelio hace reflexionar a los musulmanes sobre una lectura crítica del Corán, por ejemplo.
Ciertamente, el diálogo dogmático no está presente, pero el diálogo de vida garantiza una cohabitación que dura desde hace 14 siglos.
Hay iniciativas que pueden emprenderse en un régimen laico, como es el caso de Siria. Hemos podido llevar a cabo actividades en común con los musulmanes durante el año de San Pablo, en 2008-2009…. mediante el arte, el teatro, la cultura y el deporte.
– Conciertos de cantos religiosos mixtos.
– Exposiciones de cuadros e iconos.
– Torneos deportivos y maratones.
– Conferencias, coloquios, fotonovelas.
– Valorización de los emplazamientos arqueológicos del siglo I.
– Películas y obras teatrales interpretadas por actores cristianos y musulmanes. El actor que interpretaba a San Pablo era un musulmán.
[Texto original: francés]
– Mons. Youssef BÉCHARA, Arzobispo de Antélias de los Maronitas (LÍBANO)
Mi intervención se refiere a los números 25 y 39 del Instrumentum Laboris donde se plantea la cuestión de la laicidad positiva. Más allá, en el n. 109, se afirma que no hay laicidad en los países musulmanes.
Debido a que la gran mayoría de los Países de Oriente Medio es musulmana y rechaza la laicidad, sería preferible para nuestro Sínodo utilizar en su lugar el término ciudadanía o estado cívico, porque es un término más admisible y abarca las mismas realidades. Además fue utilizado por algunas autoridades religiosas y por escritores musulmanes en Líbano y en otras partes.
Entre otras cosas, los Patriarcas Católicos de Oriente, en sus cartas pastorales, especialmente en aquellas en las que tratan acerca de las relaciones entre cristianos y musulmanes, utilizan ampliamente la ciudadanía (n. 32).
Mas para que la realidad de la ciudadanía sea admitida, generalizada e integrada a nivel de las constituciones y, sobre todo, de la mentalidad, se requiere un doble trabajo:
-a nivel societario popular, los medios de comunicación social pueden ser de gran ayuda porque se trata de inculcar en las masas las nociones que la ciudadanía implica, sobre todo la igualdad de todos y la aceptación de la diversidad religiosa y cultural;
-a nivel educativo, en las escuelas y las universidades, la noción de ciudadanía puede ser enriquecida a lo largo de los años de formación. Es indispensable una tarea de depuración a nivel de los programas para eliminar las discriminaciones.
Este doble trabajo es necesario si se quiere superar el nivel de las élites para las que las nociones de ciudadanía, diálogo y la misma libertad son admitidos, para poder alcanzar a las masas que pueden ser manipuladas y pueden llegar a toda clase de extremismo.
[Texto original: francés]
– Rev.do Mons. Raphaël François MINASSIAN, Exarca Patriarcal del Patriarcado de Cilicia de los Armenios (JERUSALÉN)
La comunión no es una relación social amigable; es, más bien, la entrega de uno mismo por el bien del propio hermano. Esta es la enseñanza de Jesús.
La Iglesia local de Tierra Santa en Jerusalén es consciente de los graves problemas socio-políticos de los cristianos en Oriente Medio, y confía en la importancia imperativa de los medios de comunicación social, que pueden jugar un papel positivo proponiendo soluciones.
La técnica de los medios de comunicación social consiste en la utilización del sonido, la imagen y el texto como medios de comunicación, que nos llevan a una solución “comunicativa” que encuentra su fundamento en la unidad de las iglesias católicas en Oriente. Una unidad ideal para un testimonio cristiano que acelere la comunión y la colaboración, sin dañar la identidad de las distintas Iglesias cristianas católicas y sin menoscabar su cultura tradicional.
La Iglesia Católica de Oriente Medio ha permanecido fiel a la tradición apostólica, que consistía en predicar, visitar y escribir. La colaboración, en el ámbito de los medios de comunicación social, es aún débil entre los católicos de Oriente Medio a causa de las diferencias entre las culturas y entre las tradiciones eclesiásticas.
En los últimos tiempos, la utilización de los medios de comunicación social ha sido cada vez más frecuente, pero a nivel y por iniciativa de cada individuo particular. Estos medios, a pesar del progreso rápido del mundo de los sistemas de comunicación, siguen estando en una fase primitiva debido a falta de recursos económicos y, en consecuencia, también profesionales.Los medios de comunicación social pueden desempeñar un papel importante y ser uno de los medios más idóneos para crear una comunión verdadera entre las distintas iglesias católicas, partiendo de una colaboración activa entre ellas, de modo tal que dichos medios se conviertan, realmente, en lugar de testimonio de Jesús y de los valores cristianos.
[Texto original: italiano]
– Mons. Salim SAYEGH, Obispo titular de Acque di Proconsolare, Obispo auxiliar de Jerusalén de los Latinos, Vicario Patriarcal de Jerusalén de los Latinos para Jordania (JERUSALÉN)
Entre los problemas a los que se enfrenta la Iglesia en Oriente Medio, deberíamos mencionar el de las sectas, que provocan una gran confusión doctrinal; nuestra época está llena de sus fantasías teológicas. En Jordania, solo por poner ejemplo, hay una cincuentena de sectas, de las cuales cinco tienen más pastores activos que todas las Iglesias católicas y ortodoxas juntas. ¿ Qué hacer para conservar la fe y limitar su creciente influencia?
Visitar las familias. A los sacerdotes y pastores de almas se les pide, con i
nsistencia, que visiten a las familias y que acepten su responsabilidad de explicar, defender, sembrar, vivir y ayudar a vivir la fe católica.
Ocuparse seriamente de la formación cristiana de los adultos. Muchos de nuestros fieles practicantes han recibido poca formación moral y sacramental; no han sido evangelizados y, por lo tanto, son un blanco fácil para las sectas.
Sensibilizar a las escuelas católicas sobre su misión como escuelas católicas: A menudo, los responsables de las escuelas no dan a la clase de catequismo la misma importancia que le dan a las demás materias. Raramente preparan a los catequistas y, con frecuencia, los escogen sin discernimiento alguno, sino para cubrir vacantes.
Tener el valor de revisar los libros de catequismo. Para que expresen claramente la fe y la doctrina de la Iglesia católica, explicada e ilustrada por las Sagradas Escrituras, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico.
En conclusión, más allá de las diferencias rituales y de los desacuerdos políticos, conservar la fe es la misión primordial de los pastores de la Iglesia Católica.
[Texto original: francés]
– Mons. Georges BACOUNI, Arzobispo de Tiro de los Greco-Melquitas (LÍBANO)
Es verdad que los padres son los primeros catequistas de los fieles, con la ayuda de las escuelas y parroquias. Pero, a partir del Concilio Vaticano II, una nueva iniciativa referente al catecismo surgió desde los Nuevos Movimientos Eclesiales, con la bendición y el estímulo de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Es importante que hoy la Iglesia Oriental aprenda de sus éxitos y se beneficie de sus iniciativas.
Muchos de los movimientos eclesiales siguen una determinada orientación del catecismo y me referiré a uno de ellos – las comunidades de la Espada del Espíritu, dentro del movimiento Renovación del Espíritu – para explicar su pedagogía. Está modelada a imagen de la propia pedagogía catequética del Señor con los discípulos en el camino a Emaús, tal como leemos en el capítulo 24 del Evangelio de San Lucas. No está enfocada solamente a la educación de la mente, sino más bien a llevar a los fieles hacia una relación personal con Jesús, a descubrir su llamada y su misión y a una comunión más profunda con la Iglesia. Es una pedagogía dirigida a esos cristianos que, como los discípulos de Emaús, crecieron en la fe cristiana pero perdieron la esperanza y “sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle” (Lc 24, 16). Puesto que muchos de estos cristianos no van a la Iglesia, miembros del movimiento van y les acompañan a lo largo del camino tal como hizo Jesús (ver. 15), les escuchan (ver. 17), los re-evangelizan (vers. 25-27) y los llevan a la comunión con el Señor (ver. 30) y a un deseo de comunidad (ver. 29). Entonces, una vez que sus ojos se han abierto (ver. 31) deciden quedarse – o volverse- a su país y a su iglesia (vers. 33), para convertirse en nuevos misioneros (ver. 35). Pero para que esta conversión dure son invitados a una vida en comunidad (vers. 33, 36-43), donde reciben una mayor instrucción y amistad (vers. 44-47), donde se convierten en testigos e incluso mártires (ver. 48) por el poder del Espíritu Santo (ver. 49) y mediante una vida de adoración y oración (vers. 52,53).
Podemos dar fe que en estos nuevos movimientos vemos, no sólo una nueva vitalidad para la oración y la evangelización sino, y es más importante, una capacidad de inspirar en hombres y mujeres, jóvenes y viejos, el deseo de permanecer en sus países como misioneros, sirviendo a sus iglesias locales con celo y obediencia. Es por lo tanto crucial – incluso vital – que los obispos y el clero se den cuenta que estos nuevos movimientos eclesiales trabajan en la Iglesia y para la Iglesia, y que su contribución no es una amenaza, sino más bien una valiosa contribución a los esfuerzos de la Iglesia para catequizar a los fieles y preservar la presencia cristiana en Oriente Medio. Por lo tanto, los obispos en especial tienen que animar y promover dichas iniciativas y asegurar que estos nuevos movimientos eclesiales tengan la ayuda teológica y espiritual que les falta.
Los discípulos de Emaús retornaron con esperanza, una esperanza sobre la que se fundó la Iglesia. ¡Qué podamos también nosotros volver a nuestras situaciones locales, llenos de esperanza en esta estación en la que el Espíritu Santo está trabajando de una manera nueva pare renovar la Iglesia – tal como describió nuestro querido Papa Benedicto XVI en su ensayo sobre el Locus de los Movimientos Eclesiales en la Iglesia hace más de 12 años – y en su profética convocación de este Sínodo Especial! ¡Cristo es el mismo ayer, hoy y para siempre!
[Texto original: inglés]
– Rev.do P. Mauro JÖHRI, O.F.M. Cap., Ministro General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Capuchinos (ITALIA)
En mi intervención he recordado las características de la presencia de los capuchinos en Oriente Medio, a través de los siglos, dentro de la vasta tradición franciscana. Me he detenido en particular en la situación en Turquía. Recordando el compromiso cultural y la entrega pastoral del capuchino Obispo Mons. Luigi Padovese, Vicario Apostólico en Anatolia, bárbaramente asesinado el pasado 3 de junio, he recordado las graves dificultades que soportan los cristianos en aquella tierra.
Entre los compromisos de los capuchinos, además del cuidado pastoral de los cristianos dispersos en un territorio vastísimo, de las obras de caridad y del testimonio evangélico, he recordado el compromiso en promover los simposios de Tarso sobre San Pablo y de Éfeso sobre San Juan, en colaboración con el Instituto de Espiritualidad del Antonianum, con el fin de promocionar el interés por los lugares de los orígenes cristianos, descubriendo de nuevo su importancia cultural, no sólo para los cristianos. He recordado también el compromiso en la promoción de la participación y del diálogo con los musulmanes mediante la organización de simposios sobre el diálogo interreligioso. En síntesis, el compromiso de los capuchinos, juntamente con el de otras realidades eclesiales, se concretiza en querer ser testigos de la comunión eclesial de Cristo, como esperanza de paz para todos.
Finalmente, he recordado, citando las palabras del hermano asesinado, que siempre es posible vivir esta responsabilidad apostólica, también donde, a causa de las dificultades y discriminaciones, la única tarea posible “es la de ser una presencia. Un testimonio. Con una actividad pastoral muy limitada […] la misión es la presencia”; sólo así se puede hacer justicia al testimonio de los mártires que han derramado su sangre en estas tierras por el Evangelio de Cristo.
[Texto original: italiano]
– Mons. Jean Benjamin SLEIMAN, O.C.D., Arzobispo de Babilonia de los Latinos (IRAQ)
Mi intervención se refiere al n. 55 del I.L, que afirma: “En el plano de las relaciones intereclesiales entre católicos, esta comunión se manifiesta en cada país por las Asambleas de Patriarcas y Obispos, para que el testimonio cristiano sea más sincero, más creíble y más fructífero. Para promover la unidad en la diversidad, es preciso superar el confesionalismo en lo que puede tener de limitación o de exageración, alentar el espíritu de cooperación entre las distintas comunidades, coordinar la actividad pastoral y estimular la emulación espiritual y no la rivalidad. Se podría sugerir que de vez en vez (por ejemplo cada cinco años), una Asamblea reúna a todo el episcopado de Oriente Medio”.
La palabra comunión aparece unas treinta veces en el Instrumentum. Ésta es el centro de nuestra identidad eclesial, el dinamismo de la unidad y de la multiplicidad de nuestras Iglesias. De ella depende nuestro presente y nuestro futuro, nuestro testimonio y nuestro compromiso, nuestros esfuerzos para contener la emigración que no
s debilita y para exorcizar la desilusión que corroe.
Pero la comunión es contradicha sobre todo por el confesionalismo. Los ritos se han transformado en confesiones. Es indispensable también que nuestras Iglesias sui iuris descubran de nuevo las raíces de este fenómeno que se remonta a las estructuras árabe-islámicas primitivas. Están invitadas a librarse de esta herencia histórica para reencontrar“ el modelo de la comunidad de Jerusalén”.
[Texto original: francés]
– Mons. Vincent LANDEL, S.C.I. di Béth., Arzobispo de Rabat (MARRUECOS)
Partiendo de la experiencia de Marruecos (25.000 católicos de 90 nacionalidades para una población de 33 millones de musulmanes), los cristianos son todos extranjeros y no pueden ser ciudadanos del país, incluso existiendo “libertad de culto”. Ello conlleva que, aun participando en la vida económica, cultural y social del país, no pueden de ninguna manera inmiscuirse en el engranaje de las decisiones políticas nacionales o internacionales.
Nuestra responsabilidad como Iglesia es ayudar a estos extranjeros de paso a comprender que están en primera línea en el diálogo de vida con los musulmanes. En las empresas donde trabajan, en las universidades o escuelas, son individuos en medio de toda esta sociedad musulmana.
– Son testigos de un Amor más grande.
– Son testigos de este Dios que dirige “una mirada amorosa” sobre los hombres, sea cual sea su cultura o religión.
Su testimonio de vida es fundamental para la vida de la Iglesia. Un amigo musulmán me dijo un día: “vuestra presencia, por muy mínima que sea, es muy importante para que nosotros entendamos que hay distintos caminos hacia Dios”.
Nuestra responsabilidad como Iglesia es ayudar a que estos cristianos entren, junto a sus amigos musulmanes, en una óptica de acogida de la diferencia del otro, de reencuentro en un espíritu de total gratuidad, recuperando una actitud de humilde confianza hacia el otro. Esto no es siempre fácil de aceptar en el mundo de la eficiencia, pero esta actitud es la que nos permite continuar viviendo en este país con paz y serenidad, a pesar de las tensiones que a veces aparecen.
Los cristianos constatan con alegría que, al contacto con el Islam, su fe cristiana se purifica, se vuelve más profunda.
Nuestra responsabilidad como Iglesia es ayudar a estos cristianos que están de paso a comprender mejor que podemos vivir nuestra fe cristiana con alegría y pasión en una sociedad totalmente musulmana. Esto les ayudará a regresar a su país con otra visión sobre los musulmanes que encuentren, destruyendo esos “a priori”que corren el riesgo de pudrir al mundo.
Nuestra responsabilidad como Iglesia es ayudar a estos cristianos a comprender que ellos son “signos” y, como nos recordaba el Papa Juan Pablo II con ocasión de una visita ad limina, “no pedimos a un signo que sea un número, sino que signifique algo”.
Nuestra Iglesia es “signo” para la comunión que intentamos vivir, a pesar de la diferencia de nuestras culturas y nacionalidades. A pesar del escaso número de cristianos originarios de Oriente Medio, nuestro “signo” sería más fuerte si tuviéramos en nuestro presbiterio uno o dos sacerdotes árabes. Una presencia como ésta sería, lejos de todo proselitismo, un gran enriquecimiento para nuestra Iglesia.
[Texto original: francés]
– Mons. Giorgio BERTIN, O.F.M., Obispo de Yibuti (YIBUTI)
Los “bienes a compartir”, a los que quiero referirme, para reforzar nuestro testimonio del Evangelio y anunciarlo a los musulmanes, son “los sacerdotes”. Pueden existir situaciones de emergencia, como en la Iglesia que represento, donde no hay sacerdotes “propios” o que improvisamente son insuficientes.¿Por qué, pues, no “compartir”, a nivel de Oriente Medio y de toda la Iglesia, los sacerdotes que tenemos? Esto podría ser un desarrollo y una adaptación a la situación actual del Fidei donum y podría también contribuir con una” “bocanada de oxígeno” tanto para las Iglesias de Oriente Medio como para otras Iglesias con el fin de que puedan vivir y desarrollar la dimensión misionera.
Sugiero, pues, que se cree un “banco de sacerdotes disponibles”, es decir, que de todas las Iglesias y Congregaciones religiosas se haga disponible cierto número de sacerdotes por un tiempo determinado: 3 meses, 6 meses, 9 meses… Podrían ofrecer su servicio, tomándolo como un período sabático, o como un sacrificio efectuado con generosidad en favor de una Iglesia o de un grupo de católicos que solicitan la presencia de sacerdotes para mantenerse en la fe y para testimoniarla con humildad y valentía. Esto sería un modo concreto de vivir la “comunión” entre nuestras Iglesias. Podríamos llamar este “banco de sacerdotes” también “Sacerdotes sin fronteras”, en cuanto dispuestos a ser invitados y acogidos por muy breve tiempo. Por esto quizás convenga crear una oficina de coordinación.
[Texto original: italiano]
– Archimandrita Robert L. STERN, Secretario General de la Catholic Near East Welfare Association (C.N.E.W.A.) (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)
“Iglesia” tiene varios significados. Se puede describir el misterio de la Iglesia usando “modelos”, ninguno de los cuales es adecuado para describirlo. Usamos “modelos” seamos conscientes o no de ello. La Iglesia de los orígenes veía la unidad en términos de “paz et communio”. La Iglesia se mantiene unida por el Espíritu Santo y por el vínculo personal entre todos los miembros, alimentado por la comunicación. Este modelo halla un eco en internet. La iglesia como “communio” es una red de comunicación personal en el Espíritu. Los modelos afectan las decisiones: la limitación de la jurisdicción de los jefes de las iglesias de Oriente “fuera” de sus tierras supone un modelo geográfico. Si la “red” es personal, no es adecuada. En el modelo de la red, es normal que haya varias iglesias en el mismo territorio, pero la rivalidad y las tentativas de proselitismo o dominio son inapropiadas. El derecho canónico favorece una noción geográfica de iglesia, aunque las personas vivan “en” una parroquia, en centros urbanos que eligen como propios. Lo mismo ocurre con la emigración: desde un punto de vista geográfico, vemos disminuir la población cristiana tradicional, pero desde una perspectiva personal nosotros celebramos a los cristianos dondequiera ellos elijan establecerse. La Communio crece a medida que se hace más profunda la comunicación personal, así como ocurre con las relaciones interreligiosas.
[Texto original: inglés]
– Mons. Vartan Waldir BOGHOSSIAN, S.D.B., Obispo de San Gregorio de Narek en Buenos Aires de los Armenios, Exarca Apostólico para los fieles de rito armenio residentes en América Latina y México (AMÉRICA LATINA Y MÉXICO)
La gran movilidad humana con sus numerosas causas, ha desplazado una cantidad significativa de fieles fuera del territorio patriarcal. Las numerosas comunidades de la diáspora no siempre han estado acompañadas, desde un punto de vista pastoral. Aún hoy es necesaria esta preocupación “ad gentes”. Hay Iglesias que actualmente tienen la mayor cantidad de sus fieles en la diáspora. No faltan las dificultades para llevar a cabo esta atención. Las dificultades provienen, especialmente en el pasado, de las dificultades por parte de la Iglesia Latina “sui iuris”, de aceptar en su territorio la jurisdicción plena de un ordinario oriental.
Me refiero al concepto de territorio, establecido como límite para las actividades de las Iglesias Orientales Católicas y presentes en todo el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales.
Es difícil entender por qué las actividades de los Patriarcas, de los Obispos y de los Sínodos de las Igl
esias orientales se vean limitadas a su territorio. Entre las veintitrés Iglesias de derecho propio que hoy forman la Iglesia Católica, sólo una, la Latina, no tiene dicha limitación. Con dificultad, las veintidós Iglesias Orientales logran mantener su identidad y crecimiento, especialmente en Occidente, aún si el Concilio Vaticano II expresa el deseo de que las Iglesias Orientales “florezcan y desempeñen con renovado vigor apostólico la misión que les ha sido confiada”. El Código de los Cánones de las Iglesias Orientales afirma que los Patriarcas son Padres y Jefes de su propia Iglesia. (Can,55). Esta paternidad y esta jurisdicción no deberían limitarse a un territorio. ¡Limitarlas a sus fieles es más que lógico!, pero no lo es limitarlas a un territorio, aun si en él ya no están presentes miembros de su Iglesia!
También desde el punto de vista ecuménico, la jurisdicción plena sobre los propios fieles en todos los continentes sería para los hermanos separados un anticipo concreto de una situación de comunión plena.
Finalmente, los Patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas, por su identidad de Padres y Jefes de Iglesias sui iuris que componen la catolicidad de la Iglesia Católica, deberían ser miembros ipso facto del Colegio que elige al Sumo Pontífice sin necesidad de recibir el título latino de Cardenal, por el mismo motivo, deberían tener la precedencia sobre ellos.
[Texto original: italiano]
– Mons. Paul Youssef MATAR, Arzobispo de Beirut de los Maronitas (LÍBANO)
En referencia al Instrumentum Laboris que habla de los desafíos a los cuales se enfrentan los cristianos de Oriente y de su relación con los musulmanes, con el fin de abrir en el presente unas perspectivas para el futuro, es necesario definir cuatro responsabilidades que deben concurrir para lograr el éxito de esta obra histórica, para Oriente Medio y para el mundo.
La responsabilidad de los propios cristianos de Oriente: hijos de esta tierra desde siempre, estos cristianos deben sentir que no pueden forjar un destino propio sino un destino común con los demás habitantes. Su inserción en el mundo árabe, auspiciada por el Papa Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica para Líbano, no debería hacerles perder ni sus derechos ni sus libertades sino confirmarlos en los derechos y las libertades comunes de sus conciudadanos.
La responsabilidad de los musulmanes de la región: estos vecinos, que son mayoría, deben dar espacio a los conciudadanos cristianos. No se tratará de una presencia sólo en el interior de la sociedad sino más bien de la elaboración de un proyecto común de esta sociedad y de su gobernabilidad. Así, los cristianos que han contribuido al desarrollo de la cultura y de las sociedades árabes en el pasado, contribuirán también en el futuro y vivirán juntos la participación, la igualdad y la libertad plena con sus conciudadanos.
La responsabilidad de las potencias occidentales: estas han cometido injusticias y errores históricos contra Oriente Medio. Deberán también repararlas eliminando las injusticias que padecen los pueblos, sobre todo el pueblo palestino. Los cristianos de esta región que fueron injustamente identificados con ellas, se beneficiarán con estas reparaciones gracias a la unión con sus hermanos, sin más obstáculos.
La responsabilidad de los cristianos de Occidente y del mundo: solidarios con sus hermanos de Oriente Medio, los cristianos de Occidente y del mundo deben conocer mejor a sus hermanos de Oriente Medio para ser más solidarios con sus causas. Deben también ejercer presión sobre la opinión pública y sobre sus gobernantes para restablecer la justicia en las relaciones con Oriente Medio y el Islam, y ayudar a liberar al mundo del fundamentalismo y conducirlo a la moderación.
[Texto original: francés]
– Card. Stanisław RYŁKO, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos (CIUDAD DEL VATICANO)
El desafío más grande que la Iglesia tiene que afrontar hoy es la formación de un laicado maduro en la fe, consciente de su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Es necesario formar identidades cristianas fuertes y convencidas, despertar la audacia de una presencia visible e incisiva de los fieles laicos en la vida pública, una presencia que obre según los principios de la doctrina social de la Iglesia.
En el ámbito de la formación del laicado se abre un vasto espacio de acción para las diócesis y las parroquias, pero también para las escuelas y las universidades católicas, llamadas a buscar los caminos y los métodos educativos que respondan cada vez más a las reales exigencias de los fieles, siguiendo las enseñanzas de la Christifideles laici, magna charta del laicado católico. En un mundo marcado por una secularización creciente, no podemos dar por supuesta la fe, ni siquiera entre los bautizados. Es necesario, por tanto, empezar por los cimientos, es decir, promover con urgencia unos itinerarios concretos para una verdadera iniciación cristiana postbautismal, teniendo en cuenta que -como escribe el Papa- “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est nº 1).
En nuestro tiempo, uno de los grandes signos de esperanza para la Iglesia es la “nueva época asociativa de los fieles laicos” (Christifideles laici nº 29), que, después del Concilio Vaticano II, ve el nacimiento de muchos movimientos eclesiales y nuevas comunidades ¡Un verdadero don del Espíritu Santo! Estos nuevos carismas dan origen a unos itinerarios pedagógicos de extraordinaria eficacia para la formación humana y cristiana de los jóvenes y los adultos, y liberan en ellos un impresionante impulso misionero del que la Iglesia hoy siente una especial necesidad. Estas nuevas comunidades no son, obviamente, una alternativa a la parroquia, sino más bien un apoyo valioso e indispensable para su misión. Con espíritu de comunión eclesial, ayudan y animan a las comunidades cristianas a pasar de una lógica de mera conservación a una lógica misionera. El Papa Benedicto XVI, en continuidad con el siervo de Dios Juan Pablo II, no se cansa de pedir una apertura cada vez mayor de los Pastores a estas nuevas realidades eclesiales. En 2006, el Papa, al dirigirse a los obispos en visita ad limina, afirmó: “Os pido que salgáis al encuentro de los movimientos con mucho amor. Aquí y allá deben ser corregidos, incluidos en el conjunto de la parroquia o de la diócesis. Pero debemos respetar el carácter específico de sus carismas y alegrarnos de que nazcan formas de fe en las que la palabra de Dios se hace vida” (cfr. Osservatore Romano, 19 de noviembre de 2006).
Así pues, esperamos verdaderamente que las Iglesias de Oriente Medio se abran con creciente confianza a estas nuevas realidades asociativas. No debemos tener miedo de esa novedad de método y de estilo de anuncio que aportan: es una “provocación” sana que ayuda a vencer la rutina pastoral que está siempre al acecho y corre el riesgo de comprometer nuestra misión (cfr. Instrumentum laboris nº 61). El futuro de la Iglesia en esta región del mundo depende precisamente de nuestra capacidad de escuchar dócilmente lo que el Espíritu dice a la Iglesia hoy, también mediante estas nuevas realidades asociativas.
[Texto original: italiano]
– Rev.do P. Ab. Semaan ABOU ABDOU, O.M.M., Superior General de la Orden Maronita Mariamita (UNIÓN DE LOS SUPERIORES GENERALES)
Los motivos de la emigración son políticos y ecuménicos, a los que hay que añadir los problemas de seguridad y estabilidad. Y esto influirá en el aspecto social. Todo en Tierra Santa depende del conflicto israelí-palestino, la situación social en Iraq
y la inestabilidad política de Líbano. A menudo la mayoría de las víctimas de todo esto son los cristianos.
Lo más importante es trabajar para establecer la paz y la democracia, centrándose en la ciudadanía con todas sus obligaciones y sus derechos garantizados.
Mantener a los cristianos en su tierra natal depende de los factores eclesiásticos y políticos del mundo árabe. Lo que nos une, a cristianos y musulmanes, es lo siguiente:
1 – la familia: portadora y defensora de los valores, primera célula de la sociedad y de la Iglesia. El futuro depende de ella y, por lo tanto, tenemos que trabajar para activar su papel y proteger la vida en ella.
2 – La figura de la Virgen María está presente en la Biblia y en el Corán. Dios la eligió entre todas las mujeres del mundo. Es la mujer de la reconciliación y de la unidad. Es la Reina de la Paz. En Líbano se ha empezado a celebrar el 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, una fiesta común para todos los libaneses.
3 – Los valores humanos, nacionales y religiosos son la base para el diálogo y el reconocimiento de los demás.
4 – Se tiene que hacer un esfuerzo en la educación, a nivel tanto escolar como universitario, para educar a las generaciones futuras en temas como la democracia, la no violencia y el establecimiento de la cultura de la paz.
Por último, necesitamos que en este Sínodo se apele al heroísmo, a la santidad y a los santos, y que se ofrezca un testimonio cristiano alegre y atractivo para nuestras sociedades.
[Texto original: árabe]