Dios tiene mil maneras de mostrar que existe, asegura el Papa

Al recordar la vida de la beata Angela de Foligno

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).-  «Dios tiene mil maneras, para cada uno la suya, de hacerse presente en el alma, de mostrar que existe y que me conoce y ama», considera Benedicto XVI.

A esta conclusión llegó este miércoles al presentar en la audiencia general la figura de la beata Angela de Foligno, mística italiana que vivió entre 1248-1309, de la Orden Franciscana Seglar.

El Papa recordó que Angela había llevado una vida más bien mundana, alejada del pensamiento de Dios hasta que en el año 1285 invocó a san Francisco de Asís, quien se le apareció en una visión y decidió confesarse.

Comenzó entonces un «rico» y tortuoso camino espiritual. En primer lugar, explicó el pontífice, no tenía la sensación de ser amada por Dios, sino que sentía más bien «vergüenza».

Angela, explicó, «siente el deber de tener que darle algo a Dios para reparar sus pecados, pero lentamente comprende que no tiene nada que darle»: «sólo puede darle su ‘nada’, el ‘no amor'».

Le acompañaba «el pensamiento del infierno, porque cuanto más progresa el alma en la vía de la perfección cristiana, tanto más se convencerá no sólo de ser ‘indigna’, sino de merecer el infierno».

El Crucificado que salva de la indignidad

«En su camino místico, Angela comprende de modo profundo la realidad central: lo que la salvará de su ‘indignidad’ y de ‘merecer el infierno’ no será su ‘unión con Dios’ y su poseer la ‘verdad’, sino Jesús crucificado, ‘su crucifixión por mí’, su amor».

La conversión de Angela, iniciada con esa confesión de 1285, llegará a la madurez sólo cuando el perdón de Dios aparezca a su alma como el don gratuito de amor del Padre, fuente de amor, reconoció el Papa.

A la luz de la vida de esta mística, el Papa concluyó dejando una lección para nuestros días: «Hoy estamos todos en peligro de vivir como si Dios no existiera: parece muy alejado de la vida actual. Pero Dios tiene mil maneras, para cada uno la suya, de hacerse presente en el alma, de mostrar que existe y que me conoce y ama».

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ZENIT Staff

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