SOLESMES, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Las celebraciones del milenario de la fundación de la abadía benedictina francesa de Saint-Pierre de Solesmes concluyeron este martes con una solemne liturgia eucarística cantada en gregoriano.
La ceremonia estuvo presidida por el presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso como enviado especial del Papa, el cardenal Jean-Louis Tauran, y concelebrada por el cardenal Jean-Pierre Ricard y por numerosos obispos y sacerdotes.
Numerosos religiosos y religiosas y fieles católicos y de otras religiones asistieron también al cierre del Año Jubilar de esta emblemática abadía de la diócesis de Mans, abierto el 12 de octubre del año pasado.
El cardenal Tauran se dirigió a los contemplativos de esa abadía recordándoles: “Vosotros ayudáis a los que dudan; vosotros buscáis a Dios para darlo a los demás” y afirmó que el hombre, sin fe, “se queda solo frente a sí mismo”.
En este sentido, el purpurado declaró a Radio Vaticano que “esta gran abadía, dominada por la figura de don Guéranger, restaurador del canto gregoriano, recuerda a la sociedad de hoy la necesidad de una vida interior, entendida en sentido más amplio y por tanto no sólo una vida espiritual, sino también una vida cultural”.
Para el cardenal Tauran, los monjes de Solesmes invitan a “apreciar el silencio para comprender lo que somos y a dónde vamos”.
Destacó los mil largos años de fidelidad al Evangelio de la Abadía de Solesmes e indicó que “en el mundo de hoy los monasterios son los oasis espirituales, los pulmones verdes en nuestras ciudades”.
Por su parte, el abad de Solesmes, Philippe Dupont, explicó que “este milenario nos da la oportunidad de revisar el pasado, no para contemplarlo con nostalgia, sino para dar las gracias por los dones de Dios y aprender las lecciones de esta historia para pensar nuestro futuro”.
Estabilidad
En una entrevista publicada en la web de la Conferencia Episcopal Francesa, el religioso aseguró que “nuestra tradición está viva y debe perpetuarse a lo largo de los siglos y los milenios aprovechando la santidad de los que nos han precedido, teniendo nosotros mismos la responsabilidad de transmitir esta herencia, este patrimonio a nuestros sucesores”.
Dupont se refirió a su voto de estabilidad y constató que permanecer en un monasterio sesenta años “interroga a nuestros contemporáneos”.
“Tenemos que testimoniar ante la gente del mundo la duración, la perseverancia -explicó-. Mientras se rompen tantas familias y se cuestiona a menudo la amistad, debemos manifestar este valor eterno que es la estabilidad”.
“Mil años de presencia en el mismo lugar muestra la realidad de esta permanencia”, añadió.
Abad de Solesmes desde 1992, Dupont habló también del canto gregoriano, que ha hecho famosos a los monjes de esta comunidad.
“El canto litúrgico gregoriano también tiene un valor tradicional de estabilidad, en la oración de la Iglesia porque ha atravesado los siglos”, dijo.
Dupont explicó que “tras el Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI nos pidió continuar esta tradición para que el canto gregoriano se conservara no como un tesoro relegado al museo, sino como una oración viva que ayuda a las almas a ascender hacia Dios”.
Para el abad de Solesmes, se trata de “una oración más interior: su dulzura, pero también la fuerza y la violencia de algunas melodías, expresan adecuadamente los múltiples sentimientos de alabanza y súplica de los hombres dirigiéndose a Dios en todo tipo de situaciones”.
Historia
La Abadía de Solesmes fue fundada a principios del siglo XI por Geoffroy, señor de Sablé, que donó el monasterio de Solesmes con sus tierras a los monjes de la Abadía de La Couture.
De La Couture, salieron, pues, los primeros monjes que constituirán una comunidad en Solesmes bajo la regla de San Benito.
Saqueado e incendiado durante la guerra de los Cien años (1337-1453), el monasterio vivió un tiempo de renovación hasta la época de la Revolución, cuando la Asamblea constituyente prohibió los votos religiosos.
A principios de 1791, los monjes empezaron a dejar el monasterio, y los que quisieron permanecer allí fueron encarcelados o deportados a la isla de Jersey.
Durante aquellos años difíciles, los vecinos de la abadía lograron poner en lugar seguro la venerada reliquia de la Santa Espina, que no pudo volver a colocarse en el monasterio hasta el año 1850.
En esos años, Solesmes estaba retomando su actividad gracias al joven sacerdote de Le Mans Prosper Guéranger, quien impulsó el canto gregoriano como modo privilegiado de buscar a Dios y alabarle.
Actualmente, la congregación de Solesmes está presente en tres continentes y cuenta con 23 monasterios masculinos y ocho femeninos.