CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- El sacerdote católico “existe para llevar a Dios a los hombres”, y ante todo debe ser “un hombre de Dios”. Así exhorta el Papa Benedicto XVI a los seminaristas, en su Carta hecha pública hoy, con motivo de la Clausura del Año Sacerdotal, a los aspirantes al sacerdocio de todo el mundo.
En este mensaje, en el que recuerda sus propios años de seminario, el Papa exhorta a los seminaristas a “aprovechar bien” su tiempo de formación, mediante el estudio de la teología y el crecimiento personal y espiritual.
Entre las “recetas” que el Papa da a los seminaristas, subraya la importancia de la vida sacramental, de la integración en la Iglesia, del estudio de la teología y del derecho canónico, de la madurez y la comprensión y vivencia serena del celibato.
Oración
Ante todo, afirma, un seminarista debe “aprender a vivir en contacto permanente con Dios”, debe saber «Orad en todo momento».
No se trata de “recitar continuamente oraciones”, sino de “no perder nunca el trato interior con Dios”, que es el sentido de la oración.
“Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración. Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. Que le contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, y que de esta manera esté siempre ante nuestros ojos como punto de referencia en nuestra vida”.
Eucaristía y confesión
Pero Dios, afirma el Papa, “no es sólo una palabra. En los sacramentos, Él se nos da en persona, a través de realidades corporales”.
Por eso, afirma, es necesario que la Eucaristía sea “el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida. Celebrarla con participación interior y encontrar de esta manera a Cristo en persona, debe ser el centro de cada una de nuestras jornadas”.
Para celebrar bien la Eucaristía, añade el Papa, “es necesario también que aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un único y gran coro de oración”.
“Por mi experiencia personal puedo afirmar que es entusiasmante aprender a entender poco a poco cómo todo esto ha ido creciendo, cuánta experiencia de fe hay en la estructura de la liturgia de la Misa, cuántas generaciones con su oración la han ido formando”.
Benedicto XVI subraya también la importancia de la confesión en el itinerario de un futuro sacerdote: “Me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad”.
“Aunque tengamos que combatir continuamente los mismos errores, es importante luchar contra el ofuscamiento del alma y la indiferencia que se resigna ante el hecho de que somos así”.
Es importante, afirma, “mantenerse en camino, sin ser escrupulosos, teniendo conciencia agradecida de que Dios siempre está dispuesto al perdón. Pero también sin la indiferencia, que nos hace abandonar la lucha por la santidad y la superación”.
“Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo”, subraya el Papa.
Amar la teología
El tiempo en el seminario es sobre todo, tiempo de estudio, recuerda el Papa. “Una de las tareas principales de los años de seminario es capacitaros para dar razones de la fe”.
“Os ruego encarecidamente: Estudiad con tesón. Aprovechad los años de estudio. No os arrepentiréis”, les exhorta.
El Papa reconoce que “a veces las materias de estudio parecen muy lejanas de la vida cristiana real y de la atención pastoral”, pero no hay que caer en el error de “aprender las cosas meramente prácticas, sino de conocer y comprender la estructura interna de la fe en su totalidad”.
Sólo así la fe “se convierte en una respuesta a las preguntas de los hombres, que aunque aparentemente cambian en cada generación, en el fondo son las mismas”.
Subraya también la importancia de “conocer a fondo la Sagrada Escritura en su totalidad, en su unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento”, así como “conocer a los Padres y los grandes Concilios”, y “las cuestiones esenciales de la teología moral y de la doctrina social de la Iglesia”.
También es importante “la teología ecuménica, conocer las diversas comunidades cristianas; es igualmente necesario una orientación fundamental sobre las grandes religiones y, sobre todo, la filosofía: la comprensión de la búsqueda y de las preguntas del hombre, a las que la fe quiere dar respuesta”.
Y finalmente, explica el Papa, es importante “valorar el derecho canónico por su necesidad intrínseca y por su aplicación práctica: una sociedad sin derecho sería una sociedad carente de derechos. El derecho es una condición del amor”.
Madurez
Otro de los aspectos a los que el Papa da gran importancia es a la madurez y al equilibrio personal, especialmente en cuanto a la vivencia del celibato, la integración de la sexualidad en la propia personalidad.
La sexualidad, afirma Benedicto XVI, “es un don del Creador, pero también una tarea que tiene que ver con el desarrollo del ser humano. Cuando no se integra en la persona, la sexualidad se convierte en algo banal y destructivo”.
Recordando los recientes escándalos de abusos a menores por parte de miembros del clero, el Papa afirma que estos hechos, “que son absolutamente reprobables, no pueden desacreditar la misión sacerdotal, que conserva toda su grandeza y dignidad”.
“Gracias a Dios, todos conocemos sacerdotes convincentes, forjados por su fe, que dan testimonio de cómo en este estado, en la vida celibataria, se puede vivir una humanidad auténtica, pura y madura”, añade, recordando la importancia de ser “vigilantes y atentos, examinándonos cuidadosamente a nosotros mismos, delante de Dios, en el camino hacia el sacerdocio, para ver si es ésta su voluntad para mí”.
El sacerdote, “que deberá acompañar a otros en el camino de la vida y hasta el momento de la muerte, es importante que haya conseguido un equilibrio justo entre corazón y mente, razón y sentimiento, cuerpo y alma, y que sea humanamente íntegro».
Sentido de Iglesia
El seminarista, que a menudo, en los últimos tiempos, procede de ámbitos distintos, y en ocasiones desde los nuevos movimientos y carismas, debe ser ante todo “hombre de Iglesia”, apunta el Papa, por encima de particularismos.
“Los movimientos son una cosa magnífica. Sabéis bien cuánto los aprecio y quiero como don del Espíritu Santo a la Iglesia. Sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva, una sola”, afirma.
El seminario, recuerda el Papa, “es el periodo en el que uno aprende con los otros y de los otros. En la convivencia, quizás a veces difícil, debéis asimilar la generosidad y la tolerancia, no simplemente soportándoos mutuamente, sino enriqueciéndoos unos a otros”.
“Ser escuela de tolerancia, más aún, de aceptarse y comprenderse en la unidad del Cuerpo de Cristo, es otro elemento importante de los años de seminario”.
Espiritualidad
Benedicto XVI afirma también, por último, que no hay que despreciar la piedad popular, que aunque “puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo”, sin embargo, “excluirla es completamente erróneo”.
“A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso,
la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre”, explica el Papa.
Ciertamente, “la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio”, concluye.
[Por Inma Álvarez]